Disclaimer: Como ya sabemos, no soy la señora JKR, por lo que Harry Potter no me pertenece.
Nota: Este fic participa en el minirreto de enero para El Torneo de los Tres Magos del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black. Esta ronda consiste en escribir una parodia (otra vez para mí T.T) con uno de los típicos clichés que hay por ff. A mí me ha tocado la Sala de los Menesteres/La Torre de Astronomía/El Baño de los prefectos como picadero predilecto para jóvenes y mayores. Les mando desde aquí un saludo a las amables juezas del Torneo por hacerme sufrir otra vez de esta forma, pues esto va a ser seguro que es mi despedida. He hecho lo que he podido, aunque este género siempre me puede. No sé si he conseguido captar bien la parodia y lo que se me pedía, pero este era el borrador que más me gustaba y no se me ocurría otra cosa que se centrara más en ese tema. Como siempre, espero vuestras piedras. Un placer haber llegado hasta aquí. :)
Una noche inolvidable
Remus estaba nervioso. Tanto, que había terminado su suministro de chocolate. Y claro, ahora tenía dolor de barriga, pero ese es otro tema.
El caso es que estaba nervioso porque hoy, por fin, se acostaría con Sirius después de estar años babeando por él y perdonarle todas sus locuras para lanzarle una indirecta. Pero eso fue en vano, pues no se dio cuenta hasta que Lily se lo insinuó.
En el momento en que Sirius le empezó a besar, la sala hizo aparecer una cama, les puso música de fondo para crear ambiente, una cómoda con cajones en el que en cada uno de ellos tenía un cartelito donde se leía un tipo distinto de preservativo (por si preferían la forma muggle, claro), látigos con otros artilugios por si les iba lo sadomasoquismo y un largo etcétera.
—Este sitio es genial, ¿verdad? —Sirius dejó de besarle para observar el lugar—. Vamos, tenemos dos horas antes de que vengan los siguientes. Tuve que cambiarle la hora a Thewlis. Me tocó a las doce de la noche, pero sé que no te gusta salir fuera del toque de queda.
Remus sonrió agradecido por el detalle.
—¿Cómo dijiste que se llamaba este sitio? —preguntó a Sirius.
—La Sala de los Menesteres.
—¿La Sala de los Menesteres? —repitió. Un momento después, se dio cuenta de que le resultaba familiar—. Pero ¿no se supone que no se sabe cómo funciona hasta el quinto libro?
Él se encogió de hombros y volvió a seguir con lo que había empezado. Sin embargo, antes de que hiciera algo, Remus le detuvo con la mano.
—Espera. Antes tengo que decirte algo. Los hombres lobo… solo podemos unirnos con una persona para siempre.
—¿Lo dices en serio? —dijo Sirius, sin poder creérselo—. Joder, menuda putada. No te preocupes, todavía me queda tiempo hasta que me mate una cortina. Luego encontrarás consuelo en mi sobrina. Eso de que sea metamorfomaga te dará morbo.
Y Remus asintió conforme con la cabeza, para continuar sin ninguna otra interrupción y poder disfrutar de una noche inolvidable.
