Proposiciones
Hay ocasiones en las que las personas miran sus vidas en retrospectiva sin tener alguna razón aparente. Analizan las cosas buenas por las que han pasado, y sin quererlo recuerdan algunas cosas que los incomodan. A veces saben que hay algo que no deberían recordar… una pequeña sensación que les dice que no lo intenten, que si recuerdan, se sentirán mal. Pero de todos modos el recuerdo llega y les hace pasar por el mismo dolor que sintieron en aquel momento. Y no conforme con eso, un recuerdo malo, trae otro recuerdo desagradable, y éste trae otro, haciendo parecer a todo esto algo sin fin.
Ésta era una de esas ocasiones.
El renombrado alquimista de fuego, despertaba en medio de la noche a causa de una pesadilla. ¿Qué había ocurrido en su sueño? Ni idea. No podía recordar. Sin embrago una terrible sensación recorría su cuerpo de pies a cabeza. Una sensación estaba seguro ya había sentido más de una vez. No tomándole mucha importancia, tomó rumbo al baño y mojó su rostro repetidas veces con agua fría. Pero la terrible sensación no lo dejaba y cuando se dirigía de vuelta a su habitación, confabulándose con su mente, un vehículo que pasaba por fuera de su hogar iluminó su habitación de tal manera que por unos segundos una escena terrible se proyectara en frente de sí.
Ladrillos en las paredes iluminado por luces amarillas, posiblemente a causa de fuego. Sus pensamientos, su rabia y su angustia hacían que su corazón latiera a gran velocidad y sus palpitaciones era lo único que podía oír. Quería exterminar al maldito insecto que había acabado con la vida de su mejor amigo. Estaba frustrado e intentaba hacer caso a las cosas que decía el ishvalita y el enano de acero, sin embargo su rabia no se extinguía.
¿Qué es lo que harás después de dispararme?
No tengo ningún deseo de vivir una vida sin preocupaciones yo sola… Cuando ésta guerra acabe, borraré la alquimia de fuego que conduce la locura… Borraré mi cuerpo entero de éste mundo.
¿Quién más para hacerlo entrar en razón?
Su querida teniente lo traía de vuelta desde las sombras usando palabras que lo herían aún más. Ella era completamente sincera, y él lo tenía claro. Ella lo haría. Cómo la había hecho sufrir.
Yo… no puedo perderte.
Llevó una de sus manos a su rostro intentando disipar los recuerdos que lo atormentaban, pero dentro de él estaba el recuerdo de un suceso que lo hacia sufrir con más fuerza, y esto era verla en el suelo, sangrando en grandes cantidades, con la vista perdida a ratos, usando sus últimas energías para pedirle que no realizara la transmutación humana.
Los minutos más duros de su vida.
Todo parecía pasar tan lento y a la vez la sensación de que el tiempo se le acababa era exagerada. De verdad creyó que moriría en frente de suyo, que él no podría hacer nada para impedirlo y que finalmente, la transmutaría… apenas teniendo unas ideas vagas de cómo hacerlo, sabiendo que no lo lograría, de igual forma lo hubiese intentado.
Lucido otra vez, se daba cuenta de que era una persona afortunada, ella estaba viva y hubiese dado lo que fuese para tenerla en esos momentos en sus brazos.
Sin dudarlo, tomó el teléfono y marcó su número. Poco le importó que el reloj marcara casi las cuatro de la madrugada. Luego de unos segundos ella contestó.
-¿Qué sucede?
-¿Estabas despierta?
-Sí.
-¿Estás ocupada?
-Estoy hablando con usted.
-¿Y antes de eso?
-Pensando.
-¿En mí?
-Sería incorrecto decir eso.
-¿Incorrecto de estar equivocado o incorrecto de que no deberías admitirlo?
-De que no debería. Y usted ¿Qué hacía?
-Pensaba en algo que nunca te dije.
-¿Me lo dirá ahora?
-Para eso te he llamado – Aclaró su voz y luego de un leve titubeo dijo lo primero que se le vino a la mente – Si tú… si te llegara a pasar algo, no sé qué haría… - suspiró - Si ese algo significara no volverte a ver, yo preferiría dejar est-
-Por favor ¡No lo diga!... no lo diga.
-Yo no te interrumpí cuando me lo dijiste.
-Lo siento, no tuve opción en ese momento.
-Entonces déjame decirlo de la siguiente manera. Sin ti mi vida perdería su más grande motivación. Es verdad que mi sueño es ver a la gente de éste país vivir en paz y en felicidad. Entre todas esas personas tú eres la que significa más para mí y de la que más ansío ver una sonrisa. Sin embrago al mismo tiempo eres una de las personas a las que he visto sufrir más y muchas veces a causa mía.
