Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Marvel. Yo sólo los tomo prestados para hacerlos un poco más felices y no dejarlos a merced de los hermano Russo.

Nota: Situaciones que pasan únicamente en fics. Triste pero cierto.


«Bailando bajo la lluvia»

—Steve.

Si alguien hubiera pronosticado, semejante diluvio universal, Steve habría considerado al menos llevar un par de calcetines extras en la mochila.

Unos no tan embarazosos como los que traía en esos momentos. Con estrellas de colores y de fondo azul galáctico.

Sinceramente, habría guardado un pantalón de gimnasia, un piloto, un paraguas y si tenía tiempo, hubiera llevado un par de remos en algún bolso que encontrara por su casa. La lancha era imposible de alquilar, de otra manera, en primer lugar jamás estaría allí, en medio del maldito centro de Manhattan, descalzo y a punto de sufrir la pulmonía del siglo.

Pero aquello no sucedió. El servicio meteorológico era otra de las grandes mentiras de la nueva era. Eso y las aplicaciones de citas online.

Para desgracia de Steve Rogers, ambas calamidades eran la razón de su situación actual. Oh. Y tener a Bucky Barnes como mejor amigo. Aunque con una mano en el pecho, y con la honestidad que tenia, admitía que Barnes era de esas cosas que se adhieren a la piel. Inamovibles una vez que le das un poco de confianza, imposibles una vez que ellos saben de tu problema para encontrar el amor como una persona promedio.

Y bueno, Buck era Buck. Todo eso de la desgracia se quedaba corto, cuando el chico de cabellos largos entraba en acción.

Steve ya no podía ni quejarse. Él mismo dio su consentimiento a toda esa tontería. Pagar el precio con su salud era lo inevitable. Siempre habría un saldo en su contra cuando hacía caso a las ideas de Barnes. Sólo que ahora, con todo el atuendo arruinado, el cabello aplastado por la lluvia y la certeza de que estaba haciendo el ridículo, una parte pequeña de sí, dijo que era suficiente.

Suficiente, con esto. Todo. Las citas, el amor, Internet. ¿Se han puesto a ver Internet? Jesucristo. Quizás no acudir le salvó de ser capturado por alguna sexta con gustos por los rubios, algún psicópata que disfrutara de lo sado e incluso del encuentro con algún sujeto que coleccionaba pelusas desde los cinco años.

No, debía ser suficiente.

Era un hombre con treinta y dos años, con un trabajo curioso en un estudio de arquitectos, diseñando la iluminación y los jardines. Con una madre amorosa que esperaba nietos antes de que, según sus palabras "estirara la pata, por culpa de las idioteces de tu padre" Y el mismo padre, que simplemente se divertía haciendo rabiar a su madre, con sus cursos de bailar bachata y lo molestaba con su búsqueda de la "pareja perfecta"—Lo que quería decir, que tenía material doble para encontrarla y que se apurara antes que la novedad de bailar bachata se acabe para su madre.

Steve era bisexual. Y del tipo tímido para incluso hablar por teléfono. Así que su círculo social se reducía a Buck— bastardo que no necesitaba presentaciones, con esa pinta de renegado que daba clases de historia— Charles Xavier— el amable y paciente psicólogo del piso de arriba— y su gato, Robert.—obeso, en peligro de su propia salud y lleno de mañas que su dueño demasiado blando de corazón, consentía.

Claramente, no era material para citas. Ni para las online.

Así que Steve, convertido en sopa humana, esperaba que el cielo terminara de caerse, mientras se guarecía en una pequeña florería del centro. Todo rastro de vida, desapareció del campo visual. Incluso los negocios cerraron con premura.

Eran las seis de la tarde, quizás en punto, quizás con diez minutos de retraso. Steve comprobó que su reloj de puño dejo de funcionar cuando se preocupó del tiempo que llevaba allí. Por sus dedos arrugados, calculaba unos veinte minutos atascados. El caso que era aproximadamente esa hora, cuando notó a un hombre del otro lado de la calle, en condiciones similares a la suya.

Bueno. Él lucia más dispuesto a hacerle frente a la tormenta de lo que Steve se atrevería. Curiosamente, y a través de lo que la cortina de agua dejaba ver, el hombre del frente, llevaba un saco oscuro cubriéndole la cabeza y se mantenía con los zapatos puestos. Una barbaridad, considerando que se mantenía al borde de la acera, donde la corriente del agua caída hacia mareas peligrosas.

Steve pensó que después de tanta mala suerte, hacer una buena acción podría equilibrar la balanza.

