Cinco minutos de agua caliente. Ese era el tiempo establecido por Clint para el uso de la ducha; son demasiados en la casa y la caldera no será capaz de producir agua caliente para todos, de modo que tienen que racionalizar. Cinco minutos por persona. Sin problema.

Steve entra en la ducha y acciona la palanca del agua, dejando que corra casi hirviendo por su espalda. Quema. Mucho. Y eso está bien. Odia el agua fría. La soporta, sí, pero la odia. Cuanto más caliente mejor. Deja que el agua siga abrasándole lentamente unos segundos más antes de bajar la temperatura unos grados; son muchos en la casa, hay que racionalizar.

El agua sigue saliendo caliente. No ardiendo, pero caliente. Sienta bien. Por primera vez Steve se permite cerrar los ojos y apoyar la cabeza en los azulejos de la pared. Es una situación rara en la que se encuentra: en una casa, en medio del campo, con una familia a la que no conoce de nada... Hogar. De todos los Vengadores, Clint era del que menos hubiera sospechado de tener una familia. Un hermano, quizás; un perro, seguro. Pero esposa e hijos... Hogar. Aunque se le veía feliz. Y eso, como el agua caliente, sentaba bien. Hogar. Steve deja que el agua le corra por la cara y piensa en Peggy. Piensa en sus ojos y en la rutina del campamento militar. Piensa en su sonrisa y en las misiones que compartieron. Piensa en la primera vez que la vio y en todo lo que no llegaron a decirse. Piensa en ella y piensa en Bucky. Piensa en su risa y en cómo jugaban juntos de pequeños. Piensa en el apartamento de Brooklyn y en cómo los dos se daban calor en las noches de invierno. Piensa en él y en cómo se apoyaban el uno al otro en los viejos tiempos. Piensa en ellos y se siente bien, y por un momento todo es calor y agua corriendo sobre su piel.

De repente el agua empieza a salir templada. Ya no es caliente, es templada. El cambio de temperatura le devuelve al presente. Poco a poco se volverá tibia y después... Steve abre los ojos y vuelve a pensar en Peggy. Piensa en la cama de una residencia, y en un calendario al que se le van cayendo las hojas una a una. Piensa en su sonrisa y en una pizarra que se va borrando. Piensa en sus ojos y aprieta los puños. Y piensa en Bucky. Piensa en su brazo de metal y en un tren atravesando un paisaje nevado. Piensa en sus ojos y vuelve a ver la pizarra, esa vez totalmente en blanco. Piensa en él y nota un nudo formándose en su garganta. Pero el agua aún sale tibia, y Steve piensa en los Vengadores. Piensa en la torre Stark y en Tony trabajando en el taller. Piensa en Shield y en Natasha y Clint bromeando en la cafetería. Piensa en Sam corriendo a toda velocidad, intentando alcanzarle. Piensa en la sonrisa de Thor y en Hulk transformándose en Bruce. Hogar. Sienta bien... pero no es agua caliente.

La temperatura vuelve a bajar y el agua empieza a salir fría. Muy fría. Congelada. Steve aprieta la mandíbula y deja que corra por su espalda. Ahora piensa en un avión y en un océano congelado. Piensa la guerra y en lo que no pudo ser. Piensa en Peggy y siente frío. Piensa en Bucky y siente impotencia. Piensa en los Vengadores y no sabe lo que siente. Hogar. Descarga el puño contra los azulejos de la pared y lo mantiene ahí. Piensa en Peggy, y en Bucky, y en Tony, y en Natasha, y en Clint, y en Sam, y en Thor, y en Bruce, y no es lo mismo. Él no es el mismo. Ya no hay agua caliente, no queda nada. Y no sabe cómo hacer que vuelva. Odia el agua fría. Puede soportarla, puede intentar acostumbrarse a ella, pero no es lo mismo. Nunca será lo mismo.

Alguien toca suavemente a la puerta, recordándole que debe acabar ya. El agua sale congelada y hay un azulejo roto en la pared frente a él. Steve corta el agua de golpe y sale de la ducha frotándose los nudillos, preguntándose si alguna vez volverá a disfrutar de agua caliente.