Capítulo 1: "Rules"
Regla número 1.
"Tienes que divertirte, pero una vez que hayas acabado, debes ser el primero en huir".
Regla número 2.
"Nunca juegues con alguien que supones vas a perder".
Regla número 3.
"Siempre lleva a tu corazón en el bolsillo, a menos que quieras saborear la eterna derrota"
Regla número 4.
"Ante todo y todos, demuestra tu pureza y déjalos con ganas de más. Jamás creerían el asco de persona que eres…"
-"Con seguir estos simples pasos, incluso el ser más frío y hostil debería de estar a tus pies. Pero recuerda, de nada sirven las reglas si no sabes jugar"… -el chico leía atentamente cada letra del manual que tenía entre sus manos con suma atención; tratando de hacer muecas, sonidos, ademanes, como si tratase de imitar lo que esas hojas le decían.
Mientras tanto y sin que se diera cuenta, su padre incluso más atento que él no dejaba de reír para sí mismo; su pequeño definitivamente haría de todo para llamar la atención del ser de sus sueños; o al menos así la llamaba Naruto cuando Minato tocaba el tema.
Eran padre e hijo. La madre de Naruto y esposa de Minato, o mejor dicho ex esposa se había distanciado de ellos hace años; la versión oficial refería que el matrimonio ya no se llevaba bien y los problemas eran más grandes que ellos mismos; así que antes de lastimarse más o herir a su hijo, prefirieron hacerlo de ese modo. Por decisión propia del menor, prefirió protegerse bajo el manto cálido y gentil de papá, mientras que su mamá, Kushina, optó por cambiarse de ciudad. A una cercana, en caso de ser requerida para alguna situación; de cualquier modo se veían con regularidad o incluso Naruto salía con ella de fin de semana o en vacaciones de verano.
En teoría, la vida de Naruto Uzumaki a los veinte años era tranquila, serena, feliz a pesar de todo…
Pero como siempre, todos tenemos secretos. Y todos tenemos secretos oscuros, muy oscuros.
Alrededor de las diez de la noche del jueves, la pequeña familia terminó de levantar y lavar los platos sucios de la mesa, una vez terminado el trabajo, el chico rubio y de ojos azules se dispuso a darle las buenas noches a su padre e irse a la cama.
Ya dentro de ella y con la pijama puesta, se cercioró de bajarle todo el volumen y brillo a su celular; aunque su habitación ya tuviera el seguro en el picaporte, fuera lo suficiente espaciosa y alejada de la de su padre como para que pudiera escuchar algo, Naruto era demasiado meticuloso con esas cosas, no le gustaba dejar cabos sueltos o indicios de levantar sospechas. Cuando todo estaba listo, abrió una página en el navegador; el link a donde lo redirigía tenía una dirección por demás extraña, y ya abierta la página deseada, el fondo rosa fosforescente con morado era casi un fiel causante de epilepsia. Si no fuera porque le quitó el volumen, esa cosa alertaría a Minato a kilómetros con la música satánica y pesada que emana de los pixeles de mala muerte. Con su dedo índice comenzó a bajar por la página, buscando algo en especial; con cada cuadro que salía, los cuerpos desnudos grabados en video, aparentemente en tiempo real se veían más y más sodomizados; ciertamente era algo que le encantaba ver, y por supuesto que pagaría por ello.
Por otra parte, mientras Naruto se encontraba degustando los placeres bajos del internet, Minato quién se parecía a su hijo no sólo físicamente, y era mucho decir pues eran prácticamente dos gotas de agua, también tenía mucho parecido en cuanto a gustos se trataba.
