Disclaimer: The Legend of Zelda es un videojuego que no me pertenece. El motivo del fanfic es de mero entretenimiento y no busco lucrar con él ni ofender a terceros.

Buenas tardes Fanfictioners,

Les presento mi primer fic. Espero que se animen a leer y a comentar. Me gustaría hacerlos partícipe del desarrollo de mi historia, pues como dije antes, estoy practicando mi manera de narrar los hechos.

Esta leyenda está ambientada en el universo de The Legend of Zelda. Es una de mis franquicias favoritas junto con Final Fantasy, Onimusha, y muchas más. Los acontecimientos ocurren en una época que podría ser en los siglos ocurridos luego de Ocarina Of Time y previos a Twilight Princess. He cambiado algunos nombres, lugares y personajes para proteger su identidad xD ok no.

Tengo pensado dividir la historia por episodios, de no más de una plana de escritura para que sea una lectura liviana y sencilla de entender. Un capítulo comprende aproximadamente 10 episodios.

The Legend of Zelda: El Héroe del Desierto

Capítulo 1

Episodio 1 A través del desierto.

Cruzar el desierto de día, expuesto al calor abrasador del sol y el aire seco, es un acto osado. Pero de noche puede ser más bien un acto suicida.

Preso de la oscuridad, un joven se abría paso entre las dunas de arena tibia del desierto de Gerudo. Iluminado tan solo con la tenue luz de las estrellas, intentaba divisar cualquier lugar en donde refugiarse; pues conocía el peligro que se ocultaba bajo la tierra.

Siempre atento a cada sonido, y armado tan solo con una rama seca de un árbol que usaba de cayado, el joven continuaba su arriesgada travesía por el océano de arena. Procurando siempre descansar en las bases rocosas que solían aparecer entre las dunas.

Al cabo de unos minutos decidió descansar. Sus labios estaban secos, sus pies estaban exhaustos de tanto caminar y sus ojos ardían por el polvo en el aire. Intentó aclarar su mente, y ordenar sus pensamientos para recobrar sus fuerzas.

*Debo encontrarlos… como sea debo encontrarlos* —pensó.

Luego de una breve pausa volvió a incorporarse para continuar con su campaña. Sin embargo, antes de poner un pie en la arena, guardó silencio absoluto y se quedó inmóvil. Algo no andaba bien. El silencio en el desierto podía ser su mejor aliado, pues, al igual que en todo rincón de Hyrule, el desierto estaba repleto de criaturas peligrosas.

El viajero escuchó un veloz sonido a sus espaldas, el zumbido bajo la arena le advirtió que algo lo acechaba. Con precisión, giró en sí mismo y abanicó su cayado con todas sus fuerzas acertando un prominente golpe a una criatura que había salido escupida del suelo y con sus fauces abiertas directo hacia su nuca.

Se trataba de un Moldorm, una criatura capaz de moverse a gran velocidad bajo tierra. Al caer al suelo volvió a zambullirse en las arenas para luego volver a atacar. El joven volvió a defenderse con la misma precisión. Sin embargo, con un bastón de madera no era mucho el daño que podía propinar. Una segunda grieta de arena se formó a sus espaldas. Esta vez esquivó ágilmente al Moldorm que salió al ataque. Luego noto otra, y otra y cada vez más surcos formándose a su alrededor. Tan solo el suelo rocoso en el que estaba de pie le daba la ventaja de que no lo emboscasen de un ángulo más cerrado. Intentó deshacerse de cuanto monstruo aparecía. Algunos lograron rasgar sus vestiduras y otros morderlo en sus brazos antes que los repeliese. Eran verdaderas pirañas que saltaban en ese mar de arena.

El muchacho estaba exhausto, las criaturas no cesaban de aparecer. Pero no se resignaba a morir en aquel lugar sin antes llevar a cabo su propósito. Aquel que lo había puesto en tan letal campaña en el desierto. Fue así que clavó el cayado en el suelo rocoso y corrió a toda velocidad por la arena. Las criaturas salieron del suelo al ataque de aquel señuelo, pero no tardaron en seguir el rastro del viajero. El muchacho corrió sin detenerse a mirar atrás y rogando a la diosa por llegar a un lugar seguro.

Un instante después apareció ante sus ojos lo que parecía un gran cúmulo de tierra firme la cual podía escalar sin problemas. Pero antes de llegar a este, una criatura saltó frente a sus ojos. Esta era el doble de grande y de un color morado que advertía una letalidad aún mayor que los Moldorms que lo habían perseguido. Como acto de reflejo, el muchacho se protegió con su brazo y los dientes de aquella criatura se clavaron en él. El dolor era intenso y sentía cómo los colmillos desgarraban su carne. Con ira y desesperación enterró sus dedos en el hocico del monstruo hasta lograr zafarlo de él. Al caer, volvió a zambullirse en la arena para preparar su siguiente salto y el joven escaló lo más rápido que pudo hasta la sima de aquel montículo.

Desde arriba miraba cómo el monstruo se esforzaba en saltar hasta donde él estaba, mientras los otros Moldorms más pequeños se alejaban del lugar. El muchacho se arrastró lejos del borde hasta el árbol seco y solitario de aquél montículo que lo acompañaba. Miró el estado de su brazo y notó un espeso líquido azul que drenaba entre la carne desgarrada mezclándose con su sangr. Rasgó un trozo de tela de sus harapos y se vendó el brazo. Había sobrevivido a una noche en el desierto y con el orgullo quebrantado, asumió que no viviría otra noche más y que el estar ahí fue el producto de una mala decisión. Al comprenderlo soltó una lastimosa carcajada antes de caer rendido ante el cansancio.