La realeza es en serio un capricho de la sociedad, un lujo que muchas personas deben pagar. Suna era un lugar árido y de personas de tez oscura, estaba en medio del desierto, por eso cuando ella llegó a esa ciudad me medio de la noche, no pudo evitar sentir un poco de temor, era solitario. La llevaron al palacio, estaba atada y con sus ojos vendados, la lanzaron al cuarto principal.

- ¿Tú eres la niña que dicen los rumores? - era la voz de una mujer, se le escuchaba mayor que ella, pero de cierta manera no le pareció que fuera amenazante.

- ¿Yo? Soy sólo una domadora de animales - dijo con un poco de temor - ¿dónde estoy? - preguntó confiando un poco en la mujer.

- Estás en Suna, en el palacio real - dijo la mujer, Hinata no pudo evitar sentir un poco de temor de saber que estaba frente a la realeza, en un lugar tan importante - soy Temari, hermana del rey - la desató con suavidad.

- Ya veo, ¿qué necesita de mí? - decía mientras se quitaba las vendas de los ojos, al ver a una hermosa mujer rubia vestida tan elegantemente se sintió como una mujer sin clase y sumamente corriente, hasta que escuchó una vasija se quebró a lo lejos detrás de unos gritos.

- El rey, Gaara, tiene un tigre salvaje, pero no sé cual de los dos está peor, no quiero que masacre al pobre animal, por eso quisiera que lo domaras para él - la sacó del cuarto y la guió a la habitación principal, vio lo hermosos lujos de esa habitación, dejándola sorprendida, seda y oro en los muebles, los cojines eran amplios y se veían cómodos, tenía una cama y un escritorio lleno de libros.

- Veré que puedo hacer - dijo enviando a la mujer fuera de la habitación, quedando el rey con un hombre frente al tigre, que era blanco, hipnotizando a Hinata Hyuga con su belleza.

Se sentó en el suelo mirando la situación, buscó en el cuarto algo que la ayudara, se quitó sus capas, quedando en un pantalón holgado y una camiseta de hombre, se amarró el cabello con un trapo y se quitó el calzado. Vio como el cachorro corría con rapidez, pero se le veía delgado, debía estar hambriento y desorientado, el pelirrojo tenía un cuchillo en sus manos, no le agradó ver cómo amenazaban a un animal indefenso, encima un hermoso cachorro en peligro de extinción.

- ¡Alto! - gritó con fuerza, deteniendo a los hombres y el animal - Nobunaga, ven aquí ahora - ordenó al tigre, que corrió a los brazos de la joven cuando vio que le ofrecía leche.

- ¿Eh? - dijo mirando a la mujer el joven pelirrojo, que sostenía al animal como si fuera un gato, le ronroneaba y jugaba con sus ropas.

- Alteza - susurró tomando al animal en brazos - lamento no haberme presentado, Hinata Hyuga, es un honor - bajó la cabeza en forma de reverencia.

- ¿Cómo? - ella le invitó a tocar al animal, que le gruñó e intentó arañarle - es un pedazo de mierda, cuando crezca me vestiré con tu piel - dijo apuntando su espada.

- Eso me explica porque no desea estar con usted, ¿ha tratado con animales antes? - preguntó con seria preocupación, él negó.

- Los animales huyen de mí - ella suspiró - ¡Kankuro! déjanos solos - el joven se retiró corriendo - ven, come conmigo - ella negó con la cabeza - ¿rechazas una invitación de tu rey? - ella volvió a negar con la cabeza.

- No estoy en condición de comer en su mesa, estoy sucia, no soy digna de ello, su majestad - respondió haciendo reír al joven.

- Pues yo tampoco comeré, entonces, dime qué opinas de este animal - Hinata acarició al cachorro que no dejaba de ronronearle.

- Bien, está falto de alimento - dijo besando su cabeza - pero Nobunaga es obediente - el animal estaba más que encantado con las caricias de esa joven.

- Pero le damos carne a diario y no come nada - Hinata hizo que el animal abriera su hocico con suavidad.

- No está en condiciones de comer carne aún, debe beber leche - Gaara miraba el cariño con que era tratado, nunca había visto a una domadora que fuera tan cariñosa, usualmente adiestraban a los animales mediante la violencia, pero ella imponía orden con su voz.

- Entonces debo darle leche - ella le miró un poco calmada.

- Puedo enseñarle cosas a este cachorro, pero - temblaba ante la idea - no lo haré si está destinado a ser un montón de piel, no merece ser asesinado para satisfacer la vanidad humana - Gaara se detuvo ante su petición.

- ¿Sabes que si no me obedeces puedo cortarte la cabeza? - ella asintió.

- No soy nadie si no honro mi profesión, que es velar por el bien de los animales - abrazó al animal con suavidad.

