Beyblade no me pertenece…

Haciendo entrega de otra historia, creo que esto se está haciendo cotidiano…

Espero les agrade y espero poder conocer sus comentarios…

-oO8( Para una Vida Normal )8Oo-

Capítulo I Decisión

por Kiray Himawari

Era una casa de dos pisos, amplia, sencilla, acogedora, sobria. Tenía un pequeño patio, un árbol tierno, pero con una gran sombra. La entrada principal estaba ubicada a un costado de la tienda Mizuhara de Beyblade. Ahora la casa estaba vacía. Mientras tanto en el Dojo Granger se llevaba a cabo una reunión, estaban en la sala platicando sobre la TV y los programas que no eran entretenidos en aquel momento…

– ¿A qué hora volverán, Max? – pregunta Tyson interrumpiendo el otro tema.

– Supongo que en un par de horas más, pasarían a recoger sus cosas y arreglarían otras más, luego llegarán a casa – respondió.

–No puedo esperar para ver si funcionará – agregó Ray.

–Yo espero que así sea, debe ser un cambio muy difícil. –

– Sí, Max, pero él así lo eligió, ¿no es así? – Kenny.

– Sí, es extraño, espero que Kai y yo nos podamos llevar bien. –

Probablemente era extraño hasta para él. Luego de dos años de esperar la resolución del caso, Voltaire fue declarado culpable, al igual que Boris. A este último le fue retirada la cédula como investigador y científico, ciento veinte años de cárcel fue la sentencia final; pasaría el tiempo instruyendo a otros internos, tal vez. Voltaire perdió el derecho de las compañías, el gobierno ruso tomó posesión de todas ellas, las mansiones, los aviones, los automóviles, incluso de la misma abadía, todo fue a dar con el gobierno. La fortuna sirvió para indemnizar a todos los empleados. Claro que era demasiada, así que el gobierno una vez más quedó bastante bien. La custodia de Kai, bueno ese es otro asunto, puesto que Voltaire no volvería a ver la luz del sol. Durante el largo proceso estuvo bajo el cuidado del Sr. Dickenson, pero ahora, justo ahora, era un hombre mayor y no muy sano en esos momentos. Mandarlo a un refugio o a un orfanato no era muy buena opción. Sus amigos convencieron a sus respectivos padres para ofrecerle un hogar. Tyson fue el primero, consideraba que Kai podría llegar a ser su mejor amigo y, si estaban juntos, hasta parecer hermanos; quería ayudarlo, estar a su lado y salir adelante. Ray quiso ofrecerle un hogar también, sin embargo viajar hasta China para enclaustrarlo en un pueblo ermitaño no era una buena idea, además Ray habitaba ya en la casa de Tyson, agradeciendo la hospitalidad de su amigo, igual quería que aceptara la invitación de los Granger y estar los tres juntos. Max también le ofreció un hogar, vivía con su padre y una persona más en aquella casa no iba a estar mal. Kenny, de igual manera lo invitó a formar parte de la familia Saien. Hilari no creyó conveniente una invitación de ese tipo, pero de todas formas la hizo.

La decisión había sido difícil. Había estado viviendo solo antes, pero debido a las circunstancias, ahora tenía que elegir con quién vivir. El único beneficio que pudo recibir de la antes fortuna Hiwatari fue un fideicomiso para la manutención de sus estudios y una pequeña pensión. Dictada por el gobierno ruso, pequeña para la gran fortuna recolectada. No le molestaba el hecho de ser 'pobre' ahora, sino tener que decidir dónde y con quién vivir. Analizó con sumo cuidado todas las ofertas, sabía que no le permitirían vivir solo y un orfanato no era una opción siquiera. Vivir con la familia de una amiga y con la amiga misma, no era nada sano, según su juicio, además de impropio. Luego la oferta de Kenny, era obvio que quería ayudarlo, pero ¿cómo podría vivir con alguien que le temía tanto?, no era una opción. Viajar con Ray hasta China, no era algo que le atrajera y mucho menos una idea coherente. Le quedaban dos opciones: Max y Tyson.

Max era un chico alegre, demasiado a su parecer, era en ocasiones tímido, pero un buen amigo. Era hijo único, no sabía convivir en familia, era él y sus padres. Tyson, bueno con él siempre peleaba, eran muy diferentes en la forma de actuar, aunque también es cierto que ambos eran testarudos; era muy hospitalario, lo recordaba bien. Siempre eran allí las reuniones de entrenamiento, las fiestas sorpresas de cumpleaños. El abuelo Granger era un buen hombre, bastante sabio a pesar de sus locas ideas; el Sr. Granger no habitaba aquella casa por mucho tiempo, sólo en esporádicas ocasiones y Hiro… Hiro no era de su total agrado luego de humillarlo verbalmente en BEGA, pero las cosas cambiaron y ahora se toleraban lo suficiente. El dojo parecía un buen lugar, conviviría con Ray, con Tyson, pero algo le hizo pensar lo contrario, la curiosidad.

