Este fic es una precuela de "Crónicas de las Tierras del Fuego", un fic de mi autoría. La historia en sí puede entenderse sin haber leído Crónicas antes, pero los asuntos como qué son los Señores de la Guerra, las Naciones Feudales y demás están explicados en Crónicas.

Os recomiendo que os paséis por Crónicas para que podáis enterar al 100% de este fic.

Sin más que decir, espero que disfrutéis con la lectura.


La llegada de un bebé a este mundo es siempre motivo de alegría.

Los padres de la criatura esperan con ansias durante nueve meses a la llegada de su hijo. Una espera que se les hace casi eterna, pues desean con toda su alma poder sostener en brazos el resultado de su amor.

Kushina Uzumaki y Minato Namikaze podían ser los Señores de las Tierras del Trueno, pero eso no implicaba que fuesen distintos a los demás padres que esperaban a su retoño.

Aunque tenían las mismas ganas de tener a su hijo en brazos, había algo que los diferenciaba de los demás, y no era su estatus social. La diferencia era que Kushina era la jinchuriki del Kyubi. Eso no le impidió ganarse el corazón del Señor de las Tierras del Trueno, que pudo en ver en ella algo más que un monstruo o un arma de guerra.

En esos tiempos, donde la medicina no había avanzado lo suficiente, las mujeres se jugaban la vida cada vez que daban a luz.

Lamentablemente, Kushina no era la excepción.

Fue un 10 de octubre cuando dio a luz a un precioso niño rubio. El niño no paraba de berrear entre los brazos de su madre, como si supiese que destino le esperaba a su madre.

-Minato, mira, es igualito a ti- dijo en un susurro Kushina.

-Ku…Kushina- tartamudeó Minato el nombre de su mujer entre lágrimas. Lágrimas, porque sabía que su mujer no sobreviviría esa noche.

-Minato…-susurró Kushina triste por ver a su marido así.-Minato, mírame- cuando su marido alzó su cabeza para mirarla, Kushina sonrió- Estoy tan feliz de que nuestro niño esté bien, me alegra saber que no estarás solo.

-Kushina- lloraba el Señor de las Tierras del Trueno.

-Minato, espero que mi muerte no influya en el cariño de nuestro pequeño, eso me cabrearía mucho, y sabes lo que pasa cuando me cabreo dattebane- dijo la pelirroja con una sonrisa en los labios.

-Kushina-sama, Minato-sama, lamento mucho interrumpir pero… es hora de la extracción- murmuró un ninja de las Tierras del Trueno.

Ello provocó que Minato apretase más la mano de su mujer. Su hijo comenzó a llorar todavía con más fuerza.

-Minato- dijo Kushina mientras sonreía- estoy preparada, me has dado lo que nadie me había dado en mi vida por ser la portadora del Kyubi, amor. Un amor que se ha visto reflejado en nuestro niño, en nuestro pequeño Naruto- dijo entre lágrimas.- solamente prométeme que él no sufrirá como yo sufrí.

-Kushina… yo…yo haré todo lo que esté en mi mano para que eso no suceda- dijo Minato con determinación. – Querré a nuestro hijo con todo mi corazón.- ante las palabras de Minato, Kushina sonrió.

-Gracias Minato, siempre velaré por vosotros dos. Y tú pequeño, no le des muchos problemas a tu padre, pero siendo hijo mío creo que eso será casi imposible, encuentra a una buena mujer, y no te dejes influenciar por tu padrino. - dijo Kushina entre lágrimas cuando depositó al pequeño Naruto en brazos de su padre.

El niño no paraba de llorar.

-Minato-sama, debemos comenzar- volvió a decir el ninja.

Minato asintió en silencio, y así se mantuvo todo el rato que los ninja selladores traspasaron el Kyubi del cuerpo de su mujer al de su hijo.

-Minato, Naruto, los amo- dijo en su último suspiro de vida Kushina.

