Damn it! Odio subir un fic sin haber terminado otro, pero imagínense que FFiction termine dañado por la ley SOPA, mas vale subir mis proyectos futuros. Bueno el caso es que les traigo otro UsUk, espero y les guste. Lo volvi a subir por que no podia ni mirarlo yo, bueno empieza a leer...
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Caminaba por los enormes corredores del palacio, buscando en cual de todas las habitaciones se encontraban sus padres. Se detuvo frente a una de las ventanas que había y se acerco a ella, poniéndose de puntillas para mirar hacia afuera, observando con cuidado el reino cubierto de nieve.
— Príncipe, debería de estar en sus clases— giro su cabeza al escuchar la voz femenina.
La mujer le sonrió amablemente, el niño por su parte bajo la mirada. Ella se acerco a él y empezó a guiarlo nuevamente hasta sus clases. El pequeño iba caminando con toda la flojera del mundo. No le gustaba ir a sus clases, eran aburridas, solo escuchaba hablar al joven Edelstein por casi cinco horas sobre temas que al no le interesaban. Se detuvieron frente a una enorme puerta de madera y el niño alzo la vista para poder mirar la puerta, la sirvienta abrió la puerta y lo primero que miro al hacerlo fue a un joven de cabellos azabaches que parecía buscar a alguien en la enorme biblioteca.
— Príncipe Arthur, que bueno que lo encontraron— el joven suspiro con alivio y miro a la chica de ojos verdes—Gracias, señorita Elizabeta.
La chica asintió y se retiro, el de cabellos oscuros mando al niño a sentarse en la mesa que había frente a la pequeña pizarra. El nombre del niño era Arthur Kirkland, príncipe del Reino de Waldeis y futuro heredero al trono. A su corta edad de seis años lo obligaban a tomar clases de ciencias políticas, etiqueta, geografía, historia, e incluso magia, y muchas más que no recuerda. Miro con aburrimiento al maestro Edelstein, como el chico de 20 años le obligaba a decirle, para ponerse a hacer garabatos en las hojas sobre la mesa. Todo parecía normal hasta que…
Lo único que escucho fue como el vidrio detrás de él se partía en miles de pedazos. El mayor rápido tomo al niño de la mano y lo saco de la habitación, revisando si no tenía alguna herida, cuando comprobó que no tenía nada continuo corriendo, escuchando como aun seguían tirando cosas al castillo. Estaba a punto de caminar por uno de los pasillos de al lado, cuando se encontró con los ojos preocupados de la reina.
—Arthur, ¿te encuentras bien?— Pregunto la mujer agachándose a la altura del niño que simplemente lo miraba asustado.
—Su majestad, ¿Qué está ocurriendo?— pregunto el de cabellos negros.
— Se lo quieren llevar, Roderich—la vista de los mayores se dirigió al pequeño niño que ahora los miraba confundido—Vamos, no falta mucho para que entren en el castillo.
La mujer tomo al pequeño en brazos corriendo al lado del joven maestro, caminaron por todo el lugar, bajaron las escaleras principales y fueron directo a la cocina, donde el rey ya los esperaba.
— ¿Dónde está Francis?— pregunto el hombre desesperado.
—Aquí estoy su majestad— el chico de cabellos rubios se acerco al gobernante, no debía de tener más de 18 años.
—Muy bien…—se tallo la cara con frustración— Algún día iba a suceder— murmuro el hombre— ¿Ya sabes qué hacer?— el chico asintió— Afuera los está esperando un carruaje, salgan rápido.
— ¿Pero cómo vamos a abrir el camino?— pregunto el rubio, el gobernante se quedo callado y se puso a pensar.
—Que Arthur lo abra— contesto después de varios segundos.
— Pero no sabe— el hombre se acerco y le dio una hoja, le susurro algo al oído a lo que chico asintió atento y luego fijo su mirada en el niño pequeño que los miraba confundido. El rubio se acerco a este—Vamos príncipe.
—Pero mamá y…papá— menciono el de ojos verdes, mirando al gobernante.
—Ve con Francis—el rey se agacho a la altura del pequeño— Cuídate mucho y nunca olvides que yo y tu madre te amamos.
El niño asintió, mientras que su padre sonrió y se quito la cadena que colgaba de su cuello, poniéndola con cuidado en el del más chico. El niño lo sostuvo entre sus manos, tenia forma de cristal, era transparente y brillaba mucho, parecía un hielo. Levanto la vista y miro con firmeza al hombre frente a el, el cual solo lo abrazo. La mujer se acerco a él y lo abrazo, sentía como su pequeño hombro se iba llenando de lágrimas con lentitud, ella se separo y le dio un beso en la frente, acercándolo después con Francis.
El rubio jalo al niño con cuidado y salió por la puerta trasera del castillo, caminando por entre los senderos que había en el jardín, el pequeño solo miraba hacia atrás de vez en cuando., no entendía que sucedía.
—Suba al carruaje— el chico de ojos azules abrió la puerta y subió al niño para después subir el.
Por el camino miraba por la ventana observando cómo lentamente el castillo se alejaba. Iban pasando por una parte del pueblo y mucha gente corría intentando refugiarse de los atacantes que pronto llegarían, guardando posesiones valiosas. Cuando menos lo pensó ya habían salido del reino que luego sería suyo, el carruaje se detuvo, justo en el medio del bosque. El de cabellos ondulados se bajo, ordenando al príncipe lo mismo.
—Príncipe, ocupo que haga algo— el chico se agacho a la altura del niño y susurro algo, este asintió lentamente.
— ¿En latín?— pregunto el niño, el chico asintió, puso sus manos al frente y cerró los ojos—Vita enimpopuluset principesPatefacio
Las ramas que habían frente a ellos se movieron hacia un lado, dejando a la vista un sendero que segundos antes no existía. El niño lo miro sorprendido mientras que el otro sonreía suavemente. Bajo una maleta del carruaje y tomo la mano del niño empezando a caminar por el sendero. El carruaje se fue y las ramas volvieron a su lugar. El sendero parecía ser muy largo y lo único que miraba eran arboles cubiertos de nieve. Su vista se fijo a uno de los lados, había un lago congelado, como le daban ganas de correr a él y ponerse a patinar como si no hubiera otra cosa que hacer.
Francis se paro y Arthur poso su vista al frente, lo primero que miro fue una cabaña, aunque su apariencia fuera antigua parecía que no tenía mucho de haber sido construida. El mayor avanzo a la puerta y la abrió con dificultad, observo con cuidado el interior, estaba bien amueblada, dejo la maleta en el suelo y se puso frente al príncipe.
—Bienvenido a su hogar por los próximos doce años—
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