Tyson era un chico bastante insistente en saber más sobre la vida del ruso-japonés, trataba de conocer todo para poder 'ayudarlo', según sus propias palabras. Si lo pensaba detenidamente, todos los días lo bombardearían con preguntas que no quería ni siquiera pensar. No, no iría con los Granger. Finalmente, cerrando los ojos y tomando un suspiro profundo lo decidió, aceptaría la propuesta de Max. Eran únicamente dos seres con quien lidiar. El Sr. Mizuhara le daba confianza y libertad a su pequeño rubio, trabajaba todo el día en la tienda, por lo que no se estaría entrometiendo en su vida. Max, por otro lado, lo respetaba lo suficiente para no cuestionar nada, no acostumbrado a convivir más que con sus amigos, sería sencillo tener que compartir momentos familiares y cosas así.

La decisión final les fue comunicada enseguida. Tyson y Ray entristecieron un poco, casi había asegurado que estaría juntos los tres. Kenny suspiró de alivio. Hilari estaba contenta con la decisión Y Max… Max estaba sorprendido, él también había jurado que iría al lado de Ray y Tyson, le alegraba la noticia, pero igual era una sorpresa. Los trámites iniciaron y una semana después ya estaba acomodando sus maletas. Max había vuelto a casa luego de la reunión en el Dojo, esperaba nervioso el arribo de su padre y de Kai.

– ¿Estás seguro de que es todo lo que necesitas? – preguntó el Sr. Mizuhara.

– Sí, aunque hay una cosa que no he podido preguntarle… – dijo bajando un poco la mirada.

– Adelante, dime –

– ¿Puedo? – señaló algo con la vista.

– ¡Por supuesto! – brindó una sonrisa.

Abordaron una camioneta de la BBA, el Sr. Dickenson iba con ellos para ser testigo del nuevo cambio. Max escuchó el motor apagarse, ruido de puertas abriéndose y cerrándose, los nervios incrementaron. El rubio salió enseguida, observaba cómo bajaban tres maletas de tamaño regular, cuatro cajas de cartón y un paquete un poco raro y peculiar. De la camioneta descendió una mujer como de unos sesenta años, cabello cano, piel blanquecina, caminaba bastante bien. Kai estaba parado junto a su equipaje, sostenía el paquete raro en sus manos. La mujer se le acercó, le dijo algunas palabras, probablemente en ruso, puesto que nadie, salvo Kai, entendió. La mujer soltó algunas lágrimas; Kai puso el paquete en el piso y se despidió con un abrazo y un 'Gracias' por parte del bicolor. Un hombre de traje se acercó, tocó el hombro de la mujer, soltó a Kai. El hombre le colocó unas esposas y la llevó a la camioneta. El Sr. Dickenson se despidió de Kai y de su ahora nuevo tutor. Todos abordaron la camioneta. La mujer desde dentro y en movimiento levantó las manos para dar un ademán de adiós. El bicolor observó con detenimiento el lento avance del vehículo. Una vez perdidos en la distancia, tomó de nueva cuenta el raro paquete del suelo y miró al Sr. Mizuhara.

– Vamos, te mostraré la nueva habitación – se acercó a la entrada y vio a Max allí – ¡Max! Hemos vuelto, ¿quisieras ayudarnos a traer las cosas de Kai? –

– ¡Por supuesto! – respondió entre alegre y nervioso.

Kai tomó con su mano libre una de las maletas, Max tomó dos y el Sr. Mizuhara una de las cajas.

– ¡Vaya, está muy pesada! – dijo el rubio al sentir el enorme peso – Síguenos – decía mientras se introducían en la casa.

Kai los seguía unos pasos atrás, manteniendo la distancia. Primero un corto pasillo, conducía la sala. Era acogedora, algunos libreros, un centro de entretenimiento, pantalla de plasma, reproductor de DVD, minicomponente, entre otras cosas que no supo definir muy bien; los sillones eran de color arena, una mesa de centro con un pequeño adorno; una ventana que daba hacia el patio trasero, cortinas blancas. El comedor estaba enseguida, únicamente divididos por un muro de un metro; era un comedor para cuatro personas, redondo. La cocina tenía una pequeña barra que lucía como una ventana hacia el comedor, parecía de tamaño reducido, hasta donde pudo ver. Del otro lado del pasillo había un cuarto de lavado, según le advirtieron y un medio baño, ambos cerca de las escaleras. Colocaron el equipaje cerca de la sala. Apenas bajó la primer caja el Sr. Mizuhara ya estaba yendo por otra, fue cuando Max se decidió a hablar…

– ¡Hola, Kai! – soltó con nerviosismo.