Cuando todo había acabado, Minato apretó contra su cuerpo a su hijo, que había parado de llorar.

-Minato-sama…- habló el ninja.

-Marchaos, marchaos todos… necesito tiempo- murmuró el hombre. Todos los ninjas allí reunidos obedecieron las órdenes de su señor.

Ese día, Minato lloró, de felicidad por la llegada de su hijo, y de dolor al saber que su mujer no volvería con ellos.

La pérdida de Kushina asoló a todos los ciudadanos de las Tierras del Trueno. Los que más sufrieron por ella fueron su marido Minato, y el hijo de ambos, Naruto, que, aunque no la llegó a conocer, la echaría de menos siempre.


Cinco años después se veía a un pequeño rubio de ojos azules correteando por los pasillos del Palacio de las Tierras del Trueno. Era perseguido por un hombre de unos veinte años.

-NARUTOOOOO ven aquí- gritaba el hombre.- tienes que tomar las clases de historia y escritura.

-NO QUIERO IRUKA-SENSEI, ESO ES DEMASIADO ABURRIDO.-gritaba el rubio mientras derrapaba al tomar las curvas de los pasillos.- SOLO NECESITO ENTRENAMIENTO NINJA DATTEBAYO.

-PARA SER UN NINJA NECESITAS SABER LEER Y ESCRIBIR, ASÍ QUE VEN AQUÍ- gritaba Iruka persiguiendo al rubio.

-QUE NO QUIERO- volvió a gritar a Naruto.

En un instante, los pies del rubio ya no tocaban el suelo. El rubio no paraba de moverlos, intentado poder volver a posarlos y con eso conseguir escapar de "la tortura", como a él le gustaba llamar a sus horas de estudio.

-¿Has perdido algo Iruka-san?- dijo el captor de Naruto.

-Minato-sama, lo siento mucho, pero Naruto es demasiado escurridizo- dijo Iruka mientras hacía una reverencia mientras pedía perdón.

-Jajajajaja, Iruka-san no te preocupes, nadie mejor que yo conoce a mi hijo y se cuán rápido puede ser cuando quiere escaquearse de sus obligaciones- dijo Minato sonriente, todavía sosteniendo a Naruto con su camisa.

-Otosaaaaaaan suéltame Dattebayo- gritaba el rubio mientras se removía.

-Naruto-kun, compórtate bien y vete a estudiar, después si quieres entrenaremos un rato- dijo Minato sonriendo.

-¿EN SERIO DATTEBAYO? IRUKA-SENSEI VAMOS DATE PRISA QUE TENGO QUE ESTUDIAR- el rubio volvió a tomar el camino por el que había venido, corriendo como no.

Minato e Iruka exhalaron un profundo suspiro; el joven heredero de las Tierras del Trueno era demasiado activo.

-Con su permiso Minato-sama me retiro- dijo Iruka haciendo una reverencia para ir tras del torbellino rubio.

Minato se quedó mirando el camino por el que se fue su hijo. Sus deberes como Señor de la Guerra lo obligaban a estar apartado de su hijo largos tiempos, cosa que le dolía al rubio mayor profundamente. Cuando miraba a su hijo no podía evitar pensar en su difunta esposa; tenían una personalidad tan parecida. Lejos de sentirse triste, ver a su esposa reflejada en su retoño le daba a Minato fuerzas para seguir adelante.

De lo único que se arrepentía Minato era no haber podido mantener la promesa que le había prometido a su esposa, que Naruto no sufriría el desprecio que ella sufrió por tener al Kyubi en su interior. Aunque lo había intentado, muchos padres eran reticentes a que sus hijos jugaran con el pequeño, y los que lo permitían lo hacían por la presión de saber que era el hijo del Señor de las Tierras del Trueno.

Su hijo intentaba aparentar que estaba bien, que no notaba la frialdad con la que lo trataban los demás niños, pero cuando él pensaba que nadie lo miraba, Minato veía esa mirada triste que siempre le veía a su mujer antes de que lo conociera a él.

