Doctor Who: Penumbra
Por MilanillosD4 y LionPrest
Una oscuridad absoluta reinaba en el camino entre la pequeña ciudad de Illenguard y el diminuto pueblo de Lethworr. Tom, un joven de unos 20 años, vestido con una camiseta con el nombre de su empresa, Leth-electricistas, y pantalón de trabajo, conducía su furgoneta de camino a su casa. En mitad del camino, Tom notó que su furgoneta iba más despacio, y paró para ver que sucedía. Salió de la furgoneta y la examinó para ver cuál era el problema. Descubrió un pinchazo en la rueda derecha. Le pareció sospechoso por no haber sentido ningún bache en la carretera. Cuando iba hacia el maletero para sacar la rueda de repuesto, vio un objeto pequeño y reluciente en el suelo. Sintió curiosidad por saber qué era y fue a recogerlo. Al acercarse vio que era un reloj de bolsillo. Se lo guardó y volvió al vehículo para terminar de cambiar la rueda. Cuando terminó, se subió a él y siguió su camino hacia Lethworr.
Algunos minutos más tarde, vio una luz muy brillante cerca del suelo. Continuó su camino sin preguntarse qué era porque estaba demasiado cansado del trabajo. A medida que se aproximaba al pueblo, la luz se volvía más grande e intensa. Tom no se paró a pensar de dónde salía aquella luz, simplemente siguió conduciendo. Cuando el resplandor fue demasiado intenso, paró la furgoneta y cerró los ojos.
La luz del sol entraba por las ventanas. El sonido del despertador hace que Tom se levante. Se viste con una camiseta con el nombre de su empresa y un pantalón de trabajo, y sale de su habitación. Se mete las manos en los bolsillos para buscar las llaves de la furgoneta. Al sacar las manos descubre el reloj de la noche anterior. En la cocina de su casa compartida se encuentra con sus compañeros Samuel y Samanta.
-Buenos días, Sams.
-Buenas –dice ella.
-Hola –saluda él.
-¿Vosotros sabéis algo de este reloj? –se lo enseña a ambos.
-Es ese reloj que nos enseñaste ayer, y ya te dijimos que es la primera vez que lo veíamos.
-No me acuerdo de haberlo hecho –dijo Tom.
-¿Demasiada cerveza por la noche?
-Qué estupidez. Tengo que ir a trabajar.
Tom sale de su casa. Mira de nuevo el reloj y se fija en las líneas, luego lo guarda de nievo en el bolsillo. Antes de arrancar la furgoneta, Tom recibe un mensaje en su móvil de un compañero de trabajo: Haz turno doble hoy, me ha surgido un asunto familiar.
Tom se resigna y sale hacia la pequeña ciudad de Illenguard para trabajar. Pasa el desierto hasta su lugar de trabajo. Aparca en su lugar habitual. Cuando se acerca abrir la puerta de su oficina la encuentra cerrada. Mira a su alrededor, pero no ve a nadie en ninguna parte.
A su espalda escucha pasos fuertes y rápidos, y lo que le parece la voz de un hombre gritando. Cuando Tom se gira ve, en efecto, a un hombre con un traje marrón y corbata corriendo hacia donde él estaba. El hombre cae de rodillas cerca de Tom gritando cosas sin sentido.
-Cálmate y habla despacio para que te entienda –le dice Tom.
-¡Están allí! ¡Los... los he visto! ¡Se están acercando! ¡Vamos a morir!
-¿Qué? ¿Quiénes se están acercando? ¿A quién has visto?
-¡A ellos! ¡Ya vienen! ¡Y se los están comiendo a todos! ¡Corre por tu vida!
El hombre se va corriendo y desaparece doblando una esquina. Tom se pregunta qué era eso que le asustaba tanto y caminó a la calle de dónde salió aquel hombre. La calle estaba vacía. Siguió andando por ella hasta dar con una tienda de electrodomésticos. Había televisiones en el escaparate, algunas estaban encendidas. En las televisiones se veía el telediario de la mañana. No se oía, pero estaban hablando sobre extrañas desapariciones ocurridas los días anteriores por todo el mundo. La última hora eran unos extraños símbolos en unos campos. En la imagen salía un campo con círculos "dibujados".
Tom pensó en llamar a sus compañeros de piso para preguntarles si habían oído algo del tema. Cuando sacó el móvil de su bolsillo se le calló el reloj al suelo. Antes de llamarles coge el reloj. Volvió a mirar a la televisión, seguido al reloj, y otra vez a la televisión. Los símbolos eran iguales. Se extrañó mucho que un campo tuviera los mismos dibujos que un reloj que se encontró en la carretera. También se extrañaba y preguntaba por qué no había abierto ese reloj antes. Lo abrió y, al abrirlo, vio como una luz lo rodeaba, oyó voces que no conocía, vio imágenes que nunca imaginó, un conocimiento hasta entonces desconocido para él lo invadió rápidamente y le pareció que todo era posible. La historia de los Señores del Tiempo le invadió y ya no era capaz de desprenderse de ella.
Tom recordó al hombre del traje. Ahora sabía quién era. Corrió por donde había venido y continuó por la calle por donde le vio huir. Unos metros más adelante lo encontró, parecía agotado por la carrera. Tom se acercó a él.
-Oye –le dijo Tom -, ¿cómo te llamas?
-Soy John Smith.
