Buenas, chicos, es mi primer fic de Zelda que escribo en este usuario, espero que les agrade.
–Hasta que la muerte nos vuelva a separar–
Por: Zword
Capítulo I: Recuerdos y sospechas
"Es curioso el destino, pues nos atrae hacia las almas de seres a los que nos hemos topado con anterioridad.
Sin embargo en este mundo existen dos almas que se han podido encontrar desde tiempos inmemorables y que con las eras sólo la muerte las ha logrado separar, pero aun con esta adversidad natural que les impone el transcurso del tiempo… se han vuelto a encontrar para amarse una y otra, y otra vez…"
Este es un reino llamado Hyrule, que en su gran historial de leyendas se cuentan mil y un historias, pero la más conocida relata la aparición de un joven cuya alma está destinada a salvar ese reino cuando se le necesite.
Sí… el siempre viene y va, su alma nace y muere varias veces, pero no es el único implicado, pues tras fondo, también comparte un vínculo sagrado con la ancestral alma de una joven que antaño tuvo un papel tan grande como el de las diosas de oro.
Es curioso el destino, ¿verdad?
Dentro de la época que recordamos con más facilidad, de nuevo se aproximan son sumo acecho de su encuentro…
Ella era simple y sencilla, pero también complicada y era difícil comprender sus sentimientos más internos.
Tenía tantas responsabilidades desde el día en que los monarcas del momento fallecieron.
Tan joven, tan madura y tan cerrada, pobre muchacha, pobre que, cerrada al mundo de sus propias inquietudes, se hallaba en esos momento.
¿Llorar? O ¿Hacer lo que debía sin más?
-"Una doncella mantiene su frente en alto y avanza sin que las dificultades le hieran" – Era el lema de su fallecida madre, recitado por su propia voz.
Así, de esa manera, vivió durante cinco largos años de su vida.
Y sin saberlo el día del encuentro… se dio.
Ella miraba hacia aquella ventana, tan melancólica, tan entristecida y a su vez con la inquietud por su pueblo.
En su mente tenía en cuenta la culpa, sabía que tenía que pelear, pero no había retorno a la página.
Con serenidad escucha esta los pasos sólidos de guardias hacia su habitación, sin temor de encararlos, espera a que vuelvan a balbucear palabras que no se pueden comprender, pero de lo contrario escucha un gruñido que le aterra.
Un ligero quejido del miedo sale de su boca y a su vez voltea tratando de enfrentar su temor, pero su sorpresa es grande al ver que sólo se trataba a una bestia de ojos azules como el cielo nocturno y al pequeño diablillo con el que se había topado días antes, pero después de la tragedia.
La bestia observa fijamente lo único que no le cubre del rostro a la doncella y se calma de inmediato, quizá por la tranquilidad que sus ojos le daban a la bestia, esos zafiros que, aunque cubiertos con una capa de sombra por la capucha, aun se apreciaban.
El diablillo gira la cabeza divertidamente al ver la reacción de ambos. Mientras el lobo avanza hacia la doncella.
-¡Midna! – recita con alegría y sorpresa.
Esta se ríe y con una voz risueña e infantil le responde – Oh, aun te acuerdas de mí – su mirada la acecha con diversión.
En el instante la joven doncella responde – Así que… este es a quien buscabas – Al tiempo la doncella le observa con detenimiento a ambos ojos, atrayéndole la atención de tal forma que, sin entender por qué, quedo parada sobre el tiempo.
-¡Sí!, bueno, es algo distinto a lo que esperaba pero ¡Bah! ¡Qué más da! – La pequeña diablillo le contesta, sacando de sus pensamientos a la doncella.
Hubo un instante de silencio, roto momentos después.
-Por lo que puedo ver... Estabas cautivo – le dice – Siento ese trato tan cruel – vuelve a decirle, mirándolo con seriedad.
El momento es distorsionado por el diablillo quien, con tal descaro, comparte la inquietud de aquella pobre figura de lobo.
-Pobrecito, todavía no comprende donde se encuentra y que ha pasado – Le acaricia aunque recibe una mirada matadora de la bestia.
Ella bruscamente continúa con las "caricias" y vuelve a decir en alto – Así que ¿por qué no le haces el favor de contar lo que hiciste? – La figura femenina acalla su voz, mira hacia el suelo con arrepentimiento – ¿¡Princesa del crepúsculo!? – Así mismo revela la identidad de la joven entre risas maliciosas. La otra mira a otros lados con el arrepentimiento interno.
