La cruda guerra que inicio la nación del fuego, tras criminales cien años finalmente pudo concluir, el bien una vez más acabo con el mal. El Avatar Aang, joven maestro, ultimo sobreviviente de los nómadas del aire, tras emplear técnicas milenarias nunca antes vistas en este mundo, logro acabar con los días de tiranía del rey fénix Ozai...

Comenzando una larga travesía decidí enfrentar el desafío de hacer mía la historia que logro captar la atención y fanatismo de muchos jóvenes y niños a lo largo y ancho de todo el mundo.

Insatisfecho con el pronto concluir de la leyenda de Aang, como fan acérrimo de las bien gráficamente narradas historias de Bryan Konietzko y Michael Dante Dimartino me permito la osadía de modificar el curso de los acontecimientos e imbuirme en este universo.

Traigo a ustedes, esperando una buena recepción el cuarto libro de la serie que nos enamoro, eso sí haciendo caso omiso de la secuela estrenada este año.

Avatar: la leyenda de Aang

Libro cuatro: La batalla contra la sustancia eterna.

Luego de cien años de guerra el mundo quedo destruido, las naciones desunidas y el equilibrio vulnerado. Pero con la firme certeza y convicción que las cosas volverían a ser igual que en aquel tiempo antaño a la debacle, la humanidad sabía que bajo el resguardo del Avatar las cosas no podrían ser de otra forma. ..

Con la ayuda de sus inseparables camaradas y de la cofradía de los sabios ancianos que conformaban la orden del loto blanco, el joven monje tras ingentes esfuerzos logro comenzar a construir el camino que direccionaría al mundo a una nueva era de paz...

...Tras largos cinco años de duro trabajo el Avatar Aang finalmente pudo concluir su misión.

Las colonias de la nación del fuego fueron destruidas...

...Un solemne tribunal liderado por el anciano general Iroh pudo de una vez por todas entregar al mundo la justicia que merecía...

...El amplio continente del reino tierra al fin pudo respirar en paz y gritar a todos los vientos su devuelta libertad...

... La alicaída tribu agua del sur pudo por fin regresar a su antigua majestuosidad, pues Paku, Katara y Aang se encargaron fielmente de ello...

...Gracias al gurú Pathik y al joven avatar la nación de los nómadas del aire logro ser reconstruida...

...La nación del fuego, gobernada por el naciente idealismo y el incuestionable honor del señor del fuego Zuko, tras ingentes esfuerzos logro recuperar la confianza del mundo...

Las cosas retomaron el curso perdido, al parecer el equilibrio volvió.

Capitulo I (Parte 1): el inicio de una nueva pesadilla.

Las reconstruidas e interminables torres del templo del aire del sur frágilmente rozadas por las nubes y rodeadas desde lo alto por sendos bisontes, aquel día lucían más radiantes y bellas que nunca. Todo era más bello que seis años atrás. Sus repobladas habitaciones y enormes pasillos nuevamente transitados, ahora desprendían brillantez y cálido hedor, lo cual se alejaba bastante del sentimiento nauseabundo que alguna vez ahí vivió.

En los grandes jardines verdes que rodeaban el templo, deambulaba libremente la vida, la brisa del viento y la luminosidad del sol, siendo fiel compañía de los hombres que se encontraban en aquel lugar esperando hace horas ya, a aquel respetable joven que hace algunas semanas los mando llamar. En aquel momento los disimiles y chispeantes semblantes que sostenían paku, Iroh y el rey bummy hacían un perfecto contraste con la intranquilidad e impaciencia que guardaban los jóvenes que se disponían cerca del sitio en donde relajadamente, sin pesar alguno, daban lugar a una intensa partida de pai sho.

La mescolanza de pesares que existía aquel momento apenas acechaba los temples de los hombres que fielmente se entregaban a su juego, hasta el momento eran los únicos que no lograban enfadarse.

De pie al alero de un árbol se encontraba intrépida y sagaz como siempre, la ciega y malhumorada toph, quien no hacia más que mover de forma constante su pie derecho en una postura desafiante, como demostrando sin más su impaciencia y malestar debido a la espera. Ya quería tener a Aang frente a sí para aleccionarlo.

Zokka algo apartado de aquel grupillo, se encontraba absorto a las circunstancias, sentado sobre unas rocas que se hallaban cerca del vacio, con la atención puesta completamente en las montañas localizadas en el sordo horizonte. Hace horas que intentaba buscar respuestas a las interrogantes que en aquel minuto le asediaban. Su ahora maduro semblante se encontraba pulcro de toda ironía, brillantez y sarcasmo. Semanas atrás Aang de forma sorpresiva le había hecho llegar una misteriosa carta, invitándole a una reunión, rogando asistencia. ¿Qué motivo habría después de la guerra para tal tono de urgencia? ... No se lo explicaba... De un momento a otro un estruendoso ruido le hizo salir de si, desde el cielo se aproximaba implacable una enorme nave con el signo de la nación del fuego, al parecer el monarca de aquel sitio también había sentido el llamado del avatar. Solo aquello logro sacarle una sonrisa, pues desde que se inicio la reconstrucción del mundo, hace ya cinco años, que no veía a Zuko.

La nave bajo lentamente hasta lograr ubicarse en un sitio específico destinado para ello. Todos los que allí se encontraban – incluido momo – dejaron de hacer lo que hacían y se dispusieron a caminar hacia el lugar en donde la nave había aterrizado. Una comitiva de escoltas bajo antes que nadie de aquel objeto que volaba, para imponer su presencia y presentar como se debe a la persona cuyas espaldas cuidaban.