-Minato-sama, ha llegado un emisario de las Tierras del Agua, quiere hablar urgentemente con usted- dijo uno de sus consejeros.

Minato suspiró y se encaminó a la sala de Juntas, su deber como Señor de la Guerra le llamaba.


El pequeño Naruto se encontraba solo, balanceándose en un columpio que había en el patio central del Palacio. Tenía la mirada perdida.

No entiendo por qué los demás niños dejan de jugar cuando llego yo, ni porque me miran así… No les he hecho nada como para que estén enfadados conmigo… Oto-san e Iruka-sensei son los únicos que no me tratan con recelo, si ellos no estuvieran conmigo… estaría solo. –estos pensamientos, que rondaban constantemente la cabeza del infante, lo entristecían muchísimo.

Apoyado en un poste de la pérgola que rodeaba todo el patio, se encontraba Minato, observando serio a su hijo. Le pesaba el corazón verlo así, con la mirada perdida y entristecida. Cuando estaba con él, su hijo cambiaba completamente, volviéndose un niño cariñoso y divertido.

Ojalá las gentes supiesen como es en realidad- pensó Minato mientras comenzaba a caminar hacia su hijo.

-Naruto-kun, ¿preparado para el entrenamiento?- dijo Minato sorprendiendo a Naruto, que no lo había visto venir.

La cara del pequeño rubio fue cambiando a una radiante sonrisa.

-SI TOCHAN- gritó con efusividad Naruto.

Padre e hijo comenzaron a realizar taijutsu, Minato obviamente esquivaba los ataques de su hijo, que daba lo mejor de sí.

Tras una hora de prácticas, Naruto se encontraba con la respiración entrecortada, mientras que Minato se encontraba tan fresco como al inicio.

-JOLIN TOCHAN NO ES JUSTO!, NO ME HAS ATACADO NI UNA SOLA VEZ- gritó Naruto, molesto porque su padre no lo tomase en serio. Minato ser rio ante el comentario de su hijo.

El pobre Naruto quería recibir sus golpes, que lo consideraba un igual. No dudaba que su hijo algún día lo alcanzaría, e incluso lo superaría, pero contaba con apenas cinco años de edad.

-Naruto-kun deja de gritar- dijo Minato mientras le atusaba el pelo a su hijo.- Ni siquiera me has tocado, cuando consigas darme un golpe yo te lo devolveré ¿vale? Para eso tienes que estudiar estrategias y practicar mucho.

-VALE- gritó el rubio, que ante la mirada acusatoria de su padre relajó el tono- quiero decir, vale tochan.

-Así me gusta Naruto-kun- dijo mientras sonreía.- Por cierto Naruto, dentro de una semana vendrán el Señor de las Tierras del Agua para hablar unos temas de suma importancia.- dijo Minato de manera seria, provocando que su hijo parará de corretear y se pusiera serio- ¿Sabes que esto es muy importante para papá verdad? Se tú mismo, pero compórtate bien, que los Hyugas son … por así decirlo, un tanto remilgados.

Naruto estaba serio, su padre confiaba en que él se comportase.

-Tochan…NO TE DEFRAUDARÉ DATTEBAYO- gritó Naruto mientras se arrojaba en los brazos de su padre.

Minato sonrió mientras acariciaba la cabeza de su hijo. Naruto siempre quería que los demás los aceptasen, y nunca defraudarles.

La gente que rechazaba a su hijo, más que enfado le daban pena, pena porque se estaban perdiendo el corazón de oro que tenía su pequeño.


La semana pasó con rapidez. En una habitación del palacio se encontraba Naruto, siendo preparado por Iruka para la próxima recepción de la familia Hyuga.

-Iruka-sensei, no me gusta este kimono, me aprieta y pesa mucho, y no puedo caminar a gusto.- se quejó el ojiazul . No le gustaba nada vestir con aquellas ropas, prefería otras más cómodas con las que poder correr a gusto.

