Notas de autor: Espero que os guste. Muchos besos. Solo pretendo llenar de flores la corona de quien murió.
Decididamente no es justo. No es justo porque ella le quiere y él no se ha pasado casi diecisiete años tras ella, para que ahora que la tiene, que están juntos, un mamon como Sirius Black venga con cara de cadáver. Y eso no sería problema, no claro, no lo sería si no trajese consigo una de las peores noticias que James Potter, esta seguro, oirá en su vida. Y no quiere, decididamente, no quiere que Lily oiga nada, aunque este empeñada. Oh no. Ni hablar del peluquin, monada.
Así que lo coge, lo aleja de Lily y Remus e ignora las miradas asesinas de ambos, porque está seguro de que lo que tiene que decir Sirius es más importante que una estúpida pelea de: No puedes protegerme siempre y eso lo dices tú.
-¿Qué pasa, tío?
-Van por ellos, James. Van por ellos.
-Sirius…
-No, joder, James. ¡Atiende a razones de una vez! Llevamos meses intentado evitarlo, pero no podemos. ¡No podemos! Sé que te duele, que estás preocupado y asustado y ¿Sabes porqué lo sé? Porque no solo van por Sangre sucias o por mestizos, van por todo lo que no se una a ellos, incluyendo hombres lobo. Porque van tras lo que nosotros más queremos, porque posiblemente alguno de nosotros se quedará aquí. No podemos evitarlo, negarlo o ignorarlo, tenemos que actuar. Armarnos, defendernos. Y evitar que Lily se enteré hoy no evitará que Remus se enteré mañana y se lo cuente.
-No lo entiendes…-James no puede, simplemente se niega a creer que ahora, JUSTO ahora pueda perderla.
-Lo entiendo, James. Joder, lo entiendo. ¿Qué te crees que es Remus para mí? Una muñequita más, ¿Un juego? ¿Te crees que Lily, por el mero hecho de ser tu novia, no me importa? Lo hace, James, claro que sí. Por eso, por eso tenemos que defender lo que más queremos.
Esa noche James Potter la recordará como la noche anterior a la guerra. No empezó al día siguiente, tardo unos años en llegar, pero esa noche pensó. Pensó en Lily, en Remus, en Sirius, pensó en el futuro de todos, si James Potter tuviese bajo pena de muerte admitir que algún día lloró, sería esa noche. Esa noche y no otra. La noche en la que se dio cuenta de que tendría que luchar. Lloró, sí y a la vez se le quito un peso de encima. No tenía que negarlo más, estaba ahí y llegaría algún día. Y ese día lucharía.
Unos años después, justo antes de morir, cuando oyó pasos y subió corriendo las escaleras de su casa, poniéndose frente a la puerta, no dejándole pasar por nada del mundo, se acordó de aquello: Proteger lo que más queremos. No se acordó de Lily, ni de Harry, por que algo en su interior le decía que si él se plantaba delante ellos estarían bien. No le pasaron tres mil imágenes. Solo se acordó de Sirius diciendo aquello, esa frase.
Eso es lo que importa, vivir o morir en el intento, pero protegerlo, guardarlo dentro de nosotros, luchar hasta que no quede vida dentro. Y lo hizo, como hay Merlín, que hasta que ese mago no hubo sacado hasta la ultima pizca de vida de su ser no callo. Primero porque protegía lo que amaba y segundo porque, simplemente, era James Potter.
