Uno
Noche antes de la partida

Solos. Habían quedado completamente solos, sin respaldo legal ni de una mayoría lo suficientemente importante como para considerarse protegidos. Entre los mutantes la llamaban "Ley del perro rabioso", porque así era como se sentían. Debían registrarse, reportarse cada cierto tiempo, aclarar una y otra vez en varias formas que no querían prestarse a experimentos, cansándose de negar que estaban "enfermos" y rechazándo que el Estado y otras compañías los quisieran "curar", y por último, en caso de que con sus habilidades cometieran alguna falta grave contra la humanidad, adiós libertad. Igual que un perro con rabia que no puede reintegrarse ni volver a vivir una vida común, que debe ser sacrificado. Los mutantes son eso, rabía, tabú, fallas.

―Está por llover, profesor ―murmuró una voz a espaldas de Charles. Se trataba de Ian, uno de los mutantes más jóvenes cuyos padres se atrevieron a darse una vuelta por la escuela de Xavier y cuando se sintieron seguros lo dejaron en sus manos. Un pequeño detalle que a veces le causaba cierta punzada de dolor al profesor: no regresaron jamás.

―Tú no deberías estar despierto a esta hora, Ian ―interrumpió Hank mirando al muchacho―. Mañana todos tenemos que levantarnos muy temprano, así que mejor vete a la cama. Tú eres al que más cuesta despertar todos los días ―agregó para esconder su preocupación y no sonar tan severo.

Ian se quedó mirando a Hank, luego al profesor, que permanecía en silencio. No se atrevió a contradecirlo; el clima estaba bastante raro en la mansión, incluso Banshee hacía menos chistes de lo habitual y andaba con un semblante aburrido, decaído.

―Entonces hasta mañana ―dijo forzando una sonrisa, tratando de contagiar a los otros y desapareció en las escaleras.

Después de varios e interminables minutos de silencio, Charle suspiró.

―¿Sean se encargó de sus cosas?, ¿y de las de los demás? ―Hank asintió con la cabeza y Charles finalmente pudo sonreír con cierta naturalidad―. Quisiera que las cosas fueran de otra manera, pero parece que no es mi momento de estar en el lado de la buena suerte.

―Son casualidades, Charles ―trató de disuadirlo Hank―. Simplemente hay unos necios en el poder con bastante habilidad para convencer. Si tan sólo nos dieran la oportunidad de presentarnos en el congreso, verían que podemos hablar igual que ellos, que podemos estar tranquilos. Además, ¿qué hay de sus propios criminales?, parece que se han olvidado de eso por molestarnos a nosotros.

La atención de la gente era tan maleable. De repente todos eran expertos en mutación, pasando por alto todo los estudios de Charles en la universidad (algunos hasta osaban acusarlo de usar la telepatía para tomar ventajas), ahora todos eran posibles mutantes, todos estaban en peligro permanente. Parecía una ridícula caza de brujas en pleno siglo veinte, ¿acaso vivirían repitiendo la misma historia? ¿Acaso terminarían igual que las personas que lastimaron a…?

Erik.

―Por un par de segundos suelo pensar que Magneto tenía razón, Charles, es como él dijo que sería. Pero luego recuerdo lo que sucedió todo en la playa, y él… él no es tan distinto a los humanos. ―Continuó hablando mientras se limpiaba el cristal de sus gafas. Charles no dijo nada, había perdido el hilo de la conversación, invadido por el recuerdo y la nostalgia.

Magneto no, Erik.

El pequeño Ian le recordaba bastante a Erik, sobre todo porque tenían una habilidad similar: Erik manejaba los metales, Ian las cargas electricas de los objetos pero como los metáles le resultaban más fáciles, parecía que sólo tenía poderes magnéticos. Con Banshee habían ideado un apodo bastante curioso: Ión. Era fácil de recordar y al mismo tiempo, Ian no sentía que se despegaba del todo con su vida anterior. Al fin y al cabo, de humanos había nacido igual que todos los demás mutantes, aunque algunos no quisieran reconocerlo. Físicamente Ian y Erik tenían poco en común, pero al principio, cuando Charles entraba a la cocina y veía cubiertos en el aire, el corazón se le agitaba hasta que se veía obligado a bajar la vista a esa figura pequeña.

