Título: Unbreak My Heart
Autora: Ceshire
Beta: Mars Lena
Fandom: Candy, Candy
Pareja: Candy/Terry
Género: Drama/Romance
Tipo de fic: AU
Rating: MA
Disclaimer: Los personajes del universo de Candy, Candy pertenecen a Mizuki e Igarashi y han sido utilizados en este fanfic sólo con motivos de diversión y sin ningún fin de lucro.
Resumen: Candy y Terry coinciden en la boda de Ethan y Josephine, sus ex y los que les rompieron el corazón.
Advertencia: Este fic contiene lenguaje vulgar y escenas de sexo explícito, sobre todo al inicio.
Dedicatoria de Capítulo: Blanca G. Gracias por seguir mis historias.
UNBREAK MY HEART
Capítulo 1: Lo que pudo ser.
"Esta vida no la quiero comprender.
Cómo me duele mi cobardía.
No pude darte lo que un día soñé.
Cómo me duele…
lo que pudo ser."
—Y ahora puede besar a la novia —dijo el viejo ministro, con una sonrisa mientras los novios se miraban con los ojos brillantes y cuando se besaron una lluvia de aplausos estalló a su alrededor.
Los nuevos esposos separaron sus labios con una sonrisa radiante. La feliz pareja se giró hacia los invitados y avanzaron unos pasos, bajando del pequeño altar; los invitados los rodearon y abrazaron deseándoles todo lo mejor para su nueva vida juntos.
En el enorme salón del lujoso hotel, una melodía que podría considerarse romántica comenzó a sonar; los invitados tomaron asiento mientras la feliz pareja daba vueltas al ritmo de la música.
En el fondo del salón en la mesa de los solteros; una rubia soltó un bufido de rabia, allí estaba ella tragándose la humillación de ver al amor de su vida, Ethan Raver, quien la había abandonado tan solo dos meses atrás después de 3 años de relación, casándose con Josephine Walsh una joven de su mismo círculo social.
Cuando lo vio en la página seis del diario, no lo pudo creer. ¡Eso era un error! Y cuando llegó la infame invitación a la boda supo que todo había terminado, realmente.
Candy no era tonta, ella era una residente en uno de los mejores programas médicos, pero no dejaba de ser solo eso y aún le faltaban tres meses más para ser titular. Ethan, era hijo del dueño del Gracie Square Hospital y en los tres años de relación él nunca quiso hacerla pública; ella estaba al tanto de las "indiscreciones" publicadas en los diarios de su pareja, pero siempre le creyó cuando le dijo que no era nada, que tenía que cubrir las apariencias en las fiestas de caridad a las que debía acudir. Y ella le creyó, siempre lo hizo.
Sin embargo, su pequeña nube de felicidad se desvaneció ocho semanas atrás, cuando llegó a su departamento y se encontró con un post-it en el espejo de su baño. Y esa fue toda la despedida que él le dedicó.
Y allí estaba ella, en la mesa de solteros y niños, luchando entre lo humillante que era soportar las miradas de las cinco personas que sabían sobre su relación, y lo terriblemente doloroso que era ver a quien tanto amaba casándose con otra mujer.
Candy dejó de mirar a la pareja y tomó lo que quedaba de su champagne.
—Es interesante la forma en que dos personas se merecen una a la otra — Escuchó a su lado. Candy se sobresaltó y giró para ver a su vecino, ahí untando mantequilla en un pan, estaba un joven castaño de intensos ojos azul verdosos que no la miraban, estaba totalmente concentrado en su tarea.
—Terry… —Empezó a hablar Candy, a la defensiva recordando los tiempos en el Colegio Billard y el hostigamiento que padeció de parte de él, y sus amigos por ser una alumna becada. Y por una irónica burla del destino, una de las personas que sabía de su relación con Ethan—, hoy no tengo ánimos para soportar tus burlas.
—¡Oh, pecas!, tú siempre creyéndote el centro del universo —contestó él, arrastrando ligeramente las palabras. Su mirada en ningún momento se desvió del alimento, pero aun así Candy pudo percibir que no había rastro de burla o ironía en su rostro.
—¿Cuánto has bebido? —preguntó ella, mirando la copa que uno de los meseros dejaba, a la vez que recogía y se llevaba la vacía. El rostro de Terry se volvió hacia ella, como si apenas hubiera notado su presencia.
