Prólogo
Ocurrió en un día caluroso de Junio, justo después de que el primer día de clases terminara. En un principio, le pareció extraño ver a Meg Masters de nuevo en Lawrence, y le pareció aún más extraño saber que estudiaría en la misma preparatoria que él. Sus amigos más íntimos, los hermanos Winchester, no parecían tan contentos con la llegada de la chica. Los Winchester y Meg Masters tenían historia, y no una precisamente buena.
Como fuera, a Castiel no le interesaron las quejas y comentarios mal intencionados de Dean, ni mucho menos los grandiosos consejos de Sam acerca del porqué no debía juntarse con Meg. Ellos eran unos buenos tipos, sus amigos más cercanos, pero no eran lo que uno podía llamar santos. Y es que, aunque Castiel quería a sus amigos como si fueran sus propios hermanos, tenía que admitir que eran unos problemáticos sin remedio y probablemente los tipos más idiotas que conocía. Aquello lo descubrió después de que Sam y Dean hicieran que encerraran a sus hermanos, Miguel y Lucifer, en la cárcel por una noche, aquello no había terminado nada bien y el hecho de que los Winchester siguieran vivos era todo un milagro.
De todas formas, esa fue la primera vez en la que Castiel ignoró rotundamente a sus mejores amigos y casi los perdió por una chica.
"Es la encarnación de un demonio, ni siquiera está tan buena" había dicho Dean en aquella ocasión. Sam, por el contrario, apoyaba lo que él decidiera sin emitir comentario alguno. Y dadas las circunstancias, Dean parecía celoso. Lo estaba. Porque estaba perdiendo a su mejor amigo.
