CREMA

Traducción autorizada por twobirdsonesong

Summary:

Kurt acaba de conseguir un trabajo en Vogue como asistente de Carrie Bradshaw. Una de sus tareas es traerle café en la mañana. Entra Blaine, el barista.
Esta es la historia de cómo cambian la vida del otro.

Disclaimer:
Ni Glee ni sus personajes me pertenecen. Son propiedad de Ryan Murphy, Ian Brennan, Brad Falchuk y Fox. La historia pertenece a twobirdsonesong (la encuentran en AO3)

Agradecimiento especial Aamorella por ayudarme a betear esta historia.


Café Vienés

Blaine mira el reloj.

07:35 am.

Tiene cinco minutos más antes de que él entre. Blaine mira hacia la línea interminable de clientes extendiéndose a lo largo del mostrador, más allá de la vitrina de la pastelería y de la puerta. Si empieza a hacer el café ahora, se enfriará antes de que él pueda conseguirlo. Y no hay nada que Blaine quiera darle menos que un latte tibio con una crema destruida.

Ha pasado una semana. Una semana desde la primera vez que el joven alto y hermoso, de piel suave y pálida y ojos llamativos se abrió paso en el bullicioso Starbucks de Blaine en un lunes por la mañana, con los brazos llenos de cuadernos y demasiadas bolsas afianzadas sobre sus anchos hombros. Sus mejillas estaban bastante sonrosadas y parpadeaba con ansiedad en la fila de clientes frente a él, cambiando impacientemente de un pie a otro mientras la línea avanzaba claramente demasiado despacio para su gusto.

Blaine nunca lo había visto antes.

Había pedido una bebida leyendo la solicitud de una hoja de papel, y se había atorado un poco con una tarjeta de crédito para pagar, luchando con sus bolsos y cuadernos. Blaine había estado en la barra esa mañana, como casi siempre, y había derramado al menos dos cargas de espresso y quemado una jarra de leche tratando de lanzar miraditas al hombre que estaba vestido demasiado bien para ser un turista.

De lo que Blaine podía ver por encima de la máquina de café, el hombre llevaba un abrigo oscuro, adaptado a su figura delgada, con una bufanda de color azul claro envuelta alrededor de su cuello, aunque era septiembre y el clima era todavía cálido. Su cabello estaba peinado hacia arriba y atrás, pero aún así parecía suave al tacto. No es que Blaine quisiera tocar su cabello. Eso sería extraño, e inapropiado.

Tomó unos pocos minutos para que Blaine llegara a la bebida del hombre, pero cuando lo hizo, disminuyó la velocidad de su frenético ritmo habitual, extrañamente ansioso por hacer esta bebida de la mejor manera que sabía -y si era perfectamente honesto, él sabía cómo hacer una condenada buena taza de café. Preparó la leche al vapor con cuidado, molesto, y no por primera vez, con las máquinas automáticas que se llevaron la sutil habilidad necesaria para crear una muy hermosa espuma. Pero se las arregló, y la porción que puso a través de la gota de la bebida (espuma ligera), ocultando la crema miel-oro, era suave como la seda. Perfecta.

Blaine no se había molestado en leer el nombre en la taza hasta que gritó por el propietario de la bebida:

— Tengo un latte tamaño venti sin grasa, con espuma ligera, y dos Splenda para la señora Bradshaw.

Blaine parpadeó sorprendido con el nombre.

— Eso es para mí, gracias. —El joven con el cabello perfecto y hermosa ropa extendió la mano para tomar la bebida, pero Blaine no la soltó. Sus dedos casi rozándose contra el vaso de papel.

— ¿La señora Bradshaw? —Blaine había preguntado estúpidamente.

El hombre se había sonrojado graciosamente y mordido su labio.— Es para mi jefa, —había admitido, y Blaine se estremeció ante el tono dulce de su voz.— Es mi primer día. Yo no sabía que tenía que llevarle su café. Nadie me lo dijo.

