Capítulo 1
Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
A/N: Dedicado a Mavi.
Esta historia sólo tiene dos capítulos, espero que la disfruten tanto como yo disfruté escribiéndola.
"Señor Malfoy. Lo tenemos." Le saludó el hombre al entrar a su oficina en el Ministerio de Magia. Draco Malfoy, asistente del Primer Ministro no sólo de nombre, sino activo en todo el sentido de la palabra, levantó la vista de sus documentos y reconoció en el recién llegado al hombre que había contratado para encontrar a otro que había desaparecido luego de la guerra. Se levantó de inmediato con una enorme sonrisa y el corazón latiéndole desbocadamente. No podía creer su suerte, finalmente podría cumplir sus sueños, porque no sólo era uno, sin contar un centenar de fantasías.
"¿Dónde está?" Preguntó apenas ocultando su impaciencia.
"En su casa. Pero, señor Malfoy... Antes que vaya a verlo tiene que saber algunas cosas." La seriedad con la que el hombre le habló lo hizo detener al instante. ¿Qué podía ser tan importante como para hacerle retrasar su reencuentro con el hombre que había ocupado sus pensamientos desde que se terminara la guerra con terca tenacidad?
"Pero... lo encontró... ¿cierto?" Volvió a preguntar para estar seguro de que sus oídos no le habían engañado.
"Sí, señor Malfoy, lo encontramos. El problema es cómo lo encontramos. Ronald Weasley... luego de que pudiéramos confirmar su identidad finalmente, está en su casa, de eso no hay duda. Pero no creo que sea lo que usted esperaba." Draco invitó al hombre a sentarse y la puerta de su oficina se cerró mágicamente.
Llegó a la casa con un sentimiento de ansiedad y temor. Lo que el señor Whitehawk le había informado acerca del estado del pelirrojo era en verdad preocupante.
Había pasado tanto tiempo a la espera de encontrarle que no se había detenido a pensar en el estado en que hallaría al pelirrojo. El Ronald Weasley de sus recuerdos era un joven terco, orgulloso, difícil de doblegar, rápido para la violencia o lo había sido en el pasado. Basándose en esos recuerdos Draco tenía desde hacía años ya un cuarto en su casa, que no era la Mansión Malfoy, para el momento en que la ocasión lo ameritara. Sabía perfectamente lo que contenía. Un baño, una bañera, una cama y varias argollas de metal colocadas estratégicamente por las paredes. Algunas cadenas y collar de servidumbre que había mandado a confeccionar de los más hermosos rubíes y diamantes. Claro que la base del mismo era de hierro cubierto de plata bruñida.
El collar descansaba sobre la cama y tenía más de un uso ya que podía convertirse en un anillo parecido a un aro matrimonial.
Sus aparentes intenciones eran claras cuando se miraban las argollas en la pared pero las verdaderas estaban reflejadas en el collar, específicamente en su segunda forma. Sus dedos fueron nerviosos al anillo en su propio dedo, ese que tantas especulaciones había levantado desde que lo comenzara a usar. Un anillo de compromiso hecho de plata pura con un rubí en el centro y dos diamantes a cada lado incrustados en el aro mismo.
Caminó lentamente a la puerta de la susodicha habitación ahora ocupada finalmente por el huésped que siempre había esperado. Su mano tembló al posarse en la perilla de la puerta pero finalmente la abrió. Pensó que el tiempo retrocedería cuando viera los ojos azules y el cabello rojizo pero nada de eso sucedió. Menos podría pasar cuando no podía ver al que se suponía ocupaba la habitación.
"¿Weasley?" El sonido de una cadena moviéndose sobre el suelo llamó su atención hacia una de las esquinas tras la cama. Pudo entonces ver unos cabellos rojizos y se animó a acercarse para verlo mejor. Deseaba verlo, con todas sus fuerzas y a la misma vez temía lo que vería. Ya le había explicado el detective lo que iba a encontrar pero de igual forma, aún no podía reemplazar la imagen que tenía del pelirrojo por el cuadro que le había pintado el hombre. Sin embargo... al asomarse tras darle la vuelta a la cama todas sus esperanzas se vinieron abajo.
Weasley estaba en el suelo. Al parecer había estado dormido segundos atrás pero al escuchar su voz había despertado. Ahora estaba en cuclillas, tan lejos como podía de la otra presencia en la habitación. Sus ojos azules lucían opacos y sus cabellos rojos estaban totalmente hechos un desastre. Podía contarle las costillas aún cuando el cuerpo era mucho más grande de lo que recordaba. Tal parecía que en cualquier momento se rompería y los pocos trapos que cubrían su decencia no estaban en mejor estado. Un collar, en apariencia de cuero bastante ajado sostenía la cadena que estaba sujeta a la argolla que colgaba sobre la cabecera de la cama. "Weasley." Susurró acercándose pero deteniéndose de inmediato al ver cómo se alejaba.
Aquellos ojos azules lo observaban con un terror sobrenatural y ya tenía una idea de qué era lo que había sucedido.
Un año después de su graduación en Hogwarts, Lord Voldemort había conquistado el Mundo Mágico y asumido el poder en el Ministerio. Draco, como fiel mortífago había recibido su recompensa pero cuando fue a buscarla a las mazmorras donde estaban los prisioneros de guerra uno de los carceleros le informó que el pelirrojo que buscaba hacía varios meses que se lo habían llevado de allí. Su furia se desbordó ese día, casi había podido saborear el triunfo sobre el pelirrojo que siempre lo había insultado y atacado a cada oportunidad para simplemente convertirse en prisionero de los mortífagos la noche en que Harry había fallado en eliminar al Lord.
Pero aunque el moreno héroe de la comunidad mágica había fallado aquella noche, tres años más tarde lograba su cometido. Asesinó a Voldemort y nadie pudo impedirlo. Lo que ninguno se esperaba era que Lucius Malfoy asumiera el poder tan pronto cayera aquel monstruo. Entre las insurgencias y rebeliones contra el poder establecido, Lucius tenía ideas mucho menos estrictas que el Lord. Deseaba conservar el poder pero sin tener que cimentarlo sobre agrias luchas y batallas cosa que tarde o temprano sabía que terminarían en un intento de asesinato o peor aún... en un no tan fallido intento. Por eso, poco a poco, había logrado convencer a sus compañeros mortífagos y balancear el asunto de tal forma que aunque aún un poco tensas, las relaciones entre los magos oscuros y los de la luz se fueron balanceando.
Desde entonces habían pasado casi diez años entre altas y bajas y Draco se había consagrado como la mano derecha de su padre. La única sombra en su pasado era haber perdido al pelirrojo que ahora tenía en esa habitación. Sí, su intención había sido torturarlo... aunque no en el sentido fiel de la palabra. Para él la tortura tenía un fin y nada tenía que ver con el cuadro que se le presentaba y que hablaba de la verdadera tortura a la que había sido sometido el pelirrojo por casi trece años.
Legalmente no podía mantenerlo allí contra su voluntad. Los prisioneros de guerra, la mayoría, habían sido liberados al final en un intento por zanjar diferencias. Pero había muchos desaparecidos de ambos bandos. Muchos que nadie sabía si estaban vivos o no.
