Leyes de la maxima fatalidad con el minimo de esfuerzo
Disclaimer: Los personajes pertenecen a M. Kishimoto y las leyes son las llamadas leyes de Murphy…. Supongo que pertenecen a Murphy. La historia es para el reto de Niknok19, espero que te guste.
Capitulo 1:
Prefectos y vagabundos
Ó
Cualquier cosa que puede ir mal,… ira mal.
_
—No he sido yo —repetí por enésima vez esa tarde.
El oficial frente a mí no parecía satisfecho, pero era la verdad.
—.—
El mundo es un lugar caótico y quien lo refute no es más que un pobre iluso aferrado a una idea falsa. Es un lugar impredecible, inseguro y con cada año que vivimos sólo alimentamos los sentimientos negativos que están en nosotros, nos damos cuenta de la maldad y las pocas posibilidades de combatirlas y como dicen… si no puedes con el enemigo, únetele. No podemos dar nada por hecho, las cosas vienen y van a su antojo, unas permanecen mas tiempo que otras, pero irremediablemente llegan a un final y por mas preciado que sea algo, será sustituido con suma facilidad, todo es reemplazable. Lo que creemos como verdad, en unos años no lo será. ¿No parece todo muy confuso? Pero, a pesar que no suelo dar nada por hecho, hay pocas cosas en la vida en las que creo fielmente como en las leyes de Murphy. Prácticamente han rígido mi vida desde que soy consciente y es lo único que considero como verdad innegable. Algunos me llamarían pesimista o supersticioso, no me interesa realmente, pero si todos nos fijáramos más en nuestro entorno y no sólo miráramos al frente creyendo todo lo que nos dicen, estarían de acuerdo conmigo.
Era el primer día de clases después de las vacaciones de verano, iba más temprano que lo usual ya que había reunión del consejo estudiantil al cual pertenezco como el delegado de último año, me había despertado con un mal presentimiento que decidí ignorar al escuchar el llamado de mi madre al otro lado de la puerta. –Primer error. Algunos pensaran que diecisiete años no es mucho tiempo, pero ha mi me ha bastado para asegurar que debo obedecer mis corazonadas, por alguna razón soy bastante intuitivo. – Bajé hasta la mesa donde se encontraban mis padres y desayune sin ningún percance, lo que quiere decir que mi madre me atropellaba con preguntas interminables y mi padre pasaba de mi como si mi puesto estaba lleno de aire.
Caminé hasta el colegio, que sólo está a unas cuantas calles de mi casa, mientras iba sumido en mi música. Era una hora más temprano de lo habitual por lo que las calles aun estaban desérticas, no había maniáticos conduciendo como locos, ni niños gritando a mí alrededor o estúpidos compañeros que tuvieran el suficiente valor como para molestarme. Podía estar yo y mi mundo sin nadie más entrometiéndose. Mientras mis tímpanos eran perforados por el volumen ensordecedor en el que llevaba mi reproductor, iba pensando en las nuevas actividades que el colegio quería implementar. -"Oh si, mis compañeros me detestarían al saberlo." – pensé esbozando una sonrisa.
Estaba a punto de llegar a la escuela, cuando sentí un fuerte golpe a mi costado y fui arrastrado al piso por un enorme cuerpo. Por un momento mi respiración se corto y no fui capaz de ver más que una mata amarilla de pelo.
-¡Quítate idiota! – exclamé al percatarme de lo que pasaba y empujando a la persona que había caído sobre mi. Tire el cuerpo a un costado y me senté de golpe. El idiota que había caído sobre mi comenzó a reírse y yo lo fulmine con la mirada.
-Que buen humor tienes por las mañanas. – dijo, casi grito, mientras se sentaba en el piso con las piernas cruzadas.
Yo lo ignore y recogí mis cosas antes de ponerme de pie.
-Y tan comunicativo…
-Deberías estarte disculpando no burlando —. le corte, fijándome nuevamente en él. Parecía tener mi edad o tal vez era un poco mayor, pero jamás lo había visto en el colegio y tampoco llevaba el uniforme.
