Disclaimer: Los personajes son de miss Cassandra, ya saben.
Note: Ya, todos sabemos que no son hermanos, pero me encanta el angst.
Advertencias: Ligero lime, y Pseudo-incesto.
.
.
.
.
Clary lo observa, por las mañanas, cuando desayunan y el sol entra por la ventana de la cocina del instituto y le da en el rostro, y en los cabellos dorados. Mientras Alec bebe leche de mala gana e Izzy decide algo sobre que ponerse hoy en la noche. Clary lo mira, a Jace. Observa con minucioso cuidado su cara angulosa, ve las sombras que se forman y ve las rubias pestañas bailando sobre sus pómulos. Y luego se mira a sí misma, y no puede creer que tengan la misma sangre.
No, no pueden tenerla, porque ella le quiere y eso no puede ser.
Pero lo es. (Algo punza, miles de pedazos de vidrio quebrado inyectándose en eso que lleva entre los pulmones)
Porque Jace es infantil y atrevido y egocéntrico pero es solo la máscara del niño al que le enseñaron que el amor destruye matando a un amigo preciado. Ella lo ve, detrás de la seguridad del oro de sus ojos están todas las marcas que Valentine dejo.
Entonces solo quiere abrazarlo y decirle que todo está bien, que ella siempre va a estar a su lado, (que le quiere).
Y lo hace, en la noche, cuando nadie puede juzgarlos y mientras la luna palidece por el vapor en la ventana. –Jace- Susurra, despacio, despacio. Para que solo lo escuche él, y enreda sus dedos (quebradizos, torpes, blancos y suaves) y suspira, él le besa entre el hombro y el cuello y sus manos se meten en lugares prohibidos y de importancia mínima.
Las sabanas hipócritamente blancas se llenan de sudor y susurros cantados en anhelos que solo alguien a quien le han comido el corazón a pedacitos puede entender. Porque Clary lo sabe, que él le quiere, porque ella también lo hace y porque le gusta el sabor de su piel (su olor a sol, su sabor a luz y cicatrices que cuentan historias de batallas sanguinolentas) Le gusta, y le explota bajo la piel, en la yema de sus dedos y encima de los parpados caídos.
-Te quiero-
Alguien lo dice, un susurro sutil, pero no es ninguno de los dos porque ellos no pueden quererse, pero las manos inquietas de Jace se adentran en sus muslos y entonces como que deja de importarle todo. Entonces ella también le recorre con las manos, sobre los músculos bien definidos y su piel suave marcada por las runas y las pequeñas cicatrices, y lo besa, sus labios que son finos y que saben a él, como sol y fuego añejo. Sus lenguas se encuentran y se reconocen y la llevan a mil kilómetros de la tierra, sobre las estrella y más allá de todo lo que les separa.
La ropa se deshace como un espejismo en el desierto. (Sus manos, inquietas, calientes, anhelantes)
Y entonces es Rápido, fuerte y lento y luego rápido otra vez, quiere gritar, quiere beberse su olor y sanarle las heridas que tiene detrás de los ojos. –Jace- se repite, es todo lo que dice, lo que puede pensar, y él solo ahoga sus suspiros contra su boca porque lo que menos quiere es que alguien los escuche.
Y es cuando para Clary todo explota. Silenciosamente. Como un volcán sobre la luna.
Uno, dos más, y entonces cae como un peso muerto sobre ella, aspira su olor y la vuelve a besar, y la acaricia entre las costillas para tocarla el corazón y saber que es suya. Porque
-Clary, te quiero, pero es un secreto ¿vale?
Jace es el idiota más dulce del mundo. Le duele, a veces, pero no importa, nada importa si ella puede tenerlo hasta el amanecer, si puede besarlo y suspirar su nombre sobre sus labios, si puede abrazarlo y enredar sus piernas con las de él, nada importa si puede amarlo aunque sea hasta que salga el sol.
No importa, ya se ocultara de nuevo.
.
.
.
No end.