Se concentró bastante en él, enseñándole que no importaba que sus padres estuvieran "muy ocupados para ir a verlo", que las personas comunes, las no-mutantes, también podían ser tan buenas como los mutantes que convivían con él en la mansión. Y afortunadamente, Ian lo entendía y se esforzaba mucho en poder manejar sus habilidades y no dañar a nadie.

Te hubiese fascinado enseñarle sobre magnetismo, después de todo, ese es tu campo, no el mío.

Hank ya podía dominar su fuerza, Sean volaba como se le daba la gana, Alex tenía una puntería envidiable; luego estaban los estudiantes nuevos, algunos más complicados que otros, pero siempre fascinantes, con sus miradas al comienzo algo asustadas o demasiado desafiantes. Apostaba lo que fuera a que a Erik le hubiese encantado verlos y darles unas palabras de ánimo, bien a su estilo.

―Mh, veo que hoy todos estamos con insomnio. ―La voz de Alex los obligó a girar la cabeza―. Quisiera tener el sueño pesado como Sean, deberían ver lo rápido que se durmió después de hacer su maleta a velocidad luz. ―Mientras hablaba se arrimó una silla cerca de los otros dos y se dejó caer, exhausto como pocas veces. ―Esto no debería ser así. Legalmente es la mansión del profesor, ¿quién mierda se cree el gobierno para venir y darnos plazos de partidas?

―Se creen normales ―respondió Charles con serenidad―. De todos modos, ellos no nos han dado ningún plazo, nos estamos yendo temporalmente porque no quiero tentarlos a que vengan por nosotros. Llevaremos una vida al estilo de los refugiados por poco tiempo, lo prometo.

―Por suerte la mayoría de los muchachos pudo volver con sus familias. ¿Crees que regresarán aquí cuando todo se tranquilice? ―inquirió Alex.

―Claro que si, ellos mismos insistirán. Lo que me preocupa es que volverán a estar en contacto con gente que aprendió a apreciarlos y con los renegados que los provocarán, espero que no pierdan los cabales ni hagan nada tonto, lo hemos hablado miles de veces: la ley no está muy permisiva con nosotros que digamos.

Se produjo otro silencio y Charles se dirigió a la cocina, aconsejándoles a Hank y Alex que fueran a dormir porque el día siguiente sería duro. Ninguno se atrevió a acompañarlo ni decir nada más, el silencio y las gotas de lluvia cayendo sobre el césped y las ventanas llenaban todo como para agregar más sonidos innecesarios. Sin embargo, los dos estaban pensando lo mismo: era imposible no recordar a Magneto y todas sus advertencias y de seguro el profesor también estaba pensando en él.

Una gran taza de té de canela humeaba sobre la mesa, sus dientes roían unas galletas de limón, su mente andaba buscando. Antes lo hacía todas las noches, empezaba desde que todos en la mansión dormían hasta que salía él sol. Él no dormía nada, no podía ni lo necesitaba, prefería buscar aunque siempre fueran los mismos resultados: nada. Con el tiempo tuvo que desisitir, se dio cuenta de que era inútil, pero otras veces una especie de esperanza surgía y lo volvía a intentar.

Aunque sea quería oír la voz de su pensamiento, ya se estaba olvidando de cómo sonaba, necesitaba recordarlo. Se negaba a hacerlo desaparecer de su memoria, porque tranquilamente, el dominio de sus poderes telepáticos le daba la oportunidad de borrarse sus propios recuerdos y estuvo tentado de hacerlo en los momentos en que se acostumbraba a andar por allí con la silla de ruedas. Más no pudo.

Erik fue uno de los mutantes más fascinantes que había conocido. Había sufrido tanto, había sido víctima de la peor cara de la humanidad y comprendía a la perfección su desprecio. Lo que Charles no entendía era no haber sido lo suficientemente importante para él y que eligiera retirarse, seguir su camino solo, prescindir de esa amistad. Porque estaba seguro de que Erik tampoco encontraría a alguien como él, para confiar abiertamente, hablar de cualquier cosa sin imponerse, jugar al ajedrez con alguien de su misma altura.