Terminando de recoger la mesa, y haciendo tiempo sin que el menor se diera cuenta, aguardó el tiempo suficiente como para imaginar que ya estaría dormido. Dejó pasar otros quince minutos, y al no escuchar nada, caminó hasta su alcoba al final de la casa. Si bien su recámara era un poco más pequeña que la de Naruto no por eso en el fondo tal vez pareciera que escondía algo…algo oscuro. Tomó su celular de debajo de su almohada y con sumo cuidado sacó una mochila de viaje de tamaño mediano de su ropero. Enseguida, retiró de un jalón silencioso las camisas que aparecían al principio de ese guarda ropa y presionando un poco una madera, se abrió un hueco oculto de dónde sacó una bolsa negra de plástico. Aun sin hacer mucho ruido la metió en la primera mochila, se la colgó al hombro, no sin antes deshacer la cama como si se hubiera metido a descansar y cerró la puerta tras de sí con seguro, como si estuviera ahí.
Caminó rápido hacia el ala izquierda de la casa para abrir la puerta que llevaba al garaje, entró prendiendo el carro y rogando que Naruto no se diera cuenta. Esperó a que se abriera la cortina, yéndose en un suave rugido de motor que al parecer nadie percató.
Al cabo de veinte minutos manejando hacia el centro de la ciudad, recibió una llamada; en cuanto contestó, obtuvo una serie de indicaciones para llegar a su destino. Quince minutos más tarde ya se encontraba ahí.
No tenía ni idea de que a la mañana siguiente, en un solo par de horas, se llevaría una sorpresa un tanto… divertida.
Entró al estacionamiento de un edificio viejo, al parecer abandonado por la vida; por un momento le pareció que las cosas podrían descontrolarse, pero al final decidió seguir con lo que quería, además ya había pagado un alto precio por estar ahí como para retirarse. Aparcó su coche y dio algunos pasos hasta llegar a la puerta que conectaba con el centro del lugar donde dos sujetos ya lo esperaban. Eran altos, pero no tenían una complexión corpulenta, al contrario, eran un tanto delgados. Tenían los brazos cruzados a la altura de sus pechos descubiertos; sus caras eran cubiertas por unas máscaras que ciertamente resultaban un poco inquietantes, por no llamarles tenebrosas a pesar de que solamente eran blancas y en la frente con una especie de pintura roja, tenían escrito los números uno y dos.
Se acercó a ellos sin mencionar palabra, y estos le hicieron una seña para que los siguiera. Increíblemente, lo llevaron hacia una puerta que conducía escaleras abajo, a un sótano que si bien no olía mal, el aroma era un poco extraño.
Casi no había luz, por lo que Minato casi tropieza un par de veces por la misma razón. No se escuchaban muchos ruidos, sólo tal vez a lo lejos una ligera sonata musical, pero de cualquier modo no tenía ni idea de que era exactamente ese lugar. Avanzaron un poco más, hasta que el rubio fue capaz de ver las puertas del corredor, donde una a una y con color fosforescente, marcaban números romanos del I al X.
Minato seguía los pasos toscos de ambos hombres con botas llenas de hebillas de metal que hacían resonar el piso con cada golpe; le resultaba un tanto inquietante por no decir que se moría de miedo, por sí en el fondo intentaran hacerle algo malo. Si bien estuvo planeando eso durante semanas, así como entablar contacto con el dueño o jefe de esa especie de organización, el cual le perjuró que todo saldría bien, no podía evitar sentirse de dicho modo.
Se frenaron de golpe en la habitación con el número VII y con la sola mirada le indicaron que podía entrar. La puerta se abrió, antes de hacerlo giró ambos ojos hacia la esquina derecha del fondo, donde notó que había una cámara de vigilancia que naturalmente estaba grabando. Suspiró y dio un paso dentro del lugar. Inicialmente no observaba nada, pero una vez dentro, uno de los hombres metió su mano golpeando la pared, provocando que la luz se prendiera. Enseguida pudo verlo todo.
Era una habitación amplia, aunque más bien lucía como una especie de mazmorra. Las paredes en realidad no eran más que de pura y sólida piedra que ya tenía moho seguramente por tantos años de abandono. El suelo no era diferente; áspero, rígido, tieso y frío como lo podía revisar. Pero en medio del calabozo algo sobresalía.
Una silla se encontraba cubierta con una sábana roja de terciopelo, y en ella, la figura de una persona se hacía notar incluso a la distancia a la que el mayor estaba.