Y Ronald Weasley podía estar vivo físicamente pero en su interior Draco no estaba muy seguro de que aún lo estuviera. Al menos lo que veía allí en el suelo no parecía tener más que los instintos básicos de supervivencia. Eso y un dato muy importante que el investigador le había comentado.
Al parecer, en sus primeros años como esclavo uno de sus carceleros le había enseñado al pelirrojo que su amo era quien sostuviera la cadena en la mano. El pelirrojo se había tomado muy en serio esa constante porque esa fue la única forma en que el detective pudo llevarlo sin problemas a la casa.
Extendió la mano hacia la temblorosa forma y tomó la cadena en su mano. El cambio fue instantáneo. El pelirrojo dejó de temblar y pareció cobrar algo de vida, como si esperara atentamente la primera orden. "De pie." El pelirrojo obedeció sin chistar y se puso en pie tan derecho como podía. Draco lo siguió con la vista antes de ponerse también en pie. Lo haló suavemente por la cadena alejándolo de la pared. Lo rodeó con lentitud, escrutándolo detenidamente, tocando algunas de las cicatrices que se podían ver a primera instancia. Al parecer había tenido suerte con su último amo ya que no se veía ninguna cicatriz demasiado nueva.
Imaginó entonces que le habrían sido propinadas en sus primeros años de esclavitud, cuando su espíritu había sido doblegado hasta obtener con el tiempo aquella actitud de animal atrapado. Imaginó lo mucho que habrían tardado en hacerlo, cada cicatriz hablaba de ello... y eran varias de buen tamaño y cientos de otras más pequeñas, menos visibles. El rostro presentaba un par, una muy fina que pasaba por su cuello como una ramificación, apenas visible como las muchas otras. Pero había otra que iba de su pómulo en arco abierto hasta rozar del extremo de su ojo para luego seguir erráticamente hacia la ceja, partiéndola levemente.
De pie y sin temblar el pelirrojo se veía levemente imponente de no haber sido por sus carnes flacas. Draco imaginó entonces cómo se vería su pelirrojo cuando estuviera en mejores condiciones. El detective le había asegurado que un medimago competente lo había revisado a consciencia antes de traerlo. "¿Tienes hambre?" Preguntó con la esperanza de hallar un poco de consciencia allí. El pelirrojo no respondió ni parpadeó y sintió sus esperanzas desmoronarse rápidamente.
Tomó la cadena y la desenganchó de la pared. "Vamos." Masculló desanimado. Al menos el pelirrojo estaba limpio, de eso también se había encargado el detective al parecer. Además, le había dejado un informe detallado de todo lo que había logrado descubrir de la vida del pelirrojo, sus antiguos amos, algunas costumbres, tareas que alguna vez había cumplido y otras tantas minucias que luego de la charla con el hombre no había querido ni mirar.
El pelirrojo lo siguió sin problemas y al llegar al comedor le ordenó sentarse. De inmediato la comida apareció en la mesa y Draco tuvo que ordenarle al pelirrojo comer porque al parecer, de no hacerlo, no probaría bocado. Segundos más tarde le ordenó que dejara de tomar la comida con las manos y utilizara los cubiertos. Ante esta última orden Ron le dio una mirada confusa.
"Los cubiertos, Weasley. El tenedor..." Le informó levantándolo para que lo viera. "...y el cuchillo." Ron saltó de inmediato fuera del asiento al ver que Draco le acercaba el cuchillo. El rubio parpadeó confundido hasta que se percató de que había soltado la cadena. Suspiró desanimado y dejó el cuchillo sobre la mesa. Bien... entonces nada de cuchillos por el momento, sólo por precaución y se prometió que el día siguiente habría mejoría.
Pero el día siguiente no trajo ninguna mejoría, ni el que le siguió, ni ninguno de los días durante dos meses y Draco estaba enloqueciendo. No sabía si podría continuar aquello por lo que llamó a uno de sus mejores amigos. Uno que, para sorpresa de muchos, había logrado grandes avances en su propia vida. Gregory Goyle, psicomago.
La enorme figura de Gregory, casi dos cabezas más alto que Draco y de complexión bastante robusta aunque sin llegar a serlo en extremo, revisaba a un Ron Weasley que aunque nada tenía que envidiarle en altura estaba temblando como una hoja. Hasta el momento no le había sacado palabra pero eso no parecía molestarle. Revisaba los papeles que le había dado el detective a Draco mientras soltaba uno que otro mhh.
"¿Está recibiendo algún otro tratamiento?" Preguntó a Draco quien le informó que tomaba lo que el medimago le había prescrito para recuperar fuerzas, especialmente pociones para devolverle las vitaminas y ayudarle a comer. "Y no habla." Comentó y el rubio volvió a asentir.
"Mmhh." Goyle se acercó y con calma tomó la cadena para ver la reacción de la cual Draco le había comentado también. "Interesante."
"Greg, me estás enloqueciendo con tus comentarios. ¿Podrías decirme algo que sí haga sentido?"
"No tengo por qué repetirte que tiene trauma." Tomó la cadena nuevamente y la haló con autoridad haciendo que el pelirrojo quedara a unos centímetros suyos. "¿Cómo te llamas?"
"No tengo nombre." Respondió el pelirrojo de inmediato haciendo que Draco se sobresaltara al escuchar la voz rasposa. Casi estuvo a punto de ir hacia Ron con alegría pero Goyle lo detuvo con un gesto imperioso.
"Claro que tienes nombre. ¿Cómo te llamabas antes de ser esclavo? Y quiero la verdad, sino ya sabes lo que te espera."
"Weasley... Ronald Bilius Weasley." Volvió a responder el pelirrojo con temor en los ojos.
"¿Por qué no respondías nuestras preguntas?"
"Mi último amo dijo que si volvía a decir una palabra me cortaría la lengua."
"Mmhh... obediente hasta el final." Comentó Goyle luego de soltarle la cadena para ver cómo se alejaba. "Y por lo que veo ha sido el trabajo de años. Tienes un reto bastante grande, Draco. Pero no ha perdido la razón. Al menos es algo a tu favor."
"¿Qué debo hacer?"
"Primero tendrás que mostrarle que eres el amo. De otra forma no te escuchará. Ya lo viste. Sólo presta atención a sus amos, mientras tanto ignora el resto del mundo, no lo culpo. Una vez establezcas quién eres muéstrale que eres un buen amo. Cuando eso llegue finalmente a su cabeza, si es que alguna vez llega, podrás finalmente hablar con Ronald Weasley el hombre y no el esclavo." Draco asintió creyendo haber entendido lo que su amigo le decía.
Seis meses más tarde, a principios de diciembre, ya no estaba tan seguro de haber entendido. A su parecer el pelirrojo seguía igual. Hablaba cuando lo obligaba, comía cuando lo obligaba, se bañaba sólo si se lo ordenaba y lo peor, dormía sólo cuando le daba permiso.
Por suerte, justo ese mes su padre comenzó a fastidiar para que finalmente se tomara unas vacaciones. Sabía que sus manías de orden lo sacaban de quicio pero era la única forma en que sabía trabajar y a veces su padre gustaba de tomar riesgos que desajustaban toda su agenda. Claro que quería que Draco tomara unas vacaciones, especialmente cerca de la Navidad cuando sus movidas se volvían algo excéntricas y su asistente ponía el grito en el cielo vigilándolo a cada vuelta. Por eso, cuando le dijo que se tomaría una semana de vacaciones su padre se negó rotundamente a que tomara tan poco tiempo. Quería que se tomara el mes completo, decía que Draco tenía acumulado casi un año en vacaciones. Al final se conformó con que Draco tomara tres semanas. Las dos semanas de Navidad y luego una adicional.
