Hola mis adorados y lindos lectores, otra vez yo con otra historia, esta también es una adaptación, si se que van a decir que solo se traerles adaptaciones, pero la verdad leí la historia y me encanto y pensé que era perfecta para el IchiRuki, la historia original es de Naobi Chan, que muy amablemente me dio el permiso para traérselas, espero que la disfruten.

Disclaimer: Bleach y sus personajes no me pertenecen son propiedad del grandioso Kubo Tite y Vendo recuerdos es historia original de Naobi Chan.

Sin mas que decir los dejo con el primer capítulo.

Vendo recuerdos

4 de Octubre del 2006 - Phoenix, Arizona

- Tranquila Rukia, todo irá bien -decía Renji en su oído.

- Duele -se quejó ella en un gemido.

- Lo sé... pero pasará pronto y después lo olvidarás... aguanta solo un poco más -le pidió él.

- Venga Rukia... puja con fuerza -dijo el doctor entre sus piernas.

Rukia tomó una bocanada de aire, y pujó con toda sus fuerzas apretando la mano de Renji en el proceso.

- Una vez más y ya está... acabaremos -la instó el doctor.

- ¡No puedo! -dijo Rukia dejándose caer sin fuerzas en la camilla.

- Lo estás haciendo perfecto, venga Bolita... sé que tú puedes hacerlo -la animó de nuevo.

- No... no puedo -lloriqueó.

- ¿Qué va a pensar de ti Dais cuando le digas que ha nacido por cesárea porque tú "no tenías fuerzas"? -preguntó Renji en tono de burla.

Rukia gruñó y sacó fuerzas de donde no las tenía. Se incorporó suavemente y volvió a tomar aire y pujó de nuevo con todas sus fuerzas. Sintió como algo abandonaba su cuerpo y después un llanto hizo eco en aquel quirófano, una sonrisa surcó los labios de Rukia a la vez que una lágrima salía de sus ojos.

- Es precioso bolita... tiene el pelo claro, no es como el tuyo -canturreó Renji feliz.

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Presente...

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- Rukia... ¿estás segura de lo que vas a hacer? -preguntó Renji en un murmullo.

Rukia alzó la mirada de las prendas de ropa que tenía en sus manos y miró a su mejor amigo. Con el paso de tiempo Renji se había convertido en el soporte principal de su vida. Incluso ahora, cuando debía volver atrás en el tiempo y recordar todo el dolor que la llevó hasta allí, él estaba a su lado aconsejándola y escuchándola.

- Tengo que hacerlo... es la boda de mi padre, no puedo evitar volver a Forks -contestó ella metiendo una prenda más en su maleta.

- Si quieres yo me quedo con Dais mientras tú vas y vuelves -se ofreció el chico.

- No voy a esconderlo como si me avergonzase de él -contestó ella con el ceño fruncido.

- Lo digo por protegerlo a él, solo tiene dos años -explicó.

Rukia miró con ternura los ojos cafes del hombre frente a ella y suspiró.

- Va siendo hora de que Byakuya sepa de su existencia, tiene derecho a saber porque dejé Forks tan de repente.

Renji suspiró también y se sentó en la cama al lado de la maleta de Rukia, sujetó sus manos entre las suyas y la atrajo hacia su pecho abrazándola. Renji era mucho más grande que ella en tamaño, aunque tenía un año menos, pero su madurez le había ayudado mucho a Rukia en el momento más difícil de su vida.

- Iré a preparar una maleta para Dais -susurró Renji alejándose de ella y saliendo la habitación.

- Mete ropa de abrigo... ¡en Forks hace mucho frío! -gritó Rukia por sobre su hombro.

Continuó metiendo ropa en su maleta a la vez que recordaba el día que hizo ese viaje pero al revés, cuando abandonó Forks sin tanto remordimiento y con una maleta mucho más pequeña. Ahora su equipaje estaba cargado de errores, de "lo siento" que debía suplicar a las personas adecuadas, aunque había algo de lo que no se arrepentía: su hijo Dais era el motor de su vida.

