¡Por fin! No me puedo creer que esté subiendo esto.

Llevo escribiéndolo desde que terminé la primera temporada cuand terminó de salir en Francia, allá por Marzo, y mi vida me ha impedido seguirlo hasta casi ahora. Y esta noche, a las 2 de la mañana de un sábado en medio de la época de exámenes, lo he terminado y lo estoy subiendo. Mi vida se va al garete.

Probablemente la segunda temporada tire por los suelos las teorías que he usado para este fic, pero igualmente quería escribirlo ya que es mi primer bebé de este fandom. Me hacía ilusión. Ya haré más.

Disclaimer: Nada de Miraculous Tales of Ladybug&Chat Noir me pertenece.


Oh, Chat

Chat Noir miraba el horizonte con ojos cansados y algo tristes. El paisaje con que se encontraba no había cambiado mucho en los últimos dos años en que ha podido disfrutar de su ciudad desde esta perspectiva. Y, aunque normalmente se detenía a maravillarse de los rincones secretos y más bellos de París, hoy no era uno de esos días.

Hoy, había venido a los tejados a deshora para poder pensar con tranquilidad y tal vez, sólo tal vez, encontrar la paz que tan lejos de su alcance le parecía estar. Cuando cerraba los ojos sólo podía ver su rostro, sus hermosos ojos azules como el cielo más despejado en un día de verano, sus labios rellenos en una sonrisa llena de autosuficiencia, sus pecas pintando sus mejillas sonrosadas de una manera muy adorable y a la vez encantadora.

Y el mundo no era mejor cuando los volvía a abrir, ya que todo había ido perdiendo color conforme pasaban los días, casi obteniendo un mundo en blanco y negro, sin nada que le llamase la atención si ella no se encontraba en la pintura.

¿Se estaba volviendo loco acaso? ¿Tan prendado de ella estaba que ahora no era capaz de vivir sus días si no lograba verla? Sí… sabía que había perdido la cabeza mucho tiempo atrás, después de todas esas noches sin dormir y las veces que se había lanzado sin dudarlo un momento para interponerse en la trayectoria de un ataque. Y lo peor de todo era que sabía que no había vuelta atrás. Que era algo que no podía revertir, que sería para siempre. Para lo bueno y para lo malo, estaba incondicionalmente enamorado de Ladybug, correspondiere ella a sus sentimientos o no.

Frunció levemente el ceño al pensar en eso último. ¿Qué pensaba Ladybug sobre él? Después de todos estos años, de todas las cosas que habían pasado juntos, de las largas conversaciones en sus noches de patrulla, ¿algo había cambiado en ella? No tenía ni idea y no era capaz de preguntarle directamente por más que se armase de valor la noche anterior ya que se volvía un amasijo de nervios y sonrojos cuando las palabras se le atajaban en la garganta.

Chat se sentó en el borde del edificio sobre el que se encontraba, pensando otra vez en esos ojos azules y esos labios; esta vez en un recuerdo que luchaba por borrar de su mente. Había parecido que todo iba como siempre, que podrían resolver este akuma en muy poco tiempo, pero fue su misión como protector el sufrir ese ataque en vez de su Lady, por lo que fue él en vez de la chica quien tuvo esas visiones.

Era ella, frente a él en un mundo borroso y lleno de nubes oscuras de tormenta, quien le gritaba que lo odiaba una y otra vez. Que le decía que cómo se atrevía a pensar que alguna vez podría llegar a ser como ella, que pensaba que no lo necesitaba y que nunca nunca jamás lo vería como algo más que un asistente ocasional.

Sabía que era una ilusión hecha para hacerle daño, para debilitarlo, y para destruir su relación con su compañera y disolver el equipo. Por eso no permitió que le afectase y se sobrepuso satisfactoriamente, destruyendo la ilusión que tenía el rostro de su amada asistiendo a la verdadera Ladybug en la batalla.

Pero todavía estaba ahí en sus recuerdos el rostro contraído en rabia y asco, desdén mezclado con una mirada de condescendencia, el cóctel perfecto para atacar donde más le duele. Había plantado la semilla de la duda en su corazón maltrecho. ¿Qué pensaba Ladybug realmente de él? ¿Confiaba de verdad, o sólo lo hacía por obligación? Ya ni pensar en si tuviese sentimientos hacia él… Tantas veces había dejado claro que tenía cero interés en sus avances y que para ella todo eran juegos y chistes.

Chat Noir suspiró y llevó una mano hacia su rostro sintiendo la máscara cubriendo gran parte de sus rasgos a través de la tela de sus guantes. Luego estaba el asunto de las identidades. La chica de sus sueños, tan cerca y tan lejos. Podría ser cualquier chica caminando por las calles de París. ¿La habría visto andar a su lado y no se había dado cuenta? ¿Estaría en su mismo instituto? ¿Había visto los miles de carteles con Adrien Agreste (que no Chat Noir) que empapelan esta ciudad? ¿Tendría la mínima curiosidad de saber quién era él detrás de la máscara y los chistes malos? No, claro que no. Tantas veces lo había dejado claro y todavía no sabía por qué ella se mantenía firme en esa decisión.

Si tan sólo ella le dejase entrar en su corazón acorazado. Sólo una vez, sólo una oportunidad. Que lo tome en serio, que lo mire a los ojos cuando se confiese, que no salga corriendo cuando el aire entre ellos cambiase una de sus noches juntos. Sólo quería salir de ese estado en que se encontraba atrapado día tras día. Un limbo en blanco y negro, noches sin sueños y un corazón roto.

No supo en qué momento las lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas, pero cuando por fin las notó calentar sus mejillas heladas por la brisa ya era demasiado tarde para detenerlas. Se dejó llevar por esas emociones unos momentos más sabiendo que cuando terminase estaría un poco mejor y podría sobrevivir hasta la próxima vez.

Con cuidado, volvió a cerrar su corazón herido detrás de una cortina de terciopelo antes de emprender el camino de vuelta a su casa.


Cuando la volvió a ver, un par de días después, su mundo volvió a recobrar un poco de color. El rojo y el negro de su traje parecía pintar a su paso y allá por donde ella fuese el aire parecía más respirable. Chat inspiró hondo para disfrutar de tal delicia.