-Naruto-kun debes lucir formal, es una situación muy importante para tu padre, así que tienes que lucir tus mejores galas, además, así se te hará más difícil correr y hacer de las tuyas- murmuró eso último Iruka.

Naruto miraba con cara de fastidio a su tutor. Justo cuando iba a volver a replicar, su padre apareció por la puerta.

Traía puesto un kimono negro con trunos amarillos dibujados, los pantalones también eran negros; traía en la mano el sombrero que lo distinguía como el Señor de las Tierras del Trueno.

-¿Ya estás listo Naruto-kun?- preguntó Minato.

Naruto como respuesta comenzó a dar vueltas sobre sí mismo, para enseñarle a su padre que sí que estaba preparado. Tenía un yukata naranja, con espirales por los bajos de mismo, el símbolo del Clan Uzumaki-Namikaze.

-Sí otosan, ya estoy listo- dijo Naruto sonriente. Minato asintió.

-Pues vamos, ya ha llegado el Clan Hyuga- dijo mientras le tendía la mano, que Naruto cogió sobre la marcha.

Iruka vio como su señor iba de mano de su hijo; el pequeño iba dando saltitos y hablando de manera animada con su padre de lo bien que se había comportado preparándose y el rubio mayor sonriendo ante las anécdotas de su hijo.

Cuando le dijeron que él sería el tutor institucional de Naruto el mundo se le cayó encima. Ser el maestro del portador del kyubi… se había imaginado un niño monstruoso. Cuando vio por primera vez a aquel niño, hiperactivo, sonriente, con ganas de hacer amigos, todos sus prejuicios se fueron por los suelos.

Ojalá más gente como él se detuvieran a conocer al pequeño heredero.


Naruto estaba esperando al lado de su padre. Se estaba poniendo impaciente; con su personalidad tan hiperactiva estar más de un minuto en el mismo sitio era toda una proeza.

-Tochan, ¿falta mucho?- preguntó el rubio a su padre, impaciente.

-No, Naruto-kun, sigue comportándote así- dijo su padre mientras le sonreía.

Naruto hizo un puchero de impaciencia. Pasaron cinco minutos a los que el rubio le parecieron una eternidad. Justo cuando iba a volver a quejarse, un gran grupo de personas irrumpió en la entrada del Palacio.

A la cabeza del grupo había un hombre que rondaría la edad de su padre. Tenía el pelo negro azabache muy largo, cosa que le sorprendió al joven Uzumaki. Iba vestido con un kimono blanco, y una especie de capa de color gris. Naruto abrió mucho los ojos al ver el color de ojos del hombre, eran de un gris perla.

Detrás del hombre iba otro hombre completamente idéntico al señor de adelante; lo único que los diferenciaba era en sus vestimentas; el segundo hombre iba vestido con ropa militar, al igual que los demás hombres que los acompañaban, que aunque sus facciones variaran un poco, al pequeño rubio se le antojaban demasiado parecidos.

-Tochan… ¿son ciegos?- preguntó en un susurró Naruto, para que solo lo oyera su padre.

-No, Naruto-kun, no son ciegos; ni se te ocurra decirles nada de ese estilo- murmuró Minato, intentando contenerse la risa ante las ocurrencias de su hijo.

Los dos hombres principales se pararon a unos cinco metros de donde se encontraban Naruto y Minato. Los demás hombre fueron colocándose a los lados. Detrás de todos esos hombres había dos niños: un niño y una niña.

El niño, que rondaría la edad de Naruto, era igualito a los dos hombres gemelos; iba vestido con un kimono gris; su mirada destilaba seriedad. La niña, sin embargo, aunque parecida a los demás Hyugas, era diferente. Tenía el pelo corto, de un color negro azulado, distinto al negro azabache de las otras personas; sus ojos también eran de un color perlado, pero al contrario que el resto, sus ojos transmitían calidad. Tendría dos años menos que el rubio.