Si cerraba los ojos era como si todavía pudiese dar marcha atrás en el tiempo y recordar ese día perfectamente.

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22 de febrero de 2006 - Forks, Washington

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La lluvia caía a mares. Rukia caminaba sin rumbo por las calles de Forks. La ropa húmeda se pegaba a su cuerpo, marcando todas sus curvas. Su pelo enmarañado y empapado caía despreocupadamente sobre sus hombros y se pegaba a sus mejillas. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho y temblaba de frío.

Todavía llevaba la prueba de embarazo casera en una de sus manos.

Positivo.

¿Qué iba a hacer ella ahora con un bebé? Tenía solo dieciocho años...

Casi podía oír la voz de su padre "tu vida por la borda, adiós a tu carrera y a tus sueños..." Hisana, su alocada madre, la reprendería por no tener más cuidado, pero para ella no sería un problema, solo un bache en el camino que tendría que sortear. Lo más probable es que le propusiese hacerse un aborto, pero ella no sabía si estaba dispuesta a ello.

Tenía mucho que pensar, mucho que decidir, y era solo una adolescente comenzando a vivir... no era justo que eso le estuviese pasando a ella. Pero se lo había buscado, ahora solo tendría que afrontar las consecuencias de sus actos y responsabilizarse con lo que había hecho.

Pero él también debía saberlo...

Miró a su alrededor para comprobar donde se encontraba, se descubrió cerca de su casa, así que aferrando más el test de embarazo en su mano izquierda apuró el paso y cruzó la calle.

Miró su reloj y descubrió que aunque ya había anochecido no pasaban de las siete de la tarde, a esa hora ya habría salido del trabajo y estaría can Ayaka. Una sonrisa surcó sus labios al recordar a la pequeña Ayaka, esa pequeña niña pelinegra de ojos dorados que se había ganado su corazón.

Vio el caserón blanco a lo lejos y un nudo se formó en su garganta, la luz en la ventana de la sala le indicaba que, como sospechaba, él estaba ya en casa. Sus pasos vacilaron pero se encaminó hacia su puerta de todos modos. Aferró todavía más fuerte la prueba de embarazo y con la mano derecha llamó levemente a la puerta con unos suaves golpes.

Segundos después los pasos cortos y rápidos de Ayaka sonaron al otro lado, la puerta se abrió solo una rendija y una diminuta nariz se asomó por ella. De repente se abrió de golpe y unos curiosos ojos dorados se abrieron al máximo y la miraron de arriba a abajo.

- Rukia... ¿estás bien? -preguntó la niña tímidamente.

Rukia sonrió tristemente y abrió la boca para contestar, pero no pudo hacerlo porque la interrumpieron.

- ¡Rukia! ¿Qué te ha pasado? ¿Te encuentras bien?

El sonido de esa voz provocó que Rukia cerrase los ojos con fuerza y ahogase un gemido de dolor. Abrió los ojos lentamente y los fijó en los dorados frente a ella, preocupados, expectantes... esperando una explicación.

Pero ella no podía pronunciar palabra, se había quedado paralizada y muda... no esperaba encontrarla allí, y haberlo hecho desbarataba todos sus planes. Ahora no podía decírselo, ahora no podía contar con su ayuda...

- Senna... yo... -balbuceó débilmente.

- Te invitaría a pasar... pero mojarás la moqueta nueva -dijo la mujer moviendo ligeramente su cabeza haciendo que sus cabellos negros rebotasen graciosamente.

Rukia ahogo las lágrimas y negó con la cabeza

- No importa... creo que... que no ha sido buena idea venir aquí -dijo Rukia con intención de dar media vuelta y marcharse.

- ¿Amor, pasa algo?

Esa voz... esa maldita voz...

Rukia ahogó un sollozo y comenzó a temblar. No podría soportar estar cerca de él de nuevo, no sin saltar a sus brazos y contarle todo.