— Chat, ¿qué haces? Te vas a quedar atrás.

Él sonrió levemente y la siguió sin decir muchas palabras. Su corazón ardía por decirle a su amada todo esto, por confesarle todo lo que guardaba en su interior y quizás, poder dar un paso adelante.


La semana siguiente hubo un ataque de akuma y como siempre la vio ahí, toda grácil y como una especie de ángel guardián con la dotes de un acróbata profesional, al llegar al sitio del ataque. Se tomó unos segundos para mirarla y admirar su belleza, poniendo una mano en donde su corazón palpitaba dolorosamente intentando salir de su pecho.

— ¡Chat!

Sacudió la cabeza y corrió a su encuentro como si fuese una especie de caballero de la brillante armadura; sólo que sin princesa, sin armadura y sin un beso en un felices para siempre.


— ¿Por qué has hecho eso?- dijo Ladybug frunciendo el ceño mirando con preocupación la herida en el hombro de su compañero. Alzó el rostro al no recibir respuesta y se encontró con los brillantes ojos verdes de Chat Noir mirándola fijamente y sin parpadear.- ¿Chat?

Él ladeó la cabeza y sonrió un poco y, por un momento, vio algo pasar por delante de los ojos del chico gato. Y la sonrisa fue para ella muy diferente a las que normalmente le suele dar. Un poco más triste, quizás, pero para nada era una sonrisa bromista para tranquilizarla ni nada de lo que acostumbraba.

— Estaré bien, My Lady- susurró con voz ronca su compañero. Su corazón dio un salto inesperado, sobresaltándola.

— ¿Seguro…?

— ¡Totalmente!- sonrió más abiertamente, cerrado los ojos y mostrando todos los dientes en algo ya más usual. Por fin libre de sus ojos verdes llenos de emociones, Marinette pudo echarse hacia atrás para dejarle sitio.

Chat se levantó lentamente, sacudió su traje de cuero como si no tuviese un corte enorme en su hombro derecho, e hizo un saludo con los dedos índice y corazón. Y así, sin más, Chat Noir saltó hacia los tejados de París con ayuda de su bastón.

Ladybug sólo pudo observarle desde donde estaba, arrodillada en una calle solitaria en medio de la noche, sin saber qué acababa de pasar. Con la boca abierta todavía, no se dio cuenta cuando sus pendientes soltaron el último pitido y su transformación se deshizo dejando a simplemente Marinette.

Tikki no dijo nada tampoco, sólo frunció el ceño cuando pensó en esos ojos verdes llenos de emociones contenidas.


Plagg tampoco decía nada mientras observaba a su dueño limpiar la herida del hombro con agua oxigenada y gasas. Adrien tenía una mirada distante y vacía mientras pasaba la gasa empapada en desinfectante para luego vendarla adecuadamente.

— ¿Cuándo vas a decirle?- espetó el gato. Esperó unos momentos a que el joven le respondiese, pero como parecía no haberle ni siquiera escuchado, volvió a intentarlo- ¿Adrien?

— ¿Hm?- él se giró a mirarle, pero no parecía estar mirando. Sus ojos seguían distantes, como viendo algo más que lo que tenía delante. Plagg no pudo evitar el escalofrío que le recorrió por la espalda.

— Adrien...- susurró en vez del comentario sarcástico que tenía preparado. Voló hacia su rostro en silencio y puso una patita en la mejilla.- ¿Estás bien?

El chico miró hacia otro lado, sabiendo a qué se refería su kwami sin necesidad de preguntarle. Una lágrima se hizo paso sin que pudiese evitarlo cuando cerró los ojos. Y allí estaba otra vez el rostro del amor de su vida contraído en asco y casi podía leer las palabras en sus labios. Abrió los ojos encontrándose con el reflejo de su expresión preocupada y pálida en el espejo del baño.

— Lo estaré, Plagg.- respondió con una sonrisa lastimera.


Adrien Agreste no estaba prestando atención en clase. Literalmente, las palabras de la profesora le estaban entrando por un oído y saliendo por el otro, y si alguien le preguntase de qué habían ido las clases anteriores del día no sabía ni qué contestar. Con la misma mirada distante fija en la pizarra haciendo como que estaba centrado en clase, pensaba en su Lady una y otra vez, casi de forma enfermiza, sopesando la decisión de decirle de una vez lo que sentía por ella.

A pesar de que sabía que podría destruir la relación que tenían hasta el momento, y muy seguramente alejarlo de ella para siempre, tenía que arriesgarse. No podía más con todos los sentimientos haciendo presión en su maltrecho corazón; en ese limbo de la incertidumbre que lo tenía atrapado desde que supo que lo que sentía iba más allá que un simple amorío adolescente.

Amaba a Ladybug a pesar de que no supiese quién era detrás de la máscara. La conocía mejor que nadie, se atrevía a decir, ya que estaba seguro que la persona que ella mostraba cuando estaba con él era la verdadera; del mismo modo que Chat Noir era el verdadero Adrien encerrado detrás de años de una educación muy estricta.

Suspiró y volvió a mirar su cuaderno destinado a tomar notas de la explicación, pero que llevaba todo el día utilizando como víctima de su obsesión, dibujando una y otra vez esos ojos azules tras la máscara roja y negra. Si tan sólo me dejases una oportunidad…


Antes de que se diese cuenta ya habían acabado las clases y sólo tenía que volver a casa. Por desgracia, hoy no tenía actividades que ocupasen su mente y le quedaba un panorama de obsesión y refrescar el Ladyblog una y otra vez sólo para ver fotos nuevas de su compañera.

Suspirando por enésima vez en el día, no se dio cuenta de que lo estaban llamando hasta que alguien lo agarró por el hombro y lo giró violentamente, dándose de bruces con tres rostros preocupados.

— Tío, ¿estás bien?- dijo su amigo Nino- No pareces tú mismo.

Adrien parpadeó y se concentró en las personas que tenía delante. Alya, Marinette y el mismo Nino lo miraban con el ceño levemente fruncido en la puerta de la clase. Al parecer eran los últimos que quedaban por irse, ya que cuando miró detrás de sus amigos la clase estaba totalmente desierta. Parpadeó de nuevo después de lo que parecieron minutos y sonrió más bien por piloto automático que otra cosa. No recordaba exactamente cuál era la pregunta, se dio cuenta demasiado tarde.