—¡Hey!

Lo llamó con señas que esperaba se entendieran. Le señaló el espacio a su lado, bajo ese toldo de franjas que dejaba filtrar el 65% de la lluvia y que era mejor que estar al descubierto.

Ante su sorpresa, el hombre del frente lo ignoró.

Tal grado era el desconcierto del siempre amable Steve, que sólo atino a reiterar su seña. Porque, bueno ¿Quién en su sano juicio estaría bajo la lluvia de esa manera? Esto no era un musical clásico, era la vida real. Tan real que si no conseguía detener la lluvia, arruinaría su salud, el móvil que escondía en el bolsillo de su pantalón y todos los papeles del trabajo en su mochila.

Y el hombre del traje, se convertiría en un charquito. De verdad, porque nuevamente le ignoró.

—¡Hey! ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Vas a enfermar así!

No pueden decir que Steve Rogers no era un hombre testarudo. Y con afección de metiche. Sobre todo cuando por fin, unos ojos castaños le apuntaron con fastidio. ¿Qué clase de modales eran esos? Sarah Rogers, aparecería con una chancla en la mano si se atrevía a retroceder ante tanta tontera. Bien, quizás podía convencerlo de no morir de pulmonía frente a él.

Dejando a resguardo su mochila, pegada a la entrada de la florería cerrada, Steve inspiró profundo antes de caminar directo al otro lado de la calle. Si la corriente no le llevaba, juraba que para la próxima se negaría rotundamente a cualquier petición de Buck. Esos ojitos de mapache apaleado no le convencerían.

—¡Oye, qué estás haciendo!

Y bajo la presión de la lluvia, el frio que corría por su cuello, encontró que los ojos castaños parecían emitir algún tipo de calor. Del tipo que implica infierno, exasperación y sorpresa. Una combinación tan peculiar, que nuestro rubio quedó a la espera de lo siguiente.

—Lo siento, boy-scout, pero no necesito que me ayudes a cruzar la maldita calle.

Ah. Okay. No era necesario salvar a todo gatito perdido. Menos a uno en estado salvaje.

Es lo que parecía. Con ese oscuro saco de sastre, sobre sus brazos, en un techo improvisado sobre su cabeza. Con la corbata a punto de irse con la corriente y los pantalones pegados. Mechones oscuros se pegaban a su frente, una barba recortada con pulcritud y... ese leve temblor en sus manos.

—No seas ridículo, vas a morir aquí.

—Gracias por las novedades, chico grande.— Y esa sonrisa llena de malicia, que hizo desaparecer el frio.— Si me disculpas, tengo que esperar con la poca dignidad que me queda. Quizás encuentres alguna ancianita que rescatar en la próxima calle.

¿Por qué no simplemente, tomaba la carismática sugerencia y volvía a su refugio, con sus maldiciones a su mejor amigo? No podía decirlo con certeza. Steve jamás había sido del tipo impulsivo, menos aún y con su historial, el de infortunar a otra persona. Pero ante él, con ese clima horrible, los espasmos del cuerpo de ese cretino eran imposibles de ignorar.

Así que, en verdad había una primera vez para todo. Incluso para raptar a un desconocido por su propio bien.

Ni a Bucky se le hubiera ocurrido.

Oh por Dios.

—¡¿Qué demonios?! ¡Bájame! ¡Oye, idiota! ¡QUE ME BAJES, PEDAZO DE...! ¡AUXILIO!

Cruzar la calle, fue un verdadero desafío mientras las patadas se intensificaron y los gritos estaban a nada de avisar a la guardia nacional. Seriamente, Rogers no estaba pensando, de otro modo hubiera acabado con eso antes de llegar al resbaladizo cordón de la acera. El peso sobre uno de sus hombros y el movimiento por liberarse.

Vaya que eso no era esperado.

De pronto, la gravedad alcanzó su trasero, su espalda golpeó la humedad fría del concreto y los gritos por ayuda se convirtieron en un jadeo.

¡Felicidades! ¡Así se interactúa con otras personas!

El rostro del rubio jamás se coloreo de esa manera, casi evaporando las gotas que salpicaban sus mejillas. La vergüenza está a punto de hacer estallar su corazón de pollo. Casi podía escuchar las carcajadas de Bucky a su costa. Arriba en medio de las nubes grises, alguien estaba pasándola de lo lindo con todo eso.

—Jodido Jesucristo...