Se acercó lentamente, podía notar como la sábana subía y bajaba acorde a la respiración de la otra presencia ahí presente. No podía evitar notar a su alrededor toda una serie y colección de fustas, látigos, varas, mordazas, cadenas, arneses, cuerdas, inmovilizadores, tantas cosas, que Minato hasta con su edad y experiencia dudaba en qué eran o cómo se usaban muchas de ellas. Ya parado frente a la silla, decidió retirar el terciopelo rojo. Su sorpresa no se hizo esperar.
Amarrado a ella, se encontraba un chico. En su cuerpo podía notarse que era joven; tal vez y apenas había cumplido la mayoría de edad. Estaba desnudo, amarrado a la silla con tanta fuerza que se notaba como las cuerdas le cortaban la circulación a través de su abdomen. Tenía además pinzas en los pezones que estaban acopladas a pesas de cien gramos; visiblemente un poco doloroso.
El hombre, dentro de su asombro y curiosidad desinhibida apenas caía en gracia que ni siquiera había prestado atención en la cara del chico. Simplemente se dirigió a revisar todo lo demás sin tener idea de que al verlo a los ojos, su vida cambiaría de ahí en más.
Los ojos del chico lo miraban fijamente, sin expresión, como si en el fondo, el rubio pudiera notar tristeza, soledad, vacío; y sin embargo, también ese rostro denotaba algo más. Como si a pesar de que pareciera ser un chico renuente, en realidad fuera algún otro tipo de máscara o distintivo; pues en esa mirada, también podía percibir perversión, lujuria, diversión. Enseguida el rubio con su mano izquierda, tomó una de las mejillas del muchacho acariciándola con suavidad, a lo que este contestó de buena manera. En ese momento, Minato pasó de acariciarla, a apretujarla y darle una ligera bofetada. Con eso, se encontraba muy bien ahora. Su mirada y gestos cambiaron; al final sus fetiches podían más que con el nervio que se apoderó de él por algunos minutos antes de entrar ahí. Lo que más le fascinaba era que el chico tenía una mordaza en la boca, y al parecer ya llevaba un rato así puesto que su propia saliva ya recorría parte de su cuello y pecho que hacían un juego perfecto con el antifaz que tenía puesto.
Su mirada seguía inmiscuida en el azul de los ojos de Minato, algo que lo hacía perder el control y querer hacerle daño, mucho daño para que quitara esa dedicatoria de arrogancia y superioridad a pesar de la situación en la que se encontraba.
Antes de que Minato pudiera darle otra bofetada, el chico con el rostro le señaló algo en el ala izquierda del lugar, ahí, se encontraba una televisión que el rubio supuso debía prenderla. Una vez realizado este paso, prosiguió una grabación con algunas cuantas reglas.
Sentado había un hombre en un sillón de cuero, así como todos los demás tenía una máscara. Era muy parecida a la que utilizan los bufones, pero tenía consigo una corona brillante y llena de cascabeles; como todas las demás, causaba una sensación extraña, parecida al miedo después de verla por un momento. Pasaron unos segundos de este modo, sin que dijera nada, hasta que cuando de nuevo se sentía la tensión en el ambiente, hizo acto de palabra, a pesar de que no era su voz real, sino una distorsión.
Bienvenido a mi humilde morada, señor o señora X, es un gusto para mí contar con su presencia esta noche.
Si está viendo este video, es simplemente para confirmar su llegada y hacer de esta, la experiencia más increíble, salvaje, pero segura y confiable de todas.
Me permito informarle que tenemos a los mejores chicos y chicas del país, listos para saciar todos sus más oscuros deseos; pero debemos de aclararles, que como en la vida, tenemos algunas reglas y límites para ustedes. Sólo así, podemos encargarnos de la salvaguarda de nuestros clientes así como de todos nuestros chicos.
Por lo cual me gustaría que siguiera al pie de la letra estas cuatro sencillas reglas:
1-Nuestros chicos están preparados con una palabra de seguridad, de la cual pueden hacer uso cuando consideren necesario. En dicho caso, nuestros guardias de seguridad le pedirán que se retire del lugar, pensando en la seguridad de los muchachos. Permitiéndole a usted, tener un nuevo encuentro el día que usted considere más oportuno sin cargo extra. La palabra de seguridad es: Brillante.
