Grito de guerra

El clima marítimo parecía haber sido completamente óptimo, el sol refulgiendo en lo alto para mantener el calor mientras el aire refrescaba lo suficiente con la brisa marina para que la temperatura fuera agradable, el mar por otro lado se había mantenido en calma, su sonido completamente hipnotizante, siendo el remedio perfecto contra el estrés para la mayor parte de la gente.

El día no tardaría mucho en llegar a su fin cuando diversos vehículos habían llegado a una isla olvidada y atestada de ruinas cerca de Grecia, había una enorme bandera ondeando en un punto elevado de aquel paraje boscoso donde alguna vez hubiera habido civilización.

Ruinas de épocas antes de Cristo eran visibles por aquí y por allá, la bandera sin embargo ondeaba en lo más alto de un edificio más moderno, aquella isla había sido habitada por última vez posiblemente diez años atrás, la razón de su abandono era un misterio, el centro de la misma albergaba casas, edificios públicos, calles pavimentadas y algunas huertas descuidadas además de animales domésticos que ahora pastaban libremente por todos los lugares donde hubiera plantas o cosas para comer, era seguro que también hubiera animales peligrosos por ahí, aunque aquella noche en particular, eso era lo de menos, ninguno se atrevería a acercarse al poblado principal que por primera vez desde su abandono, contara con luz eléctrica iluminando casas, calles y edificios por igual.

Ushii, el guerrero del buey era un hombre alto y cornudo, su largo cabello negro, su atuendo de torero y su espada eran inconfundibles en el campo de batalla, conocido como el genio de la masacre, Ushii había acabado con ejércitos enteros sin recibir un solo rasguño en el proceso, luchando desde que tuviera cinco años se había vuelto una máquina mortal y justo en ese momento se encontraba caminando desde la pista para avionetas hasta el edificio con la bandera de las doce casas zodiacales ondeando al viento.

Tora, guerrera del tigre, aquella mujer de corta estatura y cortos cabellos castaños llevaba cerca de once años siendo la compañera de armas del genio de la masacre, si bien se había desempeñado como francotiradora desde hacía más de trece años, también era cierto que podía llegar a ser tan letal a corta distancia como su acompañante, su traje, por otro lado, era completamente distinto al uniforme militar con que podía encontrársele en el frente de batalla, botas altas hasta los muslos de un naranja neón llamativo, un short de mezclilla en el mismo color, el sostén atado por la espalda y el cuello, todo rematado con animal print de tigre mientras una chamarra negra le cubría la espalda, dejando expuesta una vieja cicatriz a la altura del estómago en forma diagonal, su cuello por otra parte, lucía una cadena con la punta de una cola de tigre colgándole por la espalda y para rematar aquel singular atuendo, sobre la cabeza lucía un diadema con falsas orejas felinas.

Lado a lado, ambos guerreros caminaban en completo silencio hacia el edificio en que se les había citado, cada cual paseando su mirada por el lugar al cual habían llegado en un intento por familiarizarse con el terreno donde tendrían que luchar en una hora más.

Para cuando entraron al edificio principal, un antiguo centro de convenciones de al menos 15 pisos, lograron escuchar pisadas subiendo por las escaleras, además uno de los 3 elevadores se mostraba en marcha, a punto de llegar al último piso.

Un cruce de miradas, un acentimiento de cabezas y ambos guerreros tomaron uno de los ascensores, guardando silencio y esperando hasta que la puerta se hubiera cerrado y el mecanismo comenzara a subir.

-¿Tienes algún plan en mente?- Cuestiono Tora apenas quedaron aislados.

-Tengo uno, ven.

Ella obedeció, parándose frente a su compañero de batallas y dejándolo tomarla del mentón con cuidado, estaba preocupado, la castaña podía saberlo simplemente con mirar sus ojos, el hecho de sentirlo guiándola para darle un beso en los labios se lo confirmaba.

-Y entonces, ¿cual es el plan?- Murmuro la guerrera del tigre cuando el beso se rompió.

-Escuchar las reglas, conseguir los objetivos y salir vivos de aquí.

-Es un buen plan, algunos detalles extra nos darían más ventaja.

-Tú siempre quieres detalles extra- Dijo Ushii con una sonrisa torcida antes de mirar a la mujer que había tomado por esposa menos de un mes atrás -no juegues con los otros guerreros, mantente a mi lado...