Con una voz entre cortada y rota ella le responde – Así lo haré, Midna. Escúchame, entonces – dirige sus ojos hacia los de la bestia – Esta es la tierra donde se cuenta que antaño dormían los poderes de las diosas. Este era antes… el Reino de Hyrule
El ambiente se transforma a uno más tenso, el lobo mira atento a la doncella que relata la historia.
-Pero esta tierra bendecida ha sido transformada por el tirano de las sombras. La ha convertido en uno de sus dominios bajos las obscuras nubes del ocaso.
Sus ojos se entrecierran poco a poco hasta cerrarse por completo y con intensidad comienza a narrar lo sucedido.
"Era un día que me temía iba a ocurrir. Un intruso logro entrar al castillo alertándome de inmediato. El trono, lugar donde yacía sentada, ahora estaba rodeado por los mejores guardias de Hyrule. Al frente había más hombres esperando al enemigo en la gran sala del trono.
Una extraña y espesa niebla entro por la gran puerta del trono, expandiéndose a lo largo. Pasé la saliva con preocupación y observe paciente.
Al frente y a los lados, horribles criaturas obscuras y con tatuajes en rojo se arrastraban por el sitio atacando a cualquier soldado que se les atravesara.
Una rabia se lleno en mi pecho al ver como mis soldados desfallecían sobre el suelo, entonces… fue visible el que atacaba, cuando la nube negra desaparecía.
Con atrevimiento se acercaba hasta mi ubicación, con desdicha mira a los caídos.
Se poso ante mi trono, metros antes y con osadía me pregunto – Debes elegir, rendirte o morir.
En ese momento debía elegir por todo mi reino… No sólo mi propia vida…
¿Vida o muerte?...
Los soldados me miraron, confiados con vigor de derrotarle, pero sabía que no eran capaces, no arriesgaría más vidas de las necesarias…
Apreté con furia mi espada, selle mi boca presionando mis dientes de la rabia y luego…
Deje caer la espada sobre el suelo…
De lo contrario…
Todo Hyrule hubiera perdido más vidas… era algo que no podía soportar.
Hubo tantos estragos… la gente se veía aterrada de saber que pasaba, el castillo fue inundado en llamas luego de eso.
Las sombras cubrieron Hyrule y a mis súbditos… despojados de toda luz fue que se transformaron en almas. Pero ellos… aun no son consientes de su transformación…
Sólo viven aterrados por los seres de las sombras"
La princesa dejo salir un suspiro hondo y se levanto del suelo para mirar con notoria melancolía hacia las afueras de esa triste ventana.
-Este es mi reino ahora, y yo soy su princesa – Dice firme volteando hacia el lobo. Con atrevimiento y cerrando sus ojos se retira bruscamente la capucha.
El diablillo y el lobo se sorprenden…
El cabello castaño, las joyas… las delicadas facciones de la doncella se hacen tan presentes sobre la mente de ambos sorprendidos. Ya sin miedo sigue con su presentación – Me llamo Zelda – Ella no hace más que entristecerse al decir su nombre, como si tuviese vergüenza.
El lobo prácticamente helado, y pensar que tan sólo hace unos días él iba a ser quien le entregase de propias manos el obsequio de su pueblo, la espada de Ordon, a la princesa Zelda.
-Hey, no hace falta que pongas esa cara tan triste, princesa – le dice el diablillo para consolarle – Posa sus manos tras la nuca y continua – Para nosotros estas nubes no están tan mal, sólo es cuestión de acostumbrarse, ya verás – la sonrisa de la diablillo y la insinuación en plural molestan al lobo notoriamente.
Zelda observa al diablillo con curiosidad y dice – Midna, los demonios han estado rondando en tu búsqueda, ¿A qué se debe?
La otra, nerviosamente, flota dándole la espalda a la princesa.
Ella le mira esperando una respuesta justa pero con un semblante de tristeza.
-¡Eso digo yo! ¿A qué se debe? – Suelta una risilla nerviosa – No sé, ¡No sé!
La joven castaña se resigna para luego advertir a sus invitados.
-Los guardias deben estar a punto de rondar por este lugar, deberían salir –Pide la doncella.
Con poca gracia la sombra cae sobre el lobo, este fastidiado, por los mal tratos, le gruñe mirándola.
-Dense prisa, ¡Huyan!
