¡Hola! He decidido participar en la Bechloe Week y bueno, como no tengo tanta imaginación como para escribir siete one-shots seguidos, les he pedido a unos amigos que me digan palabras al azar y de esas palabras a ver qué salía en cada relato. Espero que os guste.
Disclaimer: Los personajes de Pitch Perfect no me pertenecen, las historia narradas sí.
24/7
Barandilla
El sonido del motor cesó, indicando que su viaje había terminado. Beca suspiró, no quería bajarse, de verdad no quería tener que desperdiciar su noche rodeada de aquella gente estirada, de esos hombres que solo venían a pavonearse de sus riquezas y de sus pinitos en la bolsa, de sus mujeres superficiales que solamente se tenían envidia entre ellas, pero fingían ser las mejores amigas. No, Beca prefería quedarse en casa, escuchando algo de Jazz. Pero que tu padre sea uno de los más importantes empresarios, director de un prestigioso banco, no ayudaba a evadir ese tipo de eventos.
Como siempre que la fecha de una fiesta en alta sociedad se acercaba el padre de Beca le informaba de que su asistencia era obligatoria, a lo que la chica todas y cada una de las veces se negaba, acabando así en una discusión. Daba igual lo insistente que se pusiese Beca, ambos sabían que iría sí o sí, pero al menos lo intentaba y pensaba que no había caído sin pelear.
La puerta del coche se abrió y sin poder hacer otra cosa se bajó, resignada. Aparte de ella, del automóvil se bajó una pareja que rondaba los cincuenta, que no eran otros que el padre y la madrastra de la chica. Con un asentimiento de cabeza le dieron las gracias al muchacho uniformado que les había abierto las puertas y se dispusieron a entrar en la gran casa donde daba lugar la reunión. Pasaron la cancela de la entrada y se encaminaron hacia la puerta principal de la vivienda, propiedad de un colega de su padre. Los dos adultos iban saludando a todo el que se cruzaban y Beca se preguntaba si realmente se podía conocer a tanta gente en una sola vida. Al notar la cara de fastidio de la chica, el señor Mitchell paró sus paso y le lanzó una mirada dura.
-¿Podrías hacer el favor de quitar esa cara de sufrimiento? Parece que pides a gritos que alguien lo haga parar dándote muerte.
-No andaría muy desencaminado - dijo en un murmullo, pero su padre lo escuchó.
-Beca, no me hagas repetirlo, no te pido que te muestres feliz, pero tampoco pongas esa cara impasible y hastiada.
Beca resopló y a continuación en su cara se formó una pequeña sonrisa que se notaba a leguas que era falsa. Su padre cansado de discutir con ella prefirió no darle más vueltas al asunto.
El señor Mitchell no sabía ya qué hacer con su hija, desde que su madre había muerto y él se casó de nuevo, la relación entre ellos se había resentido. Sabía que de los dos, su madre era la que más se entendía con ella, pero al menos antes podían estar en una habitación sin echarse pestes, incluso llegaban a pasarlo bien juntos. Ahora Beca solo cruzaba palabra con él a la hora de la cena en la que él le preguntaba qué tal le había ido el día y ella le respondía con un escueto "bien".
Beca, por su parte, solo quería librarse de su rota familia, pero sabía que eso no sería posible hasta que consiguiese un esposo. En cuanto ese pensamiento pasó por su mente un escalofrío seguido de una sensación de asco le atravesó la columna vertebral, no es que no le gustasen los hombres, solo que la idea de casarse le causaba repelús. Beca era por así decirlo un alma libre, no le gustaban los anclajes, opinaba que las cosas iban mejor cuando andaba su camino sola. Tuvo hacía un tiempo una historia con un chico, muy caballeroso, mientras se estaban conociendo nunca se atrevió a tocarle un pelo, no solo era que la respetase, si no que le tenía un temor inmensurable a su padre. Pero la cosa no cuajó, precisamente por lo ya dicho antes, él al final quiso casarse con ella, pero la castaña se negó. A sus veintitrés años de edad todo el mundo decía que sentase la cabeza y se buscase un buen hombre, su padre cuando dejó a Jesse casi puso el grito en el cielo porque pensaba que su niña por fin encontraba su camino. Pero para su decepción no fue así.