2-La mayoría de nuestros encuentros son grabados y reproducidos en vivo, si es de su preferencia puede usar cualquier tipo de máscara o antifaz para asegurar la discreción por la cual somos conocidos.
3-Tiene derecho a hacer lo que desee con el chico o chica proporcionado; siempre y cuando no exceda los límites de seguridad física del mismo. Mientras no ponga en riesgo su vida, es libre de hacer lo que usted guste.
4-Por favor, diviértase. Ponemos a su disposición todo el material posible para hacer de esta, su mejor experiencia.
5-Esta regla es extra a las demás para aquél señor o señora X que tenga al chico de la habitación VII. Nunca, nunca, le quite el antifaz a "Mister catatonic".
Sean bienvenidos una vez más a Foxy seven.
Después de escuchar y ver el video donde el hombre tan extraño hacía mención de la última regla en un tono sumamente serio, a Minato lo embargó una curiosidad tremenda, dado que él era el señor X que estaba con el chico número siete, o mejor dicho… con "Mister catatonic".
Dentro de todo, aun las cosas rayaban en lo normal, así que antes de seguir con la diversión, se dio la vuelta y dirigiéndose al chico que mantenía la misma mirada vacía de hace un rato, decidió quitarle la mordaza y entablar una pequeña conversación con él.
-¿Por qué "Mister catatonic"? –Preguntó de manera curiosa, esperando una respuesta interesante, pero a la vez, muriendo de ansiedad por poder escuchar la voz de aquel muchacho tan misterioso-
-Es un simple sobrenombre –y ahí estaba. En un leve murmuro, con una voz grabe pero delicada al fin podía oírlo. Si bien al igual que su rostro, no emitía ningún tipo de emoción, lo único que lograba en Minato, era un hervor mayor de cabeza-
-Pero ¿qué clase de sobrenombre es ese? –El rubio seguía sin poder salir de su ensoñación causada por aquel joven- Debe de existir una buena razón para que te llamen así… además, ese hombre no hace mención de nadie más, sólo de ti… -antes de que pudiera seguir hablando, se vio abruptamente interrumpido-
-¿Has venido hasta aquí solo a platicar? -Espetaba con frialdad, haciéndose resonar en los oídos del mayor- Estoy perdiendo dinero, así que si no piensas hacer otra cosa…
-De acuerdo –le dedicaba una misma mirada- solo quiero saber una cosa más…
-¿Qué? –Respondió a secas-
-¿Por qué no puedo quitarte el antifaz?
-El chico se quedó observando hacia la nada por unos breves segundos, hasta que salió de sus pensamientos para dirigirse de nuevo al otro- reglas son reglas. No lo hagas y se acabó
Ante la respuesta nada generosa del chico, Minato no tuvo más opción que aceptarlo y encaminarse a hacer lo que tenía que hacer.
Pasó cerca de una hora y media cuando acabó con él. En ese momento el rubio no sabía cómo comportarse, algo en el ambiente desde que entró en esa habitación lo hizo hacerse sentir una bestia, como si estuviera fuera de sí. Tal vez era el aire, algún gas o alguna especie de droga extraña como para actuar de ese modo. O simplemente eran aquellas filias que tanto lo habían consumido durante toda su vida. Osadía, perversión, sadismo, tortura, degeneración, esa personalidad suya que escondía tan bien enfrente de todos. Esa persona enferma que se alejaba del mundo para encajar en lo que la gente considera normal. Ese estado que se encuentra en la raya que divide lo sano de lo enfermo, lo normal de lo perturbante. Esa era la verdadera cara de Minato, un sádico, un perpetrador, un enfermo.
Y sin embargo incluso en ese momento después de ver como dejó al chico, se sintió incómodo consigo mismo, sin saber cómo actuar. Aunque por otro lado, él jamás dijo la palabra de seguridad, así que debería estar bien, ¿no?