Al notar que el pequeño rubio la estaba mirando, la niña se sonrojó.

Naruto, no sabía por qué, también se sonrojó y apartó la cara avergonzado.

-Tochan, esa niña es muy bonita dattebayo- murmuró Naruto.

Minato miró a su hijo con una sonrisa. Naruto tenía la misma virtud que Kushina, en las situaciones tensas, podía ver las cosas bonitas de las mismas.

-Hiashi-sama, Hizashi-sama- dijo Minato mientras hacía una reverencia formal a sus invitados.

-Minato-sama- dijeron ambos Hyugas, realizando una reverencia en respuesta a la del rubio.

-Este es mi hijo Uzumaki Naruto- dijo Minato mientras que con una mano hacía avanzar al pequeño.

A Naruto le encantaba ser el centro de atención, pero en esa situación, no sabía por qué se encontraba muy nervioso.

-Encantado de conocerlos- dijo mientras hacía una profunda reverencia bastante forzadas.

Ambos hombres asintieron, aceptando los respetos.

-Él es mi hijo, Hyuga Neji- dijo el hombre que Naruto reconoció como Hizashi.

El niño se adelantó un paso, y realizo una reverencia de manera refinada y elegante. A Naruto ese chico se le antojaba un tanto frío, no sabía por qué.

-Ella es mi hija, Hyuga Hinata- dijo Hiashi.

La niña avanzó con paso tímido, muy sonrojada.

-E..e.. encantada- dijo tartamudeando con voz aniñada la pequeña, mientras realizaba un reverencia.

Naruto miraba a la niña; cuanto más la miraba más interesado estaba en conocerla.

-Bueno, será mejor que entremos dentro y hablemos- dijo Minato con una sonrisa.- Los niños quedarán a cargo de Umino Iruka, un ninja muy cualificado.

-De acuerdo- dijo Hiashi, comenzando a andar hacia donde le indicaba el rubio mayor.


En el patio del palacio se encontraban los tres niños siendo observados desde lejos por Iruka.

Llevaban en silencio desde que llegaron, un silencio que a ojos de Naruto le parecía incómodo. Al ver que su sensei se fue durante un instante, el rubio decidió romper el hielo presentándose.

-Eto… Bueno, soy Uzumaki Naruto y espero que seamos amigos- dijo Naruto con una gran sonrisa en los labios.

-Ya lo sabíamos tonto, te has presentado antes- dijo Neji de manera burlona- ¿Por qué íbamos a ser amigos de un chico como tú? Oto-sama y Hiashi-sama han dicho que tengamos cuidado contigo, porque eres un monstruo.

La sonrisa del rubio se transformó, primero a una cara de tristeza, y luego a una de rabia. Sin previo aviso, Naruto se abalanzó contra Neji.

-YO NO SOY UN MONSTRUO, RETIRA LO DICHO- gritaba Naruto encima de Neji, que, con un movimiento de su pie, consiguió quitarse de encima al rubio.

-No pienso retirarlo, todo el mundo lo dice. Además, ¿dónde están tus amigos? Si no fueras un monstruo tendrías aquí a muchos amigos jugando contigo- dijo Neji de manera seria.

-Yo… yo… ellos…- tartamudeaba Naruto, mientras apretaba sus pequeños puños con rabia- YO NO SOY UN MONSTRUO- volvió a abalanzarse contra Neji

Pero esta vez, el pelinegro ya estaba alerta y esquivó a su rival, barriéndole los pies con una patada. Naruto cayó bocarriba haciéndose daño en la cabeza. Pero se levantó y siguió "atacando" al Hyuga.

-No pareces tan temible como dicen, no eres más que un perdedor- decía Neji mientras pateaba a Naruto.