- Rukia -pronunció sorprendido- ¿Qué te ha pasado?

Rukia tragó en seco y tomó una decisión. Improvisada, de última hora... desesperada. Lo miró fijamente a la cara... quería recordar cada facción de su perfecto rostro, cada gesto, cada mirada. Fijó después la vista en sus manos y suspiró... aquellas manos varoniles y fuertes, con dedos delgados y largos. Aquellas manos que la hicieron suspirar y perderse en los placeres más prohibidos, aquellas manos que la instruyeron en un momento de debilidad y que ahora le estaban rompiendo el corazón en mil pedazos.

Se aferró al test de embarazo todavía en su mano y lo escondió bajo la manga de su suéter... respiró hondo y volvió a cerrar los ojos con fuerza.

- Yo solo... he venido a despedirme -dijo con voz débil.

- ¿Te vas? -preguntó Ayaka haciendo un puchero.

"Muy lejos" pensó, pero Rukia solo maldijo entre dientes y se acuclilló para ponerse a la altura de la pequeña.

- Aya cariño... tengo que irme a la ciudad -pronunció con voz suave.

Una lágrima se asomó a los ojos de la niña que la miraba con tristeza.

- ¿Volverás pronto? -preguntó a la vez que sorbía su nariz.

- No lo sé mi amor, eso no depende de mí -pronunció Rukia a duras penas.

- ¿Te vas a cuidar a otro niño como Mary Poppins? -preguntó inocentemente.

Rukia rió con tristeza y su carcajada se confundió con un sollozo... que cerca estaba de la verdad aquella pequeña.

- No sé cuando volveré...-dijo Rukia emocionada- pero cuando lo haga, prometo que vendré a verte... ¿de acuerdo princesa?

La niña asintió y se tiró a su cuello para abrazarla con fuerza, Rukia correspondió a su abrazo cerrando los ojos con fuerza y dejando escapar un par de lágrimas furtivas.

- Aya cariño- pronunció él- ve a dentro con mamá, yo tengo que hablar con Rukia.

Ayaka seguida de Senna entró en la casa y cerraron la puerta. Él la miró uno segundos pero Rukia tenía la mirada clavada en el suelo y sus brazos cruzados en su pecho para protegerse.

- ¿Por qué te vas? -preguntó en un susurro.

Rukia tuvo ganas de reír, reír a carcajadas y contarle todo. Pero "ella" había vuelto, ya no podía pedirle nada. Si solo se hubiese hecho el test un par de días antes...

- Son motivos personales... -pronunció con un hilo de voz.

- Rukia yo... lo siento... si aquella noche me porté mal contigo o hice algo inapropiado... lo siento mucho -dijo algo avergonzado.

Rukia alzó la mirada para clavarla en aquellos ojos cafes que la confundían tanto, había un arrepentimiento real en ellos, pero no había lo que ella más anhelaba.

- No te preocupes... no ha pasado... nada -la palabras quemaron en su garganta, pero debía pronunciarlas, debía liberarlo de su responsabilidad aunque él no tuviese ni la menor sospecha de nada.

- Sabes que no puedo creer eso, cuando bebo demasiado pierdo el control y no sé lo que hago.

Un puñal directo a su corazón habría dolido menos. Rukia sintió la necesidad de encogerse de dolor y llorar desconsoladamente, pero no podía hacerlo frente a él. Tendría que esperar para derrumbarse a llegar a su casa.

- No hay problema... olvida que ese día existió -"aunque yo no pueda" continuó en su fuero interno.

- ¿No puedo hacer nada para que te quedes? -preguntó, Rukia negó débilmente con la cabeza- Ayaka te echará mucho de menos... te necesita, ya sabes cómo es Senna con ella.

Rukia bufó y cruzó los brazos con más fuerza, comenzaba a sentir el frío de la ropa húmeda sobre su piel y sus dientes castañeteaban sin poder evitarlo.