— ¿Ha pasado algo?- dijo Alya acercándose un poco más, la preocupación frunciendo sus labios.

— No… estoy bien.- parecía que era lo único que podía lograr decir estos días.- De verdad, chicos.

— ¿Seguro? Adrien, sabes que puedes confiar en nosotros.- Ya me gustaría poder pedir ayuda en esto, pero lo siento... , pensó- No vamos a juzgarte sea lo que sea.

Adrien fijó su mirada en Marinette, sopesando sus palabras. Ya no tartamudeaba como hacía cuando la conoció y la verdad le alegraba mucho que se haya acostumbrado a estar cerca de él como para no ponerse tan tensa. Había llegado a conocerla mejor y había descubierto en ella una persona muy divertida y agradable, una buena amiga. Y por supuesto, sabía que ellos le darían todo su apoyo de forma incondicional; ¿pero en esto? Aquí no podía decirle a nadie.

— Seguro- sonrió un poco más, sabiendo que se notaba que no era sincero. Miró incómodo a otra parte y se deshizo del agarre de su mejor amigo- Lo siento, tengo que irme a casa. Nathalie me estará esperando con alguna actividad pendiente.

Era mentira. Y sabía que ellos lo sabían, pero no podía quedarse ahí y seguir sintiendo sus miradas tristes en él.

Salió huyendo como un cobarde hacia la limusina que lo esperaba y se encogió en el asiento todo el camino hasta su casa.


El timbre que anunciaba el descanso de clases sonó por todo el instituto, pero Adrien ni siquiera se inmutó. Ausente, comenzó a guardar sus cosas dándose cuenta de que en todo este rato no había sacado ni un sólo bolígrafo. Vaya.

— Adrien- escuchó la voz de Marinette a su espalda. Se giró con la mejor sonrisa practicada que pudo.- Puedes hablar conmigo, ¿vale? No sé qué te ocurre pero estamos todos muy preocupados por tí. Si es tu padre o es tu trabajo…- bajó la mirada hacia su bolso y vio un ligero sonrojo formándose en sus mejillas- No te preocupes, encontraremos un modo de resolverlo. Alya había pensado que quizás...

Sus palabras eran sinceras, y eso le llegó al corazón. A pesar de que estaba muy lejos del verdadero motivo, el esfuerzo que ponía en tratar de animarle, como un buen amigo hace, le hizo sonreír de verdad por unos momentos.

— Gracias- dijo interrumpiéndola sin darse cuenta-, pero no es eso.

— ¿Quieres hablar de ello?

Por un momento estuvo tentado a decir que no, pero sus ojos brillaban con tanta determinación que no pudo evitar ceder. ¿Quizás si no decía precisamente de quién se trataba…?

— Bueno…- el rostro de Marinette se iluminó como una estrella-. ¿Me acompañas al parque de aquí al lado?

Ella asintió a toda velocidad y recogió el resto de sus cosas en un abrir y cerrar de ojos. Huyendo de las miradas entre preocupadas y sorprendidas de sus amigos, ambos caminaron hasta un banco del parque que había junto al instituto y se sentaron en silencio.

Marinette lo miró esperando a que comenzase a hablar con mirada paciente y una sonrisa amistosa, mostrándole que escuchaba a lo que quisiera compartir.

— Hay una persona…- dijo después de lo que parecieron horas- Ella… A veces siento que no soporta mi presencia, pero a veces creo que todo va bien y somos amigos de nuevo…- continuó sin darse cuenta del pequeño salto que pegó la chica cuando dijo "ella"- No sé qué pensar y algunas veces creo que en el fondo no me soporta.

Marinette estaba de piedra. ¿Era una chica? No podía creerlo. No sabía qué decir. La forma en que hablaba de ella parecía alguien muy importante para él. ¿Podría ser la situación más penosa? ¿Tener que escuchar las penurias amorosas de la persona de la que está enamorada? Y por supuesto que estaba dispuesta a ayudarle.

— Hm… ¿la conozco?- dijo con cautela.

— No sé… ¿quizás?- rió nerviosamente. Miró hacia la fuente que había en medio del parque volviendo a perderse en sus recuerdos y por supuesto volviendo a escuchar la voz de Ladybug gritarle las cosas que más temía oír.

Hubo un silencio incómodo mientras Marinette se quebraba la cabeza buscando algo que decir. ¿Qué se supone que tienes que decir en situaciones como esta? ¿"Muchos ánimos"? ¿ "Espero que todo vaya bien entre vosotros"? No le salían las palabras.

— Lo siento, Marinette- la sacó Adrien de sus pensamientos. Ella levantó la cabeza con la interrogación pintada en la cara- No debería haberte mencionado nada. Lamento haberte hecho perder el tiempo.- se levantó con la misma sonrisa falsa que ha ido usando estos días.

— ¡Espera!- lo atajó antes de que pudiese irse lejos.- A...a… ¡ánimo!- logró decir.- No sé de quién se trata, y no te voy a obligar a decírmelo, ¡pero eres muy buena persona!- cerró los ojos y comenzó a darse golpes mentales por las palabras que salían de su boca- ¡No te rindas, Adrien! Cualquier chica estaría muy feliz… de… -abrió los ojos luchando por evitar que empezasen a llorar y que la voz se le rompiese en el momento equivocado- … de tenerte….

Él la miró estupefacto durante unos momentos, permitiendo que sus palabras penetraran en su corazón. Por un momento se sintió con fuerzas de nuevo y que, como ella decía, no debía rendirse. Que no estaba solo, acabase como acabase lo de Ladybug. Porque tenía a sus amigos. Sonrió.

— Gracias, Marinette.

A pesar de que esa sonrisa era la que conseguía que su corazón diese un salto de la manera más extraña posible, esta vez vino con un pinchazo adicional.


Hoy su arcoiris no estaba completo. Ladybug no estaba sonriendo y sus saltos no parecían tan potentes como siempre. Su mundo gris apenas podía sostenerse cuando su Lady estaba tan callada y distante. Varias veces estuvo tentado a decirle algo, pero se echaba hacia atrás e intentaba animarla con sus bromas y chistes usuales. Quizás como el bobo de Chat Noir podría lo que Adrien no lograba conseguir, y era hacer reír y hacer pasar un buen rato a quienes aprecia.

