Capítulo 1. Una noticia y un encuentro inesperado.

Se notaba que ya había llegado el invierno, pensé. Tan sólo eran las ocho de la tarde y la oscuridad envolvía mi viejo coche mientras conducía con cautela por la autovía. Con la música a todo volumen intentaba olvidar por un rato el catastrófico día que hoy se me había presentado.

Mentiría si dijera que no me lo esperaba. Desde que mi padre se volvió a casar hace cinco meses, pasar el primer domingo de mes en lo que antes identificaba como su casa, se había vuelto una tierna agonía a la que nunca le veía el fin, además, hoy había sido más irritante de lo normal.

Al entrar a la ciudad me detuve con la luz roja del semáforo y no pude evitar rememorar la escena en mi cabeza una vez más.

*Flashback*

— Y dime Bulma querida, ¿cómo ha ido tu primera semana en tu nuevo trabajo? Ya nos estábamos preocupando de que con el dinero que tu padre se ha gastado en tu título de ingeniería fueses a dedicarle toda tu vida a la cafetería esa donde trabajas— preguntó Lucile con una sonrisa irónica dibujada en la cara.

La idiota esa sabía perfectamente que aun no había conseguido un contrato, sino que me habían concedido un periodo de prueba para hacerme valer. Si lo que quería era sacarme de quicio, hoy no lo iba a conseguir. Mire a mi padre que como siempre se dedicó a dar vueltas a la sopa sin decir nada; me pregunto en qué momento se habría vuelto tan calzonazos, la verdad que era digno de estudio.

— Genial— respondí

— ¡Que divino querida! Me alegro por ti — ¿se alegraba? Algo fallaba, esto empezaba a no oler bien.

— Pues, veras Bulma querida, tu padre y yo tenemos una gran noticia que darte—Observé como mi padre se ponía rígido en la silla y aclaraba la voz, señal que consiguió preocuparme. Nada bueno podía esperarme.

— !Estamos embarazos!

*Fin del flashback*

Volví al mundo real arrancada por la bocina de los coches de atrás que muy amablemente, nótese la ironía, me pedían que arrancase. No podía creérmelo, la tiparraca se había hecho con la suya y después de yo haber conseguido que mi padre accediese a firmar un contrato prenupcial el día de la boda, había logrado atarse a su dinero de por vida.

Es cierto que no me siento orgullosa de la reacción que tuve después de la infame noticia. Trás casi caerme de la silla, perdí los papeles y me dejé apoderar por la indignación que sentía. De mi boca no salieron más que reproches e insultos acompañados de lagrimas que representaban la rabia y la impotencia que sentía.

Al ver la farmacia de al lado de mi bloque respiré aliviada y busqué un sitio para aparcar. Tenía ganas de llegar a casa; saber que él me está esperando me reconfortaba, me moría de ganas de salir a dar un paseo y despejar la mente.

Cogí el ascensor y subí hasta el quinto piso, metí la llave en la cerradura mientras oí como alguien se acercaba a la puerta desde dentro. Ya sabía que estaba aquí. No pude evitar sonreír. Dí tres vueltas de llave y lentamente abrí la puerta; súbitamente la bola de pelo más preciosa del mundo se tiró encima mía como si el simple volver a casa fuese el regalo más grande que le pudiera conceder.

— Yo también te he echado de menos bonito. Venga Artax, vamos a salir antes de que se haga más tarde, apuesto que ya no aguantas más. — reí al ver la euforia que esas palabras le hacían emanar.

Artax es mi border collie, lo rescaté de una perrera hace tres años cuando mi madre murió, creo que ambos hemos sido un mutuo apoyo y por eso nos entendemos tan bien. Todas las noches damos un paseo por el parque que hay enfrente de mi casa, siempre hacemos el mismo recorrido sin mayor altercado aunque hoy algo me decía que iba a ser diferente.

Normalmente el parque suele estar repleto de gente jugando o haciendo deporte pero siendo domingo y a estas horas, estaba completamente desolado. A pesar de eso, caminé con Artax por el camino de siempre, lo llevaba atado para evitar perderlo de vista. A la mitad del camino, noté que mi perro se estaba alterando; extrañada me fije hacía donde tiraba de mi y cuando reparé en el gato que estaba bebiendo en la fuente ya fue muy tarde para mí. Mi destino final fue inevitable, mientras que el gato había escapado triunfante, yo me vi caída en la fuente, con los pantalones rasgados y media sudadera empapada.

Empecé a maldecir a todos los dioses habidos y por haber mientras Artax me observaba con una carita angelical que mezclaba una expresión de pena y culpabilidad.

— Increíble.— susurré. Escuché una pequeña risa que a trote se dirigía hacia mí. Me giré y lo vi. Un hombre de unos 30 años había presenciado todo el numerito y pretendía burlarse de mí, pues iba claro. Ya iba a soltar un improperio por mi boca cuando el hombre se me adelantó.

— No deberías andar tan sola. Además no crees que hace un poco de frio para andar dándose baños. — Já, que cachondo el tío. Lo miré con recelo y al darse cuenta de mi reacción decidió hacer un gesto noble para redimirse.

— No me mires así, sólo quería saber si estabas bien. — sonrió — Ten, no deberías andar mojada o con este frio vas a caer mala — me dijo mientras se quitaba la sudadera negra que llevaba y me la cedía. La cogí con desgana pero en el fondo lo agradecí enormemente porque me estaba congelando cual pajarito.

Fue en ese momento cuando reparé mi vista en él y me paré a observarlo más detenidamente. La única palabra que apareció en mi cabeza fue wow, ese hombre sí que sabía cómo cuidarse. Subí hasta su cara y me encontré con unos ojos oscuros. Jamás había visto una mirada tan intensa y penetrante, te dejaba sin respiración. Cuando conseguí centrarme y fui a agradecerle, mi amable desconocido echó a correr siguiendo con su entrenamiento.

Ahí me quede yo, boquiabierta, embelesada por el olor que desprendía esa sudadera. Artax ladró y volví al mundo real, cogí la correa y me dirigí de vuelta a casa con la sonrisa más tonta que podía tener en mi repertorio.

Rellené el bol de agua y puse su comida a Artax mientras la bañera se llenaba de agua casi hirviendo. Necesitaba un baño caliente, no dejaba de pensar en aquellos ojos, en aquel cuerpo y las ganas que tenía de volver a verlo. Saqué la sudadera lentamente y aspiré una vez más dejando que su olor se clavará en todos los rincones de mi ser cuando de repente, lo vi. Ahí en la etiqueta de la sudadera, una V dibujada. Ya sabía algo más de él. Su nombre comenzaba por uve. Me sumergí en el agua transportándome a mundo un feliz lleno de uves y vacío de problemas.

Continuará. Espero que les haya gustado, reviews por favor! Siempre la critica te hace mejorar :):)

Besitos de chocolate.

Paula.