— Oh. Aquí está. —Blaine finalmente soltó la bebida y esperaba que su sonrisa no fuera tan idiota como se sentía. Ni siquiera se dio cuenta de las terribles miradas que los otros clientes estaban disparándoles a ambos cuando los pedidos comenzaron a acumularse en su barra.

— Gracias. Espero que esté bueno, —el hombre asintió hacia la bebida en su mano, y con un ligero encogimiento, acomodó nuevamente las bolsas en sus hombros.— Seré despedido si no lo está.

Blaine había sentido que el color se le iba del rostro y miró boquiabierto al hombre, que parecía demasiado serio, a pesar del brillo travieso en sus impresionantes ojos.— ¿Qué?

El hombre sonrió y puso los ojos en blanco.— Estoy bromeando, estoy bromeando. Sin embargo, tu rostro no tuvo precio.

Blaine había luchado por decir algo, algo inteligente e ingenioso y diseñado para hacer al otro hombre reír, pero un teléfono celular había zumbado desde algún lugar de su chaqueta y el hombre maldijo suavemente en voz baja.

— Mierda, mierda, —murmuró. Voy a llegar tan tarde. Gracias de nuevo. —Y luego se fue, abriendo la puerta con el hombro y desapareciendo en el bullicio de Times Square.

Blaine lo había visto pasar por la gran ventana.— Espero que no te despidan.

El joven había regresado a la mañana siguiente, una hora antes, y esta vez llevando nada más que una bolsa de piel. Lucía más tranquilo, menos ansioso, y se quedó quieto e impecablemente vestido en la fila hasta que había llegado a la registradora y ordenó la misma bebida que el día anterior.

— Veo que no hice que te despidieran, —dijo Blaine, cuando el hombre había llegado a la barra y su bebida perfectamente hecha estaba lista para él.

— Y te doy las gracias por eso, —había respondido, y sus ojos eran de un tono ligeramente diferente del azul que habían estado la mañana anterior.— Me gusta mucho este trabajo, o al menos eso creo yo. Es sólo mi segundo día. Ya veremos si no arruino nada en las próximas nueve horas.

— Bueno, aquí está la esperanza para un tercero. —Blaine se sintió aliviado de habérselas arreglado de alguna manera para decir algo medianamente inteligente. Su lengua, que de por sí no era la más rápida, se sentía pesada y lenta en su boca alrededor de este hermoso e intrigante extraño.

El hombre había inclinado su taza hacia Blaine y se había ido con otra sonrisa.

Había vuelto cada mañana esa semana, a la misma hora exacta, y había ordenado la misma bebida exacta. Y Blaine aún no sabía su nombre.

. . .

Otra mañana de lunes y Blaine está listo para él. Tiene una jarra de leche fresca esperando y vasitos limpios, sólo para la bebida del hombre. Se había asegurado de mantener su despliegue en la barra; no era difícil -todo el mundo sabe que él hacía las mejores bebidas en la tienda.

Las manecillas del reloj marcan un minuto más y Blaine mira hacia arriba justo cuando la puerta es abierta de un empujón y él entra, alto y majestuoso en su largo abrigo y botas altas.

Los ojos del hombre encuentran inmediatamente los suyos a través de la multitud de clientes y Blaine esboza un saludo con la mano, emocionado hasta los dedos de los pies cuando el extraño le sonríe y mueve sus dedos (dedos largos y fuertes) hacia él.

Blaine ignora todo su entrenamiento en Starbucks y empieza a preparar la bebida del hombre, antes de las otras tazas en la fila. Él oye que otra bebida es pedida y ve un vaso marcado a su lado. Él lo mira: Mocha grande sin grasa y crema batida. El nombre garabateado en la parte superior del vaso es "Kurt". Blaine consigue otra jarra de humeante leche sin grasa y termina el latte venti con un poco de arte en la espuma que la señora Bradshaw ni siquiera será capaz de notar, pero que a Blaine le complace hacer de todos modos.