-Retira lo dicho- murmuraba el rubio mientras intentaba ponerse en pie. Aquel niño sabía luchar mejor que él, pero no se rendiría, no hasta que retirase lo que le había dicho.

Neji, ante la insistencia del rubio, se empezó a cansar. Fue a propinarle una pata cuando fue detenido por una pequeña mano que le sujetó por el kimono.

-Neji-onisan, detente- murmuró la pequeña Hinata con tristeza en el rostro.

-Tss ha empezado él- se excusó el moreno- No empieces peleas que no puedes terminar- le dijo a Naruto y tras decir esto se fue, a otro extremo del patio, a sentarse detrás de un árbol, donde se sentó a dormir.

Naruto, con dificultad se levantó, intentado contener las lágrimas de dolor.

-¿E…e…estás bien?- preguntó tímidamente la pelinegra mientras veía a Naruto incorporarse.

Naruto levantó la mirada y lo que vio le entristeció muchísimo. La niña lo miraba con pena y con desconfianza. Esa mirada la conocía muy bien, era como lo miraba la mayoría de gente. Aunque debería de estar acostumbrado a que la gente lo mirase así, a Naruto le dolió profundamente que aquella niña lo mirase también así.

Naruto, una vez levantado, miró a la niña.

-Yo…yo… yo no soy un monstruo- murmuró el rubio mientras salía corriendo a ponerse tras el árbol donde estaba su columpio.

Hinata miraba el camino por el que se había ido el niño con tristeza. Ella no pensaba como su primo, ella no pensaba que él fuera un monstruo. Cuando lo miró a los ojos la primera vez no pudo evitar sonrojarse, era un niño que le transmitía confianza con la mirada.

Su oka-san le había dicho que lo ojos eran el espejo del alma, y así lo creía ella.

Una cosa verde tirada en el suelo llamó la atención de la pequeña. Se agachó y pudo comprobar que era un peluche en forma de rana. Supuso que se le había caído al rubio. Lo cogió entre sus manitas y apretó el muñeco contra sí.

-Tengo que devolverte a tu dueño- murmuró la niña mientras se levantaba y caminaba hacia el lugar donde suponía que se encontraba Naruto.


Naruto se encontraba en su columpio, con la mirada perdida. Lágrimas se le escapaban silenciosamente. Le dolía tanto no poder hacer amigos porque todos lo consideraban un monstruo. Lo peor de todo es que él no había hecho nada como para que lo llamaran así, no sabía por qué se lo decían.

-Eto… creo que esto es tuyo- escuchó Naruto una pequeña voz tras de sí.

Rápidamente se limpió las rebeldes lágrimas con la mano. No había oído llegar a la niña, era muy silenciosa.

Naruto se giró para "encarar" a la niña; él nunca le haría daño a una mujer (su padre se lo había inculcado desde que tenía uso de razón), pero no se dejaría humillar.

-¿Qué quieres?¿Vienes a reírte más de mí?-preguntó el rubio furioso.

-Nononono, yo… eto…- "decía" la pequeña muy nerviosa sin mirar al rubio. Como no sabía qué decirle al rubio, alzó las manos, ofreciéndole el peluche- TEN.

Naruto se quedó unos segundos sin saber que decir. Ese era su peluche sapo que le había regalado su padrino cuando era pequeño. Era su juguete favorito.

-Mmmm gracias- dijo avergonzado mientras cogía su peluche de las manos de la ojijade- eto… siento haber sido maleducado, pensaba que te ibas a reír de mí- murmuró todavía más avergonzado el rubio.

-Siento que Neji-onisan haya sido tan malo contigo- se disculpó la pequeña también.

Ambos niños se quedaron mirando durante unos minutos, sin decir nada, solamente observándose.

Hinata se fijó en ese momento que Naruto tenía un pequeño raspón en la mejilla, que supuso que se la había hecho cuando cayó al suelo en el rifirrafe con su primo. Con timidez, sacó una bandita de una de sus mangas, se acercó al rubio y se la puso.

