ENFERMOS CRÓNICOS O BESTIAS MALDITAS

La señora Granger-Weasley ha decidido retomar la cruzada por un mundo mágico mejor. La educación mágica es un tema demasiado complejo y no le apetece repetir con el asunto de los elfos, ahora el objetivo es normalizar a los licántropos. Para convencer a sus compatriotas ¿qué mejor que ofrecer un ejemplo de otra cosa?

Una Historia del Potterverso sorg-expandido

Disclaimer: La señora Granger-Weasley, el potterverso británico, sus hechizos y personajes que puedan salir en esta historia son propiedad intelectural de JK Rowling.

Copyright: La sorgexpansión y sus personajes es original mía, basada en los mecanismos del potterverso y en la tradición y fantasía española.

Dramatis Personae:

- Hermione Granger-Weasley. Directora del Departamento de Cooperación Mágica Internacional y empeñada en ampliar horizontes mágicos. Y cambiar algunas cosas...

- Cecilia Pizarro: Una de las funcionarias más capaces del Ministerio de Magia de la Federación de España y Portugal

- Nieves Bombín: Secretaria de la arriba mencionada. Experta en criaturas fantásticas, entre otras cosas.

- Alberto Fdez. de Lama: El muy adorado y también muy muggle marido de Cecilia.

- Isabel, Mencía, Alberto y Cristina: los cuatro muy adorados y también muy mágicos tesoros de Alberto y Cecilia.

Capítulo 1

-¿Señora Bombín? – Filo, el encargado de la lechucería, asomó la cabeza por la puerta del despacho de Nieves Bombín, recientemente nombrada secretaria de la también recientemente nombrada Consejera del Consejo Mágico de la Federación, que no era otra que la Letrada mágica Cecilia Pizarro.

-Buenos días, Filo.- Contestó Nieves levantando la cabeza de la pantalla del ordenador y mirando fijamente al lechucero. – Pasa, por favor.- Añadió resignada. Filo, vestido con el atuendo oficial de su trabajo, esto es, un guardapolvos azul cobalto con capucha y botas de goma hasta debajo de las rodillas, asintió con la cabeza y pasó al interior. Afortunadamente, permaneció de pie, limitándose a impregnar el aire con su inevitable aroma a guano.

-Tiene usted un cárabo enorme arriba con un mensaje. Es oficial, lleva una anilla en la pata con los colores de Gran Bretaña.- En pleno Madrid, igual que ocurría en Lisboa, la otra sede oficial de la Federación, era necesario mantener todavía un lechucero al cargo de una pequeña lechucería puesto que algunas Magias Nacionales se resistían a abandonar los viejos métodos. Periódicamente se discutía sobre la conveniencia de suprimir una de las dos, pero nunca se llegaba a nada.

-¿Un comunicado oficial? ¿A nombre de la Consejera? – Preguntó por preguntar, porque si la lechuza hubiera volado a nombre de Cecilia, Filo no estaría hablando con ella del modo que lo hacía. Por eso no le sorprendió que el brujo negara con la cabeza.

-Ya veo...- Dijo Nieves levantándose de la mesa..- Tendré que acompañarte ¿No?

-Eso es, señora.- Y Filo abrió la puerta y la sostuvo con el brazo extendido para que la señora Bombín saliera antes que él. Nieves procuró contener la respiración sin que se notara mientas pasaba delante del brujo. El guano de los estrígidos mágicos le resultaba especialmente desagradable, pero eso no era culpa del lechucero. Bastante hacía Filomeno, le constaba bien a Nieves, lavándose cada dos horas en el pequeño cuartito de baño de la terraza, junto a la lechucería. Pero por mucho esfuerzo que el hombre pusiera, hora tras hora, día tras día, mes tras mes y año tras año de permanecer junto a aquellas aves terminaba por hacer que su olor característico se colara bajo la epidermis.