— Aquí está tu bebida, asistente de la señora Bradshaw, —dice, dejando que un poco de tímida coquetería se deslice en su voz. Había tenido un precioso par de días libres durante el fin de semana, toda su tarea terminada, es una hermosa mañana de lunes, y se siente valiente.

El hombre pone los ojos en blanco para Blaine, pero toma el vaso.— Eres demasiado bueno para mí. Vi que empezaste mi bebida antes que las de esas otras personas. Sólo puedo imaginar los disturbios si se enteraran.

— No tengo idea de lo que quieres decir. —Blaine está excesivamente impresionado con él mismo de que se las esté arreglando para coquetear, sólo un poco, mientras que hace un mocha.

— Oh, por supuesto que no. Mi error. —El hombre se muerde el labio inferior, y Blaine quiere saber cómo se siente. Él se centra en el vaso frente a él, y no en la amplitud de los hombros del desconocido, o la longitud de su pálido cuello, expuesto por debajo del drapeado de su bufanda.

— ¿Puedo tener una bandeja? —El hombre pregunta, inclinando la cabeza hacia la pila de bandejas de cartón en el mostrador.

— ¿Para una bebida? —Blaine pregunta, confundido. No es la primera vez que alguien ha pedido una bandeja para una bebida, pero es la primera vez que el extraño ha pedido algo en absoluto.

— Oh, esa es mía también. Finalmente conseguí algo para mí. Mi jefa me gritó por descuidar mi hábito por la cafeína. —El hombre se encoge de hombros, claramente un poco avergonzado, y sin embargo, complacido de la autorización de su jefa. Debe ser su primer trabajo de verdad, y tiene suerte de que su jefa no parezca una idiota.

Blaine mira hacia la bebida a la que acaba de ponerle una tapa.

Kurt.

El nombre del joven es Kurt. Ya no es el asistente de la señora Bradshaw, él es Kurt.

— Kurt, —dice Blaine, y se ruboriza ante su reaparecida idiotez.

— Ese soy yo.

— Mocha grande sin grasa y crema batida.

— Sí, también ese soy yo.

Blaine vacila en entregarle al hombre, Kurt, la bebida. La hizo por memorización, sin atención a los detalles, sin finura, -sólo práctica repetición. No como el latte, que, a pesar de que sabía que no era para Kurt específicamente, había pasado tiempo extra preparándolo.

— Déjame rehacer esto para ti, —dice, ya a mitad de camino de tirarlo. La salsa de chocolate probablemente no está bien incorporada en la leche y seguramente está acumulada en la parte inferior del vaso. Él no puede servir eso a Kurt.

— ¿Qué? No. Estoy seguro que está bien. —Kurt se estira y toma el vaso de la mano de Blaine, y esta vez sus dedos sí se rozan. Blaine se estremece, a pesar de que siempre está tan cálido detrás de la barra, con las máquinas de café espresso en frente de él y el horno a la espalda. Él espera que sus mejillas no estén tan sonrojadas como se sienten.

— Pero...

— Nop. —Kurt acomoda el segundo vaso en el soporte y lo recoge.— Si no es bueno, simplemente volveré y haré que te despidan. —Le hace un guiño a Blaine, le guiña un ojo, y Blaine sabe que su cara está roja y su mandíbula abierta.

— Nos vemos mañana, barista. —Y luego Kurt se ha ido; de vuelta al movimiento sin fin que es Times Square. Blaine trata de conseguir un vistazo de él, alto en la multitud, para ver a dónde va después de que sale cada mañana, pero Kurt dobla en la esquina de Broadway y ha desaparecido de su vista.

Blaine sabe que Kurt estará de regreso mañana por la mañana, y él va a tener el mejor maldito mocha sin grasa esperándolo.