Pareja: TakuRan. RanTaku. Whatever.
Disclaimer: Los personajes le pertenecen a level-5. La historia sí es de mi pertenencia.
¡Disfruten!
.
.
.
Solo amigos
Prólogo
.
.
.
Como acto de presencia, la primavera hacia su notoria aparición, los pétalos del árbol de cerezo volaban por los alrededores, embriagando con su dulce esencia; un aroma relajante y suave, trayendo paz y calma.
Kirino inhalo profundamente, degustándose del puro aire que le entregaba la madre naturaleza. Levantó sus parpados reposadamente, como si el tiempo le sobrase. De inmediato, encontró unos preciosos ojos rubí, que lo miraban a escasos centímetros, hipnotizando con cada parpadeo.
—¿Shindou? —Su mente en blanco no le respondía cómo había llegado a esta situación. —¿Qu-Qué sucede? ¿Qué hacemos aquí…?
—Me gustas.
Tan simples las palabras fueron dichas, aunque estás contenían una enorme carga que derrumbó la paz interior del oji-azul.
Como por acto de magia, creyó haberse quedado sordo. La escena carecía de sonido, y lo único que escuchaba ahora era su propio palpitar.
Esto no está pasando.
—¿Kirino?
La figura de Shindou se tornaba borrosa. La misma velocidad con la que sus parpados se habían abierto, ahora estos volvían a reposar.
Debo estar soñando.
—¿Kirino-senpai?—La voz del peligris se distorsionaba.
¿Soñando?
—¡Kirino-senpai!
Un golpe de realidad lo noqueó. Kirino Ranmaru se había casi desconectado del mundo y sus sentidos lo habían traído de vuelta.
Desconcertado, examinó el nuevo escenario, aunque no era tan distinto como el anterior.
Se ubicaba en la parte trasera de la escuela, junto a un árbol de flor de cerezo algo viejo, que sin embargo mantenía su hermosura. Al frente suyo, se encontraba una chica de negros cabellos y unos ojos grandes ojos ámbares (algo equivalentes a los del Tsurugi menor). Debía agregar que eran muy atractivos.
—Perdón, ¿me podrías repetir lo que dijiste? —pidió cortésmente, acariciándose la sien.
La chica se ruborizo y asintió, para después recitar con una suave voz:—Dije que… me gustabas, senpai.
Ahh.
Kirino cubrió su enrojecido rostro. Lamentablemente para la chica, su declaración no era la causa de la vergüenza de su amado.
Era debido a que otra vez había tenido una fantasía con Shindou Takuto.
Por supuesto no era la primera vez que le pasaba algo así. Cuando alguien se le declaraba, tenía la extraña costumbre de imaginar que quién le decía esto era a su amigo de ojos rubí. Sus deseos alteraban sus sentidos, solo para que cruelmente lo hiciesen caer en la realidad.
A veces se cuestionaba si no era masoquista. Era una posibilidad. Sea como sea, algo estaba muy mal con él con el solo hecho de fantasear con un hombre.
—¿Kirino-senpai?—La muchacha intentó captar su atención.
—Lo lamento mucho.—Hizo una reverencia como su personalidad lo obligaba.—Me gusta otra persona.
…
El asunto de la declaración quedó en el olvido totalmente.
¿Cuántas veces había pasado por esto? No quería sonar arrogante; estaba acostumbrado a esa clase de cosas entre semana, chicas llorando y espejismos crueles. No le gustaba lastimar a nadie, pero no era su culpa no tener sentimientos por ellas. La razón por la que no podía corresponder sus sentimientos, era la misma de sus fantasías.
Estaba enamorado de Shindou Takuto, su mejor amigo.
¿Cómo resultaron las cosas de esta manera? Era lo que pensaba diariamente. De grandes compañeros, ¿cómo había llegado al amor? Esos sentimientos de protección que había mantenido de niños, se suponía que se debían a la amistad.
Era cierto que desde niño se había fascinado con esa belleza resaltante, nunca le cruzó por la cabeza la envidia. El rostro de su amigo le gustaba, pero nunca creyó que esa clase gustar también podía pasarle con los hombres. De tantos años de conocerlo, todo lo que tuviera que ver con Shindou lo tenía atrapado.