Cuando llegaron a lo alto de la Torre Eiffel, se armó de valor para encararla en lo que sea que le pasaba, recibiendo evasivas. Frunció el ceño.

— My Lady, ¿no confías en mí acaso?- susurró con toda la suavidad que pudo, tragándose sus miedos.

— No es eso…- giró sus ojos azules hacia la ciudad iluminada por las farolas de la calle- Es un… amigo.- la forma en que torcía los labios le indicó que había historia detrás.

Tragó y movió una mano para apoyarla en el hombro de la chica.

—¿Quieres hablar de ello?- apenas le salió en un hilo de voz. Los ojos verdes fijos en los azules, inamovibles. Chat esperaba que la intensidad de su mirada expresase el "Te quiero" que no se atrevía a decir.

— No- bajó los ojos rompiendo el contacto. Parecía incómoda, se fijó el chico, y quitó su mano pensando que estaba siendo demasiado insistente.- Vamos, tenemos que terminar la ronda.

Chat Noir pudo sentir por un momento cómo su corazón se quebraba por una esquina. Miró la mano con que la había tocado preguntándose qué estaba pasando y por qué parecía que todo había ido a peor desde aquel ataque.


Adrien estaba echado en la cama en otra noche más de insomnio. Todavía completamente vestido, zapatos y todo, contemplaba sus opciones y posibilidades. ¿Debería decirle a Ladybug lo que sentía por ella? No sabía qué podría estarle pasando con ese "amigo" (no, no iba a permitirse sentir celos), pero si ella no quería aceptar su ayuda poco iba a conseguir.

¿Qué pasaría si le dice? Ella era incapaz de reírse en su cara, estaba seguro, por lo que no tenía miedo de eso. Lo que temía era que ella lo dejase pasar como otra de sus bromas. O peor, que se sienta incómoda a su lado; que el equipo de Ladybug y Chat Noir se rompiese para siempre sólo por un deseo egoísta. Le recorrió un escalofrío al pensarlo. No quería perderla, sobretodo no ahora.

¿Qué pasaría si no le dice? Callárselo para siempre, dejar los años pasar y observarla hacerse mayor desde la distancia, probablemente casarse con otro hombre de su vida de civil, tener una familia. Dejaría el trabajo de heroína para cuidar de ellos, claro está. ¿Soportaría aguantar todo desde la distancia? ¿Sería capaz de seguir adelante el día en que ella lo dejase de forma permanente? Y como sólo podía contactar con ella siendo Ladybug, jamás podría volver a verla. Casi se le escapan las lágrimas de los ojos.

No, no podría vivir sin ella. Estaba totalmente seguro de ello. Cerró los ojos y se giró en la cama, despertando a su kwami en el proceso, e ignoró las quejas somnolientas de Plagg.

Mañana, mañana le diría a Ladybug lo que sentía por ella y resolvería esto de una vez por todas.


Marinette no podía creérselo. Las palabras no parecían haber terminado de asentarse, pero ya era suficiente para entumecer su cuerpo. ¿Por qué tenía que pasarle esto a ella?

— Lo sentimos muchísimo, hija, pero tu comportamiento ya no podemos tolerarlo.

— No sé qué bicho te ha picado este último año, pero las ausencias sin explicación en el instituto están a punto de costarte la expulsión.- Marinette no pudo ni reírse internamente de la ironía con lo de "bicho"- Por eso habíamos pensado lo de enviarte con tu tía un tiempo, para que puedas terminar tus estudios sin las distracciones de la capital. Al terminar el mes, te irás de la ciudad.

No. No. No. ¡No!

Esto no podía estar pasándole.

Era imposible.

— Pero…- comenzó a protestar- ¡No son injustificadas! ¡Lo juro!- Porque soy la heroína de París y tengo que salvar el día antes de irme a la cama- Me portaré mejor, iré a todas las clases, llamaré para pedir permiso, lo que sea… Pero no me enviéis lejos de la ciudad.

Sabine y Tom se miraron un momento, la preocupación en los ojos. Ya habían hablado de esto y la decisión estaba tomada.

— Lo siento- susurró Tom acercándose para darle un abrazo a su hija, pero ella salió corriendo antes de que pudiese dar un paso más. El sonido de la puerta de la calle resonó por todo el piso.

Marinette corrió todo lo que sus piernas podían dejarle. No sabía a dónde ir, sólo que tenía que alejarse de casa lo máximo posible. ¿Por qué le estaban haciendo esto? No pudo evitar sentirse un poco herida. ¿Salva la vida de los ciudadanos de la ciudad tantas veces y así es como se lo agradecen?

Por un momento deseó no ser Ladybug y no tener que estar en esta situación. No tener que vivir esta vida dual y confusa, siempre en una cuerda floja luchando para no caer. Alya, Nino, Adrien… sus amigos, los perdería. La vida que tenía aquí quedaría en un recuerdo y todo lo que había formado se desvanecería entre sus manos.

Y además, ¿qué hay de París sin Ladybug? Papillon seguía al acecho y sin la persona capaz de purificar los akuma no sabía qué sería del lugar. Pero claro, no podía decir nada de esto a sus padres.

¿"Mamá, soy la heroína de Paris, Ladybug, así que esta noche no me esperes para cenar"? Sí, claro. ¿Y lo próximo qué? ¿que Adrien es Chat Noir? Pff, era imposible.

Cuando quiso darse cuenta, estaba ya sentaba en un banco frente al Sena bajo la sombra de un árbol, llorando hasta que se le secaron los ojos.


Hoy iba a ser el día, se prometió Adrien. Más bien lo repetía sin cesar para que no se acobardara y se echase atrás en el último momento.

Hoy le diría al amor de su vida que la amaba, pase lo que pase, y sería libre del yugo de un amor en secreto. Fuera bien o fuera mal, lo habría dicho. Además, su Lady era muy fuerte y comprensiva, y podrían seguir siendo un equipo.

