Este es el inicio de mi antología "Better together", que tiene como fin publicar los escritos viejos que navegan en mi computadora desde hace lustros. El título que elegí está inspirado en la canción del mismo nombre, de Jack Johnson, escúchenla, es preciosa.

Primer fic

Título: "Incienso"

Pareja: Es un Takeyako / Miyakeru

Tema: en un principio era un songfic, pero lo he adecuado, de modo que está inspirado en la canción "Eugenia", del trovador Alejandro Filio. Es un escrito romántico, tiene mucha miel y poco sentido.

Año: 2002.

Dedicación: No lo escribí pensando en ella, lo sé, además de que fue hace mucho que lo hice y tiene muchos errores. No obstante y aunque le prepararé un fic especial por su partida, quiero dedicarlo a SamGuti, porque me enteré de que le gustaba un poco el Miyakeru.


Este fic fue escrito el 25 de Agosto del 2002.


Incienso

Por CieloCriss

—Te traje esto.

—¿Incienso?, ¿por qué incienso, Takeru?

—¿Tiene algo de malo el incienso, Miyako?

—Pues... no sé.

—Este lugar es muy agradable, parece de bohemios... entonces pensé que el incienso le caería bien... me gusta ese olor.

—De acuerdo, lo guardaré... y cuando me acuerde de ti, pondré un poco en la sala.

—Ahh, entonces se hará viejo, ¿por qué habrías de acordarte de mí?...

—Porque eres... mi amigo.

—Ya lo sé —dijo el rubio, suspirando desganado. No es que quisiera que Miyako Inoue fuera más que su amiga, pero a veces anhelaba dejar atrás esa sensación de soledad que era tan común e intensa últimamente.

El joven estudiante admiró el nuevo aposento de la anteojuda, era un lugar amplio y muy cómodo, aún seguía preguntándose cómo lo había conseguido.

—Qué casa tan linda, ¿te la heredó un pariente lejano o algo así?... ¿No extrañas a tus hermanos?... es un lugar enorme, debes sentirte muy sola aquí.

—Aún no extraño a nadie, estoy aquí para vivir mi libertad, Takeru... no tienes idea de lo que hubiera dado por tener más privacidad en mi infancia.

—Es curioso que piense justo lo contrario... yo hubiera dado todo por vivir un año entero con mi familia, compartir mi cuarto con Yamato, pelear con él, ¿eso hacen todos los hermanos, verdad?, menos Yamato y yo... no puedo pelear con mi hermano, lo veo muy poco tiempo, sería egoísta hacerlo...

Miyako encendió la televisión y puso el DVD; se sentó junto a Takeru, y le sonrió.

—Nunca necesitaste pelear con Yamato, para eso estaba Daisuke.

—Quizás tengas razón, además, Yamato tenía a Taichi.

—Sí.

—¿Qué película es la que veremos?

—Ya la verás.

—¿Miyako?

—Dime, Takeru.

—¿Esto es una cita?

—¿Tú quieres que lo sea?

—No sé... ¿Y tú?

—Tampoco sé.

La cinta comenzó, era un filme romántico, una comedia romántica para ser más exacta. 24 imágenes por segundo corrían por la pantalla mientras dos pares de ojos veían con interés. Miyako se adentró en la historia, sus comentarios acerca del romance entre los dos protagonistas eran muy comunes. Takeru en cambio poco a poco fue cambiando de foco, de la tele al rostro de su amiga de cabello púrpura.

Era muy linda. Tras esos cristales podía apreciar los ojos mieles embarrados del llanto provocado por el filme. Sus pestañas eran largas y estaban mojadas, aumentando con ello la intensidad del negro de las mismas. La tersa boca se movía con gracia, y en ocasiones los dientes aplastaban el labio inferior por la emoción. Definitivamente Inoue era un espectáculo más digno de admirar que la historia en la pantalla.

Eran tentaciones, era la soledad... lo que sí es que Takeru quiso robarle un beso.

—Miyako...

—¡Takeru!, ¿eres insensible?, ¿cómo me hablas con esa calma estando enfrente una escena tan hermosa?... Ahhh, todos los hombres son iguales.

—Déjame...

—¿De qué hablas?, ¡primero el incienso y ahora esta interrupción incoherente!, pensaré que eres un excéntrico, ¿qué quieres que te deje?, ¿que te deje qué? ¿Me estás pidiendo permiso para algo? —indagó algo irritada, sin sospechar las intenciones de Takaishi. La chica no vislumbró esas mejillas encendidas al rojo vivo, mucho menos la mirada seductora... ahora ella no quería saber de amores, por tanto, para Miyako la petición de Takeru debía tener otros fines.