Sorprendentemente seguía del mismo modo. Con la mirada vacía, sin emoción, como si no hubiera nadie dentro de ese cuerpo cubierto de arañazos, golpes y sangre escurriéndole por la boca. Técnicamente se pasó un poco con él, pero en teoría no había violentado ninguna regla; además si al chico le gustó dado que nunca se quejó, ¿quién es él para decir si está bien o mal?
Minato estaba de pie a un lado de su cuerpo inerte, observándolo por unos segundos, hasta que el muchacho decidió intentar moverse. Acomodaba sus brazos a ambos lados de su rostro para apoyarse en el piso e intentar levantar la parte superior del cuerpo. Como pudo, logró arrastrarse hasta alcanzar la sábana roja de terciopelo para intentar tapar un poco de carne después de ese violento encuentro. Por un minuto, en la cabeza del mayor, pasó un sentimiento de culpa. Más que eso, un vacío abismal, soledad infinita. Tanto, que mientras revisaba como el otro se cubría, se dio cuenta de que el antifaz había caído al piso.
Y antes de que el menor pudiera alcanzarlo y ponérselo, Minato quebrantó la regla de oro…
-¿Tú eres… "Mister catatonic"? –Dijo con suma sorpresa, no podía creer lo que estaba viendo-
-Esto jamás pasó… -hacía referencia a que Minato había visto su rostro. Algo que no había sucedido antes-
-Eres…
-Basta –se daba la vuelta colocando el antifaz en su lugar- no has visto nada… -lo interrumpía de la misma manera abrupta de antes-
-Hermoso… -murmuraba. A lo que el menor solo volteó a verlo ligeramente sorprendido. Increíblemente, era la primera vez que alguien lograba sorprenderlo-
-Tú… -musitó-
-Dime, como puedo tenerte siempre…
-Es la primera y última vez. Yo nunca repito –habló restándole importancia, a la par de que se ponía en pie-
-¿Cómo es eso posible? –Le replicaba en un tono divertido y hasta cierto punto arrogante- puedo darte el dinero que me pidas, si es por eso… -de nuevo el otro chico cortaba de tajo lo que iba a decir, no sin antes demostrar todas las emociones que había contenido antes.
Él no es de las personas que reaccionan ante todo. De hecho, no reacciona con nada. Pero ese sujeto rubio de ojos azules tenía algo que le crispaba los nervios, por lo que todas esas sensaciones reprimidas por años no las podía controlar- no es el dinero –alzó la voz de manera sosa- no necesito el dinero de nadie, no estoy aquí por eso –murmuró- simplemente no me gusta repetir…
-¿Por qué? –Enseguida el chico oprimió un botón escondido de una de las mesas y entraron dos guardias de seguridad al instante, llevándose con ellos al hombre que había molestado tanto al chico más importante de ese establecimiento-
-Hey, ¿estás bien? –Preguntó uno de los custodios que había regresado por él-
-Estoy bien… fue una noche molesta –contestaba sin ánimos-
-Es lo que veo –el sujeto se quitaba su máscara dejando ver su cabello largo y de color café sujetado en una coleta- te dejó muy mal…
-No es nada –se daba la vuelta en son de que el otro no se preocupara; pero la realidad era muy diferente. En cuanto lo hizo, Neji, uno de sus guardias personales se dio cuenta de cómo lo dejaron. Su espalda estaba ensangrentada y muy irritada-
-Orochimaru se molestará mucho –le decía en tono de juego, a lo que el otro lo miró de medio lado-
-No tiene por qué. Al final el me metió en todo esto. Ya sabía a qué atenerse –estiraba uno de sus brazos para que el otro le pasara una bata azul que traía consigo en la mano izquierda. Se la puso y tranquilamente salió del lugar. Estaba de muy mal humor.
Enseguida y detrás de él, Neji seguía sus pasos con el otro guarura que recién llegaba después de haber sacado a Minato de ese lugar. El chico recorría el pasillo con una notable dificultad para caminar. Ciertamente todo su ser le dolía, y sin embargo, estaba preocupado por algo mucho muy más importante. Minato vio su cara.
