Este fue el comienzo de mi nueva historia, mi nueva vida.

Como un golpe de suerte, la consciencia vino a mí de manera lenta y subliminal sin llegar a darte cuenta realmente de en qué momento sucedió esto. Había despertado, no había duda, salvo que aunque mis párpados permanecían abiertos no distinguía ninguna luz.

La oscuridad reinaba por mi campo de visión hasta que poco a poco pude distinguir figuras entre las sombras y pronto pude notar como mis sentidos se despertaban somnolientos.

Olía a detergente y desesperanza, tal que mi cerebro reconoció mediante transmisores que me encontraba en un hospital. Sin embargo, ¿qué hacía allí?

Toqué con mis delgados dedos el borde de lo que parecía ser la manta de la camilla del hospital, me asusté al no detectar nada pero pronto sentí su suave tacto.

Ya estaba completamente despierta.

Incliné lentamente mi cabeza hacia la izquierda,encontrándome con un gran ventanal donde, a través de las cortinas, se podía ver el cielo vagamente estrellado y múltiples edificios sobre todo. Hice lo mismo hacia el otro lado, la derecha, donde se encontraba la puerta que daba a aquella pequeña habitación pero lo que realmente llamó mi atención fue la mesita de noche, donde sobre ella descansaba algo que reconocí como un móvil. Mi móvil.

Un sentimiento desesperado al verlo emergió, la necesidad de que una llamada saliente iluminara la pantalla. Pero claro, ¿por qué era esto?

Como si ese pensamiento hubiera ejercido una orden sobre el dispositivo, este se iluminó pero no con una llamada, si no rezando "nuevo chat abierto".

La curiosidad me invadió e hice el esfuerzo de estirar el brazo hacia el móvil, cogiéndolo entre mis manos. No supe como desbloquearlo en un primer momento hasta que posé el dedo pulgar sobre un botón.

La notificación continuaba anunciándose, así que pulsé sobre ella, entrando en una sala de chat.

«Zen: No puedo dormir. »

«Zen: Oh... ¡Vee ha despertado!»

Me sobresalté al leer el nombre, mi nombre, Vee. Lo reconocí como mío, en cambio, no el nombre de quien lo había escrito. Zen. ¿Quién se supone que era?

Tecleé sobre la pantalla con dedos temblorosos mi pregunta, una gran pregunta.

«Vee: ¿Quién eres...?»

«Zen: Estás bromeando, ¿verdad?;;»

«Zen: Dime que estás bromeando.»

«Vee: No, no lo creo.» -dije, con un nudo en mi garganta.