El mago azul de Konoha
Pharos, un joven de 15 años, seguidor fiel de la serie Naruto y experto en artes mágicas egipcias, es transportado a otra dimensión, después de un incidente con un portal mágico creado hace milenios... apareciendo a las puertas de Konoha, 10 años más pequeño, con su magia convertida en jutsus que tendrá que volver a aprender y con sus habilidades recortadas. Deberá buscar la manera de vivir en la aldea y convertirse en un ninja hasta poder volver a su dimensión original, siempre y cuando no cambie de opinión con el tiempo.
«Diálogo humano»
«Pensamiento humano»
Cambios de escenario / Saltos temporales
Capítulo 1 - El comienzo
Templo de Abidos, Egipto
Un niño de 15 años, bajo una capa azul con varios jeroglíficos tejidos en color oro, que sólo deja ver su rostro ligeramente bronceado, de cabellos rojos y ojos azules como el zafiro, de nombre Pharos, recorre los pasillos secretos del templo, leyendo un viejo rollo de papiro que contiene la información para abrir una puerta extraña, ubicada en una cámara oculta, más de 50 metros bajo la arena. A pesar de haber vivido en el templo cuidando artefactos mágicos durante los últimos 8 años, después de haber estado bajo el cuidado de uno de los más grandes magos egipcios de todos los tiempos, originario de una Orden mágica de la época faraónica, durante 5 años, nunca había oído ni leído nada acerca de esa habitación ni de lo que allí se encontraba.
Hasta dos semanas atrás.
Flashback
Pharos recorría los pasillos y habitaciones del templo, buscando intrusos y revisando el estado de las medidas de seguridad que mantenían a salvo el conocimiento y los objetos allí almacenados. Magia de sellado, estatuas vivientes, trampas, puertas falsas y criaturas venenosas. Todo parecía estar en orden, por lo que el joven mago decidió volver a su habitación, en el piso más profundo dentro del templo, para poder ponerse a leer algunos viejos rollos de papel papiro sobre magia de transporte, sellos mágicos y funcionamiento de las dimensiones del espacio-tiempo. Quería construir su propia versión del Hiraishin no Jutsu, la técnica más increíble de un personaje del manga que más le gustaba.
Después de la muerte del anterior jefe de magia, Pharos decidió continuar sus aprendizajes y entrenamientos, tanto en magia como en combate cuerpo a cuerpo y mano armada, y luego de ver que no existía un conjuro o una técnica mágica que permitiera aparecer instantáneamente en otro lugar, sin importar que tan cerca o lejos se encuentre, decidió investigar cómo crear algo similar a la técnica del shinobi más rápido del mundo Naruto.
Después de casi 10 meses de investigación, pruebas fallidas (que afortunadamente no redujeron su esperanza de vida ni le dejaron con una extremidad de menos, y sólo le produjeron quemaduras leves y cortes mínimos por todo el cuerpo) y más investigación, ya casi tenía lista la técnica, sólo le faltaba modificar ligeramente los conjuros y marcas en los sellos mágicos que se convertían en puntos de arribo para el Hiraishin (después de meses de pensar en un nombre nuevo para la técnica, decidió mantener el nombre original).
Después de varias horas de estar en su habitación leyendo más y más papiros, encontró la solución a su dilema. Simplemente se había olvidado de poner el último jeroglífico del sello, un símbolo con forma de estrella de cinco puntas. Luego de arreglar los sellos, decidió dejar un marcador con el sello en un kunai de tres puntas que estaba clavado en una pared de la habitación, fabricado con hierro meteórico (originario de un meteorito del tamaño de un perro adulto, que cayó a unos pocos kilómetros del templo, algunos meses después de la muerte de Shimsu, y con el que consiguió fabricar alrededor de una decena de los kunais especiales y una vara de más de metro y medio, un Rokushakubō, con sellos escritos para poder conducir magia a través de ellos).
Decidió salir a verificar que las entradas al complejo subterráneo estuvieran bien cerradas y protegidas, y una vez que estuviera fuera del templo, ubicado en donde miles de años atrás había un bello jardín que rodeaba a un estanque, realizó la prueba final del Hiraishin. Concentró su energía y realizó la técnica.
Por un instante sintió como si su cuerpo se retorciera y estirara ligeramente, y en un breve destello dorado, se encontraba al lado del kunai de tres puntas que había dejado en su habitación. Comprobó que no hubiera perdido extremidades, que no tuviera cortes o quemaduras, y revisó a fondo sus ropas, para ver si habían sufrido daño alguno. Revisó los bolsillos de su capa y encontró los papiros que había leído sobre sellos mágicos en perfecto estado (o al menos en el estado en que se encontraban cuando los leyó). Viendo que la técnica había sido exitosa, no se contuvo más y comenzó a festejar a los saltos y gritos de alegría. Después de unos minutos de celebración, extrajo el kunai de la pared y se dispuso a guardarlo junto con los otros.
Sin embargo, el arma no salió de la pared al primer tirón, por lo que volvió a tirar, y esta vez un pequeño pedazo del muro cayó unos segundos después de que Pharos extrajera el kunai y lo guardara en un cajón de un escritorio al otro lado de la habitación.