Ambos se despiden de la doncella, mientras ella observa a aquel lobo con esperanza…
-Confió en ti, Link… – Balbucea de la nada. En ese instante con una cara sorprendida se toca el pecho – ¿Por qué… yo?
Esa fue la primera vez en esa vida que se conocieron.
Cuando todo regreso a la normalidad la doncella tenía todavía más responsabilidades.
Hacía apenas unos meses el reino volvió a ser lo que antes, pues se había sumido en las terribles nubes del ocaso, entre las tristezas y desesperaciones de sus habitantes, todo por cortesía del infame hombre del desierto, Ganondorf, y al tirano de las sombras, Zant.
Pero eso ahora era historia. Era tiempo y lugar para abrir la visión del mundo y ampliar su propia visión.
Aunque lo último era un gran conflicto. Ampliar el horizonte le obligaba a ponerse en los zapatos de otros, pero con tantas cosas que hacer le era difícil concentrarse, por lo que se auxilio de quien no podría negársele nunca.
El era un muchacho alegre, extraordinario y educado, muy fácil para darse a entender en la sociedad pero también bueno para malinterpretársele.
Al contrario de la mujer, el si era abierto y tenía una gran visión sobre el mundo, sin contar que fue quien había ganado la libertad de Hyrule.
Poco sabía ella de él, pero aun así su compañía era grata para ella.
Sus nombres eran, Zelda, la princesa de Hyrule y Link, el héroe del crepúsculo.
"El joven Link… en esta ocasión la bestia de ojos azules que salvo a Hyrule una vez más"
"La princesa Zelda, quien dio todo de sí nuevamente para traer la Luz junto al héroe"
-Link – dijo ella en su despacho, mientras el joven se encontraba leyendo interesado – ¿Podrías hacerme un pequeño encargo?
El muchacho de inmediato dejo de hacer lo suyo y asintió –Por supuesto – responde.
-Siento pedirlo así – Dice con un semblante risueño – Necesito que vayas a la biblioteca del centro y pidas a Shad los papeles que le encargue guardar – Dice aun haciendo lo suyo, sellando peticiones, enviando cartas, etc.
-Por supuesto, aunque – duda un poco el muchacho – Tengo entendido que Shad no ha regresado de su viaje, madame.
-¿Madame? – Zelda llama la atención de Link por repetir su frase, aunque aun nerviosa se ríe – Entonces… tendremos que esperar.
-Claro – dice el – Aunque puedo ver que está muy nerviosa y además estresada, ¿no debería descansar un poco, su alteza? – Le pregunta acercándose a la castaña con preocupación.
-Un poco… si, pero estos papeles llevan tiempo de esperar – Responde suspirando hondo – Ni siquiera tengo tiempo para mí y no puedo dejarle esta tarea tan importante a cualquiera.
-Mmm – El muchacho piensa un poco tomando su barbilla – ¿Qué le parecería ayuda de buenas personas? – El rostro del muchacho se torna divertido y tan amable como siempre, pero ella niega con la cabeza.
-Eso sería cargar la responsabilidad a otros, Link, además no podría – Comenta – Lo mejor será que termine pronto.
Link volvió a su asiento preocupado. Siguió leyendo mientras de reojo observaba a la princesa.
-No te exijas demasiado, Zelda – dijo por lo bajo, la joven princesa al escucharlo le observo y paso un segundo, un segundo observo el semblante del muchacho y este al sentir la mirada de la soberana también la observo.
Ella se volteo de inmediato al sentir la mirada del muchacho, avergonzada. El no le prestó mucha importancia y miro de nuevo hacia las palabras del libro.
Horas más tardes la joven estaba cansada y el muchacho se había dormido.
Zelda se acerco hacia Link y luego le toco el cabello – Mira cuanta libertad, me da envidia, Link – dice ella – ¿Por qué yo estoy haciendo esto con tanta confianza? – Sigue mirando la tranquilidad del muchacho – Aunque… a decir verdad tocar su cabello me causa mucha tranquilidad.
-Padre – dice entre sueños el muchacho – Padre…
-¿Eh?
-Padre – La cara del joven se torna extrañamente confortada y luego dice – Padre… gracias – el muchacho comienza a llorar con una sonrisa en su rostro.
La princesa le mira triste al rostro, ella no sabía nada sobre su pasado pero se notaba que el recuerdo de su padre se había quedado en él y en su corazón.
