Weee estrenandome en el fandom de hetalia :D lo curioso de este fic es que lo escribi antes de ver el anime y no habia leido el manga XD pero bueno... me salio la vena pervertida O_O lo juro, yo no soy asi XD ja, no se a quien quiero engañar XD en fin, lean bajo su propio riesgo y si lo hacen, dejen review :D

advertencia: yaoi, posibles errores de tipeo ^^

hetalia no me pertenece, duh! y el titulo... cualquier cosa XD


.::MIRADAS::.

Una vez que Suiza le dirigiese aquella mirada que por lo general no se acostumbraba ver dibujada en su rostro, auqella expresión necesitada tan extraña en él, Austria sabía a la perfección qué pasaba en aquellos momentos por su rubia cabeza. Sexo. Y Austria no se quejaba, pues, diferente a lo que mucho decían y creían, él era seme y Vash podría patalear cuanto quisiese pero eso no cambiaría.

Sin embargo, y esto es un secreto, Roderich no era el dominante de lo que ellos llevaban a cavbo en la cama, ni si quiera en la relación en sí.

Bien, sí, lo debía admirit por lo menos ante sí mismo: desde el principio, el suizo había tomado las riendas de aquella retorcida relación. Era Vash quien decidía cuándo lo hacían, dónde y hasta cómo se ejecutaba. Y claro, el obstinado rubio siempre iría arriba...

Pero Roderich no se quejaba.

Y es que tener a Vash encima, susurrando su nombre entrecortadamente y esforzándose por no gemir muy fuerte (cosa que al final siempre sucedía), era simplemente un espectáculo increíble. Amaba su voz ronca, como sus manos subían y bajaban explorando su pecho, le excitaba de sobremanera sentirse en su interior o siquiera pensar en ello. Solía disfrutar observándolo cuando estaba sentado sobre su erección y con los ojos cerrados y el entrecejo ligeramente arrugado, especialmente cuando en algún momento el más bajo ya no resistía más y se mordía el labio inferior, tratando desesperadamente de ahogar cualquier ruido que los delatase. En ese momento Roderich se incorporaría, apoyándose sobre sus codos, para reclamar un beso que terminaría por soltar por completo a Suiza. Recién entonces Suiza volvía a abrir los ojos, mirándolo sonrojado -aunque jamás, y repito, jamás lo admitiría- y Roderich le sonreía viniéndose en él.