Filomeno caminó a su lado, en silencio, mientras se dirigían hacia el ascensor que subía hasta la terraza situada en el techo del edificio. La sede de Madrid pertenecía al barrio mágico de la capital, lo que significaba que no era antiguo para los estándares mágicos. Databa en concreto de la época de José I Bonaparte, alias Pepe Botella, un hombre que se ganó también el sobrenombre de El Rey Plazuelas porque se dedicó a derribar casas en el centro para abrir espacios. En una de esas la Magia Española aprovechó la ocasión y se construyó un barrio del que carecían comprimido mágicamente entre las edificaciones y espacios muggles muy cerca de la Plaza de Oriente. El edificio, de planta trapezoidal, constaba de seis pisos hacia arriba, entreplanta, nivel de la calle y dos niveles por debajo del mismo; un patio central de la misma forma trapezoidal y arriba, donde debería haber estado un tejado, una terraza muy amplia con diversas instalaciones mágicas y una torreta que no era otra cosa que la lechucería. Cuando alcanzaron el último nivel y el ascensor se detuvo Filo se apresuró a abrir la puerta y mantenerla así, de par en par, invitando de nuevo a la señora Bombín a salir la primera. Nieves salió al descansillo y desde allí se encaminó a la puerta que salía a la terraza. Una vez allí respiró hondo mientras perdía la vista por el skyline. Prefería mil veces una buena inhalación de atmósfera contaminada que el olor del guano de Filo, por muy natural que este fuera.

-Bonito ¿Verdad? – Dijo Filo mientras sacaba de un bolsillo del guardapolvos un enorme manojo de llaves.

-Muy bonito. Urbano, pero no exento de belleza.- De hecho, era un bonito día de septiembre. El sol brillaba en un cielo velazqueño azul claro sin el menor rastro de nubes. Nieves giró la cabeza y miró hacia el oeste. Los montes del Pardo y mas allá la Sierra de Madrid se reconocían perfectamente invitando a coger la escoba y salir corriendo para revolotear en plena naturaleza.

Filo sonrió mientras seleccionaba un llavín enorme de color bronce y lo metía en la cerradura de la puerta de la torreta. La cerradura, al contacto con la llave se cerró sobre ésta, permaneció unos segundos como reconociéndola y después volvió a su tamaño normal. Filo entonces retiró la llave del ojo y con un sonoro crac el pestillo se descorrió. El lechucero asió el pomo, lo giró, abrió la puerta y esta vez no dejó pasar a la bruja.

-Perdone, ya sabe que es mejor que los pájaros me vean a mi primero...

-Ya se... ya se... adelante, Filo, por favor.

Y Filomeno pasó delante y a buen paso fue subiendo por la escalera.

-Cuidado, no se resbale. Siempre hay cagadas, por mucho que las desvanezco...

-Ya... ya... son pájaros...- Nieves intentó parecer benevolente, pero estaba que echaba chispas. Un maldito mochuelo pequeñajo y chillón acababa de lanzarle la piel de un ratón que debía haber regurgitado. La había esquivado por los pelos y temía que con el siguiente proyectil no tuviera la misma suerte. Afortunadamente llegaron a la plataforma del cuidador de las lechuzas enseguida de manera que solo pudo inventariar un par de cagadas no muy grandes en la manga de la chaqueta que se apresuró a desvanecer.

-Ese de ahí...- Señaló Filo hacia una percha donde dormitaba un búho grande y marrón. El lechucero silbó y el ave abrió un ojo enorme y redondo, de un amarillo brillante que recordaba vívidamente a un semáforo.

-Si, tu. Ven aquí. – Le dijo al animal. El ave sin embargo se limitó a lanzarle una mirada displicente.- Ponga el brazo en percha, señora Bombín.- Añadió el brujo dirigiéndose a Nieves. La bruja, con un suspiro, sacó un pañuelo del bolsillo de la chaqueta, cubrió con él su manga recién limpiada mágicamente y alzó el brazo. El ave abrió el segundo ojo y la miró fijamente y Nieves tuvo la impresión de estar bajo dos focos penetrantes e interrogadores. El animal entonces desplegó sus enormes alas, dio un par de aletazos y voló majestuosamente hasta su brazo.

Todavía le costó un poco a Nieves retirar el grueso sobre de color rancio y sello de lacre de la pata del bicho. Debió darle algún tirón sin querer, porque le sacudió un picotazo que la hizo ver las estrellas a pleno día y sin telescopio. Pero finalmente, gracias a los buenos haceres de Filo y con un poco de paciencia, tuvo el sobre en sus manos. Ya en el ascensor, sola, y camino de la planta segunda donde se encontraba la enfermería, Nieves se permitió un desahogo.

-¡Malditos ingleses! ¡Están todos locos! ¡Una lechuza y pergaminos, como en la Edad Media!...

Iba a seguir despotricando, pero llegaba a su piso y las puertas ya se abrían. ¿Qué decir si resultaba que tras las mismas algún mago o bruja esperaba el ascensor?. Mordiéndose la lengua para no seguir protestando salió del elevador con el sobre bajo el brazo mientras se apretaba el índice de la mano izquierda con la mano derecha.