—No lo suficiente.
—Están tomando las fotos —Escucharon a uno de sus vecinos. Terry y Candy se quedaron solos.
—¿No irás a tomarte una fotografía con la pareja? —preguntó Candy, con tristeza mirando la fila que ya se había conglomerado. Terry levantó la copa y la llevo a sus labios bebiéndose todo el contenido. Su mirada se endureció al ver a la pareja besándose para una fotografía.
—En realidad, no fui invitado. Estoy como representante de un amigo que debía traer los boletos para la luna de miel —respondió Terry, con voz fría mientras pedía otra copa y la levantaba en dirección a Candy. Ella entendió la indirecta y asintió, a los pocos segundos, dos copas llenas estuvieron frente a ellos.
Los dos bebieron en silencio mirando a la pareja saludando a sus invitados y tomándose fotografías. Candy no supo cuántas copas más bebió antes de que sirvieran la comida.
Pronto la banda empezó a sonar y muchas parejas acompañaron a los nuevos esposos en la pista de baile. Terry que comió y siguió bebiendo en silencio, sabía que estar allí era muy doloroso, como algún tipo de masoquismo; sin embargo, por algún motivo no podía ni quería irse.
—La quería —dijo de pronto Terry, Candy notó que estaba arrastrando aún más las palabras—. ¡Vaya que la quería! —Candy, parpadeó confusa.
—¿Tú y Jo…?
—Pocos lo sabían —Interrumpió él—. No salíamos mucho en público, ni siquiera nuestros compañeros del colegio lo sabían —Terry, pensó que de vedad estaba muy borracho como para estar compartiendo aquel tipo de intimidades con ella; pero necesitaba sacarlo de su ser o explotaría, si no había nadie más que esa chica para escucharlo, qué remedio, así que siguió—. Yo sabía que salía a veces con Raver, pero no pensé que fuera en plan de pareja, siempre que le comentaba algo ella respondía: "Somos mejores amigos desde niños, no tiene nada de malo abrazar a mi mejor amigo, fue un beso de amigos" —añadió con burla al imitar su voz.
—Entonces nos engañaron a ambos.
—Supongo que sí.
—Al menos parecen enamorados —murmuró Candy, cuando los vieron partir el pastel a ambos sonrientes. Y aquella imagen le hizo sentir envidia; ella pudo ser la que estuviera dándole pastel a Ethan en ese momento. A su lado escuchó un resoplido de indignación.
—Nos engañaron, burlaron y pisotearon y, ¿los defiendes porque están enamorados? —Candy, lo miró herida. Levantó la copa y se bebió todo el contenido de un solo trago; la rabia que había estado sintiendo toda la velada volvió a invadirla, reemplazando ese sentimiento de dolor y desazón.
—Tienes razón, son unos desgraciados, no les importó en absoluto jugar con nuestros sentimientos —murmuró Candy, con los dientes apretados y mirando cómo la pareja comenzaba a despedirse para ir a su luna de miel. Había visto a Terry mandar el sobre con los boletos a un mesero.
—Me alegra que dejes de ser Santa, Candy —respondió él, y ella le dio la razón. No podía sentir esa consideración por alguien que después de tanto tiempo juntos, la había abandonado para casarse con otra chica. ¡No, Ethan no merecía su comprensión! Aún si ella lo seguía amando.
—¿Cuánto… ya sabes… estuvieron juntos? —preguntó Candy, teniendo problemas para formular correctamente la pregunta debido a su grado de alcohol.
—Desde Billard, entre idas y venidas —Confesó el castaño, despreocupadamente pidiendo más champagne.
—¿Dijiste que se conocían desde niños? —Terry encaró a Candy, y por un momento se sintió identificado con ella. Sus ojos esmeralda reflejaban la misma mirada que seguramente él tenía en ese momento, la de saber que la persona que amaba jamás volvería a su lado.
—Sí, sus padres son amigos desde la universidad. Raver padre es dueño de varios hospitales y Walsh tiene un bufete de abogados que lo apoyan en demandas y esas cosas. Es natural que se conocieran desde pequeños, mejores amigos, al menos eso decían; pero nadie mira de esa manera a su mejor amigo —argumentó él, dolido.
—Tienes razón —Meditó ella y dio un largo suspiro—. He sido tan ciega, ¿verdad? —Terry, supo que era una pregunta retórica, así que no respondió—. Al menos tú podrás conseguir a quien quieras y olvidarla.