O eso era lo que intentaba creerse mientras escuchaba sin escuchar las palabras del profesor que tocaba a esta hora. Con la cabeza apoyada en una mano, miraba ausentemente a la pizarra como llevaba haciendo estos últimos días, y pensaba las palabras que le diría.

Por fin, hoy, todo se resolvería.


Dieciséis veces. Eran las veces que Adrien había suspirado. Marinette había estado contando desde la primera hora casi sin darse cuenta, una prueba más de que estaba un poco obsesionada con él. Tampoco es que tuviese muchas opciones, dado que si dejaba de concentrarse en ello volvía a pensar en la discusión con sus padres de la tarde anterior, volvería a sentir la presión en el pecho al pensar que la alejarían de lo que más quiere en este mundo.

Adrien vuelve a suspirar y gira la cabeza para mirar por la ventana. Un pájaro echa a volar y Marinette observa cómo los ojos de Adrien siguen al animal con la mirada distante, como si estuviese pensando en otra cosa. ¿Qué se le pasaba por la cabeza? Se moría de ganas por saberlo.

La campana del descanso para comer sonó y todo el mundo comenzó a recoger sus cosas de forma mecánica, excepto su obsesión, quien no se había ni inmutado por el estruendo. No fue hasta que Nino lo tomó del hombro que no se dio cuenta de que había terminado la clase.

— Adrien, no estás con nosotros. ¿Te pasa algo, tío?- dijo preocupado. El otro sacudió la cabeza.

— Estoy bien…- al ver que no se había tragado la mentira y que, además, Alya lo fulminaba con la mirada, sonrió nerviosamente y rectificó- Bueno, es que tengo algo importante que decirle a una persona y no sé cómo hacerlo.

Los ojos de Alya se iluminaron un momento antes de desviarlos a su compañera de mesa. Marinette se sobresaltó y miró a Adrien estupefacta.

— Oh. ¡Haberlo dicho antes! ¿Acaso es una chica?- Adrien pegó un salto y Alya comenzó a sonreír como el gato Chesire- ¡Bingo! Cuenta detalles, chico. ¿Quién es?

Pero él guardó silencio ya que, por supuesto, no podía decir que se trataba de la heroína de París. Bajó la mirada hacia sus manos y ausentemente tocó el anillo en su mano derecha sin darse cuenta de que Marinette se había fijado en ese pequeño detalle y había fruncido el ceño.

— ¿Podemos olvidar el tema, por favor?- susurró Adrien sintiendo que no era capaz de mentir ahora. Ni siquiera por su Lady.

Alya agarró a Nino cuando vio que éste iba a insistir y negó con la cabeza.


El descanso estaba a punto de terminar y Marinette corría buscando a Adrien por todas partes, sin éxito. No sabía exactamente qué iba a decirle, pero sentía que debía decirle algo. Cualquier cosa. Confesarse, quizás.

Si igualmente iba a irse y no lo vería más, ¿qué sentido tiene guardárselo? Ya sabía que era una batalla perdida, pero en el fondo guardaba un poco de esperanzas en algún rincón de su corazón. Que quizás al decirle algo empiece a verla a ella, que quizás se fije en todo el trabajo que hay detrás de sus conversaciones y el esfuerzo que lleva todo este tiempo haciendo para impresionarle y llamar un poco su atención. No perdía nada por intentarlo, ¿no?

Cuando por fin dio con él, quedaban veinte minutos para que empiecen las clases de nuevo y Adrien se encontraba mirando a la nada sentado en el mismo banco del parque que estaba al lado del instituto. Las manos entrelazadas y tan guapo como siempre, parecía posar para la portada de alguna revista para adolescentes. El corazón le dio un salto.

— A...Adrien-lo llamó con una sonrisa tímida.

El chico levantó la vista y sonrió levemente en respuesta, saludando con una mano. Mientras se acercaba al banco, Marinette fue momentáneamente deslumbrada por el brillo al reflejarse el sol en el anillo plateado que había visto antes. Vagamente se preguntó dónde lo había conseguido y por qué le resultaba tan familiar.

— Hola Marinette. ¿Qué ocurre?- preguntó al ver la cara de preocupación de su amiga.

— Hola- se sentó a su lado y se giró para mirarle-. Adrien…- quería decirlo, de verdad que quería decir "me gustas", pero se le atascó en la garganta.

— ¿Sí?

— … Quería saber cómo te ha ido con esa chica- Maldita sea, pensó.

— Oh, bueno- el joven torció el gesto-. No he podido hablar con ella de esto. Me echo para atrás en el último momento y nunca consigo ser sincero del todo.

— Te entiendo- Quizá más de los que crees, pensó irónicamente Marinette.

— Pero, en fin, creo que hoy se lo diré. Si no lo hago hoy nunca lo haré. Y ella es muy comprensiva, sabrá qué hacer y cómo tomárselo. Siento que no hago nada callándomelo y que conseguiré mucho más si hablo con ella y soy sincero.

Marinette casi podía oír un crujido en su pecho, más o menos donde estaba su corazón.

— Por la forma en que hablas de ella parece una gran persona…- logró decir.

— Sí, lo es- sus ojos brillaron como estrellas y su semblante taciturno recuperó la vitalidad que había perdido estos días-. Es la mejor. Fuerte, inteligente, veloz y por si fuera poco, es muy guapa.- se sonrojó un poco cuando se dio cuenta de que se le estaba escapando lo fanboy.

Otro crujido, esta vez más doloroso y estridente que el anterior. Adrien estaba enamorado hasta las trancas, se le notaba desde kilómetros, y ella jamás tendría una oportunidad con él. El bolsito que llevaba consigo, donde se escondía Tikki, dio un pequeño tirón, pero apenas pudo registrarlo. Luego ya le pediría perdón a su amiga por ignorarla.

Adrien, te quiero.

— ¿Mari?- volvió a la realidad Marinette cuando el otro estuvo agitando una mano delante de su rostro.- ¿Estás bien?

Cuando iba a contestar, escucharon el timbre que los llamaba a volver a las clases y ella aprovechó para huir de tener que decir que estaba bien y sonreír cuando lo que menos sentía era felicidad. En un murmullo que esperó que le escuchara le dijo que ella volvía antes porque tenía que ir al baño un momento, para luego echar a correr a toda velocidad, encerrarse en el baño y soltar las lágrimas que estaba aguantando.