Draco se esmeró en decorar la casa y hasta llegó al extremo de buscar en todas las tiendas del Callejón Diagon un suéter que se pareciera a los que la señora Weasley les tejía a sus hijos. Tuvo que desistir de la idea cuando ninguno de los suéteres que encontró logró reunir las cualidades que necesitaba para asemejarse a un suéter Weasley. Lo que sí hizo fue comprar un par de agujas mágicas de principiante y un buen número de bollos de hilo en el rojo más espantoso que halló. Entre la decoración de la casa y aprender a tejer pasó la primera semana de vacaciones casi sin darse cuenta.
En un principio se permitió sentirse un tanto ridículo pero al ver que el producto final era exactamente como lo recordaba sonrió tontamente. Su pelirrojo se merecía ser mimado eso y mucho más. No le había dejado salir mucho durante esa semana porque quería sorprenderlo. Aún cuando no recibiera otra reacción que un pestañear, valía la pena intentarlo.
El día de Navidad Draco estaba muy nervioso. El árbol estaba completamente decorado y había hecho un esfuerzo extremo porque la casa pareciera lo más cálida posible. Había varios regalos bajo el árbol, la mayor parte de ellos para Ron y además de eso tenía una cámara para poder tomar algunas fotos.
Ya le había ordenado tomar el desayuno y lo llevaba a la sala de la mano, una de las cosas que al menos ya le permitía el pelirrojo. Le había ordenado cerrar los ojos justo antes de entrar para llevarlo frente al árbol y se puso donde pudiera ver la expresión, cámara en mano.
"Puedes abrir los ojos." Susurró con mal contenida emoción. Los ojos azules se abrieron y por unos instantes no sucedió nada. "¿Te gusta?" Preguntó con algo de ansiedad. "Hay regalos para ti bajo el árbol. Acércate." El pelirrojo pareció meditarlo un poco con una mirada extrañada pero finalmente se acercó y se arrodilló frente al árbol. Esperó un rato hasta que Draco se exasperó y se arrodilló a su lado lo que provocó que el pelirrojo se sobresaltara. Sólo entonces le vino a la mente que tal vez... sólo tal vez... las Navidades no habían sido algo positivo para el pelirrojo. Quizás se había visto siendo el regalo de esa ocasión. Quitando aquellos deprimentes pensamientos se apresuró a tomar uno de los regalos y lo puso frente al pelirrojo con algo de brusquedad nerviosa. "Es para ti." Masculló alejándose un poco. "Ábrelo."
El pelirrojo tomó lo último como una orden y rompió el papel hasta abrir la caja. En el interior había una escoba, último modelo, ropa de quidditch del color del equipo preferido del pelirrojo y el set completo de pelotas de quidditch además de varias revistas del deporte en los últimos meses. Draco no se había tenido que esforzar por recordar el equipo favorito de Ron, los Chudley Cannons. "¿Te gustan?"
El pelirrojo lo miró sin entender. ¿Sería posible que se hubiera olvidado de lo que era el Quidditch? "Espero que no lo hayas olvidado. Aquí hay otro para ti." Esta vez le pasó una caja más pequeña. "Ábrela."
Esta vez fue el turno del suéter y Draco estaba sudando de la expectación. Cuando el pelirrojo abrió la caja y vio la enorme letra R se detuvo en seco. Draco se inclinó un poco para verlo mejor. Las manos del pelirrojo tocaron el tejido y con reverencia sacaron el suéter fuera de la caja. "¿Quieres probártelo?"
Esa era la verdadera señal. Draco no le había ordenado, le había sugerido. Lo que hiciera ahora el pelirrojo dependía totalmente de lo que quisiera, sin amos ni señores. Con apenas contenida alegría vio que Ron extendía el suéter y finalmente lo preparaba para ponérselo.
Lo vio ponerse el suéter con lentitud y Draco pudo comprobar que le quedaba como recordaba, demasiado grande para ser de su talla, pero igualmente acogedor. Ron acarició la enorme letra al frente y mientras lo hacía una lágrima bajó por su mejilla sorprendiendo a Draco.
"Feliz Navidad, Ron." Susurró. El pelirrojo se volteó a mirarlo, mirarlo realmente por primera vez, con ojos tristes pero llenos de memorias.
"¿Malfoy?" Draco asintió. Vio confusión y dolor pero también una pequeñísima llama de esperanza.
"Estás a salvo. No voy a dejar que nadie te haga daño." Susurró con apenas contenida emoción sintiendo que echaría a llorar en ese mismo instante aunque el pelirrojo no hiciera nada más.
"A salvo." Draco volvió a asentir.
"No necesitas esto." Esta vez Draco se acercó y abrió el collar que Ron todavía llevaba al cuello. "Nunca más lo necesitarás."
"¿Puedo ir a casa?" La pregunta no tomó por sorpresa al rubio. Ya se lo había preguntado él mismo. ¿Qué pasaría si Ron recuperaba sus sentidos y quería ir a su casa¿Lo dejaría ir? También se había respondido. Sí. Lo dejaría ir, siempre que eso hiciera al pelirrojo feliz lo dejaría ir.
"Claro que puedes ir." Respondió luego de tomar una profunda respiración. "¿Quieres ir ahora? Deben estar celebrando, seguro que les encantará verte de nuevo." Tímidamente el pelirrojo asintió y Draco creyó morir. Iba a perderlo tan pronto. Por Salazar. "Bien, déjame traerte un abrigo más cálido, está nevando afuera." Se levantó con pasos pesados y buscó abrigos para ambos. Luego intentó recordar la dirección de la casa de los Weasley en San Cachapole. Tomó al pelirrojo fuertemente de la mano y se concentró. Al poco tiempo estaban en un camino cubierto de nieve y Draco miró al hombre de rojos cabellos y vio en sus ojos azules cómo parecía reconocer sus alrededores y sólo eso lo hizo sentir un poco mejor por lo que iba a hacer.
Comenzaron a caminar en dirección a la casita y ya a pocos metros de ella pudieron escuchar la algarabía que había en el interior de la misma. Ron se detuvo y Draco se giró para animarlo a seguir. Con pasos tímidos terminó por acercarse al rubio quien tomó una profunda respiración antes de tocar a la puerta. Ron se había semi escondido tras su figura cosa que era prácticamente imposible por su estatura lo que hizo sonreír a Draco.
La puerta se abrió y se encontró con una varita en sus narices. "¿Qué demonios haces aquí?" Siseó una voz que hacía mucho no escuchaba.
"Potter, para mí también es un placer volver a verte." Respondió con fastidio.
"¿Quién está a la puerta, cariño?" Preguntó la matrona de la familia al escuchar las voces.
"Nadie, Molly. Fue sólo una sabandija de los alrededores." Se escucharon pasos y Arthur Weasley, con su sonrisa blanda apareció tras Harry. Su expresión se endureció al verlo pero de todas formas apartó al moreno.
"Señor Malfoy, no lo esperábamos. ¿Asuntos del Ministerio?" Preguntó con voz tensa el hombre. Los ojos del moreno se entrecerraron con sospecha al ver que el rubio titubeaba.