—Déjame que te robe un beso.

¿Un beso?, ¿por qué Takeru le pedía un beso? ¿Estaba tratando de jugar con ella?, ¡seguro había enloquecido!... esa celeste mirada era penetrante a más no poder, esa mano sobre la suya también era una sorpresa... y el segundero, ¡maldito segundero!, ¿Por qué apuraba a los minutos?, ¿por qué el tic-tac no era del reloj, sino de su corazón?

Miyako había tenido un rompimiento amoroso, al igual que él, ¿quería Takeru que se consolaran mutuamente?, eso pensó la joven, y no le gustó la idea... no quería caer en juegos sentimentales.

—Estamos viendo una película, no me pidas eso ahora...

—La película tiene rewind, puedes volver a verla... pero este beso que te pido no tendrá marcha atrás, será como quitarle 10 minutos al reloj, y eso será especial, ya que muchas de nuestras mejores vivencias quedan hechas en unos cuántos minutos.

—Pero... ¡Y Hikari!, ¡Y Ken!

—Ellos no están dentro de esta historia... quizá nosotros no tengamos una juntos, aunque nunca se sabe... Hikari es mi mejor amiga, la quiero mucho, eso es todo... Entonces, ¿me dejas robarte un beso?

¿Por qué no?, ¡Era sólo un beso!, Diez minutos de una vida con muchas horas, días y años.

La de lentes asintió y, al sentir la cercanía de Takaishi, terminó poniéndose nerviosa.

Takeru se abalanzó sobre Miyako con calma, como si antes de actuar maquinara cada movimiento, ¡cada caricia!, ¿por qué hacía eso con ella si no estaba seguro de que le gustaba?... y venían los recuerdos, la vitalidad de la chica, su voz aguda y simpática, los labios, sus labios... y su boca entrelazada a la de Inoue.

Levemente hizo contacto, y sintió un toque eléctrico, como si fuera su primer beso. Le temblaban las manos al acariciar ese cuerpo ajeno, que ante sus choques corporales, se hacía débil, frágil... a Takeru le encantaba sentirse fuerte y con una dama indefensa en sus garras. Ahora la besó de nuevo, esta vez sin mucha ternura; probaba horizontes y derretía mieles ocultas. En Miyako también había muchos misterios, ¡Y lo supo con sólo robarle un beso!

Al terminar se recostó en el centro del pecho de Inoue, gustoso escuchó el corazón de su amiga, estaba alterado y parecía que su segundero interno estaba adelantado.

—¿Quieres que esto sea una cita?

—¿Acaso no es una cita?

—No sé. Creo que sí —respondió.

Los jóvenes ya no pudieron detenerse. Era un fuerte deseo el que los unía en ese instante que serían más de los diez minutos pedidos, o del beso robado. Era un tiempo de amar de las once hasta las dos, y aunque no lo creyeran, encontrarían la eternidad en ese instante.

Metió su lengua en su oreja y la hizo gemir, Takeru de pronto se detuvo y la miró a los ojos.

—No te detengas...

—Estoy grabando tu imagen... la quiero recordar por siempre, justo así... ¡Te ves tan celestial!

—¡No fastidies con mentiras!

—¿No me crees?, ¿por qué?; yo aseguro que tu cabello es un manto estelar, y en éste se deslizan los astros, hasta tocar tus hombros... —entonces desnudó los hombros de la chica y comenzó a besarlos con placer—. Y es aquí donde yo me apropio de tus estrellas, las metes en mí.. eso me permite continuar.

—¡Qué cosas tan lindas me dices! —susurró dulcemente, dejándose llevar por él.

El tacto que se ofrecían era maravilloso, pero a Miyako le vinieron varias remembranzas, todas ellas del pasado, esas fotos la obligaban a detenerme y arrepentirse de lo que estaba haciendo. Veía a un niño rubio saludándola en un elevador... lo volvía a visualizar siempre al lado de su mejor amiga, ¿era eso un aviso?.

—No puedo... no puedo, Takeru.

—Yo no haré nada que tú no quieras —dijo él, alejándose bruscamente.

Y la ráfaga de frío le llegó a las venas, Miyako jaló el cuerpo de Takaishi.

—No.. mejor no, no te vayas... te necesito.

"Definitivamente las mujeres son un enigma", reflexionó el de la Esperanza. "... Lo que sucede es que está tensa, siempre se ha visto por el mismo espejo, pero yo la liberaré de esa imagen de siempre... la guiaré".