-Ya, ya, que no eres mi madre —Siguió burlándose. Se puso de pie y se acomodó su ropa. Sus ojos azules se posaron en mi rostro contrariado y sonrió, de una manera parecida a la que lo hacia mi madre, o al menos eso me pareció; me perturbo bastante, pero solo fue un segundo. Su vista se concentro en algo a mis espaldas, yo voltee enseguida para asegurarme que no era algún delincuente o algo así, pero solo era el guardia de seguridad del colegio que venia ¿Corriendo? Alce una ceja, confuso, y voltee de nuevo hacia el desconocido.
El chico sonrió aun más, con bastante diversión y picardía.
-Ha sido un placer, Teme. – me grito mientras salía corriendo.
Yo apreté mis puños ante el insulto, ¿Quién demonios se creía? No había pasado ni cinco minutos en el colegio, cuando ya había sigo golpeado, insultado y burlado. Recordé mi presentimiento y sólo desee que no pasara nada más. Segundo error… como dije antes, las leyes de Murphy son irrefutables. Si algo malo debía pasar, pasaría.
El guardia llego hasta mí corriendo y saco el manojo de llaves para abrir las dobles puertas que me impedían entrar a las instalaciones.
-¿Se encuentra bien, Uchiha-san? – pregunto mientras regulaba su respiración. Yo lo mire con aburrimiento, sin ni siquiera considerar contestarle.
-¡Ese rufián! Lo encontré dormido en el gimnasio…
Abrió las puertas y me introduje. No tenia tiempo para escuchar excusas absurdas y sin importancia, ya iba tarde para la reunión y eso en un Uchiha era inadmisible. Camine casi por todo el colegio, la sala de reuniones del consejo estudiantil quedaba en un pequeño cubículo sobre las graderías de la piscina. ¿Estúpido lugar, no? Pero así era, un tiempo atrás el presidente del consejo había sido un débil y manipulable, que se escudaba en ser pacifista y que se dejo quitar el honorable salón que teníamos por los miembros de un club. Era humillante que la máxima representación de los estudiantes nos reuniéramos en el ático, y era una de las primeras cosas que iba a cambiar. Ese año yo había asumido la presidencia y no iba a permitir que las cosas siguieran así. Mi hermano mayor, también había tenido el mismo puesto en su tiempo, y él nunca había entrado a la "escobera".
Llegue hasta el dichoso lugar para darme cuenta que no había nadie mas.
El resto de los miembros aparte de ineptos, eran impuntuales; y tuve que esperar hasta media hora para estuviéramos completos.
Mi tercer error en el día, había consistido en pensar que aceptarían mis órdenes sin rechistar. Algunos, muy pocos, estuvieron de acuerdo con la implementación de los métodos que propuse, diciendo que los comunicarían en sus salones de inmediato. Otros, la mayoría, comenzaron a ver por el que dirán. Estábamos requiriendo la adición de nuevas personas a los clubes que no tenían los miembros suficientes para seguir funcionando, y para no cerrar ningún club seria obligatorio entrar a ellos alegando que así fomentaríamos la solidaridad y compañerismo, y una sarta de cursilerías que al director le gustaba agregar. Pero los miembros alegaban que si esos clubes no tenían personas era porque a nadie le interesaban. Por supuesto todos preferían estar en algún deporte o entre las huecas porristas que reinaban el colegio. Y por miedo a ellos, es que la mayoría de los miembros no se atrevían a poner en práctica mis órdenes. Al final lo harían, y era por eso que discusiones de ese tipo me ponían de mal humor, después de todo siempre hacían lo que yo quería.
Sabiendo que los planes que yo tenía tomarían más tiempo, gracias a los patéticos miembros del consejo, me encamine hasta mi casillero para tomar lo necesario para mi primera clase. Los pasillos estaban inundados de gritos y personas que iban de un lado para el otro, me puse mis audífonos para ignorarlos a todos y casi cumplo mi cometido. Note el repentino cambio en el ambiente y levante mi vista para tomarme con el "sequito de arpías" caminando por el pasillo.
Subí aun más el volumen de mi reproductor. Sufrir de sordera prematura era preferible a soportarlas por unos cuantos minutos. Para mi desgracia una de ellas tenia su casillero cerca del mio y ya que era la líder de las porristas todas las demás la acompañaban. Al principio la tortura consistían en flirteos interminables y estúpidos, donde ninguna parecía entender las indirectas; hace un año cesaron los intentos de conquista y pensé que finalmente me dejarían en paz; pero claro, al haberlas rechazado a mas de alguna de las maneras menos sutiles su venganza era ponerme en el lado de los perdedores de la escuela y que todos me trataran como a uno. Si, yo Sasuke Uchiha pase a ser un cero a la izquierda, gracias a la arpía pelirosa que reía amablemente mientras platicaba con sus "amigas".