Faltaban unas dos horas para la puesta de sol cuando Ladybug fue avistada sobrevolando los tejados de París. La saludaban, pero ella no les respondía con un saludo como era lo usual, es más, ni siquiera se giraba a verlos, y los ciudadanos se preguntaron qué pasaba con ella.

Pero es que nadie se fijó en el modo en que sus ojos normalmente llenos de vitalidad y brillantes como las estrellas en el cielo, estaban ahora rojos e hinchados de llorar. Sin brillo, parecían tener el color de un mar turbulento en un día tormentoso.

Cuando llegó al punto de encuentro de la ronda, Ladybug se detuvo para recoger su yo-yo mientras observaba la ciudad bajo sus pies, ensimismada. Sabía que su cuerpo estaba funcionando de forma automática, pero no podía salir de su mente ahora mismo. Todo le daba vueltas en la cabeza; los eventos de los últimos días, Adrien y su cara larga, la conversación con sus padres, el hacerse a la idea de que lo perdería todo...

Pero Adrien... a él ya lo había perdido hace mucho tiempo y no había querido aceptarlo. Qué tonta había sido, creyendo que habría alguna oportunidad, cuando era tan obvio que el corazón del chico estaba totalmente centrado en la chica misteriosa de la que estaba enamorado.

Marinette suspiró y hundió un poco los hombros, sintiéndose cada vez más hundirse ella misma en su miseria. ¿Por qué a ella? ¿Por qué ahora? No paraba de preguntarse. No había tenido el corazón de decírselo a Alya todavía, seguro que se enfadaba muchísimo; pero no tenía ganas de que el día se fuese aún más por el desagüe después de la confesión fallida.

Suspiró de nuevo.

— ¿Ansiosa por empezar, My Lady?- escuchó una voz desde su espalda, sobresaltándola un poco.

Se giró lentamente y ahí estaba Chat, sonriendo como siempre con esa sonrisita de niño malo pero que jura no haber hecho nada; la pose relajada mientras se apoya levemente en su bastón. Y los ojos… Esos ojos verdes la observaban con algo que no pudo descifrar, en parte porque no había podido estos días y en parte porque estaba muy cansada.

— ¿Ladybug? ¿Estás bien?-murmuró. Y aunque ella asintió y sonrió, no le convenció para nada.

— Terminemos con esto- dijo mientras sacaba su yoyo y se preparaba para salir volando por las calles de la ciudad.

— ¡Espera!- la sostuvo Chat agarrándola del brazo- Hay algo… Hay algo que quiero decirte.

Ella parpadeó un par de veces sin inmutarse ni siquiera del toque. Puso el yoyo de nuevo en su sitio antes de soltar el brazo atrapado. Lo miró esperando a ver qué decía y centrándose en el aquí y ahora lo máximo que pudo. Quizás el chico le diría por fin qué le había picado estos días.

Chat tragó fuerte, intentando quitar el nudo que se había hecho en su garganta.

Estaba nervioso, muy muy nervioso, y la mirada que le estaba dando Ladybug ahora no lo ayuda para nada. Cerró los ojos e inspiró por la boca en un intento de tranquilizarse. Bueno, allá va.

— Ladybug, la verdad es que…- no quería abrir los ojos por miedo a lo que podría encontrarse, así que los mantuvo cerrados-... me gustas desde hace un tiempo… El primer día que te vi, el día en que nos conocimos… No podía dejar de pensar en lo genial que te veías y yo-

Cometió el error de abrir los ojos, quizás esperanzado de verla contener el aliento por su confesión tan esperada por prácticamente toda la ciudad, pero lo que encontró lo dejó frío. Lo miraba con tanto asco en los ojos que no le sorprendió cuando un escalofrío lo recorrió de arriba a abajo. La boca torcida hacia abajo en lo que sólo podía ser desprecio y una chispa en los ojos que por los años que habían compartido juntos sabía que era rabia contenida.

— ¿En serio, Chat?- la forma en que espetó su nombre pareció que más bien lo escupía-. ¿Crees en serio que es un buen momento para otra de tus bromas? ¡Ugh!- ella apretó los puños y casi podía oír el chirrido de sus dientes rozar unos con otros cuando apretó la mandíbula.- No es un buen momento, ¿vale? Así que no me molestes y vete a ligar con cualquier otra chica que sí aguante tus bromas de mal gusto. Porque para mí, ya es suficiente.- y se dio la vuelta para irse de una vez.

Él mientras tanto sentía como si le hubiesen dado una patada en el abdomen. Y una bofetada. A la vez. No se lo podía creer. ¿En serio creía que era una broma? ¿Tan poca fe tenía en sus sentimientos que era incapaz de escucharle cuando le abría su corazón de esa manera?

— ¡Espera!- la volvió a sujetar antes de que sacara el yoyo, pero esta vez ella se zafó con facilidad de su agarre, golpeando su mano con quizá demasiada fuerza.

— ¡He dicho que ya!- gritó- ¡¿Cómo demonios quieres que te lo diga?! Déjame. En. Paz.

— P-pero My Lady, lo digo en serio…

— Sí claro, dices eso ahora pero luego me cambiarás por otra cualquiera cuando no esté mirando. ¿En serio te funciona el rollo de "My Lady" con todas?- estaba furiosa.

— ¡No!- dijo desesperado- Te equivocas, sólo te lo dig-

— ¡Argh! ¡Estoy harta! ¡De tí y de todo esto! ¡Yo no lo pedí, ¿vale?!- Chat se encogió un poco, sintiendo cómo su corazón se convertía en arena e iba desmenuzándose con cada palabra- Yo no pedí ser una superheroína en mi escaso tiempo libre, no pedí tener esta vida tan desquiciada ni esta carga sobre mis hombros. ¡Nunca quise nada de esto!- parecía que ella iba a llorar, pero el gato no podía ni siquiera mirarla a los ojos.