Naruto tenía los ojos muy abiertos, nadie que no fuera su padre, su padrino e Iruka-sensei se había preocupado de esa manera por él. Se llevó la mano a la mejilla, comprobando que la bandita que le había puesto la pequeña era real.

Hinata por su parte, se apartó como si Naruto quemase, estaba muerta de vergüenza. No sabía por qué lo había hecho, pero creyó que era lo correcto.

-Eto… GRACIAS- gritó Naruto nervioso. Nunca se había puesto así por una niña, es más, solían caerle mal por lo pesadas que eran, pero esta niña era especial, él lo sabía.

-No…no…no tienes que darlas- dijo Hinata mientras jugaba con sus dedos- Eto… Naruto-kun… yo…yo… no creas que seas un monstruo.

Naruto abrió mucho los ojos. Se podían contar con los dedos de una mano las personas que le habían dicho eso a lo largo de su corta vida.

Ante el silencio del rubio, Hinata con un murmullo rápido, iba a salir corriendo, pero fue detenida. Naruto la había agarrado de la mano.

-Hinata-chan, muchísimas gracias- dijo con una sonrisa radiante, una sonrisa de felicidad. Al darse cuenta que seguía sujetando la mano de Hinata la soltó sobre la marcha.- Eto…Hinata-chan… ¿quieres ser mi amiga?- preguntó el rubio nervioso por la respuesta de la niña.

Hinata muy sonrojada, asintió con la cabeza.

-BIEEEEEEEN- gritó el rubio, haciendo que la niña pegase un respingo.-Vamos a jugar Hinata-chan.

El niño arrastró a la pequeña a jugar. Estuvieron jugando y hablando casi toda la tarde, bueno, en realidad, quien no paraba de hablar era el rubio, la morena simplemente sonreía y contestaba con algún monosílabo.

Los dos niños estaban muy contentos, al fin y al cabo, habían encontrado lo que hacía tiempo que estaban buscando, un amigo.

Pero todo lo que rápido llega, rápido se acaba.

-Hinata, ven conmigo- ambos niños se giraron para mirar quien había interrumpido su juego, no era otro que Neji- Hinata, que vengas conmigo- volvió a repetir el Hyuga serio.

-Pero Neji-onisan, me lo estoy pasando bien, no estamos haciendo nada malo- dijo tímidamente Hinata, haciendo que Neji frunciera el ceño.

-Hinata, ya sabes lo que Hiashi-sama y padre dijeron de este niño- las palabras de Neji, provocaron que Naruto apretara las manos con rabia; para una persona que se había acercado lo suficiente a él como para querer ser su amiga…

-Oto-san y oji-san no lo conocen, no es un monstruo, es muy bueno conmigo, y seguro que lo sería contigo si le das una oportunidad- dijo tímidamente Hinata.

Neji se quedó mirando fijamente a Hinata, y luego a Naruto. No le gustaba aquel niño, si su padre y su tío le decían que ese chico era un monstruo, era que aquel chico era un monstruo, fin.

Justo cuando iba a reclamarle a la pelinegra, Iruka hizo acto de presencia.

-¿Qué tal estáis niño?¿Lo habéis pasado bien?- pregunto Iruka con una sonrisa, sonrisa que se borró cuando vio la bandita que tenía Naruto en la mejilla- Naruto-kun ¿qué te ha pasado?¿Te has hecho daño?

Ante la pregunta de Iruka, Neji se tensó. Vale que aquel niño le hubiera atacado primero, pero no dejaba de ser el hijo del Señor de las Tierras del Trueno. Se había metido en un buen lio.

-No me ha pasado nada Iruka-sensei, simplemente tropecé y caí de boca, pero Hinata-chan me puso esta bandita para curarme- dijo Naruto con una sonrisa. Iruka suspiró resignado.