Cerré mi casillero, casi lo tire, cuando esos pensamientos asaltaron mi mente. Irremediablemente la atención de todas ellas cayo sobre mi, y yo ya sabia lo que seguía: una guerra verbal o muchos insultos a mi persona. Ninguna de las dos opciones me agradaba.
-Te sientes tenso Sasuke-kun. – claro, siempre quedaban aquellas que seguían flirteando. La pelirroja se quito los lentes que cubrían sus ojos y se acercó a mí con pasos seductivos. – yo puedo ayudar a eso.
-Y estoy seguro que es lo único que puedes hacer. – le respondió mirándola de soslayo.
-Y lo hago muy bien. – respondió, como si lo que acabase de decir fuera un halago. Era inútil utilizar insultos demasiado elaborados con ellas, con mucho y tenían dos neuronas…
-No lo dudo, supongo que todas ustedes tienen mucha práctica.
-Me habían dicho que los Uchiha trataban mejor a las damas, supongo que eres la vergüenza de la familia. – Excepto ella. Sakura Haruno. Había llegado al colegio dos años atrás y desde ese momento se había convertido en la horna en mi zapato. Me había tirado del altar del que todas las chicas me tenían – lo cual no me molestaba mucho- y era lo suficientemente inteligente para responderme con su afilada lengua, no era de sorprenderse que se alzara como líder de la bandada de bobos que decían reinar. De hecho era lo suficientemente inteligente para tener notas mas altas que las mías, aunque existía el rumor que se debía a la relación clandestina entre ella y nuestro maestro.
-No veo a ninguna dama aquí. – respondí. – solo a un ejercito de pórnai.
-¿Acaso lo has comprobado?
-Los rumores dicen demasiado.
-También dicen demasiado sobre ti. – el silencio reino entre los dos, miraba directamente a sus ojos verdes y ella me devolvía la mirada desafiante. Discutía con Haruno, tan a menudo como insultaba a sus amigas, probablemente las oraciones mas largas que compartía en el instituto. – vámonos chicas, dejemos a nuestro emo asocial favorito. – Agrego con sonriéndome de una manera que me frustraba. – Solo no te cortes las venas Sasuke-kun – dijo con un falso tono amistoso. – no nos gustan los finales tan dramáticos.
Se dio la vuelta haciendo que su largo cabello rosa casi me rozara y comenzó a caminar hacia él salón contorneándose en el centro de su grupo de amigas. Camine detrás de ellas, como han de suponer ya, gracias a mi magnifica suerte, compartíamos el mismo salón.
El resto de la jornada transcurrió en la misma monotonía de todos los días, lo cual fue un alivio, ya que pensaba que iría peor. Finalmente regrese a casa entre el barbullo de estudiantes, sumido nuevamente en mis pensamientos y en las mil obligaciones por hacer. Hasta que una voz demasiado chillona, demasiado escandalosa y por alguna extraña razón, demasiado conocida, me saco de mi mundo. Mis ojos oscuros se toparon con el chico al otro lado de la calle, mantenía una mano en el aire y me saludaba con demasiado animo y la misma sonrisa de aquella mañana, tan abierta, tan sincera; no era cercana a las sonrisas que me dedicaban.
-¡Teme! Al fin sales. – me grito y cruzó la calle para alcanzarme. Algunos chicos del instituto que cruzaban por ahí nos vieron con sumo interés.
-¿Qué haces aquí? – pregunte, mirándolo de pies a cabeza. Llevaba unas zapatillas deportivas naranjas del color exacto que la camiseta desabotonada que lucia sobre otra camisa azul y un pantalón de mezclilla desgastado —. Te sacaran a patadas si vuelves a entrar al instituto.
-Cuando logren alcanzarme. – rio. Paso un brazo sobre mis hombros y casi al instante lo aparte. – Vaya, que eres tan huraño como siempre.
