Disclaimer: Esto debería venir incorporado en ff, algo así como una aplicación, porque después de casi dos años en el sitio, cansa xD

Claim: Edward/Bella.

Advertencias: Nada, si éstos dos son más aburridos...

Notas: Participa en el Reto Palabras para el recuerdo, del foro LOL.


Her Skin Is Calling Me

(11# Piel)


Edward.

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Ella simplemente te llamaba. Con todo, con sus labios rosados, con sus profundos ojos de color chocolate, con su sangre, su aroma, con sus sonrisas, sus llantos, su silencio, con aquella pared blanca con la que te encontrabas cada vez que intentabas leer su mente, con su intriga, con el misterio que la envolvía. Con su piel, con su calor. Todo en Bella parecía decir Edward, parecía llamarte, sonreírte y tentarte.

Tocar su piel era una de las cosas que más te gustaba hacer, poder sentir el calor de su cuerpo contra tu piel fría de alabastro, poder notar el contraste que existía entre los dos, ver la diferencia, sentirte a tan sólo unos milímetros de su sangre, aquella que cantaba para ti, aquella que a la vez tú mismo te habías prohibido. Aquella piel, de un apetitoso rosado, era simplemente perfecta, era suave y lisa (incluso si tu sentido del tacto podía percibir las miles de irregularidades que un humano no notaría), estaba salpicada de pequeñas y hermosas pecas y era fuente de un calor que tú buscabas inconscientemente. Cada vez que la besabas, cada vez que la acariciabas o cada vez que estaba cerca tuyo, cuando te abrazaba, cuando tu cuerpo encontraba el suyo y solamente interfería la ropa, que nada podía hacer por evitar que sintieras su temperatura, a ti te volvía loco. Estabas siempre a un paso de besarle el cuello a clavarle los dientes, abrumado por la fragancia que expelía sin ser consciente siquiera, intoxicado de ella. Aquella muchacha era tu perdición, pero no podías alejarte o alejarla, habías sido protagonista de lo que una separación entre ustedes dos podría llegar a causar, y eras demasiado egoísta como para dejarla. No querías perder el calor, su piel tan apetitosa, no la querías perder a ella.

Pero debías se cuidadoso, ¿verdad? No querías lastimarla. Un segundo de descontrol y ella estaría perdida, tú le quitarías (o le arruinarías) la vida. Mantenías distancia, pero su piel te llamaba, y cuando intentó hacerlo contigo, estuviste seguro de que si se desabotonaba un botón más de la blusa, o te lanzabas sobre ella o perdías el control allí mismo y la matabas. Su piel era un peligro, lo que había debajo de ésta era un peligro, ella misma era un peligro para sí misma.

Y quizá era aquello lo que te atraía a ella, el tener que salvarla de todo, hasta de sí misma (y era una paradoja y una tortura, pero lucharías por mantener su corazón latiendo y su piel tan cálida como cada vez que la besabas o acariciabas).


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