"Si son asuntos del Ministerio pueden esperar hasta mañana, hoy es Navidad, Malfoy." Gruñó Harry antes que Draco pudiera siquiera organizar sus ideas.
"Potter, ya cierra la boca." Gruñó enojado el rubio perdiendo su inhabilidad para expresarse. "Lo siento, señor Weasley. No son asuntos del Ministerio lo que me trae por aquí... es... bueno..."
"Ya dilo, Malfoy, para que podamos continuar con la celebración." Draco le dio una mirada asesina pero sintió tras de sí la mano de Ron aferrarse a sus ropas.
"Les traje un regalo." Murmuró provocando que el señor Weasley le diera una mirada incrédula. Draco entonces dio un paso al lado y ambos hombres se quedaron con la boca abierta. "Feliz Navidad." Susurró sin mirarlos a los ojos sintiendo un sonrojo en sus mejillas y un dolor en el corazón. Arthur Weasley se lanzó al cuello de su hijo y Draco dio un paso atrás. Pronto el moreno también salió de su estupor y abrazó al pelirrojo.
"¿Arthur, quién está en la puerta?" Pudo escuchar a la señora Weasley. Pronto todos estarían afuera por lo que dio otro paso atrás. Una nube de pelirrojos se fue formando en la puerta, ninguno le estaba prestando atención por lo que sin ocuparse por despedirse terminó por dar media vuelta y comenzó a alejarse por el camino.
Al llegar a su casa se dio cuenta que los regalos del pelirrojo se habían quedado en la salita. Todos, los que había abierto y los que no había llegado a tocar. Todos menos el abrigo el cual todavía tendría puesto.
Decidió que no valía la pena quedarse todo el día allí en soledad por lo que tomó la cámara y salió cerrando la casa. Revelaría las fotos. Eso le daría algo que hacer.
Casi todas las tiendas en el Callejón Diagon estaban cerradas pero un par mostraban sus letreros de abierto. Entró a una de ellas y preguntó si revelaban fotos. La dependienta, algo gruñonamente le indicó que no. Tuvo que recorrer casi todo el callejón y tres tiendas más tarde finalmente encontró una que ofrecían servicios de revelado mágico.
Dos horas más tarde tenía sus fotos, un par de marcos y un álbum con las fotos bien protegidas. Luego de eso se detuvo en un pequeño bistro que había visto abierto en su búsqueda y comió algo. El resto del tiempo lo dedicó a mirar las vitrinas de casi todas las tiendas. Uno que otro mago y pareja rondaban el callejón pero el resto estaba en sus casas celebrando.
Casi anochecía cuando decidió regresar. Evitó mirar siquiera la habitación donde el pelirrojo había existido alguna vez pero al acercarse al árbol su ánimo terminó por caer. Sacó el álbum de fotos y se puso a hojearlo. Su pelirrojo miraba con temor el árbol y había algo de aprehensión en su rostro. La más hermosa de todas las fotos era aquella donde tenía puesto el suéter y su rostro parecía lleno de ilusión antes de sonrojarse y bajar la mirada a las mangas tan largas que cubrían hasta sus nudillos dejando afuera la punta de sus dedos muy apretados contra la tela.
El pelirrojo en la foto lo miró y Draco se sorprendió al ver que le daba una tímida sonrisa. Se le formó un nudo en la garganta y los ojos se le aguaron un poco. Se levantó y puso la foto enmarcada en el árbol asegurándola en su lugar con un poco de magia. "Soy un tonto." Susurró aceptando sus sentimientos de una vez por todas.
Unos golpes a la puerta lo sacaron de su estado y se pasó una mano por el rostro. Los golpes volvieron a sonar y esta vez escuchó cómo gritaban su nombre, la voz distorsionada por estar del otro lado pero inconfundible a la misma vez. "¡Malfoy¡Maldita sea, abre la jodida puerta!"
"¡Harry!" Reclamó otra voz algo apagada por la puerta cerrada.
"No, le hizo algo a Ron y va a pagarlo." La voz se escuchaba agitada y Malfoy rodó los ojos. Típico de Potter venir a reclamarle todo lo que salía mal. Se tardó el tiempo suficiente para buscar los papeles y las pociones de Ron antes de dejarlas sobre la mesa de la sala y protegerlas por si las dudas. Cuando abrió tenía la varita en la mano y le apuntaba entre ceja y ceja al ojiverde devolviéndole el favor que temprano en la mañana le había hecho.
"¿Qué te trae por aquí, Potter?" Murmuró con tranquilidad al ver la expresión sorprendida del moreno. "Espero que no sea una visita de cortesía."
"Malfoy, no seas estúpido. Sabes por qué venimos." Gruñó luego que sus ojos se descruzaran.
"No, no lo sé. Pensé que sería suficiente distracción para un día el que tuvieran a su hermano de vuelta pero es obvio que me equivoqué. Iba a dejar para mañana el envío del expediente médico pero ya que están aquí sería buena idea que se lo llevaran también." Bajó la varita y se alejó de la puerta. Como esperaba, los Weasley entraron sin ser invitados. El primero de la lista siendo Harry Potter. Tomó el paquete del cual conservaba una copia y se dispuso a entregárselos cuando notó el silencio que reinaba.
Los presentes observaban el árbol y la decoración. Carraspeó nervioso. Había olvidado que toda la casa estaba arreglada de tal forma que fuera lo más parecida a las acogedoras casitas que aparecían en las revistas navideñas. "Y yo pensando que las serpientes no tenían espíritu navideño." Exclamó uno de los gemelos.
Vio que la joven Weasley tenía algo en sus manos y que le hacía señas a sus hermanos para que se acercaran. Arrugó el ceño confundido hasta que tuvo un presentimiento y miró al árbol. La foto de Ron faltaba del lugar donde la había colgado momentos atrás. Se acercó con rapidez y se la arrebató con arrogancia. "Ya tienen lo que les faltaba. Ahora si son tan amables de abandonar mi casa."
"No vinimos por papelería, Malfoy." Replicó Ginny. "Es Ron." La expresión de Draco cambió radicalmente, de enojo a preocupación extrema cosa que la peliroja tomó en cuenta de inmediato.
"¿Qué le pasa¿Está bien?"
"Queremos saber qué demonios le hiciste." Le reclamó el moreno pero Draco lo ignoró esperando a que la peliroja le dijera qué era lo que sucedía. Harry entrecerró los ojos con enojo.
"Está muy callado. Se asusta cuando nos acercamos. No quiere comer." El rubio dio un suspiro y le entregó a la joven el expediente.
"Ahí está todo lo que necesitan saber acerca de Ron, pero si son demasiado sensibles no les recomiendo que lo lean todo. Su vida no ha sido un lecho de flores desde que desapareció."
"¿Y qué se supone que hagamos con esto?" Preguntó exasperada y Draco se sintió confundido.
"¿Cómo que qué harán con eso? Ahí está todo. En la mesa están sus pociones, las que tiene que tomar todavía. Eso es todo lo que puedo ofrecerles."
"Malfoy, esto no va a calmar a Ron." Le dijo con una extraña expresión la pelirroja.
"Pero no tengo nada más. ¿Qué se supone que debo hacer? Está en su casa... con su familia. ¿Qué más se puede pedir?" Casi gimió de desesperación pero se contuvo en el último instante ante la mirada seria de Ginny.
