Serie: One life, one story.

Rating: M {Violación/lenguaje soez}.

Disclaimer: Tadatoshi Fujimaki es el amo y señor de todos estos músculos.


Kasamatsu: No estoy calmado.

¿Qué está pasando?

Antes de darme cuenta, no podía mover las manos. Las articulaciones me chillan, aunque no tanto como mi cabeza, llena ahora mismo de confusión y reproches. Juraría que he abierto los párpados más de lo físicamente posible y que he pensado en tantos insultos que ya se me han terminado los sinónimos. Muertos en la boca, eso sí; porque no he tenido la oportunidad de escupírselos a ese cabrón como corresponde.

Delante de mí hay algo que no quiero ver. Algo a lo que aún no doy crédito. He intentado soltarme más de una vez del nudo de tela que me atrapa las muñecas tras la espalda, y el que no haya tenido el más mínimo éxito en esta situación es algo que me ataca a la moral, a la paciencia y el ritmo cardíaco. Siento la sangre arderme en las venas a tal grado que es imposible pretender que estoy calmado. No lo estoy. Te estás atreviendo a tocar a uno de mis chicos, te estás atreviendo a humillarle, a pisotearle delante de mis propias narices en lo que tú consideras un juego. No estoy calmado. Ni de lejos…

Le escucho asfixiarse, mientras los movimientos continúan y sus piernas tiemblan. Esa pierna que tanto le duele, que le ha dado problemas durante el partido; ahora obligada a aguantar otro asalto más brutal, más intenso e indecoroso. Porque eso es lo que es.

Sé que no quiere mirarme, y que cuando él le obliga a hacerlo grita un "¡senpai!" con el que se está disculpando. ¡Por Dios, Kise! ¡Tú no tienes la culpa de nada! Me agito contra las taquillas, respirando contra la apretada y dolorosa prenda hecha jirones que también me obstruye la boca. ¡Quiero ayudarte! ¡Quiero ir a por ti! Y gruño, mirándolo mal. Mirando mal a ese maldito mocoso que nos ha estropeado la victoria, que se burla a tu costa…

—Estate quietecito —después de la advertencia, veo a Kise hacer un gesto de dolor que me obliga a apartar la vista, frunciendo las cejas, apretando los párpados. No puedo… No puedo verlo y no hacer nada. No puedo mirar sin querer llorar de rabia.

—¡Maldito hijo de…!

Pero esa maldición me hace sobresaltarme y volver a enfrentar la escena. Gotea sangre, Kise se libera, cayendo hacia delante e intentando crear un espacio aunque sea arrastrándose por el suelo. Me inclino, haciendo fuerza con los brazos para hacer ceder la tela, para poder tenderle una mano y jurarle que todo iría bien. Me mira con una desesperación que estoy seguro de que le devuelvo. Una desesperación que me oprime el pecho al escuchar el crujido de su muñeca bajo la bota de Haizaki.

No. No, no, no…