—Tú también —Candy, se encogió de hombros y no respondió nada porque no tenía respuesta para eso. Estaba demasiado lastimada y sentía que, como en cualquier enfermedad, lo mejor era llegar al punto más crítico antes de empezar a sanar.
—Será más fácil para ti —comentó ella, después de un largo silencio y pretendiendo darle ánimos. Terry la miró con una ceja levantada—. Recuerdo que en el colegio había muchas chicas que buscaban tener una oportunidad de algo contigo.
—No creo que sea cuestión de "un clavo saca a otro clavo" —murmuró él, mirando a la pareja salir del salón.
Terry suspiró sin que Candy se diera cuenta por estar viendo la puerta por donde se habían ido sus ex, pidió dos copas más. Cuando la rubia las miró supo que estaba casi tan ebria como él, pero no quería parar, el licor era lo único que podía hacerle soportar el dolor de ver a Ethan, casándose con otra.
—Salud —Brindó Terry, en un murmullo hacía la puerta—, por su eterna felicidad —Siguió con ironía.
—Por su gran amor —Secundó ella, bebiendo lentamente la copa.
—¡Malditos desgraciados! —Continuó Terry, Candy lo imitó bebiendo todo el contenido de la copa y ambos se sonrieron en complicidad—. Creo que ese fue el último brindis de la noche, ahora que se han ido, no tengo nada más qué hacer aquí —Terry, trató de no arrastrar las palabras y cuando se levantó se sintió muy mareado.
—Tienes razón, es hora de que me vaya a casa también —mencionó ella, bajando la voz de forma entendible.
—Supongo que nos veremos por allí —Estaba siendo amable, simplemente. Tomó su abrigo y ayudó a la rubia a colocarse el suyo.
—Supongo —comentó ella, sin darle importancia a lo que decía.
Candy se despidió de sus compañeros de mesa, y Terry desapareció caminando tratando de tambalearse lo menos posible, cruzó el salón con la cabeza baja, no necesitaba que nadie más viera cuánto le había dolido estar ahí.
Candy llegó a la recepción del hotel y bajó las escaleras hacia la calle, con algo más de tiempo ya que de verdad no quería tropezarse y romperse algo.
—Esa sería la cereza del pastel —Se murmuró a sí misma, parte en broma y parte en serio.
La rubia entornó un poco los ojos para ver su reloj, era la una y media de la madrugada. Las calles estaban poco transitadas y el portero le avisó que los taxis estaban demorando más tiempo del normal, así que esperó parada a que le consiguiera uno. Había pedido la noche y el día siguiente libres en el hospital y agradeció aquello porque sabía que amanecería con una tremenda resaca. No quería volver a su departamento, hacía muchos días que no había ido porque no le apetecía, mucho menos esa noche, en que la certeza de perderlo para siempre, la inundó junto con la imagen de Ethan y Josephine bailando, besándose, abrazándose y diciendo que se amaban delante de todos sus invitados.
El sonido de la puerta giratoria interrumpió sus pensamientos y giró la cabeza lentamente para ver quién había salido. Terry estaba caminando hacía las escaleras, Candy no podía verlo con mucha claridad, pero casi pudo apostar que se le veía muy acalorado. Cuando bajó el último escalón y se dirigió a ella con una mirada depredadora, lo único que pudo hacer fue mirarlo, interrogante.
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Terry no se había despedido de nadie; no quería escuchar comentarios sobre lo feliz que se veía la pareja porque sabía que le lastimarían los oídos, o más bien, el corazón. No tenía mucha práctica en temas amorosos, pero estaba seguro de que a Josephine le había entregado su corazón, uno que ahora dolía, quemaba y destrozaba por completo. Cuando escuchó al cura decir que podían besarse, también escuchó el crash de su corazón haciéndose añicos.
En su regreso del sanitario, tuvo la mala fortuna de ver a la pareja esperando el auto que los llevaría al aeropuerto. Josephine se dejaba besar desesperadamente por Ethan, con una pasión que nunca tuvo con él y nuevamente sintió el ardor en su alma. No supo por qué se detuvo ahí, espiando a la pareja, lastimándose, pero sin poder apartar la vista, colándose en un íntimo momento, quizá el más feliz hasta ahora en la vida de los nuevos esposo. Pero así era, él tenía que aceptar que no tenía cabida ahí, que era el ex novio. El error antes del acierto.