- Ha vuelto ¿cierto? Eso querrá decir algo -dijo ella con desdén.

Él desvió la mirada avergonzado, pero la regresó segundos después.

- Si hay algo que pueda hacer para que no te vayas solo tienes que pedirlo -pronunció con convencimiento.

Rukia volvió a mirarlo intensamente, tentada a contarle de su embarazo y pedirle que dejara a Senna podría suplirar si fuese necesario, pero no lo haría. Ayaka adoraba a su madre, no podía alejarla de ella así como así.

- No hay nada que puedas hacer... Ichigo -su nombre quemó en sus labios, y un estremecimiento recorrió su espalda en cuanto lo pronunció- adiós.

Rukia se giró sobre sus pies y se dispuso a irse, ero una mano aferró con fuerza su brazo y un latigazo la recorrió de arriba a abajo.

- ¿Estás segura de que no hay ninguna solución para que te quedes? -preguntó Ichigo demasiado cerca de ella.

Ella se mordió el labio inferior para contener la necesidad de girarse y hundirse entre sus brazos. Con solo un abrazo y las palabras adecuadas ella se habría sentido segura y a salvo... pero Senna había vuelto, ya no había lugar para ella, en realidad nunca lo hubo.

- Debo irme... no hay solución viable para lo que pasa -pronunció con voz rota por las lágrimas que se derraban por sus mejillas.

Se soltó de su agarre con un movimiento busco de su mano y echó a correr calle abajo sin dirección aparente. Corrió hasta que sus pulmones ardían. Lloró hasta que sus ojos se secaron. Gritó hasta que su garganta se quedó sin voz. Perdió el equilibrio y cayó de rodillas en la mullida hierba que cubría Forks y allí se dejó, deshecha en llanto, cubierta de lluvia y desolación.

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Presente...

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Rukia cabeceó para eliminar ese recuerdo... fue uno de los días más tristes de su vida. Ese día le había enseñado a no creer en el amor, a que los cuentos de hadas de cuando niña eran solo eso, cuentos. Los finales felices no existían más que en las películas y las historias impresas.

La vida día a día y golpe tras golpe se había encargado de mostrarle esa dura verdad. Aunque todas esas lágrimas le habían traído algo bueno a su vida. Un rayito de luz que iluminaba sus días y dibujaba una sonrisa en su rostro cada día. Alguien con nombre y apellido: Disuke Kuchiki

- Mami -susurró una vocecita infantil.

Rukia sonrió en mitad de todo el dolor que dejó en cuerpo aquel fatídico recuerdo. Se tragó su pena y colocó esa máscara de alegría y serenidad que siempre se colocaba frente él, merecía ser feliz y ella haría todo lo posible para conseguirlo.

- Dime cariño -pronunció con voz dulce.

- Me espeté y no tabas -dijo de nuevo el niño.

Rukia lo tomó en brazos y lo abrazo con fuerza besando su cabeza a la vez, revolvió su revuelto cabello color naranja y suspiró.

- Mamá nunca te dejará solo... aunque me vaya sabes que siempre volveré... -prometió una vez más.

- ¿Qué es eto? -preguntó el pequeño señalando la maleta.

- Vamos a ver al abuelito Byakuya... -así que ve a tu habitación con el tío Renji que está preparando tu maleta - Rukia lo colocó sobre sus pies y él salió a la carrera.

- ¡Renji quiero lleva a McQueen, hazle un lugar! -gritaba a lo largo del pasillo.

Rukia sonrió y negó con la cabeza... miró la foto de su padre que tenía en la mesita de noche y sintió como un hueco se abría en su pecho... ¿qué pensaría de ella cuando supiese toda la verdad? ¿Cómo trataría a Dais? ¿Lo admitiría como su nieto o renegaría de él y también de ella misma?

Bueno hasta aquí con el primer capítulo de la historia, espero que les aya gustado, por fa un review no sean malitos conmigo si.

Chao, nos leemos pronto y que viva el IchiRuki.