- Ante ustedes, hermanos de la nación de los nómadas del aire... – aspiraron para engrosar la voz – ¡el seños del fue...

"Jum!, impuntual y además presuntuoso – dijo toph para sus adentros mientras cruzaba los brazos de forma tenaz y exhibía gestos de desprecio".

- No es necesario – interrumpió Zuko desde el interior de la nave mientras se desprendía del peso de los ropajes – en este lugar estoy completamente a salvo y en confianza, pueden retirarse – concluyo mientras se asomaba con gran sonrisa en los labios a saludar a sus viejos amigos.

- ¡Zuko! – grito Toph luego de haber soltado la tención del semblante mientras corría a abrazar al señor del fuego con gran luminosidad en el rostro.

- ¡Toph! – dijo el hombre abriendo los brazos para recibir a su amiga con alegría mientras extendía la mirada para divisar a todos los que ahí se encontraban – tío iroh - pensó Zuko desde sus adentros con gran emoción dejando caer una lagrima. Al igual que al resto de sus amigos, hace años que no veía a su tío, pues este una vez concluida su labor como colaborador del tribunal de la pos guerra en la nación del fuego, en cuanto supo que Aang reconstruiría la nación de los nómadas del aire (pese a que en algún momento pensó en regresar a su tienda de te en ba sing se) decidió unirse junto a la orden del loto blanco en dicha misión.

Iroh miro con gran emoción a su ya maduro y adulto sobrino, y en cuanto la muchacha se hizo un lado, se abalanzo sobre él con su nueva delgadez y extraña calvicie a abrazarlo como nunca lo había hecho – en todos estos años no paso un día en que no se detuviera un segundo a pensar en Zuko, ya no con la preocupación de antes, no, si con el gran amor de un padre –, aquel momento fue eterno, valía casi por todo aquel tiempo en el que no lo había visto. Zokka no pudo evitar unirse y corrió a abrazar a su viejo amigo, al igual que los demás, con gran emoción.

De espaldas al despejado y armonioso paraíso que se extendía frente al ventanal del habitáculo de meditación de la torre principal del templo del aire del sur, se encontraba en digna postura, profundamente concentrado, un calvo joven de alta estatura y fornido cuerpo atravesado verticalmente por una línea color turquesa, manteniendo un fiel contacto con sus vidas pasadas.

- Aang – oía decir desde lo lejos el muchacho, pero lo dejaba, intentaba ignorarlo, apartarlo de si, y seguir aun en el lugar donde se encontraba.

- ¡Aang! – sintió nuevamente, aunque esta vez con mayor intensidad. Pese a aquella leve variación que pudo percibir hizo caso omiso, pues aun no podía marcharse del lugar en donde se encontraba, pues si no, perdería todo el trabajo realizado y todo habría sido en vano. Sintió aquella voz cada vez más fuerte, con progresiva intensidad, pero se contuvo, no debía regresar a su cuerpo, no debía, quien fuere que le estuviese llamando debía guardar paciencia, pues ya estaba apunto de lograrlo.

- ¡AANG!- fue el ultimo aviso que acompañado de un fuerte palmazo finalmente logro despertarlo. La brillantez en aquel minuto lo abandono por completo. Luego de un suave pestañar mediante el cual logro abrir los ojos, desde el lugar en donde se encontraba tirado, pudo ver hacía lo alto el taciturno rostro de Katara.

- Aang, lo siento, tuve una horrible visión, me vi en la obligación de desper...

- ¿Qué ocurre Katara? – interrumpió el muchacho incorporándose a la situación con cierto pesar debido al golpe.

En cuanto intento ponerse de pie, de un momento a otro la vio caer abatida junto a él buscando su hombro mientras lloraba de forma desconsolada.

- ¿Qué sucede? – dijo esta vez con más suavidad en el habla mientras acariciaba su cabello.

- Aang no quiero que vallas – respondió la muchacha soltando un desgarrador llanto.

- ¿pero porque?, katara dime que sucede.

- Aang, soñé algo horrible, horrible... – dijo apenas entre sollozos desesperados mientras se aferraba cada vez más al muchacho, quien no pudo entender que era lo que sucedía, hasta que llego a él la comprensión necesaria. – Aang no debes ir allí, soñé... soñé que... ¡soñé que te mataban! – soltó finalmente la chica junto a otro desconsolador sollozo – Aang no quiero que nada te suceda.

- Nada me va a suceder – dijo el muchacho con una expresión de seguridad y desafió en el rosto.

- Aang nunca hemos visto nada igual, tengo miedo.

En cuanto escucho aquellas palabras salir de la boca de katara, se petrifico, quedo helado, yerto. No podía comprender como aquella muchacha a la cual creía conocer más que a sí mismo pudiera haber mencionado aquellas palabras.

- Nunca digas eso Katara, jamás vuelvas siquiera a sentirlo, pues en el miedo esta nuestra perdición, aquello es lo que nos hace vulnerables y en estos momentos ante lo desconocido, debemos ser más fuertes que nunca – espeto Aang con plena convicción, replicando las palabras exactas que hace unos días el avatar Roku le había entregado.

La muchacha lo miro fijamente a los ojos, con intensidad, cariño, pasión y admiración, aquel era el hombre con el cual había decidido pasar toda la vida, debía confiar en él.