Apretó con fuerza los puños y tomó una bocanada de aire. El exceso de alcohol le estaba dificultando el control de sus emociones y las lágrimas pugnaban por salir, pero no iba a llorar. La garganta comenzó a dolerle por contener los gritos y la rabia que sentía. Respiró de nuevo, una dos, tres y más veces hasta llegar a diez y disipar el ataque de ansiedad.
—Terruce —Escuchó a lo lejos y la vio, mirando en su dirección. Ethan también lo miró con una mezcla de burla y lástima que hizo que la sensación de dolor y traición volviera, mucho más fuertes que antes, aderezándose con otro nuevo sentimiento, la vergüenza por haber sido descubierto.
Se giró lo más rápido que su estado etílico le permitió. ¡Qué humillante tener que escapar de tu ex! Sobre todo cuando él no había hecho más que amarla y adorarla. Parpadeó para detener las lágrimas que no querían ser contenidas más tiempo y bajo lentamente las escaleras, taladrándose los oídos con el ruido de sus zapatos sobre el cemento. Mareándose con el ambiente que se aferraba en girar lentamente a su alrededor. Jurando que olvidaría por completo a Josephine, sin importar lo que tuviera que hacer para lograrlo. Incluso si tenía que volver a beber con Candy para desahogar sus penas ¡Con Candy, precisamente de entre toda la gente!
Al llegar al último escalón tomó otra bocanada de aire, sopesando la cantidad de suerte que había tenido al no caer y entonces la vio. Candy estaba recargada en la pared con los brazos cruzados y mirándolo con preocupación. Y se dio cuenta, Candy lucía como lo más correcto para olvidar a Jo, al menos solo por esa noche. ¡Esa maldita noche!
Candy lo miró analíticamente, al menos lo que le permitía el entumecimiento de sus sentidos. Terry avanzó hacía ella con paso medio firme, lo estudió mientras se acercaba. Su primera impresión fue que la miraba como si fuera un depredador y ella su presa, pero al observarlo más de cerca pudo constatar que su mirada azulada estaba herida y cansada, mucho. La podía reconocer en cualquier persona, porque ella la veía todas las mañanas en el espejo.
—¿Qué haces todavía aquí? —preguntó en un susurró acercándose a ella.
—Esperando un taxi —Terry, sonrió —Aunque no estoy muy segura de querer ir a mi casa —Suspiró suavemente.
Terry no contestó, evaluó la mirada extraña de Candy y su ligero arrastre de palabras, similar al que debía tener él, extendió la mano al portero quien de inmediato usó el teléfono. Candy arqueó una ceja.
—Mi chofer viene para acá —murmuró luego de un instante—. ¿Mi casa? —Tras un minuto entero de silencio, Candy asintió.
En cuanto subieron a la limosina, ella se alejó lo más que pudo de él y Terry sonrió. Estaba arrinconada, eso era lo que necesitaba. No esperó más y se lazó sobre Candy, pero no la besó, su boca recorrió el cuello y el escote libre de ropa, piel nívea y tibia que olía a rosas. Sintió las manos de ella haciendo presión sobre sus hombros, con la respiración entrecortada, mientras él seguía besando y lamiendo.
Candy había aceptado la invitación pensando que Terry seguiría desahogando sus penas bebiendo como en la recepción. Nunca pensó que se refiriera a eso.
—Terry… —Trató de resistirse—, esto no está bien… —Pero su voz no expresaba la seguridad necesaria, debido a las sensaciones de placer que esa lengua revoloteando en su cuello le brindaban, ganándole al sentido común.
Sus manos se apretaron con un poco más de desesperación en los hombros de él, acercando sus cuerpos y soltó un pequeño gemido cuando le mordió el cuello, provocando que echará la cabeza hacía atrás, entregándose por completo a las sensaciones que no sabía que necesitaba hasta ese momento.
Terry empezó a subir lentamente por su cuello hasta la barbilla, repartiendo pequeños besos y lamidas hasta que por fin llegó a los labios, presionado leventemente antes de morder el labio inferior. Candy jadeó más sonoramente mientras separaba los labios y le daba acceso a su boca, las lenguas de ambos se enfrascaron en una danza. Y en un solo movimiento, Candy se sentó a horcajadas sobre él, dejando a Terry contra el asiento jadeando por la sorpresa. Se miraron a los ojos unos instantes, hasta que ella volvió a besarlo con más intensidad y sobre todo, necesidad, presionando su cuerpo con el de él.