Ladybug sabía que estaba mal lo que estaba haciendo. Sabía que se estaba desquitando en el pobre Chat y que estaba siendo muy injusta. Sabía que al menos merecía que escuchase todo lo que tenía que decir y que sobre todas las cosas no merecía que le gritase de esa manera tan espantosa. Pero no podía detener las palabras que salían de su boca ni las lágrimas enfadadas que bajaban por sus mejillas. Un enfado hacia ella misma por no ser lo suficientemente fuerte como para superar todo esto ni pedirle ayuda a su compañero en un momento de debilidad. No, tenía que sucumbir a sus sentimientos y gritarle a la cara. Cerró los ojos, sintiéndose fatal y sabiendo que tendría que disculparse. Y mucho.

Se giró, sacó el yoyo y se fue rápidamente de ahí. No confiaba en su voz en ese momento, por lo que ni siquiera se despidió de Chat, convenciéndose a sí misma que lo llamaría tan pronto pudiera y se disculparía y le explicaría la situación.


En lo que duraron un par de latidos de corazón, Chat Noir poco a poco fue internalizando lo que acababa de pasar.

Había ido fatal. De la peor manera posible.

Y ahora Ladybug estaba llorando en algún sitio de París, sola, y probablemente odiándolo. ¿Querría volver a verle? Lo dudaba.

Era su culpa. Todo esto era su culpa. ¿Por qué había sido tan necio al pensar que podría haber una buena salida? Sabía que Ladybug pensaba que eran todo bromas y nunca lo tomaba en serio cuando se le declaraba una y otra vez; y que además a veces le seguía el rollo por diversión. Qué idiota había sido al pensar que esta vez sería diferente.

— Como la historia de "Pedro y el lobo", ¿eh?-susurró a nadie en concreto. Rió suavemente.

Sintió un líquido cálido bajar por sus mejillas y alzó una mano para comprobar que en efecto, eran lágrimas. Abrió los ojos que no sabía que había cerrado y miró sus garras, ahora mojadas por las lágrimas que intentaba quitar desesperadamente de su rostro.

My Lady…

Saltó al siguiente edificio apenas viendo y manteniendo a raya los sollozos que luchaban por salir. Se guiaba por instinto, sintiendo más que viendo dónde ponía los pies, y por un momento estuvo agradecido de que fuese medio gato. Se detuvo al llegar a su casa, y sin quitar la transformación, se deslizó por la ventana que había dejado abierta y corrió al rincón donde se solía encoger de pequeño cuando echaba de menos a su madre. Y entonces todavía no quitaba la transformación ya que la máscara le daba un poco de seguridad en sí mismo que ahora mismo le faltaba.

No debería haber dicho nada…, pensó. Se hizo una bola ahí mismo mientras luchaba contra las lágrimas para que se detuviesen de una vez. Maldita sea, no debería haberle dicho nada. ¿Por qué he tenido que abrir la boca? Sólo para estropearlo todo una y otra vez.

Miró su escritorio y fijó su vista en la única foto de su madre que tenía, enmarcada inocentemente en medio de una maraña de merchandising de Ladybug que había estado acumulando estos dos años. Con la cabeza palpitando del dolor, miró una por una las fotos que tenía colgadas por todas partes, el yoyo de juguete de edición limitada, los pendientes con luces que imitaban a su miraculous…

Y sintió rabia. No odio, porque nunca iba a odiarla, pero sí una rabia incontenible. A sí mismo, a Ladybug, a este maldito día en que pareciera que todo iba mal. ¿Era mucho pedir que sólo una cosa en su vida fuera bien? ¿Era acaso egoísta pensar que él podría ser algo más que un gato negro de mala suerte? Soltó una carcajada sarcástica dejando ir las lágrimas sin control. Se levantó con algo de esfuerzo y se acercó a su escritorio tambaleándose, ignorando el tintineo de la campana de su traje, dejándose llevar por sus instintos.

Tomó la primera foto de su Lady que vio y la miró más de cerca, escuchando una y otra vez las palabras hirientes en su cabeza, viendo sus ojos llenos de asco atravesarle como dagas… Y no pudo ver la diferencia entre esta Ladybug y la que el akuma le había enseñado unos días atrás. Cerró la mano que tenía la foto en un puño, arrugando el papel, y golpeó la mesa con quizás demasiada fuerza. Cerró los ojos para intentar escapar del repentino mareo que le atacó y gritó para quitar las horribles imágenes de su cabeza.

Casi podía oírla riéndose de él en alguna parte de la ciudad, pensando que cómo se atrevía este gato tonto a pensar que podría haber algo más entre ellos, que podría cambiar lo que ella sentía por él por una estúpida confesión.

Cuando volvió a abrir los ojos, tenía la respiración entrecortada y las lágrimas parecían haber amainado un poco. Lleno de furia, miró todas las fotos de Ladybug y pudo verla en ellas mirándolo con sorna, burlándose de él y de su estupidez, con esa sonrisita de medio lado y sus ojos azules brillantes escondiendo la risa.

Gritó, o más bien fue una especie de gruñido, mientras arrancaba todos sus preciados tesoros, ahora mancillados por tan espantosos recuerdos, con el objetivo de destruirlos para que así las risas en su cabeza se fueran lejos de ahí. Con las garras de Chat Noir el papel parecía que ni siquiera estaba ahí, y pronto hubo destruido todas las fotos. Miró lo que había hecho y esperó. ¿A qué? No lo sabía…

Sólo quería que el dolor se fuese de una vez.


— Ah, ya veo…- dijo una voz en la oscuridad.- Un corazón roto y rechazado, qué buen pasto de alimento para mis queridos akuma. Ve, mi pequeño, ¡y oscurece su corazón!

Papillon observó con una pequeña sonrisa llena de sorna cómo la mariposa oscurecida por sus poderes volaba sobre los cielos de París, buscando la nueva víctima. Pero esta vez no era cualquier víctima, era nada más que Chat Noir, la única persona que podría plantarle cara a Ladybug y salir victorioso.

Esta vez. Esta vez conseguiría por fin los miraculous. Y ni Ladybug podrá detenerlo.


Sentía el tirón de Plagg para que deshiciera la transformación, pero todavía no quería dejarla ir. La máscara era lo único, quizás, que lo mantenía medianamente cuerdo. Si volvía a ser Adrien estaba seguro de que se derrumbaría ahí mismo y no podría volver a levantarse.