Tras andar los pocos metros que separaban la cancela de la puerta principal, la familia Mitchell ingresó en la casa, no habían dado un paso en su interior cuando una gran cantidad de las cabezas que se encontraban en el hall se giraron mirando a las tres personas. Tras el primer murmullo que se propagó por la sala los hombres que allí había se acercaron al señor Mitchell, el cual empezó a agarrar manos, saludando a los conocidos y a los que le presentaban con una sonrisa en la cara, mientras la ahora señora Mitchell, colgada como estaba de su brazo hacía lo mismo. Aún había miradas posadas en Beca y ella sabía perfectamente por qué era. La mayoría eran de reprobación, porque, ¿qué joven de su estatus iba vestida con unos pantalones de vestir, una camisa blanca metida por dentro de estos y un saco? Aunque cada prenda iba entallada para que se adaptase a las curvas de su cuerpo de mujer, no era lo adecuado.
La gracia era que nunca le decían nada debido a que ella estaba a otro nivel, cosa que la chica agradecía inmensamente. Tras dar una mirada general descubrió el punto en el que pasaría la noche sin ser molestada, y sin más demora se dirigió hacia allí, en el camino varias personas se acercaron y ella les saludó educadamente a cada uno de ellos. Alguno parecía querer entablar conversación, convirtiéndose en un obstáculo en su camino a su tan ansiado oasis, pero no tardaban en perder el interés en continuar la conversación, todos conocían la fama de Beca Mitchell, a la cual algunos tachaban de amargada. Justo cuando iba a subir las escaleras pasó por su lado un camarero con una bandeja llena de copas de champán y decidió llevarse una. El sitio que había elegido era un pequeño rellano entre dos escaleras que subían paralelas al primer piso. Gozaba de un par de sillones dirigidos hacia una barandilla, desde la cual se podía observar desde la altura todo lo que ocurría en la sala.
Se sentó en uno de los sillones recubiertos de terciopelo verde y dejó su copa en una mesita que había al lado de uno de los brazos. Cerró los ojos y se dispuso a disfrutar de la música de la banda que había en una sala adyacente, la cual se utilizaba de salón de baile. Consiguió concentrarse lo suficiente como para omitir el constante murmullo de las conversaciones, para solo escuchar la ligera melodía de los instrumentos de cuerda. Tras un lapso de tiempo indefinido en el cual la chica ya se había terminado su bebida y la música había cambiado varias veces, el eco de los murmullos aumentó de forma considerable, haciéndole imposible a Beca eliminarlos de su cabeza. Molesta se irguió en su asiento y estiró el cuello, mirando a través de los barrotes de la barandilla, queriendo saber qué había causado tanto revuelo. Lo que alcanzó a ver no le decía mucho, pues un tumulto de personas se había congregado en la puerta principal, parecía que había llegado alguien importante, y como a Beca no le interesaba nada de ello simplemente dejó de prestar atención, pero justo antes de que sus ojos se despegasen de las miniaturas que se hallaban cuatro metros por debajo suya un reflejo de cabellos pelirrojos volvió a captar su interés tan rápido como se había ido.
Una chica, la más hermosa que los ojos azules oscuros de Beca habían visto, se dedicaba a regalar sonrisas a cada persona que se acercaba a ella a saludarla, y ganas tuvo de bajar corriendo y apartar a todo el mundo para ser la única receptora de esas sonrisas, llevaba un vestido ligero, que caía hasta por debajo de sus rodillas, de un color dorado que hacía juego con su pelo pelirrojo, el cual traía en un recogido elegante, pero del cual se escapaban un par de mechones rebeldes que le daban un aspecto más atrayente a la joven. No se había fijado en cuánto tiempo la había estado mirando, ni cuándo se había levantado de su cómodo sillón para acabar apoyada en la suave madera pulida y barnizada de la barandilla que evitaba la caída, pero de repente algo la sacó de su ensoñación y esos fueron los profundos ojos azules de la chica a la cual observaba, azules como un cielo de verano despejado, los cuales estaban clavados en los suyos propios. Cuando una sonrisa más radiante que las que había repartido al resto de invitados apareció en su cara en la dirección en la que se encontraba Beca, la chica pensó que le habían disparado. Un latido doloroso fue una de las balas, su estómago se encogió de repente por los nervios, dando lugar a la segunda bala.