Se recostó sobre ella sin pensar en que podría perder para siempre su timidez ante su amiga, nada de eso importaba, lo único que buscaba era conocer un cuerpo aliado y vibrar con él. Mientras permanecía en el accidentado y montañoso cuerpo, iba desabrochando con extraña calma cada uno de los botones de la blusa... pero ese no era el único obstáculo.

— ¡Maldición! —renegó al notar que los jeans eran la frontera más difícil.

Miyako, por su parte, y con mucha más desesperación que su acompañante, intentó librarse de la vestimenta del rubio. En su intento varias veces lo asfixió, atoró o lastimó, pero eso iba incrementando la excitación de ambos.

Los cuerpos desnudos se encontraron y exploraron ardientes en ese manto estelar que habían creado. Primero conocieron cada rincón, pero no pasó mucho tiempo antes de que se fusionaran.

.

Los suspiros no se hicieron esperar, tampoco la satisfacción entrelazada a la desesperación de consumar el acto para colmarlo del mayor placer posible.

Entre el grito final y un arañazo de pasión, él se dejó caer en ella, admiró sus senos temblando ante él, y vio a una agitada Miyako, ¡a su Miyako! Estremecerse de gozo y liberación.

—Ta-Ta-Takeru... —dijo entrecortadamente, satisfecha —¿Qué hemos hecho?

—¿Qué no es obvio?...

—Recordaré esta noche siempre...

—Guarda nuestro secreto dentro de tu pecho... y cuando te acuerdes de mí, prende incienso en la sala...

Takeru se levantó, se vistió con rapidez, y miró con pesadumbre su reloj, eran las dos de la Mañana, había estado enredado en un suceso finito que para amantes es infinito y eterno.

Miyako le rodeó el cuello y le respiró ahí, llamándole a acompañarla, haciéndole cosquillas, pero Takaishi no estaba seguro de quedarse, no esa vez.

—Entonces ¿No te quedas?... ahora sí me voy a sentir sola...

—Te quedas conmigo —sonrió el chico, tomándole las manos—. Este recuerdo es un pacto de un hasta luego.

Esa noche Takeru salió con la cabeza muy en alto, asegurando que volvería muy pronto a esa enorme casa, que se veía sola, pero que estaba habitada. Miyako sonrió al decirle adiós... se dirigió con calma a su cuarto y guardó su recuerdo en el buró.

.

.

La casa vieja y grande, habitada por el ensueño violeta de Takeru, estaba cerrada... parecía abandonada, sin vida, vacía, pero tenía varios focos encendidos. El muchacho suspiró desganado y el corazón se le agujereó momentáneamente... qué cruel es ser débil del alma; si su cuerpo era fuerte y su razón disciplinada, era claro que, por el contrario, su espíritu era inocente y se dejaba llevar por las emociones más primitivas. Ahí estaba él, de bruto, embrujado por una diosa con anteojos que ni siquiera estaba en casa; reposaba en la entrada, esperando su llegada y, con enojo Takishi notaba, que era una víctima más de amor.

—¡Takeru! —chilló Miyako al verlo, ella regresaba de unas compras, o eso se imaginó al verla cargar bolsas de papel repletas de cosas —. ¡Has venido!

—¿Te habías olvidado de mí?

—¿Eso importa?

—¿Por qué hablamos en clave?, dime, ¿te importa si me olvido de ti?

—Me importa que no te olvides de mí —admitió ella, sonrojándose —¡Y ya no hagas esas preguntas!, mejor ayúdame con el mandado.

—Oye... cuando no estés, déjame una nota, ¿quieres?.. es que esta casa es tan grande que nunca estoy seguro si estás... a veces pienso que no se te antoja abrirme.

—Entra —rogó ella, sonriéndole con dulzura, encantada de vivir esta romántica aventura llena de deseos y... quizás amor.

Era otro encuentro más. El tercero en la semana, pero ni Takeru ni Miyako caían en cuenta de eso, para ellos ese detalle carecía totalmente de importancia, ya que lo que ahí buscaban era sentir ese momento ansiado, que era de pocas palabras y mucha acción. Pero para las almas esos días no pasaban en vano, esas horas marcaban tiempos de vida y amor. Empezarían por extrañarse, y terminarían necesitándose, ¿qué no es obvio?, ¡todos siguen esas leyes del amor!, otra cosa es aceptarlas.

—¿Y de quién es esta casa, pues?

—¡Eres un curioso!... bueno, te lo diré... es de mi madre, la heredó hace poco, yo se la estoy cuidando...