Sintió más que vio algo pasar por su visión periférica, pero antes de que pudiese girar para comprobar qué era, algo frío lo recorrió de pies a cabeza como si le hubiesen echado un balde de agua fría. Y entonces vino el dolor.

Gritó sobresaltado y cayó al suelo cuando sus piernas se convirtieron en gelatina y no pudieron soportar su peso. Era como si su alma se estuviera partiendo en dos, cada parte tirando de la otra y no queriendo separarse; un dolor que jamás había sentido en su vida antes y que esperaba que jamás volviese a sentir.

—A… ¡Adrien!- escuchó a Plagg llamarle débilmente-¡Adrien, abre los ojos!

Y ahí estaba Plagg, sudando la gota gorda y con alarma en los ojos. No entendía qué estaba pasando, el dolor no le permitía pensar mucho igualmente, pero ¿por qué podía ver a su amigo y mantenía la transformación de Chat?

— Corre…- logró murmurar.- Busca… ayuda…

El kwami miró hacia la ventana y ponderó sus opciones. Tenía que buscar ayuda, pero no quería dejar solo al humano. Aún así supo que no podría quedarse mucho tiempo ya que conocía esa sensación y estaba temiendo que esto pasaría dada la situación. Un akuma.

Plagg suspiró y salió por la ventana volando lo más rápido que pudo, yendo hacia la única persona que podría ayudarles.


Chat Blanc….

Adrien abrió los ojos de nuevo, luchando para mantenerlos abiertos en medio de todo este dolor. Buscó a sus alrededores pero no vio a nadie a quien podría pertenecer esta voz. Miró hacia el origen de la sensación fría y el dolor y vio su precioso anillo, el miraculous, de un color que no era plateado ni negro, como estaba acostumbrado a verlo, sino que era de un color violeta enfermizo.

Chat Blanc….

El dolor fue poco a poco remitiendo mientras él se iba rindiendo al ataque de akuma. Porque sabía lo que estaba pasándole y se sintió estúpido por haberse dejado llevar por sus emociones. Y ahora estaba convirtiéndose en aquello que menos quería ser.

Cerró los ojos rindiéndose finalmente y dolor desapareció como si nunca hubiese comenzado. Por un momento sólo hubo silencio y la oscuridad en sus ojos cerrados, pero cuando los volvió a abrir pudo ver el rostro de la persona que había estado haciéndoles la vida imposible a Ladybug y a él estos años.

— Chat Blanc, soy Papillon- quiso quitarle la estúpida sonrisa del rostro de un bastonazo, pero su cuerpo no le obedecía-. Sé que me conoces y sabes qué es lo que quiero. Consigue el miraculous de Ladybug y tráemelo. A cambio te daré el poder para poder vencer a la persona que tanto dolor te ha producido y dejar de ser una sombra de mala suerte a su lado.

—…- no quería decirlo, no quería decir las palabras que harían que esto fuese real- Encantado, Papillon- dijo una voz que era la suya a través de su boca.

Atrapado en su propio cuerpo, sólo pudo admirar con horror el cómo la nube del mismo color enfermizo entre púrpura y negro lo cubría completamente. Quiso gritar, quiso llorar, pero ahora era incapaz de hacer nada de eso.

Lo siento, Ladybug…


Marinette había por fin dejado de llorar y se encontraba lamentándose de lo que acababa de hacer con Tikki, quien la escuchaba con el rostro preocupado. Había sentido algo unos minutos atrás y no estaba segura si era algo bueno o malo…

— Tikki, no sé cómo voy a mirarle a la cara ahora.- dijo la chica mirando fijamente hacia el Sena, un par de lágrimas residuales bajando por sus mejillas- No es así como quiero despedirme de él…

— Tranquila, Marinette, seguro que se arreglará tarde o temprano.

Iba a contestarle cuando oyeron un grito estridente acercarse a ellas. Sonaba desesperado.

Se giró sólo para sentir cómo una bolita negra le golpeaba justo en la frente, echándola hacia atrás. Menos mal que el equilibrio de Ladybug se le había pegado, porque pudo estabilizarse a tiempo para no caer de cabeza contra el suelo.

—Marinette…- escuchó hablar a la bola negra flotando en frente de su rostro.- ¡Tienes que ayudarnos! Sólo tú puedes…

— ¿Qué…?

— ¡Plagg!- interrumpió Tikki. Marinette no entendía nada de lo que estaba pasando- ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás con tu protegido?

— ¡Tikki! No hay tiempo para explicaciones. ¡Teneis que ayudarme!- el pequeño kwami estaba al borde de las lágrimas.

— Un momento, ¿qué está pasando?- dijo la joven sintiéndose fuera de lugar.

— Tú eres Ladybug, ¡sólo tú puedes detenerlo!- Marinette se sorprendió cuando supo su identidad secreta- No, no le he dicho a Ad… a mi protegido- se corrigió a tiempo-, pero lo he sabido desde casi el principio. Puedo sentir a Tikki, ¿Sabías?

— Bueno… ¿qué ocurre?- dijo pasando el impacto de la sorpresa.

— ¡Es Chat Noir!- gritó el kwami- Él ha…- Plagg se tensó y abrió mucho los ojos antes de desplomarse como una hoja en otoño. Marinette lo recogió a tiempo, pero antes de que pudiese preguntar qué pasaba una gran explosión se escuchó por toda la ciudad.

Cuando se giró lo que vio la dejó helada. Ese no era su Chat Noir, de eso estaba segura, ya que la persona que se encontraba destruyendo todo lo que había a su paso con un bastón tan similar al de Chat, una expresión iracunda en el rostro, no era el héroe que París se había acostumbrado a tener.

— ¿Chat?- susurró.

— Oh, señor- lloriqueó Tikki poniendo la manos en la boca del asombro. No puede ser… No otra vez…

— ¡Ladybug!- gritó el Chat Noir que no era su Chat- ¡Sal de donde quiera que estés!

Marinette cerró los ojos para intentar quitar de su cabeza los gritos de los ciudadanos que se habían visto en el camino del nuevo akuma que asolaba la ciudad. Se estremeció ligeramente cuando escuchó el estruendo de un coche destrozar toda la fachada de un edificio entero.

Porque sabía que era culpa suya.

Oh, Chat… Qué he hecho.


Continúa en el capítulo 2...