-Naruto-kun, ¿Cuántas veces te he dicho que no corras con el yukata puesto? Siempre acabas en el suelo- dijo Iruka, creyéndose el relato del rubio- Muchas gracias Hinata-sama por cuidar a Naruto- dijo mientras le sonreía a la pequeña.

Hinata, por su parte se sonrojó mucho; Neji, por la suya, estaba impactado. Pensaba que aquel niño le contaría al adulto que le había hecho para vengarse de él.

-Niños, he venido para deciros que vuestros padres han terminado ya la reunión- dijo Iruka- en cinco minutos os esperaré en el pasillo para acompañaros hasta la entrada principal.

Cuando Iruka se fue, Neji se giró hacia Naruto y le preguntó.

-¿Por qué le mentiste?

Naruto lo miró por un instante, serio.

-Eso no sería correcto, te ataque yo y tú me derrotaste, si me hubiera chivado hubiera sido un cobarde- dijo serio Naruto- La próxima vez que nos veamos será diferente, lo prometo dattebayo, y yo siempre cumplo mis promesas.

Neji lo miró serio.

-Tss perdedor- y tras decir esto comenzó a caminar para irse.- Vamos Hinata.

Hinata se quedó un momento observando a Naruto, se acercó a él y le dio un besito en la mejilla.

-Gracias por jugar conmigo Naruto-kun- dijo muy nerviosa la niña. Estaba por irse cuando Naruto la detuvo.

-Hinata-chan… ten- dijo mientras le tendía su peluche sapo, su juguete favorito.

-No…no… puedo aceptarlo Naruto-kun es tu peluche favorito- dijo lo niña sonrojada.

-Quiero que lo tengas tú, para que recuerdes que somos amigos- dijo con una sonrisa Naruto- porque ¿somos amigos verdad?

-SÍ- gritó nerviosa Hinata mientras cogía el peluche que le tendía Naruto.

-Bieeeeeeeeeeeen-gritó pletórico el infante mientras abrazaba a la niña que estaba abochornada por el nerviosismo.- Nos volveremos a ver Hinata-chan, y volveremos a jugar juntos ¿verdad dattebayo?.

-Sí, Naruto-kun- dijo la niña mientras le sonreía cálidamente.

-Es una promesa Hinata-chan, y como le dije a tu primo siempre cumplo mis promesas.

Hinata asintió con una sonrisa.

Caminaron hacia donde les esperaba Neji para reunirse con sus respectivos padres y partir a sus casas.

En aquel patio del Palacio de las Tierras del Trueno, aquella misma tarde, ambos niños realizaron una promesa inocente que provenía directamente de dos corazones sin maldad, dos corazones puros.

Aquella promesa, que para muchos habría caído en el olvido, sería solo la primera de muchas otras promesas.

Aquella promesa sería la razón por la que ambos jóvenes lucharían contra viento y marea para que nada ni nadie les impidiera estar juntos.

Pues, aquella promesa, había sido la chispa que prendería la llama de un amor que haría tambalear la estabilidad de todas la Naciones Feudales, e incluso de lugares más lejanos.


Cuando drako lightning me escribió en su review que le gustaría saber cómo Hinata y Naruto se conocieron, pensé, ¿por qué no?

Instantáneamente vinieron mil y una ideas a mí, y he de decir que me cuesta hacer este fic más que Crónicas de las Tierras del Fuego, porque claro, mis lectores ya saben cómo terminan estos dos, y tengo que estrujarme muchísimo la cabeza para hacerlo interesante y que concuerde este fic con el fic principal.

Este fic no tendrá más de cinco o seis capítulos porque planeo que termine en el momento en el que empezó Crónicas.

Espero que les guste. La verdad es que el NaruHina me fascina, pero sinceramente me siento más cómoda escribiendo SasuSaku, pero bueno, quien no arriesga no gana.

Espero que este primer capítulo les deje ganas de más.

Intentaré alternar la actualización con la de Crónicas.

Un beso muy fuerte,

Lakunoichi.