«Genial, Pharos, simplemente genial. Tenías que clavar el kunai en la pared con suficiente fuerza como para romper un pedazo del material al sacarlo.» Ante esto, revisa el daño en el muro y se da cuenta de que hay una especie de escritura antigua detrás. Comienza a extraer poco a poco el escombro restante y luego quita los pequeños bloques de piedra caliza que hacían de recubrimiento al muro escondido.
Decir que el joven mago estaba sorprendido era poco. Frente a sí mismo se encontraba una puerta doble de cuatro metros de altura hecha de granito del desierto, adornada con cientos de jeroglíficos esculpidos en bajorrelieve y recubiertos de oro, que a primera vista parecían conjuros de protección del más alto nivel contra todo tipo de magia y forcejeos, entre dos bajorrelieves representando a Horus, el dios gobernante de Egipto. Finalmente había un agujero en la piedra, a medio metro de altura del suelo, con dos símbolos a los costados, uno que representaba al Sol, y otro que representaba a una estrella de cinco puntas.
«Caramba, quien quiera que haya colocado esas puertas con tantas protecciones no quería que se encontrara lo que sea que esté al otro lado. Será mejor investigar esto a fondo y ver si debe ser mantenido bajo la protección anterior, si debe ser destruido o si debo cerrarlo aún más.» Pharos pensó mientras examinaba la advertencia en la puerta:
«Esta puerta guarda la entrada a la cámara del tiempo y del espacio. Construida por Horus, esta habitación debe permanecer cerrada, sólo la abrirán los dignos de tal privilegio. Sólo ellos podrán pasar, y el resto quedará fuera. Si quieres entrar, arrodíllate delante de Horus, gobernante supremo de las Dos Tierras, Señor del Cielo y enemigo de Apofis, y coloca tus manos en la abertura. Si eres digno, la puerta se abrirá y podrás pasar, pero si no, tus manos arderán.»
«Bueno, parece que debo comprobarlo, si no soy digno, no importará mucho, después de todo parece que soy el último de la Orden, y una vez que muera nadie debería poder abrir las puertas a esta cámara, ni siquiera poder acceder al complejo subterráneo. Si soy digno, deberé revisar el lugar y comprobar su utilidad en el futuro, si es que realmente llego a necesitarla, cosa que dudo.» Con esta línea de pensamiento, Pharos decidió prepararse para lo que sea que hubiera después, por lo que tomó sus kunais especiales, les colocó los sellos recientemente arreglados, guardándolos en un compartimiento de su capa, tomó el Bō y se lo colocó en la espalda, en diagonal, agarrada con una cinta color oro. Tomó varios pergaminos llenos de conjuros de sellado por si acaso y se volvió a acercar a las puertas de piedra.
Con un poco de miedo y algo de nervios, colocó sus temblorosas manos en el agujero y espero a que pasara lo que sea que tuviera que suceder. Segundos que parecían minutos pasaron y con un profundo ruido de piedra arrastrada sobre el suelo, las puertas cedieron y se abrieron lentamente. Había un pasillo, que se hacía cada vez más oscuro y llevaba a una habitación. Esta era enorme, pero estaba a oscuras, no se podía ver nada, por lo que Pharos decidió usar su magia elemental y convocar una bola de fuego azul brillante del tamaño de una cabeza, cuya luz se reflejó en las paredes de oro y el suelo de plata, hasta tal punto que apenas era posible ver nada, hasta que los ojos del mago se acostumbraron al resplandor y se fijaron en una enorme estructura de cuarzo que parecía fijada a la pared al final de la cámara, justo en el centro del campo de visión de Pharos, como si fuera a resaltar su importancia.
Dicha estructura parecía ser un círculo de cuarzo de más de 5 metros de diámetro, incrustada en la pared, con un pequeño agujero en el centro (que a su vez era el centro del muro) que parecía ser una especia de cerradura extraña conectada a cuatro líneas de jeroglíficos, dos horizontales y dos verticales, distanciadas del centro por unos 60 centímetros. La estructura de cuarzo estaba elevada unos 30 centímetros del suelo en una especie de pedestal en semicírculo hecho de piedra caliza muy pulida y sin ninguna clase de imperfecciones, con un obelisco a cada lado, de unos 7 metros de altura, esculpidos de un mineral desconocido, de color zafiro, que reflejaban la luz del fuego mágico de tal manera que parecían tener su propia luz.
«Nunca había escuchado ni leído nada de este lugar, lo que sea que haga esa cosa al final de la habitación debe ser muy peligroso o es algún tipo de magia muy poderosa.» Pharos se acercó al círculo de cuarzo y comenzó a examinar el estado de los materiales que componían la plataforma y las escrituras grabadas en bajorrelieve. «La escritura usa los mismos símbolos que se usaron en todo Egipto durante los 3000 años que duró como país independiente, pero el lenguaje es completamente inentendible. Los materiales usados son duraderos, pero es increíble que no tengan ni un desperfecto, ni una fisura, nada de nada, aunque puede que se deba a que nadie o casi nadie ha abierto la puerta de este lugar desde que se construyó. Debe ser de hace 8000 años o aún más antigua, considerando que supuestamente fue construida por Horus y que la escritura es completamente legible pero el lenguaje no coincide con ninguno de los dialectos que están documentados, puede tener entre 10000 y 30000 años de antigüedad, y nadie ha dicho ni una palabra sobre esto.»