—¡Kirino!
El nombrado se tensó al reconocer la voz. Hablando del rey de Roma, pensó resignado.
Shindou llegó corriendo justo cuando estaba en la puerta principal del instituto.—Creí que ya te habías ido.—Embozó una de sus acostumbradas sonrisas que a Kirino le parecían inmensamente adorables; una de aquellas que Shindou solía darle, solo a él.
—¿Para qué me buscabas? —Intentó no tartamudear. Hormonas, no me fallen ahora, rogó al sentir su temperatura aumentar.
—A decir verdad, escuché un rumor, y solo quería confirmarlo de tu boca.
—¿Qué rumor?—Inquirió con el ceño fruncido. Odiaba que inventaran rumores de él y que llegaran a los oídos del peligris, creándole una idea equivocada. Era una mala costumbre de las mujeres resentidas.
—¿Podría ser que… Nanase-san de primer año se te declaró?
—Ah, eso. Espera, ¿y tú cómo lo sabes?—Había esperado salir de la escuela sin tener que lidiar con los chismosos, además de su mejor amigo.
—Kurama me lo contó.
Kurama Norihito, date por muerto.
—Supongo que así fue. No hay mucho qué decir.—contestó intentando sonar amable, retomando su camino de vuelta a casa.
En realidad no quería hablar más respecto al tema, prefería eliminar lo que había pasado por su cabeza en esos momentos.
—¡Kirino, espera! —Shindou lo sostuvo del brazo, inmovilizándolo.
Una corriente eléctrica pasó por el cuerpo de Kirino ante el repentino contacto del otro; su corazón comenzó a latir velozmente, y como reflejo, se separó del agarre con algo de brusquedad.
Debido a ello, un silencio se promulgó por unos instantes, aunque Shindou fue el primero en hablar.—Kirino, podías habérmelo dicho.
—Es que... no tenía importancia.
—Oh, vamos. Cuando consiga novia, al primero que se lo diré será a ti.
Esas palabras atravesaron el corazón del peli-rosa. Realmente no me interesa mucho eso viniendo de ti, Shindou; abrió la boca para decir esas palabras, pero se contuvo.— Ni que ella fuera mi novia, la rechacé.
—¿Estás bromeando? Muchos chicos la desean, las chicas mayores la envidian; ya está siendo considerada la chica más linda de nuestra escuela.—El problema, Shindou, es que las chicas no me interesan. Era cierto que tuvo novias anteriormente, pero sus relacionas no duraban lo suficiente para que él sintiese algo.— ¿O es que acaso ya te gusta alguien?
Kirino se mantuvo en silencio, analizando qué clase de respuesta debería dar. Y como está nunca llegó, ocasionó que Shindou le mirase atónito asumiendo lo peor.
—Si la hay. Ahora me lo dirás.
El silencio reinó una vez más, lo que molestó a Takuto.
—Kirino.
—Shindou.
—Kirino, hablo en serio. Es la primera vez que escucho que te gusta alguien. Tienes que decírmelo.
—Shindou.
—No intentes evadirlo, ¡soy tu amigo! ¡Puedes decírmelo cuando…!
—¡Shindou!—Gritó el otro interrumpiéndole.
—¿Qué?
—Hemos llegado a tu casa—comentó con una sonrisa burlona.
—Ah, sí. —Avergonzado, Shindou se apresuró en irse.
Kirino contuvo una risita. A veces Shindou era torpe, y se alegraba de pensar que era el único que conocía ese lado él.
Antes de que se retirase, Shindou aclamó por su nombre logrando que se volteara para mírale.— ¡No creas que te salvaste! ¡Un día me dirás quién es ella!
Kirino soltó una carcajada; su amigo sí que era obstinado.—¿Y por qué tan seguro de que te lo diré?
—¿Por qué, dices? ¡Porque somos mejores amigos! ¡Hasta mañana!—Dicho esto, cerró la puerta.
Ranmaru contempló la mansión del peligris. En su rostro se formó una sonrisa de amargura, mientras se dirigirse a su humilde morada.
—Si no fuera por eso último, tal vez te hubiera dicho quién me gusta, amigo.