Talvés suene extraño de mi parte que diga esto, pero estoy extremadamente agradecido del enano. Si no hubiese sido por él nunca nos hubiéramos enterado de lo que ocurría bajo nuestros pies, o poco podríamos haber hecho sin él y Alphonse.
-Si es así como se siente, agradézcales como es debido.
-¿De qué hablas?
-Deberiam… usted debería ir a visitarlos y agradecerles por lo que hicieron por todos nosotros.
-Vaya, creo que hablé de más – dijo mientras dejaba salir una leve carcajada – Pero hay solo una forma de la que vaya.
-¿Cuál?
-Tú lo sabes.
-No, no lo sé, por eso le pregunto.
-Ven conmigo. Necesito de tu apoyo… va ser un tanto difícil para mí tratar con acero. ¿Crees que éste en Rizembool?
-Imagino que sí. Hace solo unos meses anunciaron el embarazo de Winry y no creo que él vaya a apartarse de ella por algún tiempo más.
-Y ¿Me acompañarás?
-Prometí seguirle donde quiera que vaya.
-Muy bien. Pasaré por ti a las dos.
-¿Qué? ¿Hoy?
-Será mejor que te vayas a dormir inmediatamente.
-Está bien – suspiró - Qué descanse.
-Igual tú.
Esperó a que ella colgara el teléfono para hacerlo él. Se sentía bastante bien, y tenía muy buenas razones para ello. Ahora ¿Cómo mierda le haría para ir donde Edward y agradecerle por haberle dado una oportunidad más para seguir compartiendo su vida con Riza? Ésta interrogante casi le baja el ánimo, pero la comodidad de su cama le ayudó a quedarse dormido antes de que pensara demasiado.
Desde la otra perspectiva de la historia, estaba Riza, sentada en un pequeño sillón ubicado en medio de la sala de su casa. La llamada de su superior la había sorprendido gratamente, además de haberla sacado de sus, no muy agradables, pensamientos. Unos pensamientos, que parecía, por ese momento ambos compartían. No mucho después de terminar la conversación, volvió a su cama, y al igual que Roy enseguida se quedó dormida con una sonrisa dibujada en su rostro.
Algunas horas más tarde los rayos de sol entrando por la ventana, hacían brillar su blanca piel y sus rubios cabellos, e inevitablemente la hicieron despertar. A pesar de estar somnolienta, se levantó inmediatamente y se dirigió a tomar una ducha, pues tenía muchas cosas por hacer. Luego de vestirse, comenzó a empacar su ropa, y a poco andar se dio cuenta de que no sabía cuantos días iban a pasar allá; para su suerte él volvió a llamar.
-Buenos días teniente.
-Buenos días General.
-Estoy en el Cuartel. Acabo de comunicarme con Grumman e inmediatamente consiguió remplazos para nosotros por una semana.
-¿Así de fácil?
-Dijo que era una buena idea que tomásemos "vacaciones" juntos. Parecía bastante emocionado.
-Gracias. Ahora podré guardar una cantidad de ropa adecuada.
-También le pedí a Fuery que cuidara a Black Hayate. Lo pasará a buscar en una hora.
-Estaba preocupada por eso también. Me impresiona la dedicación que le está tomando a esto.
-Qué puedo decir. Hace tiempo que no descansamos… Muy bien, debo irme. Nos vemos.
-Adiós.
Era la hora acordada y todo parecía estar arreglado, Roy llegó y la ayudó a meter sus cosas al taxi que los llevaría a la estación de trenes. Una vez allí, y habiendo abordado el tren, Riza se encontró con la sorpresa de que viajarían en una de esas nuevas espaciosas cabinas privadas de las que había escuchado tanto hablar.
-Esto lo pagó el Furher – Dijo Mustang con una sonrisa en su rostro adelantándose a la pregunta de Riza – Si no lo hacía él, lo iba a hacer yo. No soportaría viajar un día completo en esos incomodos asientos baratos; además tampoco dejaría a una dama pasar por eso.
Riza quiso rebatir lo que Roy había dicho, pero la comodidad del asiento, y lo atractivo que lucía el hombre en frente de ella la hicieron cambiar de opinión rápidamente.
-Llamé a la casa de los Elric para avisar sobre nuestra visita.
-Había olvidado esa parte – En realidad, él esperaba que ella lo hubiese hecho – ¿Qué dijeron?
-Hablé con Winry. No sabía muy bien cómo iba a reaccionar, entonces recordé que hace unas semanas me había invitado para que la visitara. Se oía entusiasmada y me dijo que creyó que había olvidado su invitación.
-Le dijiste que vas conmigo, no?
-Por supuesto.