Pharos pensó durante un rato revisando todo lo que había oído de Shimsu y todo lo que había aprendido y leído desde la biblioteca del tempo y otros pergaminos que tenía, preguntándose si tenía alguna referencia al lugar en el que se encontraba. «Posiblemente fuera un secreto que pasaba de un maestro de la Orden al siguiente sólo luego de elegir al sucesor. Quizás el maestro Shimsu no supo nada de este lugar, o prefirió que el conocimiento se perdiera, o supo de este lugar y no pudo entrar ni ver nada. En el primer caso, sería debido a que el anterior Maestro murió de manera inesperada, sin poder pasar el conocimiento, quizás tampoco sabía nada o decidió no decir nada sobre esto. En el segundo caso lo más probable es que sea demasiado peligroso dejar que alguien lo utilice, pero entonces ¿por qué hay sellos de seguridad para dejar pasar a alguien que es digno de lo que sea que haga esto y dar una advertencia a los que no deben entrar? Y si es el tercer caso, no hay mucho que decir, quizás Shimsu no creyó que existiera alguien digno (al menos entre los vivos) y/o decidió que si el poder encerrado aquí fuera necesario por alguna razón, se dejaría descubrir en una de esas coincidencias del destino a la persona o personas indicadas en el momento apropiado…»
Pharos seguía pensando en todo esto y la función de la cámara oculta, hasta que se fijó en el agujero extraño en el centro de la pared. Tenía una abertura recta en el centro y otras dos más pequeñas a los costados, una abertura pequeña debajo y otra arriba, como si fuera los vértices de una pirámide, con una estrella de cinco puntas más arriba. «Qué raro, parece una cerradura muy extraña, pero tengo la sensación de haber visto algo así antes o la llave correspondiente.»
El mago decidió que era mejor despejar la cabeza y seguir investigando más adelante, cerró el lugar de nuevo, recolocó los sellos de seguridad y decidió descansar unas horas.
Los días siguientes volvió a examinar la habitación, trato de leer las escrituras del cuarzo pero no entendió nada, revisó papiros, pergaminos, tablas de piedra, prácticamente toda la biblioteca del templo, los diarios de los anteriores Maestros, revisó las paredes buscando trampillas secretas, pero no encontró nada.
O eso pensó hasta que vio uno de los rollos de papiro más antiguos del templo, escondido en un compartimiento dentro de una estatua del primer Gran Maestro.
Fin Flashback
Pharos se dirigió a la cámara oculta, con el papiro en mano mientras seguía leyendo. Curiosamente la llave que precisaba había sido almacenada junto con el rollo, de manera que tenía lo necesario para activar lo que sea que fuera eso.
Volvió a colocar las manos en la abertura de la puerta de piedra, la cual desactivó todas las medidas de seguridad y se abrió. El joven se movió con rapidez hacia la estructura de cuarzo y se preparó para iniciar el proceso.
Leyó todo el papiro y se dio cuenta de podía crear un acceso a una dimensión deseada, siempre y cuando el usuario no se desconcentrara y no perdiera la calma. Pharos decidió que era buena idea abrir el acceso hacia el Tribunal de los Dioses, quería entender cuál era la razón de la existencia de esa cámara y si debía mantener su existencia en secreto, o si debía buscar la forma de destruirla, y los únicos que podían responder esa pregunta eran los dioses, con los que mantenía una relación más extraña de lo que se podía esperar, pero Pharos no miraría el colmillo del caballo regalado. También quería saber si era posible adaptar su uso como tele transporte, para casos en los que no pudiera usar el Hiraishin.
Finalmente insertó la llave en las aberturas correspondientes, pero la llave empezó a arder y a girar por sí sola, por lo que Pharos la soltó, y mientras el círculo de cuarzo se resquebrajaba y se abría, trató de concentrarse en abrir el Tribunal de los Dioses, sentándose en el suelo en posición de loto y juntando sus manos en posición de plegaria, notando el drenaje de energía y magia que le causaba, pero algo inesperado sucedió. Pharos perdió la concentración por un momento cuando del techo le cayó un poco de escombro y arena, y entonces el portal comenzó a brillar y absorbió al joven mago, mientras este trataba de sacarse de encima los restos de escombros y tosía por causa del polvo y la arena. Pharos se encontró incapaz de moverse y no podía ver nada por el resplandor a su alrededor y el polvo y arena en los ojos. Se mantuvo así hasta que pudo volver a moverse y el resplandor desapareció. Quitándose la arena de los ojos, se fijó en el lugar en el que estaba con la poca energía que le mantenía consciente. Notó que estaba oscureciendo, pero vio un símbolo antes de caer desmayado del agotamiento. Una especie de hoja estilizada con una espiral en el centro, encima de unas enormes puertas.