—Ahhhh... —dijo Takeru con actitud de niño mientras jugaba con los cabellos de Miyako en la cama.

—Te quiero... ¿Por qué no te quedas esta noche?

—No puedo, ya son las dos de la mañana, me esperan en casa...

—Podrías mentir.

—¿Quieres aquerenciarme?, no, no busques mi compañía, tienes mi recuerdo.

—¡Es sólo un recuerdo!, te quiero a ti, ¡AQUÍ!, ¿Qué no me quieres?

—Sí, te quiero, aunque no deseo estar mucho tiempo contigo, me siento extraño, como si cada vez que estuvieras en mis brazos me hechizaras... me siento incómodo, esta casa es tan grande, y tú estás buscando libertad... temo que te la estoy quitando.

—Ese es el pretexto más estúpido que me has dado, ¡por todos los cielos, Takeru!, di algo más realista.

—Debo irme —dijo temeroso, arrojando hacia la cama una cajita con incienso.

Salió presuroso, como si ella se lo fuera a comer. Takeru no estaba buscando amor y lo había encontrado en alguien que nunca pensó. Estaba asustado y sabía que cada paso sería definitivo en una relación. Cayó en cuenta de lo embobado que estaba y se consideró -unos instantes- el patán más perverso del universo; la había dejado sola y desnuda en esa cama, ¡y todo eso sólo por su maldita inmadurez!, por no saber enfrentar al amor, por no aceptarlo.

.

.

Miyako miró el reloj, el tiempo corría demasiado rápido cuando ella pensaba en caricias y besos... sonrió con tristeza, notando que para su mente sólo existía Takeru Takaishi. ¿Por qué huía de ella?, quizás lo había atemorizado, se arrepentía de rogarle su compañía. Se levantó del sofá donde había sido su primer encuentro y sacó una varita de incienso de la cajita. Llegó a la sala y lo prendió. El olor que se desprendía del palito era el de él... sabor a miel dorada, sabor a sudor encaramelado. El humo se metió en su pecho, e imaginó que era su amado el que yacía ahí. Dio vueltas como si danzara y se topó con el piano negro que había en la mansión. Lo abrió, era un instrumento fascinante, pero desgraciadamente no sabía tocarlo.

—No viene hoy... y si viene, es porque está arrepentido —dijo junto a su lágrima que rogaba compañía...

.

.

Takeru no supo cómo llegó a la casa de Miyako, miró los dos pisos de la residencia y dedujo que por culpa del amor no sabía ni lo que hacía. Definitivamente era un hechizo del cuál no podía escapar. Se acercó, una de las ventanas estaba abierta y con la luz tenue del ocaso se miraba un humito oloroso que salía de la habitación.

—¡INCIENSO! —gritó locamente, con los ojos trastornados de alegría. En sus pensamientos se formaba la frase: "Me extraña, por eso prende incienso para la sala... ¡Soy un desgraciado!, Ella me ama, y... yo también!".

Se dirigió de inmediato al jardín frontal, sabía que allí Miyako ocultaba una llave, ¡La tomaría y le daría una sorpresa!

Hizo a un lado la planta y la maceta, entonces vio el llavero junto a una foto, una de ella. Le dio vuelta y leyó lo siguiente:

"Para Takeru, quien miró un manto celestial en mi cabello".


Fin


Notas del 2015:

Este fic tenía más de 13 años guardado en mis archivos, ¡era muy joven cuando lo escribí! No es que fuera impublicable, pero nunca me decidía a darlo a conocer. Agradezco a SkuAg que me convenciera, a pesar de que mi estilo narrativo ha cambiado demasiado a lo largo de estos años.

En esta antología voy a publicar mis fics perdidos y viejos que yacen en los archivos de mi computadora y mis pendrive, así que esperen más onesohot dispersos y de la vieja escuela.

Les dejo mis notas del 2002:

¡Muchas gracias por haber leído!... espero no les haya decepcionado mucho este escrito, como les dije, no quedé muy contenta debido a que no es un romance demasiado profundo, pero al menos hubo detalles /como el del incienso/ que me gustaron.

De cualquier manera estoy dispuesta a recibir críticas constructivas, yo sé que sólo así podré mejorar, y por supuesto que estoy en FFnet para eso. Así que no se olviden del review.

Fic dedicado a todas aquellas personas que tiene la suerte de hallar el amor sin buscarlo

¡Otra cosa!

Esta historia está inspirada en la canción "Eugenia", de Alejandro Filio.

¡Hasta pronto!

Atte. CieloCriss