Wessex, 879

Entro en el salón de Wyndhurst y todas las mujeres presentes dejaron lo que estaban haciendo para seguirlo con la mirada: lo habitual. Sucedía cada vez que estaba ante las mujeres; ahí en el hogar, o en cualquier otro sitio, no podían evitar mirarlo.

Aquí en Wyndhurst no importaba que fuese vikingo mientras que ellas eran sajonas y tampoco que ambos grupos solo se mezclaran a través de un derramamiento de sangre. El año anterior, los hombres de esas mismas mujeres habían concluido otra guerra con los vikingos daneses del norte.

Sin embargo, no era el temor lo que las hechizaba, aunque ese vikingo podía ser temible pues era un diestro guerrero. No era su altura impresionante, mayor aun que la del amo de la casa, lord Draco, que era muy alto. Lo que sucedía era que no habían visto jamás a un hombre tan apuesto como Harry James Potter Evans.

No se trataba solo de que tuviese un cuerpo que los dioses nórdicos envidiarían, sino que además era digno de un rostro digno de los ángeles: ojos que podían ser oscuros como una tormenta de verano o luminosos como las esmeraldas, pómulos altos que enmarcaban una nariz perfecta, cejas en arco sutil y tan negras como la melena esplendida y brillante. Una extraña cicatriz en forma de rayo adornaba su frente pero esta era tapada por algunos mechones de su indomable cabello. También tenía unos labios tan sensuales que cualquier mujer que los veía anhelaba saborearlos.

A pesar de transcurridos ya seis años desde su llegada a ese país, al parecer no es tiempo suficiente para que las mujeres se acostumbren, siempre captaba la mirada de todas y cada una de ellas, desde la más joven, hasta la más anciana.

Desde el lado izquierdo del inmenso salón, Ginebra, la hermana de Harry, mas conocida como Ginny, lo veía acercarse. Por lo general no advertía el efecto que el hermano ejercía sobre las mujeres, pero ante el silencio que provoca la aparición de Harry no pudo menos que notarlo. Draco el esposo sentado al lado de ella, también contemplo la escena, puso los ojos en blanco y dijo a la esposa, en confidencia:

-Tendría que casarse para no hacerlas sufrir de este modo.

-¿Qué sufrimiento?-replico Ginny- Mi hermano se brinda lo suficiente para no provocar otra cosa que suspiros complacidos a su alrededor. Si se casara sufrirían. Por otra parte, ¿Por qué tendría que casarse si las mujeres de todas las edades en los dos países se arrojan a sus pies, sin hablar de lo que sucede con las del mercado?

-¿De modo que en Noruega pasaba lo mismo?

-Siempre.- Suspiro Ginny.

Draco rió, y recordó como habían llegado a esta situación. Seis años atrás el había hecho prisioneros a un grupo de vikingos, entre los cuales se encontraba su esposa, la cual estaba disfrazada de hombre, de no ser por un desliz cuando mando fustigarla no hubiera descubierto que era mujer.

Draco tenia motivos para odiar a los vikingos ellos fueron los asesinos de su padre, de su único hermano y de su prometida, mientras el era testigo de los hechos encadenado a un muro. Pero ahora estaba casado con una, de ahí que tolerase a su familia.

En la mesa próxima, fingiendo afilar la espada de madera como uno de los hombres afilaba la verdadera, Lucius, en honor a su abuelo, de cinco años, por fin se percato de la llegada de su tío y corrió a saludarlo. Riendo. Harry lo alzo en el aire y lo arrojo a unos dos metros de altura, casi hasta tocar el techo. Ginny gimió y cerró los ojos, pero las exclamaciones de deleite del hijo le aseguraron que el chico estaba seguro entre los brazos de su tío. Sentado sobre el hombro de Harry, Lucius se acerco a donde estaban Ginny y Draco.

Thora, de tres años, sentada en el regazo de Ginny, estiro los bracitos para recibir el mismo trato que el hermano, cosa que el tío hacia encantado. Pero Ginny le aparto las manos de una palmada cuando trato de alzar a la hijita y le dijo:

-No te atrevas, si aprecias tu vida.