La mirada de la pelirroja no se apartaba de la figura de la chica vestida de traje, aunque seguía respondiendo cortésmente a las diferentes conversaciones en las que se iba enrolando. Beca se apartó abruptamente de la barandilla, solo para darse cuenta de que su respiración se había vuelto pesada.
"Vamos Beca, solamente es una chica guapa, hay miles como ella ahí abajo y seguro que es de la misma calaña que el resto de mujeres a las que aborreces."
Sus pensamientos intentaban convencerla de que no era nada del otro mundo, al menos no para reaccionar como ella lo había hecho.
Pero no estaba preparada para el próximo pensamiento que invadió su mente.
"Si fuese con alguien como ella, no me importaría casarme."
¡¿Ella?! Beca Mitchell, estaba siquiera pensando en el compromiso, ¡por culpa de una completa desconocida!
Volvió a tomar asiento y se concentró más fuerte todavía en únicamente escuchar la música, no podía dejar que esas ganas de conocer a la chica pudiesen con ella. Pero su calma (o intento de ella) no duró mucho, puesto que el sonido de unos pasos que subían las escaleras le alertaron de la presencia de alguien. Prefirió no girarse fingiendo que no había oído nada, tal vez decidían dejarla en paz, aunque para su mala suerte no fue así.
-Buenas noches - una voz dulce y suave como el terciopelo del sillón en el que estaba sentada.
-Buenas noches - dijo Beca sorprendida, al ver que la que se había acercado no era otra que la recién llegada.
-¿Puedo? - dijo la pelirroja señalando el otro sillón del rellano, pidiendo permiso para acompañarla.
-Por supuesto.
Antes de sentarse, se aproximó a la mesita y dejo dos copas de champán.
-He pensado que por aquí no deben de pasar muchos camareros.
-Muchas gracias - dijo dedicándole una pequeña sonrisa -. ¿Cómo es que ha subido aquí arriba pudiendo estar bailando y conversando con el resto? - preguntó por no dejar que el silencio cayese sobre ellas.
-Lo mismo podría preguntar yo, y por favor señorita Mitchell, no me trate de usted que me hace sentir vieja - una pequeña risa, limpia como el agua de un arroyo, salió de sus labios.
-Vaya, parece que ya sabes mi nombre, no me parece justo no saber el tuyo, de todos modos, Beca estaría mejor, señorita Mitchell... esa no soy yo.
-De acuerdo Beca, yo soy Chloe Beale, pero mejor Chloe, o Chlo me suelen llamar mis amigos.
"Así que Chloe... me gusta."
Una media sonrisa se asomó en sus labios.
-Bueno, ahora que ya nos conocemos, ¿puedo saber qué te trae por estos desolados parajes? - hizo un gesto teatral separando ambas manos en un arco con las palmas hacia arriba.
La chica, ahora Chloe, volvió a reír, cosa que le causó una tremenda satisfacción a la castaña.
-Pues, si te soy sincera, ha sido la curiosidad. Me preguntaba qué hacía una chica tan guapa como tú completamente sola por voluntad, porque dudo que te hayan castigado a estar aquí.
-Pues... la verdad es que tanta gente me agobia... - dijo algo cortada.
Había dicho que era guapa, a una chica como ella le parecía guapa. Esto es increíble.
-Entiendo... entonces ¿prefieres que me vaya?
-No, no - dijo rápidamente Beca -. No es necesario, es que muy aburrido, no me gustan esta clase de fiestas.
-¿Y qué es lo que te gusta?
-La música, por ejemplo. Tengo un tocadiscos en casa y lo tengo casi siempre puesto.
-¡Te gusta la música! Yo canto - dice con una sonrisa que enseña todos sus dientes.