-Deja de hablarme así. – le exigí, plantándome frente a él. Habia tenido un dia demasiado frustrante como para soportar las idioteces de un tipo que ni conozco. – No sabes nada de mi, asi que no me trates con tanta familiaridad.
El semblante del chico se ensombreció un poco y pensé que finalmente me dejaría en paz.
—Lo siento —dijo repentinamente serio — A veces lo olvido.
Definitivamente era una persona extraña y como hacia generalmente, decidí ignorarlo. Sin embargo él me detuvo antes de poder seguir con mi camino.
—Soy Naruto Uzumaki —me tendió una mano y sonrió. Sentí una extraña incomodidad por mi cuerpo —. Esperó que seamos amigos.
No le di mi mano. Camine y lo empuje levemente cuando pase junto a él.
—Muérete.
—Ser amable una vez no te va a matar.
La voz de Haruno me perforó los oídos y aunque quería no podía ignorarla. Supongo que existía cierto placer en discutir con ella, después de todo nadie mas lograba decirme dos frases sin terminar queriendo golpearme.
—No te metas… —le dije girándome hacia ella, pero me ignoró. Caminó hasta Naruto y le tendio una mano, abrazando con el otro brazo sus libros.
—Soy Sakura Haruno —dijo sonriendo —Es un placer conocerte.
Naruto le sonrió, con la misma calides que a mi esa mañana, y en ese
instante vi como sus ojos azules brillaban. Como todos ya habían caído en las redes de Sakura. Parecía tonto pero miraba claramente como comenzaba a enamorarse de ella, estaba seguro que con dos segundos mas y confesaría un amor eterno.
No sé exactamente porque lo hice, pero me acerque a ellos.
—No te engañes —les dije de forma tranquila — Detrás de esa aparente dulzura, es una completa arpía.
Sakura se giró completamente furiosa. Sus mejillas ardían de ira y yo sonreí satisfecho.
—¿Qué demonios…?
—¡Sasuke!
Me congele de inmediato. Y al parecer el resto de los estudiantes también.
Sabia de quien era esa voz y si único significado: Vergüenza pública.
—¡Hermanito!
La mano de Itachi cayó con fuerza sobre mi hombro, empujándome ligeramente. No importaba las veces que me enojara por llamarme asi en publico, parecía que no entendia que de esa forma perdia autoridad.
—Veo que al fin has hecho amigos —gruñi como respuesta. Sakura soltó una risa mal disimulada, y la atención de Itachi fue directo a ella —. ¿Y quien es la linda señorita?
—Ten cuidado, se lo creerá —le advertí, con mi tono mas venenoso que ella ignoro olímpicamente.
—Sakura Haruno —le dijo regalándole otra de esas estúpidas sonrisas que me crispaban. ¿Cómo era posible que alguien le sonriera a todo el mundo?
Mi hermano le tomó la mano galantemente y ella se sonrojó. Rodé los ojos con fastidio. Itachi nunca cambiaba.
—¿Y tu eres…?
—Naruto Uzumaki, ¡Datebayo! —gritó Naruto. Mi hermano alzo una ceja y me miró con una mezcla de curiosidad. Podia decir exactamente lo que estaba pensado: Que hacia yo con un demente como ese.
-Itachi Uchiha —se presentó aunque estaba de más. Todos conocían a mi hermano, era una leyenda en el instituto y la repisa de trofeos estaba repleta con sus fotografías —. Lo siento pero debo llevarme a mi hermanito —siguió, abrazandome sobre los hombros —mi madre no puede esperar para consentir a Sasu-chan.
Escuché las risas contenidas a mí alrededor y vi como los ojos de Sakura brillaban con maldad. Quise darle un fuerte golpe a Itachi, pero antes de eso ya me había jalado hasta el auto.
Al menos mi día de tortura había acabado. El resto del año no podía ser tan malo. Pero como dicen, nunca tientes a tu destino.
Cuando la mañana siguiente, nuestra primera clase con Kakashi fue interrumpida, supe que de ahora en adelante las cosas solo empeorarían.
Por la puerta apareció el consejero y junto a él, el chico rubio que había conocido. Le dijo algo a Kakashi y luego dejo que Naruto entrara al aula.
—Él es su nuevo compañero, Naruto Uzumaki.