Harry se limito a reír de la advertencia y aparto las manos de la hermana para alzar a la sobrina…aunque no la arrojo al aire. La abrazo y beso su suave con tanta fuerza que el sonido se escucho en todo el salón junto con las risitas de la niña. Luego se sentó a horcajadas en un banco, frente a los padres de Thora, sin dejar a la niña, que se acomodo entre sus brazos: parecía diminuta sobre el cuerpo robusto del joven. Ginny no podía enfadarse con el hermano, pues sabia que adoraba a esa niña que tanto se parecía a él.

-Ya esta resuelto.-fueron las primeras palabras de Harry, acompañadas de una sonrisa satisfecha.

Ginny y Draco no necesitaron que explicara la breve afirmación. Dos años atrás, Harry había decidido que quería establecerse ahí, en Wessex. Era el heredero de James, su padre, pero este no era tan viejo y el hijo tardaría en heredar las tierras de Noruega.

Era evidente que Harry estaba complacido por el resultado de sus gestiones, y Ginny se alegro por el.

-¿Y cuando será el festejo?-pregunto.

El hermano rió.

-Cuando Ron vuelva con algunas mujeres que puedan prepararlo.

Ron era el mejor amigo de Harry y había sido capturado con Ginny y los demás.

-¿Lo mandaste a comprar esclavas?

Al advertir el tono sorprendido de la hermana, Harry se defendió:

-Gin, no puedo recurrir a ti cada vez que necesito que me cosan algo o una comida caliente.

-Claro que necesitaras unas cuantas mujeres para que atiendan tu casa.-dijo Ginny.- Pero tendrás que dejar que yo las elija. Conozco a Ron: solo elegirá a las más bonitas aunque no supiesen cocinar ni coser.

-¿Te parece? ¿En serio?

La ansiedad de Harry hizo reír a Draco, pero Ginny le habría arrojado algo a ala cabeza si no fuera porque aun tenía a su hijita en brazos.

-Harry, tienes tantas mujeres a tu disposición que no sabes que hacer con ellas. Creo que te hacen falta algunas que sepan hacer lo que es necesario, si pagas bien por ellas.

Los dos hombres estallaron en carcajadas y Ginny agrego ceñuda:

-Además de "eso".

Harry siguió riendo.

-Entonces hermana, esperemos que sean capaces en todos los aspectos, pues en caso contrario tendré que seguir acudiendo a ti.

-¿Desde cuando eres tan quisquilloso?-Se burlo la hermana.

El hermano se encogió de hombros y le dirigió esa sonrisa capaz hasta de derretir hasta un corazón de piedra.

-Tú me conoces muy bien.

Era cierto. Harry amaba a todas las mujeres, ellas a su vez lo adoraban y trataba a todas del mismo modo. No se aprovechaba de una esclava por la única razón de que no podía rechazarlo.

-¿Para cuándo esperas el regreso de Ron? - preguntó Ginny.

-Tenía que pasar por Birka y por Hedeby, de modo que no creo que vuelva antes de tres o cuatro semanas.

Ginny podía ofrecerle a sus propias mujeres para preparar el banquete, pero sabía que el hermano preferiría esperar a que regresara Ron y el resto de sus hombres para celebrar la finalización de la casa nueva. Siete de esos hombres también decidieron instalarse en Wessex y, entre ellos, su querido amigo Dean. Los demás regresarían a Noruega con Ron antes de que el invierno les impidiese partir, y volverían el verano siguiente.

Ginny suspiró; echó una mirada en torno para ver cuántas mujeres seguían contemplando a Harry, olvidadas de las tareas: casi todas.

-Ya veo que no lograré que se haga demasiado ahora que estás otra vez ocioso -dijo en broma al marido-: ¿No podrías buscar alguna otra guerra para enviarlo?

Draco resopló.

-Si lo hiciera, me atacarías con un hacha.
Era probable. Cuando el año anterior el hermano y el esposo se alejaron cabalgando para pelear contra los daneses, a Ginny no le gustó nada.

Estaba a punto de admitirlo cuando uno de los hombres de Draco entró en el salón.

-Señor, se aproximan cinco jinete-dijo-y, al parecer, uno de ellos está moribundo. Llevan la bandera del rey.

Ginny se lamentó mucho para sus adentros, temiendo que, en efecto, la guerra hubiese vuelto a Wessex.