"Está preguntando por ti."
"¿Por mí?" Susurró. ¿Estaría realmente Ron preguntando por él o por el amo?
"Sí. No quiere que nos acerquemos y sólo dice tu nombre." Interrumpió Harry molesto. "Te hemos estado buscando todo el día, Malfoy. ¿Dónde demonios estabas metido¡Hoy es Navidad!"
"Estaba visitando unos viejos amigos." Mintió automáticamente. "Además eso no les incumbe a ninguno de ustedes."
"¿Malfoy, qué es lo que sucede con nuestro hermano?" Cuando Harry intentó intervenir nuevamente uno de los gemelos le tapó la boca. Los tres Weasley y el moreno vieron cómo Draco Malfoy parecía decidir qué hacer o qué decir. Titubeaba como si quisiera decirles algo pero sin atreverse, cosa imposible de creer en un Malfoy. Se llevó las manos a las sienes para finalmente suspirar y sacudir levemente la cabeza.
"Está todo en el informe. Léanlo." Musitó con un gesto de derrota señalando el expediente que tenía la peliroja. "¿Quieren algo de ponche?" Murmuró con cara de circunstancias.
El moreno se safó de las manos de los gemelos con un gruñido.
"Quién iba a pensar que Malfoy tendría ponche también." Exclamó uno de los gemelos.
Minutos más tarde estaban sentados a la mesa leyendo mientras Draco contemplaba el árbol y los regalos. "Parece que no todos desean tus regalos, Malfoy." Comentó el moreno acercándose luego de entender lo que había en el informe. El regalo de Ron seguía bajo el árbol, abierto y en apariencia olvidado.
"Ese no es tu asunto, Potter." Susurró inclinándose sobre el regalo y cerrando la tapa para luego comenzar a recoger los regalos. Cuando pudiera se los enviaría al pelirrojo a su casa. Pero en esos momentos sólo deseaba que finalmente decidieran irse. Dejaría el árbol hasta la mañana siguiente y entonces lo quitaría, por el momento no deseaba continuar el despliegue de emociones frente a los pelirrojos. Pero no estaba de suerte porque ya podía escuchar los hipidos de la peliroja y ver las caras sombrías de los gemelos.
"Tienen que pagar." Masculló uno de los gemelos, no sabía cual.
"Son aproximadamente veintiocho magos en la lista. Diez de ellos están muertos. Seis están en Azkabán con cadena perpetua. Cinco están siendo procesados por el Ministerio actualmente. Tres figuran como desaparecidos y los últimos cuatro, que no son procesables están a punto de desaparecer." Susurró sin despegar su vista de la taza de ponche.
"Por lo visto te has encargado ya de todos, Malfoy. Privilegios del que está en el poder." Comentó el moreno con velada malicia.
"Habla el que lo tiene y no lo usa. Si ya terminaron entonces me disculparán, pero es tarde ya." Harry estuvo a punto de seguir echándole sal a la herida pero una mirada de Ginny Weasley lo hizo refunfuñar y cerrar la boca.
"Gracias, Malfoy. Estamos en deuda..."
"Es tarde." Dijo interrumpiendo cualquier muestra de agradecimiento. No necesitaba agradecimiento, no lo había hecho por ellos, ni por los Weasley ni por Potter o Granger.
Finalmente se fueron y Draco se quedó en la salita de la casa recogiendo la mesa. Tardó todo lo que pudo, incapaz de dormir sabiendo que su pelirrojo lo estaba llamando. Decidió apagar las luces y ver cómo lucían las pequeñas luces que había encantado en el árbol. No había tenido oportunidad de mostrárselas así a su pelirrojo y era realmente una pena porque las luces se veían hermosas cuando el resto del lugar estaba a oscuras. Practicamente era de madrugada y afuera la noche seguía cerrada nevando. Había planeado tantas cosas...
Unos golpes furiosos en la puerta lo sobresaltaron. ¿Quién demonios podía estar llamando a esas horas? Aún cuando esperara a alguien era de muy mala educación. Se asomó a la mirilla de la puerta y lo primero que vio fueron unos ojos verdes. "Demonios." Susurró y se quedó callado tras la puerta. Pero Potter no cedió, volvió a golpear la puerta con brusquedad.
"¡Malfoy¡Abre la jodida puerta, sé que estás en la casa¡Abre antes que tus vecinos vengan a ver qué pasa!" Escuchó tras la madera la voz agitada de Harry y por unos instantes pensó en ignorarlo completamente pero cuando la puerta siguió sonando con los golpes y los gritos se intensificaron en volumen pensó seriamente en maldecirlo de una buena vez.
Abrió la puerta enojado y vio a Harry sonreír de lado. Estúpido Potter. "¿Qué quieres?"
"¿Aún no te has puesto el pijama?" Estuvo a punto de cerrarle la puerta en la cara y volverse a meter adentro sin importarle que el moreno despertara a todos los vecinos con sus gritos.
"Ahh no, eso sí que no. Yo de aquí no me voy sin ti, así tenga que llevarte a rastras." Draco se sorprendió, las palabras de Potter estaban llenas de convicción y seguramente con la mirada que le estaba dando ya se veía colgando del hombro del hombre aunque gritara y pataleara.
"¿Potter, realmente crees que puedes obligarme?" En el siguiente segundo colgaba precisamente del hombro del moreno. "¡Potter¡Bájame ahora mismo!"
"Esto no lo hago por ti, Malfoy. Lo hago por Ron. Así que será mejor que te calles de una buena vez." Sin darle demasiado tiempo a reaccionar entró a la casa, cerró la puerta y se dirigió a la chimenea.
"¡Potter¡Espera!" Pero ya las llamas verdes de la red floo los envolvían justo luego de que el moreno gritara la dirección de la casa de los Weasley.
Se sintió con náuseas y cuando finalmente llegaron tuvo que sujetarse al sentir que Potter perdía el balance levemente. "Esto es tan humillante." Masculló. "Bájame ya, maldita sea, Potter." Exclamó intentando safarse nuevamente.
Los gritos de Draco hicieron que el señor Weasley bajara las escaleras encendiendo las luces a su paso.
"¿Qué sucede aquí¡Harry! Baja al señor Malfoy ahora mismo." Exclamó asombrado al ver a quién era que cargaba el moreno en aquella forma. El rubio casi se fue al piso cuando Harry lo bajó de golpe.
"Eres una bestia, Potter. Nunca tendrás mejores modales que un hipogrifo." Gruñó. "¿Para qué me traes aquí?"
"Ginny ya te lo dijo. Ron pregunta por ti. No ha querido dormir, no ha querido comer, no nos deja acercarnos aún. No me importa si está llamando a un bastardo como tú, pero si eso lo hace feliz yo le traigo hasta al mismo Voldemort de vuelta."
"¡Harry!"
"Y será mejor que vayas subiendo a su habitación. Todos estamos muertos de la preocupación."
"¡Suficiente!" Exclamó nuevamente Arthur. "Lo siento, señor Malfoy. Disculpe la forma en que Harry lo ha traído... pero es la verdad. Estamos muy preocupados por mi hijo menor... y no sé si será mucho el atrevimiento pedirle que por favor suba a verlo." La súplica era clara pero Draco no la necesitaba para querer subir ya. Se alisó las ropas y los cabellos antes de asentir y seguir por donde el hombre le decía con algo más que simple aprehensión y desconfianza.