- Eres valiente como para oponerte a la voluntad de tu rey - levantó su mentón con una de sus manos - no eres de por aquí, ¿verdad? - ella negó.

- No nací aquí, me interceptaron en un viaje que hice aquí - el que estuviera tan cerca la incomodaba lo suficiente como para retroceder.

- Fue Temari - ella asintió - es una entrometida, sabía que mataría al animal - Hinata le miró molesta.

- Nobunaga no es una mal tigre, hay que tener paciencia y domarlo - el pequeño animal subía por su pecho y luego lamía con suavidad la mejilla de la chica - no hagas eso, me da cosquillas - decía mientras reía, Gaara jamás había visto reír a una mujer que no fuera su hermana.

- ¿Eso se supone que es Nobunaga? - preguntó apuntando al animal.

- Fue el primer nombre que se me vino a la cabeza, es tan majestuoso y dulce, esos ojos azules y sus bigotes - ella no paraba de mimar al felino, que no parecía querer apartarse de ella.

- Pues tendrás que vivir aquí, en el palacio - ella le miró con una enorme sorpresa - si no quieres que Nobunaga caiga ante mi espada tendrás que domarlo - ella asintió - trabajarás aquí para mí - Hinata no podía evitar sentirse decepcionada, estaba perdiendo su libertad.

- ¿Qué pasará con mis viajes? - preguntó un poco preocupada.

- Serán suspendidos, quiero que te quedes aquí, tendrás las mismas comodidades que el resto de las concubinas - Hinata se indignó ante tal propuesta.

- No soy una concubina, soy una domadora, no estoy aquí para complacerle, sino para entrenar a Nobunaga - la idea era clara, ella no quería ir a parar a su cama.

- ¿Te molesta que un rey te invite a vivir en su palacio? - preguntó con una mueca seria.

- Si no me trata acorde a mi profesión sí - él se sentó en su enorme cama pasando una mano por su nuca, era una mujer difícil, pero no le provocaba el deseo de querer ir contra su voluntad para fastidiarla.

- Eres una domadora, impones tu deseo por sobre cualquier cosa, pero no es tu deber tratar de domarme a mí, soy un rey - ella bajó la cabeza - pero viendo que Nobunaga no quiere dejarte, no puedo permitir que duermas con las demás muchachas, se espantarían de ver en la mañana un tigre blanco. Dormirás la habitación de la favorita - no la dejó hablar cuando le ordenó a un sirviente que la llevara a la habitación.

Cuando se encontró solo pensó en la mirada de la mujer, era de ojos blancos y dulces, si lo pensaba le quedaba bien dormir en el cuarto de la favorita, le fascinaba cómo una mujer podía hacer mejor que cualquiera el trabajo de una domadora, tampoco sintió miedo de hacerle frente. Su encuentro no fue particularmente protocolar, todo lo contrario, pasó por sobre todo lo que era educación frente a un rey.

- Eres afortunada - dijo un hombre llamado Ibiki - su alteza ya te habría cortado la cabeza - ella no pronunciaba palabra alguna - tendré que educarte para que seas una mujer apropiada para el rey - una mujer del harem le miró y la detuvo.

- No te quedarás con el corazón de su majestad, él será todo mío - Ibiki la miró enojado.

- Más respeto con la favorita del rey - ordenó dejando a la mujer en silencio - si sigues con esa actitud haré que le sirvas a ella, Matsuri - esa mujer no dejaba de verla con odio.

- No quiero al rey, Ibiki-san, sólo tengo que domar a este animal - Nobunaga corría feliz en su nueva habitación.

La llevaron a los baños y la limpiaron, botaron sus ropas y le pusieron un hermoso vestido azul para dormir, le colocaron joyas y perfumes. Hinata no se reconocía en el espejo, se veía tan diferente a la que fue alguna vez.

- Con esa imagen sí que podrás seducirlo - dijo Sara, una de las mujeres de harem.

- No entienden, yo no quiero seducir al rey, estoy aquí el tigre - Nobunaga no dejaba sola a la chica, pero no podía evitar estornudar por el olor a perfume.

- El rey no ha cenado, ve con él y dale de comer - dijo Ibiki obligándola a ir nuevamente a la habitación del rey.

- Alteza - llamó antes de hacer una reverencia, el pelirrojo estaba perdido en sus libros, pero cuando sintió el perfume de mujer enojado hizo un ademán a Ibiki.

- Te dije que no quiero mujeres - gritó con molestia, pero al ver detrás de él una hermosa joven de piel blanca y cabello azulado se tragó sus palabras.

- Me pareció apropiado que ella cenara con usted, disculpe mi insolencia - Hinata entró con lentitud al cuarto, sus brazos estaban desnudos y su cabello en un arreglo simple, el corte del vestido permitía ver parte de sus piernas.

- ¿Le molestaría que le acompañe a cenar, alteza? - su voz era dulce, más que la primera vez, se sintió embriagado con esa suave petición.