-¿Seguro que no necesitas un médico? Solo basta con decirle a Orochimaru…
-Estoy bien, además me cambiaré para ir a verlo… ciertamente no debe verme en este estado –susurró lo último para sí mismo-
-¿Pasó algo más? –Preguntó Neji, sabía que ese joven tenía algo y no quería decirlo-
-Ya te dije que no es nada…
-¿Por qué estás así? –El otro guarura al quitarse la máscara preguntó con seriedad. Se trataba de su viejo compañero y amigo Shikamaru- no vio tu cara, ¿o sí? –Le hablaba reacio pero en el fondo bien pudo haber pasado por una broma, sabiendo de antemano cómo es. Sin embargo, estaba escogiendo las palabras adecuadas como para hacerlo sentir lo suficientemente nervioso… dado que efectivamente Minato vio su cara y lo reconoció-
¿Cómo podría pasar eso? –Contestó con seguridad- fue un poco rudo pero nada más –y en el momento en el que llegaron a un cuarto escondido al final del otro extremo del pasillo, los chicos se quedaron afuera, mientras que "Mister catatonic" se cambiaba.
Cuando salió después de unos quince minutos, vestía un pantalón negro entubado, botas militares y una playera de manga corta pero cuello alto. Ciertamente se veía como un chico malo que cualquier chica quisiera tener, pero la realidad era que se ponía eso para que los golpes no se hicieran tan evidentes… quitando de fuera claro está, el labio roto que llevaba consigo esta vez.
A pesar de ser alrededor de las tres de la mañana se colocó sus lentes oscuros para evitar levantar sospechas y de paso, tapar el gigante moretón que tenía cerca de su ojo izquierdo. Era verdad aunque no quisiera aceptarlo… estuvo a punto de usar la palabra de seguridad… lo lastimaron y mucho.
Pero, ¿cómo quejarse? Al final Orochimaru le demostró una y otra vez que se lo merecía. Así que no le quedaba de otra más que aguantar… en el fondo un poco de eso le gustaba.
Abordaron una camioneta negra y después de media hora llegaron a un lujoso edificio; subieron el elevador que solo se activa por huella digital después de identificar a Neji y Shikamaru en recepción, y en menos de dos minutos ya habían entrado al mejor departamento de toda la ciudad, ahí, ya había alguien esperando.
-Mis adorados lacayos –el hombre con una copa de vino tinto hablaba con sorna- muchas gracias por traérmelo de regreso –el sujeto se acercó un poco más a ellos, y en un gesto meloso por besar al otro chico, se dio cuenta de la situación- ¿qué fue lo que te hicieron? –Le murmuró en su oído, y enseguida, con una mirada de enojo, señaló a los otros dos que se fueran. En cuanto lo hicieron, el menor comenzó a hablar-
-Les he dicho a los chicos que no es nada…son unos golpes nada más –el joven trataba de zafarse del agarre que el otro le proponía, pero le resultó imposible; al tratar de seguir caminando y darle la espalda, Orochimaru tiró más fuerte de su brazo para poder verlo-
-Quítate los lentes –le ordenó. Después de un bufido lo hizo, y el de pelo negro se molestó aún más- esto se va a hacer mucho más grande –expuso a la par que con toda la suavidad que pudiera, delimitaba el área del golpe con sus dedos- se pondrá feo debido a que te golpeó encima del antifaz…
Ese maldito animal –Orochimaru murmuró para sí mismo. Si bien el menor no logró comprender del todo, ciertamente se le hacía una burla el hecho de que el hombre mostrara preocupación por él-
-Sabíamos que algo así pasaría algún día… -contestó- no entiendo por qué te alarmas tanto –hablaba con desgana, mientras se dirigía a la habitación principal. El mayor caminaba detrás de él con un aire de preocupación-
-¿Por qué no dijiste la palabra de seguridad? –Le replicaba de manera serena-
-Desde que te conozco me has enseñado que hay que aguantar… además, ¿qué no has hecho tú que no pueda soportar? –Al escupir eso, el otro se quedó helado un momento. De por sí la situación nunca fue del todo normal. A esas alturas del partido los sentimientos que le tenía Orochimaru distaban de los que en un inicio había sentido por él… y el hecho de que aún le replicaba y le echaba esas cosas en cara, no dejaban de hacerlo sentir enfermo de sí mismo.