Lo único bueno de todo, es que no le había roto la cabeza al pobre hombre. Aparentemente, Steve si logro hacer algo bien amortiguando la caída para el sujeto. El cual, debía decir, quedó por completo sobre él, con los ojos grandes de la impresión y sin el saco sobre su cabeza. Parecía tan desconcertado como él.

Parecía.

Porque lo siguiente, se enlazaba a una cadena de sucesos inesperados y bizarros en la vida de Rogers.

—¿Pero qué clase de príncipe azul, eres?

Y la voz ronca, con ese tono divertido, confundió a Steve un segundo, antes de que la calidez escondida de una boca se posara sobre la suya.

De todas las cosas que Steve Rogers podría elegir hacer, de todas las reacciones ante el desenlace de esa extraña situación... optó por la única que siempre se prohibió. Apagar la razón y poner al mando a sus emociones. Así que antes de que siquiera el extraño decidiera recapacitar, de verdad y cortará eso, las manos frías de Steve tomaron con cariño la nuca del hombre.

Y lo besó.

Profundo, con lengua y al punto de desesperación. Como se besaría a un amor de película, porque sí la lluvia aún estaba siendo una desgracia, al menos que funcionara para darle marco a sus fantasías. Lo besó porque le parecía hermoso, aún escurriendo agua, golpeando sus costillas y resistiéndose a ser salvado.

Lo besó, sabiendo que posiblemente nada tenía sentido. Podía ver la orden de restricción en un futuro. Una demanda por acoso sexual.

De modo que cuando se les acabó el aire, las amígdalas y estaban siendo ahogados por la lluvia, ambos permanecieron cerca. Casi al roce de pestañas, con la respiración saliendo en jadeos y la piel roja.

—Si no nos levantamos de aquí, posiblemente nos arrolle el próximo auto que pase.

Los labios de ese hombre estaban llamando a una nueva locura. Pero ahora las palabras pesaban más. Steve con la nula dignidad que tenia, ayudó a ponerse de pie al sujeto, mientras esperaba que sus piernas no se hubieran dormido.

Una vez en la acera, el rubio no olvido jalar al castaño hacia el toldo de franjas. El espacio era reducido, ambos continuaban escurriendo agua como fuentes y Steve mantenía una mano en el brazo del sujeto como si evitara que corriera directo a la tormenta.

—Soy Tony Stark, por cierto.— No se esperaba que a este punto, esa sonrisa volviera a surgir.

Pero como siempre, la educación del chico de Brooklyn pujaba sobre todas las cosas.

—Steve Rogers.

—Un gusto, caballero andante.—Lo que le siguió a una descarada inspección de arriba abajo.— Oh, bonitas medias.

El rojo embarazoso que reptaba por su cuello y mejillas, pareció sacarle una risa a Tony. Su cuerpo temblando por el chapuzón. Todo muy bonito, pero iba a morir.

—Creo que es mi turno de ayudarte.

Stark no pidió permiso para pegarse a él, envolverlo con sus brazos y atraerlo a una sesión de besos que podían encender una hoguera aún en la Antártida. Besos profundos, lentos y llenos de calor. Besos pequeños, espaciados y exploratorios sobre su boca. Besos, besos y más besos que terminaron con Steve reteniendo a Tony contra la puerta de la florería, a Tony riendo mientras Steve chillaba por las gotas frías en su espalda. Steve murmurando que era una locura, Tony respondiendo de qué valía la pena.

Si alguien hubiera pronosticado, que Steve encontraría a Tony en medio del peor diluvio universal, claramente el rubio de esta historia no hubiera cambiado en absolutamente nada, ninguna de sus decisiones. Bucky debía ser canonizado.

—¿Qué te parece si hacemos habitual esta técnica? Pareces necesitar práctica con el calor corporal.— Y los de dedos de Stark, acariciaron con especial cuidado la mejilla de cierto rubio, bastante sonriente con la situación— Digo, quizás deba administrarte algunas dosis para que no enfermes.

—Créeme Tony, no soy el único que va a recibir ese tratamiento.

Y las risas, se convirtieron en la mejor melodía bajo la lluvia de Manhattan.

[•FIN•]


¡Buenas polluelos! Ya ven... aqui con demasiado amor por el #Stony. No pueden negarme que esta pareja necesita todo lo bueno y dulce del mundo... ;n; Dejenme en mis AU por siempre(?) Espero que les haya gustado... Y pronto subiere un pequeño extra ;)

¡Muchas gracias por leer y espero leerlos pronto!

Buenas vibras a todxs (ノ*ヮ*)ノ:・゚