- Ven y hazme compañía - ella asintió y cerró las puertas tras de sí, al sentarse en un cojín a su lado se dio cuenta de que no sabía la postura adecuada - es así - le indicó sus piernas cruzadas, ella le siguió con algo de vergüenza.

- No sabía cómo se sientan acá, en mi pueblo no sentamos sobre nuestros talones - dijo con algo de timidez, la cual acabó cuando vio que Nobunaga se había colado en la habitación y buscaba su regazo.

- Veo que no soy el único que quiere tu atención - ella le miró y se sonrojó con fuerza.

- Eso no es algo propio de un rey, si me lo permite - Nobunaga se acomodó en sus piernas y ella lo relajaba con sus caricias despreocupadas.

- Ibiki acertó con traerte aquí, te puedo preguntar sobre este animal - ella asintió mientras le servía un poco de vino.

- Es una psicología muy básica, alimento y cariño, si eso se usa desde pequeño el animal te será fiel hasta la muerte - le dijo acariciando la cabeza del felino, que ronroneaba.

- Tienes talento con los animales - le decía admirando la escena, se sorprendió cuando ella guió su mano a la cabeza, el animal le gruñó - él no quiere - se quejó, pero ella no lo soltó.

- No se preocupe - puso su mano finalmente sobre la cabeza de Nobunaga - acaricie conmigo a esta belleza - Gaara le hizo caso y luego el animal se comenzó a dejar querer por él.

- Increíble - Hinata le sonrió.

- No le odia, pero debe sentirse molesto por sus amenazas, debe ganarse su afecto - él se quedó mirando un segundo, sus rasgos eran francamente hermosos, sus labios eran carnosos y su cuerpo era torneado, debía ser fuerte y vital.

- Eso haré - luego de un momento Nobunaga se alejó de Hinata y buscó un rincón para dormir, dormiría dónde estuviera su dueña.

- Se está ganando su confianza, no es difícil con amor y paciencia - dijo probando una uva - no había comido una en tanto tiempo, es tan dulce - Gaara le miró, no estaba asustada de él en absoluto.

- Ni los animales ni las mujeres se acercan a mí sin interés, me gustaría que te quedaras en el palacio - Hinata se detuvo - puedes tener aquí la vida de una princesa - la oferta le tentaba, pero no podía soportar perder su libertad.

- Pero no seré dueña de mi vida - dijo un poco triste - el vestido, las joyas son hermosas, pero no soy yo, mire, no soy ni la sombra de la mujer que entró en el palacio - angustiada por su incierto futuro quería sollozar.

- Es normal que desees irte, no es normal que quieras quedarte aquí, te marcharás, te enamorarás de un hombre normal y te casarás con él - Hinata puso su mano sobre la del rey.

- Veo soledad en sus ojos - Hinata subió a su mejilla - debe sentirse tremendamente solo - el pelirrojo la miró con un poco de tristeza.

- No quiero hablar de eso - fue todo lo que dijo y salió a su balcón, Hinata le siguió.

- Alteza - dijo siguiendo sus pasos - oh, es hermoso - dijo viendo todo el pueblo que se había reducido a pequeñas luces.

- ¿te agrada? - ella asintió con fuerza, parecía una niña.

- Es precioso, mire alteza - apuntó a las estrellas y buscaba constelaciones - ahí está tauro - el pelirrojo no pensaba que ella fuera una pequeña caja de sorpresas.

- La veo - ella reía de lo feliz que estaba de ver tanta belleza, al mirar al lado vio unos hermosos ojos turquesas iluminados por la Luna.

- Son hermosos alteza - dijo apuntando sus ojos - nunca había visto ese color - se acercó un poco más y trató de borrar el borde.

- No hagas eso, son mis ojeras - Hinata bajó y juntó sus manos.

- Lo siento su majestad, pensé que era pintura - Gaara soltó una pequeña risa.

- Desde niño sufro de insomnio, es normal que tenga estas enormes ojeras - Hinata volvió a alcanzar la mejilla del pelirrojo.

- Se ven más hermosos, quizás los ojos más hermosos que he visto en toda mi vida - Gaara se apartó un poco apenado, nunca había escuchado de una joven tan hermosa palabras tan halagadoras.

Al pasar las horas Hinata se quedó dormida en brazos del pelirrojo, la alzó en sus brazos y la acostó en su cama, casi al alba él logró caer en un profundo sueño a su lado. Nunca había dormido con una mujer en su cama, se había mantenido casto, así que no conocía los placeres femeninos. La acomodó en su pecho y le quitó las joyas, le regalaría un juego sólo para ella. Cuando la vio dormir calmada pensó en que la felicidad se encontraba en esa mujer, en su boca, en esos labios que decían tan bellas palabras y en esos ojos llenos de sinceridad.