Llegó hasta el pasillo donde vio a todos los Weasley reunidos, esta vez incluyendo a una muy embarazada Hermione Granger quien se suponía estaba de vacaciones por maternidad. La mujer tenía evidencias de haber estado llorando y junto a ella la joven Weasley y Fleur Delacour intentaban consolarla. Los gemelos, Fred y George, William y Charlie Weasley también. Todos estaban allí incluyendo a la señora Weasley. Parecía un velorio en vez de lo que él había imaginado que sería, una reunión feliz. Ninguno dijo nada al verlo, menos cuando atrás suyo Harry Potter parecía rumiar sus acciones temprano en la noche.
Un gemido aliviado se escuchó proveniente de Granger que entre las lágrimas finalmente lo había visto. "Te está llamando todavía. Acabo de dejarlo solo." Otra súplica. Draco asintió y se abrió paso para entrar en la habitación.
Ron estaba sentado en una esquina de la habitación mirando por la ventana. No parecía desesperado, ni triste. Simplemente estaba despierto.
"¿Ron?" El pelirrojo volteó de inmediato al escucharlo.
"Draco..." Esta vez el rubio sí escuchó la urgencia por lo que se acercó y con cuidado tomó la mano del pelirrojo.
"¿Qué sucede¿Por qué no estás durmiendo?" Le preguntó con la voz más suave que pudo.
"Nadie me lo ha ordenado." Dijo como si fuera lo más evidente.
"Ya no hay nadie que pueda ordenarte, Ron. Recuerda que ya no tienes el collar." Al escucharlo se llevó una mano al cuello y lo acarició con suavidad. Su expresión decía a las claras que sí lo había olvidado. "Me dijeron que me habías llamado." Lo vio asentir brevemente. "¿Para qué?"
"Pensé que regresaríamos a casa." Draco se sintió más confundido que nunca. Cuando el pelirrojo el había dicho para regresar a la casa había asumido de inmediato que deseaba regresar con sus padres.
"Estás en tu casa. Esta es tu casa, tu familia." El pelirrojo observó a su alrededor claramente aturdido, como intentando encontrar algo que a las claras no estaba allí. Bajó su rostro con tristeza haciendo que a Draco se le anudara el estómago.
"¿Ya no me deseas?" Draco arrugó el ceño sin entender. Nunca, en todo el tiempo que había tenido al pelirrojo en su casa le había puesto una mano encima con aquella intención por miedo a recordarle su pasado.
"¿A qué te refieres?" Preguntó quitando con ternura los mechones de la frente del pelirrojo.
"No me quieres cerca de ti. Por eso me regalaste."
"Ron... ya no eres propiedad de nadie. Nadie puede regalarte, ni venderte, ni siquiera comprarte. Eres libre. Libre de hacer lo que quieras, de estar donde quieras con quien quieras." El aludido levantó la cabeza y aquellos ojos azules volvieron a mirarlo con reconocimiento haciendo que su corazón diera un vuelco.
"Quiero estar contigo." Draco estuvo acariciándole un largo rato, intentando descifrar qué hacer. Se suponía que sería fácil, era cuestión de regresar al pelirrojo con su familia y ya no habría que preocuparse más por nada. Todo volvería a su lugar y Ron sería feliz.
"Estoy aquí ahora. Así que será mejor que descanses. Ha sido una noche muy larga, sabes. Y estoy muerto del cansancio." El pelirrojo asintió y se levantó tomado de la mano de Draco quien lo llevó hasta la cama y allí esperó a que se metiera bajo las sábanas. Cuando salió de la habitación casi media hora después se sorprendió de encontrar el pasillo vacío a excepción del moreno de ojos verdes. "¿A dónde se fueron todos?" Preguntó al ver la expresión de ira y desprecio que le dirigía el moreno.
"No querían escuchar lo que iba a pasar ahí adentro." Respondió sin sentimiento en la voz.
"¿Lo que iba a pasar?" Preguntó confundido. Pero entonces comenzó a entender la actitud de Potter y lo reacio que estaba a traerlo a la casa, las piezas comenzaron a caer en su lugar y un frío helado se apoderó de su pecho. Habían pensado que él… "Ustedes pensaron... que yo..." Exclamó incrédulo. "Ustedes, todos... lo estaban pensando. Que yo he estado aprovechándome de Ronald." Casi gritó histérico, bajando la voz sólo para evitar que el pelirrojo le escuchara y se despertara.
"No pensarás que de repente nos dio con confiar completamente en un Malfoy."
"Esto es... es..." No podía siquiera decirlo por lo que cerró la boca y bajó a marcha forzada. "Regresaré en la mañana y no te atrevas a ir a buscarme, Potter. Regresaré por mis propios medios." Gruñó furioso.
"¿Qué le diré a Ron si despierta?" Preguntó el moreno y lo interrumpió con brusquedad antes que dijera nada más.
"No despertará hasta las siete o las ocho. Estaré aquí antes así que no tendrás que decirle nada." Sin siquiera despedirse Draco se desapareció en la sala con un furioso sonido de látigo.
"Creo que metimos las cuatro patas esta vez." Susurró Hermione a sus espaldas.
"Mione, deberías estar descansando." Suspiró el moreno. "Pero sí, metimos las patas. Espero que cumpla con regresar. No soportaría ver a Ron otra vez en ese estado."
"Lo sé, bebé. Lo sé." Respondió la joven mientras inclinaba la cabeza sobre su hombro.
Cuando Draco se apareció en su casa estaba furioso. Realmente furioso. Los Weasley eran unos tontos, incluyendo a todos los otros que estaban allí. ¿Cómo podían...? Se llevó las manos a los cabellos y los revolvió para quitarse de la mente lo que habían estado sugiriendo.
Supo que no tendría sentido intentar siquiera poner la cabeza en la almohada. El enojo y la preocupación no lo iban a dejar descansar. Volvió a ver el árbol de Navidad que continuaba encendido y con un resoplido y un gesto molesto las luces se apagaron dejándolo todo en oscuridad.
Señalando las luces de la casa estas se encendieron esfumando así la sensación de opresión que el árbol apagado le provocaba. Vio los regalos y los sacó de debajo del árbol. Hizo desaparecer la mayor parte excepto dos, uno que tenía un buen surtido de dulces de Hogsmeade y otro más pequeño que contenía el anillo que siempre había tenido la esperanza de darle al pelirrojo. Era el collar que en un principio había pensado ponerle pero luego de tenerlo esos meses era obvio que no lo usaría jamás de aquella forma. Se echó el pequeño regalo en el bolsillo y puso la caja de dulces sobre la mesa antes de ir a la cocina para prepararse algo de té caliente.
Recordó la comida que había preparado y suspiró, se había perdido completamente. Todo excepto el pan y el postre. Se consoló pensando que al cabo no había sido nada especial ya que él mismo la había preparado y no era como si sus destrezas culinarias fueran algo del otro mundo. Comenzó a recogerlo todo y a tirarlo a la basura guardando el postre. Quizás podría llevarle un pedazo en la mañana para que lo probara en el desayuno.