Erik fue alguien a quien Charles llegó a amar. Eso no podría arrancárselo ni de la cabeza ni del corazón.

Dio varios y pequeños sorbos a su té, concentrado en las afueras de la ciudad.

Nada. Nada. Nada.

Su corazón dio un vuelco cuando escuchó apenas la voz de Raven y seguida de ésta, la de Erik. Su pensamiento iba apagándose, estaba a punto de dormirse y era la primera vez que parecía no estar usando ese maldito casco aislador. Un leve sonrojo se asentó en sus mejillas, Charles se sentía como una escolar frente al muchacho que le gustaba: no sabía qué hacer, la sorpresa de encontrarlo "disponible" lo desconcertó. Si lo saludaba, quizá se pusiera a la defensiva y cortara el contacto, si hablaba de repente, quizá por el cansancio no le prestaría atención. Demonios, ¿cómo empezar?

Y de la nada, una sonrisa pícara se dibujó en su rostro. Dejó la taza a un lado y respiró profundo.

"Deberías verlo, Erik. Maneja los metales como tú."

Pausa. El corazón latiéndole con fuerza mientras esperaba impaciente.

"¿Quién?"

Charles se mordió el labio sintiendo una pequeña adrenalina que hacía tiempo no experimentaba. Ese tipo de sentimientos que sólo Erik podía mover en él. No importaba que los demás le dijesen que no valía la pena seguir pensando en su viejo amigo, a él le causaba bienestar, aunque sabía que en el fondo, cuando discurrieran y la charla se terminara, quedaría más dolido que antes.

"Ah, es que tienes que verlo, pero te lo diré de todos modos", lo enloqueció el hecho de que Erik no le preguntara quién eres, que lo reconociera enseguida después de tanto tiempo. "Es uno de mis alumnos, el primer pequeño que se acerca a la mansión y su mutación le permite manejar algunos metales".

"Bromeas, Charles. ¿Cuántos años dices que tiene?"

"Nueve. Es extraño, aprende rápido. Me recuerda a ti, es terco cuando quiere e impaciente."

"Hum, ¿y le has estado enseñando a usar poderes magnéticos? Seguro es un desastre, profesor, eso deberías habérmelo dejado a mí, un experto", bromeó. Charles pudo oír la voz de su pensamiento riendo apenas y no le costó nada imaginar sus labios curvándose.

Lástima que lo dijo como si estuviesen hablando cara a cara y no como en realidad era: viviendo cada uno situaciones totalmente diferentes. No se podía decir "bien, entonces mañana pasará todo el día contigo", porque simplemente no sería así. Ambos lo supieron y ambos lo ignoraron. Charles porque quería evadirse de toda la situación de mudanza que estuvo preparando con sus alumnos; Erik, no tenía idea de por qué le estaba siguiendo el juego.

"¿Por qué hoy he conseguido hablar contigo?", preguntó finalmente.

"Leemos los periódicos, Charles, vemos las noticias, hemos visto como esos animales del congreso te pasaron por encima, tomándose en broma tus estudios sólo por sermutante. Yo te vi, siendo humillado por esos imbéciles. Llevo una semana con la guardia baja en las noches por si buscabas alguna palabra sabia. Los humanos-"

"Una parte de los humanos", corrigió con cierto énfasis, "no sabe lo que hace. Lo sé, Erik, pero encontraré una solución, sabes que siempre lo hago".

Así de rápido empezaron a hablar y así de rápido la charla ya no podía sostenerse sin esa tensión molesta. Hacía bastante tiempo que no se hablaban y a Charles le parecían tan lamentable poder cruzar apenas una líneas sin terminar enfocándose en ese punto en el que discurrían tanto. Le hubiese dicho a Erik que estaban a horas de marcharse de la mansión donde él había vivido antes, que estaban a pocos pasos de llevar una vida seudo-nómade como la de él, pero quedó escondido en sus pensamientos mientras el corazón aún le latía agitado por aquellas agresivas palabras de preocupación.