– Iré por la otra caja – recibió Max por respuesta a su saludo.

Kai dejó la maleta y el paquete extraño. Max imitó la acción, no sin antes intentar descifrar el contenido de aquel extraño paquete. Vio entrar a su padre con otra caja y salió por la que suponía era la última. Se encontraron los chicos afuera. Kai no le dirigió la mirada. Siguió su camino. Una vez con el equipaje dentro de la casa se cerró la puerta de la entrada. Todos estaban lo suficientemente nerviosos, eran las siete de la tarde…

– Vamos a ver tu habitación y una vez que la conozcas podrás instalarte mientras preparo la cena ¿de acuerdo? – preguntó el Sr. Mizuhara.

Asentó con la cabeza, tomó de nueva cuenta el paquete raro y siguió en silencio al Sr. Mizuhara, Max iba al final ahora. Subiendo las escaleras se hallaban cuatro puertas, dos de cada lado del pasillo.

– Esta habitación – dijo el Sr. Mizuhara, señalando la primera puerta a su derecha – es el estudio, cuando necesite algo de libros y eso, pasa con confianza. Este otro – señaló la primera puerta de la izquierda – es la habitación de Max – continuó el camino – esta otra – señaló la segunda de la derecha – es mi habitación, si necesitas algo sólo avísame. Y finalmente esta será tu habitación. –

Abrió. Era una habitación pequeña, había una cama individual cerca de una ventana con un pequeño balcón, un buró al lado de la cama, una cajonera y un pequeño closet, un librero, un pequeño escritorio y una silla giratoria, además de un pequeño cesto de basura. Al fondo de la habitación una puerta conducía a un baño completo. Encendió la luz del baño…

– Es pequeño, pero bastante independiente, Judy decía que era mejor así – rió un poco – No te preocupes la siguiente semana iremos a comprar una televisión y… –

– Está bien así. – interrumpió.

El Sr. Mizuhara y Max lo miraron con una expresión de extrañeza…

– No me gusta ver la televisión, no escucho música – agregó al notar sus miradas.

– Bien, pues… – titubeó un poco – Entonces te dejaremos mientras te instalas. Iré a preparar la cena, si quieres Max puede ayudarte. –

– Gracias – respondió con un tono seco.

El Sr. Mizuhara abandonó la habitación, dejando a los dos chicos solos. Kai colocó el paquete sobre la cama. Max pudo notar que era una especie de jaula, una de esas cosas donde trasladan a las mascotas. Kai la abrió y enseguida salió un felino gris con ojos amarillos, parecía pequeño aún. Temeroso olfateó la cama, tanteó el terreno. Kai le acercó su mano, la reconoció en seguida, un maullido indicó la sorpresa…

– No sabía que tenías un gato – habló Max

Únicamente lo miró de reojo.

– Es muy bonito, ¿cómo se llama? – cuestionó mientras acercó una mano para acariciarlo.

El felino reaccionó erizando el pelaje y haciendo un sonido amenazador. Max retrocedió.

– Es gata y es muy huraña, su nombre es Isis – hizo una sonrisa irónica.

Dejó a la gata en la cama y salió de la habitación. Max fue tras él, mientras observaba a Isis de reojo. Tomó dos de sus maletas y las llevó a la habitación, Max tomó la otra e hizo lo mismo. Luego una a una las cajas fueron llevadas. Isis merodeaba el escritorio por encima, todo era nuevo para ella. Max venía con la última caja…

– Debes traer piedras, está muy pesada – decía soltando la caja en el piso y pasando su mano por la frente.

Kai hizo una sonrisa ante el comentario. El rubio observó como Kai abrió una de las maletas…

– ¿Te quedarás allí todo el día? – preguntó divertido de la sorpresa de Max.

– Disculpa – respondió intentando disimular la pena – Te avisaré cuando esté lista la cena – salió de allí cerrando la puerta.

Llegó hasta la barra de la cocina y se sentó sobre uno de los bancos que estaban allí, recargando la mejilla sobre la palma.

– ¿Está todo bien? – preguntó su padre al verlo distraído.

– Sí, claro – respondió fingiendo alegría.

– Tu amigo es muy callado no me había percatado de lo mucho que guarda silencio. –

– Sí, no es muy conversador… – pensó un momento – ¿Sabes quién era la mujer que se despidió de Kai? – inquirió cuidadosamente.