La joven salió de la habitación y pidió una manta a sus mucamas Estas inmediatamente se la dieron, ella volvió a entrar a su despacho, aunque acompañada de las mucamas curiosas de saber lo que haría con aquel objeto.
Sin decir una sola palabra ella extendió la manta y se la puso al joven héroe que ahora reposaba tranquilamente sobre uno de los finos sofás. Una sonrisa se dibujo en su rostro.
La mujer pidió una taza de té, la poso sobre el escritorio de su despacho y siguió con sus deberes.
Poco después, cuando por fin termino miro que Link aun dormía. Unos minutos después ella decidió sentarse a su lado, para descansar de la fría silla del escritorio. Y luego de unos segundos comenzó a cerrar sus ojos lentamente.
La gravedad hizo lo suyo haciendo que por accidente ambos quedaran dormidos cuerpo a cuerpo.
Una suave voz despertó a la doncella, para entonces era de tarde, la noche comenzaba a surgir, pero antes se hizo presente el crepúsculo. La chica no vio a nadie a su lado, por lo que se dispuso a mirar en el balcón tras el escritorio, donde observo que su amigo se encontraba sentado, apoyado en el balcón mirando al crespúsculo con un aura de melancolía, el viento fresco le daba en el rostro y ella entonces se le acerco lenta pero segura.
-Dime, Zelda –el comienza a hablar – ¿Cuál fue su razón para irse así nada más?
Ella no contesto, solo observo al joven, pero luego a su mente vino un recuerdo – Bueno… Midna no era tan diferente de mi persona – dice ella –así que creo que lo hizo para mantener su reino y el mío a salvo de los sentimientos de nuestros pueblos. Aunque eso costara su felicidad.
-¿Felicidad? – Dice – Si… eso creí también… pero quería estar seguro…
-Asegurarnos es una buena acción – responde con una sonrisa.
-Ya que pareces dispuesta a responder sin titubear, princesa, ¿Por qué te esfuerzas tanto sin apreciar tu propia felicidad?
Ella callo de golpe, pensaba en responderle pero no tuvo ninguna claridad, hasta que el siguió hablando.
-No me agrada – dice él, el cielo cada vez estaba más obscuro – No me agrada que tú hagas esas cosas Zelda, no quiero que te sobre esfuerces porque te aprecio mucho. Aun cuando tengamos que fingir frente a otros que somos extraños y no amigos, odio ver cuando te piden demás.
-Link… en realidad…
-Pero te advierto una cosa, antes de que prosigas, Zelda – Este se baja del balcón y le dice – No pienso seguir viéndote así… por que la próxima vez que te pidan sobre esfuerzo yo… hablare aunque no les importe mi opinión.
-No hay necesidad de tanto – dice ella – Aun así aprecio todo lo que haces y el que te encuentres a mi lado siempre para cuidarme me hace sentir protegida y satisfecha – ella sólo se limita a sonreír.
Link se acerca lentamente a la muchacha, tratando de acariciar su cabeza, pero simplemente no puede hacerlo.
-Lo siento… estuve a punto de hacer algo que no se me permite – dice – Perdona…
-Hazlo – dice en seco mirando al suelo – Yo siempre que tengo la oportunidad, mientras duermes… lo hago – Confiesa, Link no duda dos segundos y la abraza por la cabeza y la espalda.
Antes parecía imposible pero el tiempo hizo su trabajo y el joven había crecido considerablemente más que la princesa.
-Gracias por estar a mi lado, Link – Ella también le abraza a su manera.
-Después de todo lo prometí en el último momento, cuando Midna se fue sé lo mucho que te afecto, como ya lo habías dicho, por un instante tu corazón y el suyo fueron uno.
Una ola de sentimientos arraso con su frio corazón mientras sus pensamientos se llenaban de aquellos momentos vividos con Midna y Link, puesto que su conciencia estuvo al pendiente de ambos y su seguridad.
No podía estar equivocada ahora, sus sospechas… sólo Link podía hacer que su corazón se llenara de esos sentimientos… Tan sólo Link podía hacer que su corazón fuese sincero con sus deseos… Sólo Link.
"¿Qué significado tiene todo esto?"
A saber… pero ella tenía que saberlo. Zelda quería saber la naturaleza de lo que pasaba sin importar el medio por el cual lo hiciera. Ella iba a encontrar el significado de sus sentimientos hasta desfallecer, porque…
Aquella calidez era misteriosa, excitante y tan importante que no se detendría.
–Continuará