-No, no lo eres. Te haces llamar John Smith pero eres el Doctor, el último de los Señores del Tiempo.
-No, no lo soy. Me llamo John Smith y soy un sencillo profesor de escuela. No soy doctor.
-Eres el Doctor. Ahora no lo sabes, pero lo eres, y tienes que salvar a la humanidad, están desapareciendo todos.
-Te he dicho que no soy doctor, y tenemos que huir antes de que nos coman.
-Coge este reloj –se lo ofrece -. Cógelo y ábrelo.
-Es un simple reloj, ¿qué importa la hora que sea? Debemos huir ahora mismo.
-Eres un asco como humano. ¡Coge el reloj y ábrelo! Luego podrás huir si quieres.
El hombre coge el reloj.
-No sé de qué va a servir esto –dice.
Se gira y abre el reloj. En unos segundos se gira de nuevo hacia Tom y le dice:
-Mi yo humano es de lo más cobarde. El último recurso es el peor que tengo. La humanidad está desapareciendo porque yo les pedí a unos amigos que les llevaran a una cuarta dimensión mientras yo me escondía aquí.
-¿Qué amigos?
-Ood. Digamos que me debían un pequeño favor y les pedí que salvaran a la humanidad. Lo que me extraña es que lo hicieran después de lo que les haréis. Supongo que pensaron que vosotros no tuvisteis la culpa. Al menos no aún.
-¿Y qué problema tenemos?
-Arruiné los planes de unos seres que querían robar la energía de un antiguo sol, los arcz se llaman. Digamos que se enfadaron conmigo por eso y tuve que esconderme, para ganar tiempo. Me siguieron hasta aquí y esperaba que se marcharan sin más. Pero no lo hicieron. Se quedaron y ahora quieren extinguir vuestro sol. Perdí el reloj, y como no tenía a nadie que me lo devolviera seguí siendo un humano. Hasta que me encontraste y me devolviste esto –se guarda el reloj -. Tengo un plan para hacer que se vayan. Tienes que ayudarme. Ven conmigo a la TARDIS, necesito un acompañante.
Ambos van hacia una tienda cerrada. El Doctor la abre y entran. La TARDIS está dentro. Los dos entráis. El Doctor empieza a pilotar la TARDIS mientras Tom se queda cerca de la puerta.
-¿No te extraña que sea más grande por dentro? –pregunta el Doctor.
-Conozco toda tu historia. ¿Por qué iba a extrañarme un portal a una cuarta dimensión en una cabina?
-Oh, sí, por supuesto –aterriza la TARDIS -. Su nave está entre el sol y la Tierra. Están listos para absorber toda la energía del sol y hacerlo desaparecer. Debemos darnos prisa. Voy a intentar disuadirlos y hacer que se vayan a lugar donde su vida no haga peligrar la de otros –los dos salen de la TARDIS -. No te alejes mucho.
El Doctor busca la sala de control de la nave. Tom va tras él.
Los arcz eran criaturas humanoides de piel gris que dependían de la energía de las estrellas para sobrevivir.
El Doctor llega a la sala de control. Varios arcz preparan las máquinas para la absorción de energía.
-Hola –dice el Doctor. Todos los arcz presentes se giran hacia él -. Os daré un consejo: marchaos, ahora mismo. Buscad cualquier estrella de la que no dependa la vida de ningún ser en el universo. Repetid lo mismo cuantas veces necesitéis, pero aseguraos de que no perjudica a nadie. Si no, volveré. Y entonces no querréis tenerme como enemigo.
-No te preocupes, Doctor –dice uno de ellos -. No vivirás para verlo.
Dos arcz cogen al Doctor por los brazos y lo inmovilizan. Tom se esconde detrás de una de las máquinas. Los arcz acercan al Doctor a una de las ventanas de la nave.
-Bien, Doctor, antes de morir verás lo que menos deseas ahora mismo. Destruiremos el sol y a la humanidad con él. Y todo delante de ti.
Mientras los arcz veían como el sol perdía fuerza, Tom salió de su escondite y se acercó a una de las máquinas. Con expresión de extrañeza empezó a tocar todos los botones y palancas, cada vez con más fuerza. De pronto se escuchó una voz diciendo: ¡Alerta de autodestrucción! Los arcz de la sala y el Doctor se giraron. Vieron a Tom cerca de las máquinas.
-¡No! –dijo uno de ellos -. ¿Qué has hecho?
El Doctor se escapa de las manos de los arcz y guía a Tom hacia la TARDIS. Ambos vuelven a la Tierra a tiempo para ver como el sol recupera la energía y la nave explotaba.
Todos los humanos, uno a uno, reaparecen en la Tierra. Todos ellos se preguntaban qué había pasado y por qué no recordaban nada de lo ocurrido.
Uno de los ood que les salvaron estaba en la Tierra. Aún con Tom como acompañante, el Doctor se acercó a ese ood.
-Gracias –le dijo.
-Todo nos será devuelto –contestó el ood.
-No lo dudo. Tened cuidado a vuestra vuelta.
-Buena suerte, Doctor. No permitas que tu canción acabe de forma repentina –el ood hace una pequeña reverencia y desaparece a través del portal a la cuarta dimensión.
-Doctor –dice Tom -. ¿Qué va a pasar ahora?
-Tú seguirás aquí un tiempo, yo seguiré viajando. Si tienes suerte nos volveremos a ver.
El Doctor entra en la TARDIS y desaparece.