El muchacho sabía que eso le iba a afectar, pero igual no le importaba, hace mucho dejó de importarle. Mejor dicho nunca le importó.
Como pudo se quitó la ropa para cambiarla por la de dormir y ciertamente Orochimaru se horrorizó un poco; hace mucho que no veía tanta violencia… aparte de él-
-Te daré algunos analgésicos para que no te duela el cuerpo mañana…
-Estoy bien así… igual es la única manera de demostrarme a mí mismo que sigo vivo –murmuró lo último entre sus labios. Como pudo se recostó en la cama y esperó por sus pastillas. Fingió tomarlas y se dio media vuelta sobre la cama para dormir, no sin antes ser interrumpido nuevamente con una plática que no quería llevar a cabo en ese momento-
-De haber querido lo hubieras detenido en cualquier momento…
-Lo hice por ti –musitó. Quería hacerlo sentir miserable, con toda la culpa que pudiera. Al final lo era… era el culpable de todos sus males. Por su culpa cayó tan bajo y ahora se encontraba en esa situación de la cual no saldría nunca. Así que si iba a arder, se llevaría a todos consigo también- sabes que esas cosas dejan sumas fuertes de dinero… y me preparaste para cosas así, ¿no es cierto? No entiendo por qué te preocupa ahora… si además te gusta ver…
-Sasuke… -dejaba la frase al aire- le daré un susto a ese tipo… -cuando escuchó eso, se giró como loco y de sus labios solo salió un rotundo…-
-No –el chico se descolocaba un poco- no tienes por qué hacer eso…
-Nadie lo sabrá de todas formas –se cruzaba de brazos un tanto confundido por su reacción-
-No puedes hacerlo… es conocido de mi padre –susurró para sí mismo, pero aun así Orochimaru lo escuchó-
-¿Qué dices? No pude escucharte bien –Se sentaba en la cama con él- pero mira cómo te dejó…
-Independientemente de eso… -desviaba la mirada cambiando el tema de la conversación- no rompió con ninguna regla, no puedes hacerlo. Siempre te has regido de esa manera –antes de seguir con lo que diría, le dedicó una mirada sin emoción, de esas que le helaban la sangre a las personas por la falta de empatía, por la carencia humana que llevaba consigo, y continuó- no rompió ninguna regla, el hizo lo que quiso conmigo y me gustó…
-Sasuke…
-Y no vio mi cara, por si tanto te importaba… cada día me sorprendes más –se giraba para dejar de verlo, le estaba mintiendo y es el único que puede darse cuenta de cuando lo hace y cuando no- primero se te paraba cuando estaban a punto de matarme y ahora no quieres que ni siquiera me azoten.
Me enseñaste a vivir de esta manera y disfrutar de esta basura… ¿cómo puedes quitarme a lo único a lo que me he aferrado por tanto tiempo? Este es nuestro modo de vida… y te encargaste de lanzarme con cuanta bestia se ha puesto enfrente…
Siempre has hecho de mí lo que has querido y lo que quieres que haga con otros… ¿después de tanto tiempo te afecta? Deja de ser hipócrita… no es como si realmente te importara.
Me has hecho cosas peores y me has quitado todo. ¿Cómo esperas que sea una persona normal? Si sólo he aprendido el lenguaje violento que tú y tus amigos me han enseñado… ¿Acaso antes me querías porque no era un monstruo? Ahora que soy como tú, ¿has dejado de quererme? El día que arregles tu cabeza para intentar arreglar la mía en un impulso desesperado por salvarte a ti, y conservar la esperanza de que tal vez pueda perdonarte y sentir algo bueno por ti… ese día, hablamos en verdad
-Tú…
-¿Ahora soy demasiado fuerte para ti? –Le hablaba con sorna- tú naciste roto…
A mí me rompieron.