Aquel cambio de papeles había sido muy interesante y Terry no protesto, porque de inmediato sintió su erección rozándose contra la pelvis de Candy, cada vez más rápido. Y la manera en que lo besaba y lo dominaba era totalmente inesperada, pero placentera.
Candy se frotó con más urgencia contra él, emitiendo un jadeo. Quería más de esos labios, de esa lengua, de ese cuerpo, de su sabor, lo quería todo. Y cuando ella lo mordió entre algún punto de su oreja y su mandíbula, un gemido ronco escapo de sus labios, enterrando con más fuerza sus dedos sobre las caderas de la rubia, que seguía meciéndose.
No eran un par de adolescentes para andar magreándose, pero ese simple acto lo estaba llevando al borde y fue consciente de que si permitía que Candy siguiera jugando de esa manera, terminaría antes de haber empezado algo. El ruido de un motor deteniéndose lo distrajo, la limosina. ¡Estaban en la limosina! Chuck, su chofer, había cerrado la ventanilla que separaba el lado del conductor con el del pasajero, pero no era a prueba de ruido.
—Candy… — Jadeó, deteniendo el embiste con sus manos—. Candy, para por favor —suplicó sabiendo que era lo último que deseaba en ese momento.
Candy dejó de besarlo, mecerse y lo miró confundida, y algo avergonzada.
—Lo siento, yo… —murmuró, sin saber qué más decir y quitándose de encima. Terry negó con la cabeza y volvió a besarla, con pasión.
—Aquí no, subamos, por favor —Terry, podría haber sido un completo imbécil con ella en el colegio, pero quería darle a entender que ante todo era decente por no querer tomarla en ese lugar y en plena calle.
Terry bajó del auto y le tendió la mano, ella dudo en tomarla, pero al final lo hizo, ansiosa de tener algo más en que pensar esa noche. Ciertamente acostarse con Terry, no podría ser peor que haber asistido a la boda del hombre que le rompió el corazón. O eso quiso pensar.
Continuará…
Espacio para charlar
¡Hola! Antes de que me reclamen por empezar otra historia, déjenme explicarles algo. Ya terminé UN DÍA A LA VEZ, pero aún no voy a publicarlo porque haré un final alternativo, debido a que no me siento del todo satisfecha con ese capítulo y la única forma que encontré de poder terminar esa historia como la quiero, fue hacer dos finales, estoy trabajando en el segundo y espero tenerlo listo antes de mi cumpleaños (29 de agosto). Les pido ese lapso y su paciencia.
Ahora sí, vamos con esta historia la cual nació inspirada en muchas películas y uno de los clichés más conocidos del mundo. Pero la idea central salió de YO ANTES DE TI, o sea, me pareció terriblemente cruel invitar a Will a la boda de su ex novia y supongo también, su ex mejor amigo y sí, él fue con Lou, pero vamos, que eso es medio masoquista.
El que Ethan terminará con Candy en un post-it lo saque de un capítulo de Sex and the city, el nombre del colegio Billard salió de Gossip Girl (lo corté) y lo de medicina de la serie Grey's anathomy, como ven tenemos de todo mezclando en esta historia que en realidad era un Albertfic, pero que he cambiado para poner a Terry como mi protagonista.
Cada capítulo estará dedicado a lectoras que he visto comentan en todas mis historias, esto con la intención de agradecerles el tiempo que invierten en leer y sobre todo, en dejarme conocer sus opiniones.
Es una historia sencilla por ello ya tengo la mitad escrita, pero este mes tengo algunas cosas que hacer de mi otro hobby (el diseño) y he decidido actualizar una vez por semana, espero que no sea mucho el tiempo de espera.
Bueno, hasta aquí. Gracias a quien me acompañó en este primer capítulo y espero que les haya gustado.
Agradezco a Mars Lena la edición del capítulo, sin duda ha quedado mil veces mejor. Gracias, amiga hermosa.
La frase del principio hace alusión a la canción: Lo que pudo ser - Alejandro Fernandez y de donde tomé el título del capítulo.
02 – ago – 2018
Ceshire…