Mucho antes de darse cuenta el reloj marcaba las seis de la mañana. A esas horas y luego del trabajo nocturno necesitaba un buen baño, refrescarse y ver si el desvelo no le había provocado más ojeras de las que ya tenía.
Cuando estuvo duchado y vestido tomó el regalo de sobre la mesa y un buen pedazo de bizcocho de chocolate y nueces que era el postre que había preparado para aparecerse a la entrada de la casa de los Weasley. Tocó a la puerta y esta de inmediato se abrió provocándole dar un paso atrás. Harry Potter lo recibió nuevamente.
"Buenos días, Potter." Intentó no escupir el nombre pero no quitó el desprecio que sentía de sus ojos.
"Buenos días para ti también, Malfoy. Pensé que tardarías un poco más en llegar. Como dijiste, Ron aún no se ha levantado." El moreno se echó a un lado y le permitió pasar.
El lugar seguía siendo tan desastroso de día como de noche. Por lo menos parecía que todos seguían durmiendo aún y era que Draco había llegado a las siete en punto de la mañana y luego de la conmoción del día anterior era lógico que nadie hubiera despertado aún. Lo que no se explicaba era por qué Potter tenía que parecer como si llevara horas despierto y a gusto. "Esperaré a que se levante entonces." Y procedió a sentarse sin ser invitado por el moreno. Este estuvo a punto de decirle algo pero lo cortó de inmediato. "Prefiero esperar aquí, no quiero provocarle más pensamientos indeseables al resto de la familia." Harry asintió al parecer levemente cortado por la actitud fría del rubio.
"Está bien. ¿Ya desayunaste?" Preguntó tentativamente.
"No hay necesidad de mostrarse amable, Potter. Sé perfectamente cuán bienvenida es mi presencia en esta casa. No quiero imponerme." Le dijo con evidente ironía.
"Malfoy, no seas tan idiota." Gruñó el moreno finalmente. "Estoy preparando el desayuno y si no te sientas a la mesa te sentaré, quieras o no." Draco odió aquella sensación que le provocaba el moreno cada vez que le hablaba de aquella forma. Esta vez no cometió el error de probar cuán ciertas podían ser sus amenazas por lo que con un leve resoplido indignado levantó la barbilla y le devolvió una mirada de sincero odio.
"Supongo que no me vendrán mal unas tostadas." Masculló al levantarse y siguió al moreno a la cocina. "¿Tienes dónde guardar esto? Es para Ron." Mostró levemente el paquete con el bizcocho y el moreno arqueó una ceja.
"Seguro. ¿Para su desayuno?" Draco asintió. "Lo pondré en su bandeja..."
"Ron no come en su habitación." Los ojos verdes lo observaron curioso y por unos instantes se sintió incómodo. "Fue difícil que se volviera a acostumbrar a algunas cosas... comer a la mesa fue una de ellas. Además le vendrá bien acostumbrarse nuevamente a su familia. Yo sólo tengo dos semanas más de vacaciones, luego tengo que regresar a mis funciones en el Ministerio." Sintió que había hablado más de la cuenta pero el nerviosismo seguía allí.
"Claro." Asintió el moreno. "No siempre estarás disponible, supongo." Le sirvió varias tostadas perfectamente doradas, unas fresas y arándanos sobre crema endulzada y le puso un cuadrito de mantequilla sobre el pan aún caliente. El rubio arqueó una ceja sorprendido y Harry sonrió satisfecho. "¿Jugo o leche?"
"¿Tendrás un poco de té?" Harry sacudió la cabeza.
"Té helado." Le ofreció y Draco aceptó.
Ginny bajó las escaleras en esos momentos para anunciar que su hermano había despertado ya y Draco se levantó automáticamente de la mesa dejando el desayuno sin tocar. Harry puso un hechizo para conservarlo tal y como estaba mientras seguía preparando el desayuno de su amigo.
"Buenos días, Ron." Lo saludó apenas entrar. El pelirrojo estaba sentado en la cama con el cabello alborotado de sueño y Draco sintió el corazón enternecérsele al verlo. "¿Ya te preparaste para bajar?" Una negativa pero aún no le hablaba por lo que se acercó y tomó su mano. "Te mostraré dónde puedes hacerlo." Y era que el cuarto donde estaba no era como el que Draco le tenía, con baño y todo lo que pudiera necesitar. El pelirrojo tomó su mano apenas se la ofreció y Draco le mostró el baño y la ducha. También le mostró dónde estaba su ropa y las toallas y todo lo que pudiera necesitar. Aún cuando no estaba en su casa la Madriguera, como le llamaban a la casa, era un lugar poco complicado. Todo estaba a la mano y a la vista practicamente.
Media hora más tarde Ron estaba listo para bajar. Con un poco de timidez y tomado de la mano de Draco llegaron hasta la mesa donde ahora estaban sentados casi todos los habitantes de la casa. A pesar de ser muchos el lugar donde había estado el rubio seguía vacío junto con su desayuno y a su lado un espacio para Ron con su desayuno. El pelirrojo no se detuvo siquiera a contemplar cuánta gente había mirándolo ni cuántos habían dejado de comer por su entrada al comedor. Fue Draco el que se sintió algo intimidado, pero cuando Harry carraspeó la tensión se esfumó, todos volvieron a sus platos y la conversación continuó por lo que el rubio terminó de acercarse a la mesa indicándole a Ron dónde podía sentarse.
El desayuno transcurrió en completo desorden, todos hablando, comentando, moviéndose, parándose y sentándose sin pedir permiso pero Draco ignoró a todos. Sus ojos estaban fijos en su pelirrojo y a la expectativa de cuando probara el bizcocho. La reacción del pelirrojo no fue nada del otro mundo. Tomó un bocado, se detuvo, cerró los ojos un momento y continuó comiendo. La sonrisa de Draco fue lo que hizo que la conversación alrededor de la mesa se detuviera nuevamente.
Incapaz de darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor Draco continuó con su desayuno. No fue hasta que el señor Weasley llamó la atención cuando habían terminado el desayuno que despegó sus ojos del pelirrojo a su lado.
"Señor Malfoy. En nombre de todos quiero darle las gracias por habernos devuelto a Ronald." Draco enrojeció levemente. No podía ser que nuevamente fuera a pasar por esto. "Realmente estamos en deuda..."
"No se preocupe por eso, señor Weasley. No hay nada que agradecer." Se apresuró a decir con un leve rubor de vergüenza el rubio. "Lo que importa es que está aquí, sano y salvo. Potter... ¿dónde aprendiste a cocinar así?" Exclamó con una sonrisa forzada haciendo demasiado evidente lo mucho que lo incomodaba el tema. El señor Weasley estaba a punto de continuar cuando Harry, notando la dinámica, le contestó al rubio.
"Soy Chef. Pensé que más que ningún otro lado el Ministerio estaría al tanto de lo que hacía."
"No todos tenemos tiempo para estarlo. Tan sólo escuché que habías comprado un restaurante en el Callejón Diagon. No sabía que también cocinaras en él."
"Pues no sólo cocino, soy el chef en jefe. Cuando quieras puedes visitar. Los empleados del Ministerio tienen tarifa especial." Dijo con una sonrisa maliciosa.
"¿Ah, sí?" Preguntó el rubio antes de darse por enterado.