Beca estaba feliz, por un momento había pensado que no iban a tener nada en común, había visto a Chloe ahí abajo y se notaba que estaba en su salsa, era como un pequeño sol que hacía que todo el mundo se sintiese atraído hacia su calidez. Era todo lo contrario a ella y se sentía cohibida.
Bebió un poco de la copa y cuando levantó la mirada los ojos de Chloe estaban fijos en ella, penetrantes, como queriendo desnudar su alma, y le provocaba un sentimiento de nerviosismo, no le gustaba que mirasen dentro de ella sin que ella misma lo mostrase a voluntad. Pero aun así no dijo nada, sentía que aunque se mostrase tal y como era delante de la chica no le pasaría nada.
Chloe acabó desviando la mirada y la posó inmediatamente en las manos de la castaña, que se encontraban sobre una rodilla, ya que tenía las piernas cruzadas. Su ceño se frunció y por primera vez en la noche perdió su sonrisa.
-¿Ocurre algo?
-Estás... comprometida...
-¿Eh? - no tenía sentido lo que acababa de decir, llevó su mirada a sus manos para ver qué era lo que le había hecho llegar a esa conclusión. Y vio el anillo en su mano, era una fina tira de plata con unas pequeñas piedras brillantes a lo largo de toda la joya -. Oh, ¿esto? Para nada, es un regalo que me hizo mi madre antes de fallecer.
Era cierto que lo llevaba precisamente ahí para quitarse a las moscas cojoneras que no les echaba para atrás que vistiese con trajes de hombre, pero no quería que aquello ocurriese con la pelirroja. De todos modos, tampoco pensaba que fuese a pasar nada, aunque le gustasen las chicas no creo que estuviese tan loca como para decirlo en voz alta, sería como condenarte a muerte social. Ahora que lo pensaba lo mismo hasta lo probaba, así lograría al menos dejar de ir a estas absurdas fiestas.
-Menos mal... lo del compromiso, no lo de tu madre, lo siento mucho por eso.
-Ya... no te preocupes, hace ya unos años de aquello - dijo automáticamente, pero cayó en lo que había dicho realmente Chloe -. Espera, ¿menos mal?
-Sí, claro, si no intentar algo contigo se me haría complicado - puso una mueca de molestia por tener que vérselas con alguien más por la castaña.
Beca se quedó con la boca abierta sin saber qué decir. ¡Esa chica estaba loca!
-¡Cómo puedes ir por ahí diciendo eso! Tienes suerte de que haya sido yo, lo escucha cualquier otra persona y no tardaría en saberlo todo el mundo - se cruzó de brazos enfadada por la irresponsabilidad de la chica, le había sorprendido tanto que lo soltase así que su cerebro no había procesado lo importante.
-Beca, te lo he dicho a ti porque sé perfectamente que te gusto, por favor, cuando he entrado me comías con la mirada.
La cara de Beca se puso tan roja que parecía querer imitar el color de pelo de Chloe.
-Yo... yo...
La sonrisa de la chica, entre divertida y picante, hacía que la castaña se pusiese aún más nerviosa.
-Pero oye, si lo que te preocupa es lo que digan los demás, no pasa nada, lo entiendo.
Se levantó del sofá y se dio la vuelta fingiendo irse, puesto que lo que quería era causar un poco de presión sobre Beca para que reaccionase.
-¡Espera Chloe! - se levantó como un resorte y le agarró suavemente de la muñeca intentando retenerla -. ¿Quieres... te gustaría...? yo... eh... ¡Dios! - respiró hondo y lo soltó de golpe - ¿Quieresbailarconmigo?
La sonrisa de Chloe no se hizo esperar y agarrando sus manos asintió. Ni siquiera bajaron al salón, se quedaron ahí, en su rellano, donde cualquiera si se le ocurría mirar hacia arriba podían verlas detrás de la barandilla moverse al ritmo lento de la música que llegaba desde abajo.
Espero que os haya gustado, por si alguno tenía alguna duda la historia está basada en los inicios del siglo XX, aproximadamente los 20 – 30. Nos vemos mañana con el siguiente relato, sus quiero (por cierto, responderé reviews).
Bisu! (^3^)
Yomi.