"Es tarde, creo que no debería robarte más tiempo, Erik. Fue bueno encontrarte. ¿Sabes?, lo he estado intentando desde que nos separamos, ya casi dejo de hacerlo…"

"Pero lo sigues haciendo. Por eso estamos hablando ahora mismo. Eres muy persistente y siempre te trae buenos resultados, Charles."

No. No siempre.

"Erik."

"Dime, Charles."

"Gracias", y cortó el contacto en seguida. Tal cual supuso, al terminar sólo se sentía más dolido que antes. Porque Erik seguía estando allí pero no a su lado y seguramente nunca más volvería a ser como antes.

Comió una última galleta de limón y se dispuso a ir a su cuarto y dormir un poco, pero unos pasos lo detuvieron. Charles fue hasta la sala y se encontró con Ian, en piyama y buscando a oscuras.

―Sé que has oído esto cientos de veces, pero deberías estar en la cama, Ian.

―Oh, profesor, lo siento. Es que escuché que estaban todos hablando y quería bajar a saludarlos. Supuse que vinieron por mí, pero me equivoqué, ya se fueron, ¿cierto? ―respondió el chico rascándose la nuca algo melancólico. Charles arqueó una ceja sin comprender a qué se estaba refiriendo.

―¿Quiénes? Estaba yo solo en la cocina, Ian. Tal vez fue un sueño.

―Creí escucharlo hablar con mis padres, profesor ―confesó avergonzado de tomarse tan seriamente un sueño―. Pero seguro usted tiene razón y nada más fue un sueño. Es que se escuchó tan real… Además, si mañana nos vamos y ellos pasan por aquí, ¿cómo sabrán dónde encontrarme?

A veces oigo a Ian hablando así de sus padres o a otros estudiantes y sus malas experiencias por ser distintos… Yo les digo lo necesario para que no se sientan mal, Pero tú probablemente les dirías cosas que les hagan levantar firmemente la cabeza, les darías esa fuerza que te hace continuar, Erik.

―Lo sabrán, Ian, no te preocupes ―se acercó y le acarició la cabeza con ternura mientras buscaba cambiar de tema―. ¿Sabes que es bueno para dormir?, el té. Me gusta el de canela, pero tengo varios tés, escoge uno y verás como luego caes dormido antes de que te des cuenta, así ―y torció la cabeza haciendo un exagerado ronquido de dibujo animado. Ian sonrió y ambos se encaminaron a la cocina.

Necesitaban dormir y olvidarse de todo al menos hasta que fuera hora de partir.


Primer trabajo extenso en este rubro. No sé cómo vino la idea a mi cabeza, pero sí sé cómo seguirá. Ah, humanos… adelanté un poco los proyectos de la ley de registro que se ven en las demás películas de X-men e incuso es más exigente. Ya saben lo ridícula que se pone la gente cuando se trata de diferenciar. Al principio me dije "no, exageraste mucho esta ley en el fanfic", pero recordé como años antes la gente negra tenía que ceder el asiento a los blancos, o la caza de brujas contra el comunismo que hubo, por dar unos ejemplos (este tipo de cosas pasa en todo el mundo -_-). Así que teniendo en cuenta el gran miedo que representan los mutantes para las personas, no me pareció tan descabellado. ¿O ustedes creen que sí? De todas formas, Erik se encargará de hacer un par de visitas :D ya verán.

¿Sobre el mini-Magneto? No será un OC muy importante, en realidad representa la generación más joven que tiene Charles en sus manos y también le hará difícil tratar de olvidarse de Erik. Pienso que ambos quieren servir como un modelo a seguir para los mutantes jóvenes, por eso Ian será una especie de puentecito entre ambos cuando se crucen de nuevo (¡oh, spoiler!).

¿Preguntas, dudas, sugerencias, deseos de que este proyecto no llegue al segundo capítulo porque les causó un asco terrible? Todo será atentamente leído, siempre que le pongan buena onda.

Saludos~