"Sí. Un treinta por ciento adicional al costo. Pero contigo puedo hacer una excepción, eres un cliente difícil para cualquiera de mis empleados y tendría que subirte la tarifa." Draco dejó escapar un resoplido pero las risas no se hicieron esperar en la mesa y el señor Weasley decidió dejar pasar el momento.
Luego del desayuno Draco se dispuso a despedirse de su pelirrojo. Nunca dejaría de ser su pelirrojo. Estaban en la habitación y Ron parecía sereno. "Tengo que irme ya." Los ojos azules lo miraron con un poco de aprehensión a lo que se apresuró a añadir. "Pero mañana estaré de regreso. También podrías visitarme... si quieres."
"Quiero ir contigo... ahora." La petición apenas fue un suspiro y la sintió en el corazón. Si había algo que quería hacer era llevárselo en ese mismo momento a la casa y pasar esas dos semanas que le quedaban todo el tiempo con él.
"Pero estás con tu familia. No hay mejor lugar." Susurró de vuelta.
"No estás aquí." Replicó el pelirrojo en un extraño arranque de valor que dejó al rubio sin respiración. Las palabras que salieron de los labios de Draco después no eran las que deseaba, pero eran lo más suaves y dulces que podían ser.
"Así es como debe ser. Ron, quiero que almuerces y comas y salgas de la casa y hagas todo lo que te gustaría hacer. Y cuando llegue la noche te prepararás para dormir y te acostarás, no más tarde de las once, ayer no dormiste casi nada. En la mañana, antes que te des cuenta, estaré aquí de nuevo." Una leve sonrisa asomó a sus labios al decirle lo que tenía que hacer y ver al pelirrojo asentir. "Lo prometo."
"¿Te quedarás mañana todo el día?" Si Draco no hubiera pasado tantos meses controlándose en esos momentos se habría colgado del cuello del pelirrojo y lo habría besado. Pero en la realidad al rubio le temblaron las manos mientras se controlaba y le regaló una sonrisa.
"Si le preguntas a tus padres y no tienen problemas en que me quede mañana, entonces me quedaré. Pero tendrás que llamarme por la red flu para avisarme. ¿De acuerdo? Nada de pedirle a uno de tus hermanos que llame. Ni siquiera a Potter. Si no llamas tú entonces no vendré, aunque tus padres digan que sí." El pelirrojo asintió. "Perfecto. Entonces, ya sabes lo que tienes que hacer." Lo besó en la frente y se sintió turbado al darse cuenta de sus acciones. "Ahh... casi lo olvidaba. Feliz Navidad... algo atrasadas." Le dio la caja de chocolates, arrepintiéndose a última hora de su intención inicial y guardándose la caja pequeña donde tenía el anillo. "Guárdame algunos para mañana."
Le costó salir de la habitación, le costó salir de la casa. Luego de ser amenazado por Harry si no regresaba a la mañana siguiente llegó a su casa y cayó practicamente en la cama sin pensar en nada más. Estaba demasiado exhausto, no sólo físicamente sino emocionalmente. Era como si una parte de sí mismo se hubiera quedado allá en la Madriguera. Un día separado de su pelirrojo se pintaba demasiado largo. Por eso se rindió tan pronto pudo al sueño y permitir que las horas pasaran más rápido.
Se levantó cerca de las tres de la tarde, con hambre y con dolor en el cuerpo por haber dormido tanto. Fue a la sala con la intención de sacar aparte los regalos que le habían quedado al pelirrojo y llevárselos, especialmente la escoba y el uniforme de quidditch. En esas estaba cuando la chimenea se encendió. Un rostro conocido se asomó a ella.
"Potter." Masculló alisándose los cabellos. "Parece que tendré la mala suerte de verte más seguido ahora."
"Creo que mi influencia no será suficiente para que te nazca un corazón pero no hay peor lucha que la que no se hace. Aquí hay alguien que quiere hablarte." El rostro del moreno desapareció y por unos largos segundos el fuego crepitó desocupado hasta que Ron se asomó a su propia chimenea. Draco se acercó con una sonrisa mal disimulada.
"Ron. Qué bueno verte." Una tímida sonrisa asomó a los labios de Ron haciendo que la cicatriz que tenía en la mejilla le torciera el rostro de una forma que en vez de parecer inocente más bien le hacía ver imponentemente aterrador. Draco decidió que en cuanto tuviera la oportunidad le ofrecería buscar un médico que se las quitara, eso si el pelirrojo quería.
"Hola... Draco." Saludó Ron al fin. "Yo…" Le dijo titubeante y Draco escuchó con claridad que alguien le animaba desde el otro lado. "Quería pedirte que vinieras."
"¿Hablaste con tus padres?" El pelirrojo asintió. "¿Y cuándo quieres que vaya?"
"¿Hoy?" Ron hizo como si mirara atrás de sí y Draco escuchó nuevamente voces de aliento. "Hoy en la noche. ¿Te gustaría quedarte esta noche en mi casa?"
"¿Quieres que me quede...? Pero están todos tus hermanos. ¿Dónde me quedaría?"
"Los demás van a sus casas y regresan para fin de año." Esta vez el rostro de Harry apareció al lado del pelirrojo. "Habrá lugar de sobra."
"¿Y tú no te irás?" Le dijo el rubio al moreno mientras lo miraba fijamente con deseos de estrangularlo por metiche. El moreno sonrió con malicia y negó.
"Hermione y yo estamos pasando nuestras vacaciones aquí." Respondió Harry alegremente.
"Fantástico." Murmuró Draco.
"Me gustaría que te quedaras toda la semana." Intervino un poco enfadado el pelirrojo lo que sorprendió al rubio ya que nunca lo había visto demostrar enojo ni contrariedad en todo el tiempo que lo había tenido en la casa. Al parecer Potter ya había captado la esencia de lo que estaba intentando hacer con el pelirrojo.
"¿Toda la semana?" Le preguntó fingiendo asombro y tomando tiempo para pensarlo aunque ya sabía que aceptaría. "Me encantaría, si tus padres están de acuerdo." Las mejillas del pelirrojo se oscurecieron.
"Ya les pregunté y dijeron que sí." Esta vez Draco no pudo ocultar su propio entusiasmo ante los avances que en menos de un día se veían en el pelirrojo al estar con su familia. Ahora veía que la decisión de dejarlo con sus padres había sido la correcta.
"Entonces me quedaré, sólo porque tú me lo pides." Le respondió dándole una significativa mirada al moreno al lado de su pelirrojo pero entonces Ron sonrió. Una sonrisa tan amplia que practicamente lo deslumbró. Sintió que perdía la fuerza en las piernas e intentó tragar el nudo que no le dejaba respirar.
"Estaré en mi cuarto." Murmuró el pelirrojo sonrojándose levemente, como si la conversación hubiera sido la hazaña más difícil de toda su vida.
"No tardaré." Susurró Draco y Ron desapareció de la chimenea. El ojiverde lo observó unos segundos adicionales antes de despedirse también. Apenas se hubo cortado la comunicación cayó al suelo de rodillas con una sonrisa tonta en sus labios y los ojos aguados. Estuvo un par de minutos sobre el suelo cuando de repente se puso en pie y comenzó frenéticamente a prepararse para su estadía en la casa de los Weasley. Quién hubiera pensado que alguna vez un hurón se sentiría tan feliz de quedarse en la madriguera de una comadreja.
Gracias por leer.