-Pensar que los conocimos siendo ellos unos niños pequeños… pasando por una etapa tan dolorosa en sus vidas. Y ahora son unos adultos que viven una vida llena de felicidad.
-La vida los ha compensado como lo merecen.
-Me pregunto cuándo seremos compensados nosotros.
-¿No ésta conforme con lo que ha conseguido?
-Siempre se puede vivir mejor. Pero no pido mucho.
-¿Ah, no?
-Hay solo algunos detalles que me gustaría cambiar – La miró con una sonrisa que podría derretir hasta la mujer más orgullosa. Ella parecía no haber cambiado para nada su actitud; le miraba de la misma forma en que lo miraba donde fuera que estuviesen, estando solos o rodeados de gente. Parecía que ella no iba a responder a lo que él había dicho y que todo iba a quedar así como estaba.
Ese era el detalle que quería cambiar. Estaban en un lugar donde nadie los vería, donde nadie los molestaría y, principalmente, donde nadie sabía que estaban, y a pesar de todo eso, su relación iba a seguir donde mismo estaba.
Eran cómplices de una relación en la cual se apoyaban mutuamente, conocían los pecados y cicatrices del otro, en una relación en la conocían perfectamente los sentimientos del otro y en donde se profesaban amor mutuo en silencio. Con solo mirarse lo sabían todo. Tenían algo que nadie más tenia, y al mismo tiempo carecían de algo que todo los demás parecían disfrutar.
Y ahí estaba otra vez pensando en ella de una manera en la que no debería. Era tan frustrante mirarla, sabiendo de sus sentimientos, y no poder tenerla. Mirar su hermoso rostro, su cabello que se remecía con el viento, su aroma que llegaba a él a causa del mismo viento que la despeinaba, sus hombros descubiertos, y su mirada, que ahora perdida en el paisaje le permitía observar su figura.
Intentaba no mirarla así, mas no podía; y para sus adentros se volvía a decir "No pido mucho".
Al igual que ella, la expresión en el rostro de él no había cambiado, hasta que, aclarando su voz para llamar la atención de Riza, Roy la miró con seriedad, se puso de pie y tomo asiento a su lado. Su lenguaje corporal ya no mostraba la confianza y tranquilidad que siempre parecía tener, y aunque conociéndolo muy bien, fue confuso para ella.
-¿Sabes? Siento algo de envidia. Soy un idiota… Odio la envidia.
-¿Qué…? – Riza estaba confundida, no entendía lo que ocurría ni a que se estaba refiriendo Roy. Se giró hacia él intentando hallar respuestas a su estado de ánimo actual.
-Nos conocemos desde éramos niños. Hace un buen rato que pasé los treinta, y tú acabas de unírteme – Miró a Riza y su ceño le decía que no le había agradado lo que acababa de decir de su edad, divertido por su expresión rió – Ellos apenas tendrán veinte años… y tienen cosas que parece nunca tendré.
-Si pudiera… le daría todo; todo lo que me pidiera seria suyo – Ya no era necesario que él le dijera más. Muy dentro de sí, ella sentía lo mismo. Lo entendía perfectamente.
-¿Y entonces? – Creía ya saber la respuesta, pero quería escucharla de todos modos.
-¿Entonces? – Dirigió su vista hacia el asiento de enfrente, donde antes había estado sentado Roy, y pensativa mordió su labio inferior antes de volver a hablar – No lo sé.
-¿Ah? – ¿Cómo qué no sabía? Ellos no podían tener una relación porque las leyes no se lo permitían. Eso esperaba que le dijese, o que le diera esperanzas para establecer algo entre ellos una vez él tomara el cargo del Furher. Por un momento volvió a pensar que fuese lo que dijera, sería inútil, hasta que ella le devolvió la mirada y tomó aire para hablar.
-Usted no me lo ha pedido.
La sorpresa que se había llevado Roy era evidente en su rostro, y por varios segundos no hubo respuesta de su parte a lo que acababa de decir la mujer a su lado. Al darse cuenta de su condición, se esforzó para volver a hablar.
-Sólo debo pedirlo – dijo más recapacitando que a modo de pregunta.
-A éstas alturas, creo que sí.
-Creo… - Se acomodó en el asiento, sintiendo como si acabara de perder un gran peso sobre hombros – que por el momento, saber esto es suficiente para mí.
-Para mí no – pronunció apenas audiblemente al instante en que apoyaba su cabeza en el hombro de su General, y casi inmediatamente, éste la atrajo más hacia sí rodeando su cintura con uno de sus brazos. Disfrutando del momento, ambos cerraron los ojos.
Otra vez me puse a escribir un fic teniendo pendiente el primero que comencé xD
Espero les haya gustado, y si tienen alguna sugerencia díganme no más, que apenas se me ocurren algunas cosas para la continuación xB
Saludos!