-¿Algo más?

-¿Viste la licorería a tres cuadras al sudoeste?

- ¿Algo te hace pensar que no?

-Solo para emergencias.

-¿Me quieres sobria para acabar con los otros?

-Dije para emergencias, no te quiero correteando descuidadamente y cazando a los otros si no es estrictamente necesario.

-De acuerdo... no tragues nada de lo que esté en los platos.

-Puedo simular y esconder... ¿que hay de ti?

-Hay un truco de bar que puede servirme.

Tora sonreía confiada mientras Ushii se llevaba una de sus manos al rostro entre incrédulo, molesto y divertido, mirándola por entre sus dedos con un sentimiento de confianza aun mayor conforme bajaba su mano del rostro y la puerta se abría.

-Tú nunca dejas de sorprenderme.

-No sé a que te refieres- Respondió el tigre con fingida seriedad mientras salía del ascensor con los ojos brillantes -además, si todo sale bien, tendré un duelo contigo... hace años que no luchamos en serio.

-¿Eso te entusiasma?- Preguntó el buey mientras salía también del ascensor completamente divertido al encontrarse con aquella singular motivación por parte de su compañera.

-Eso y el hotel de enfrente.

Ushii se detuvo al momento, detectando una presencia oculta entre las sombras junto a la entrada a la sala principal, justo a la derecha del pasillo de elevadores.

-Si salimos lo suficientemente enteros, espero que me cojas un buen rato.- Confesó la castaña con una sonrisa pervertida luego de darse vuelta para alcanzar al buey por la corbata, jalarlo hasta tenerlo a su altura y relamerle los labios para luego soltarlo y retomar su camino al interior de la sala principal, mostrándole el dedo de en medio a la presencia oculta sin decir una sola palabra más y dejando al pelinegro completamente confundido.

Para cuando Ushii recobró la compostura y comenzó a andar, la persona oculto salió a su encuentro, era de estatura promedio en una mujer asiática, los ojos de un tono ámbar, maquillaje verde en las esquinas exteriores, los labios rojos y los pómulos resaltados en rosa contra una piel blanca, el cabello gris, lacio y atado en una trenza de lado que daba la impresión de ser la panza de una serpiente, una blusa de cuello mao en verde con líneas doradas daba cuenta de un par de senos una copa más grandes que los de Tora, el vientre plano y pálido expuesto mientras un faldón corto con aberturas a ambos lados de sus muslos daba soporte al cinturón en que descansaban un par de abanicos mas largos de lo usual con afiladas puntas de metal sobresaliendo mientras un par de botas de piel de reptil en tonos verdes y dorados remataban aquel atuendo.

-Los rumores eran ciertos, el Genio de la Masacre tiene una mascota interesante.

Ushii no respondió, observando a la mujer frente a sí, analizándola de manera instintiva; observando las siluetas esperando dentro, aun debían faltar tres personas por llegar, si bien él no deseaba alejarse de su mujer, conseguir información sobre sus oponentes siempre podía darle alguna ventaja.

-Tú debes ser una guerrera del clan Tatsumi, ¿tengo razón?

-¡Que respuesta tan fría!, si no me excitara eso, me romperías el corazón- Soltó con fingida sorpresa la peli gris - Hebi, guerrera de la serpiente, asesina sigilosa.

-Ushii, guerrero del buey, asesino sistemático.

El ascensor se volvió a abrir mientras alguien se aproximaba por las escaleras distrayendo a Hebi y dando a Ushii la oportunidad perfecta para ingresar en la sala con la mayor discreción posible, deteniéndose junto a Tora, la cual se había recargado contra una de las paredes de la entrada, observando atenta a los otros guerreros.

-¿Haciendo nuevas amigas?- Escupió Tora en voz baja.

-Estudiando al enemigo, sospecho que puede atacarnos en la oscuridad.

-Y yo sospecho que es una puta.

-¡Tora!

-Reconozco la lujuria cuando va dirigida a ti, por mí que se la follen todos los demás, la haré pedazos si se te vuelve a acercar.

Ushii no dijo nada, cruzándose de brazos y apoyándose en la pared junto a la oji verde con una sonrisa divertida que a duras penas lograba reprimir, era raro ver a la guerrera del tigre celosa y alerta a ese extremo, además, eso explicaba su comportamiento al salir del ascensor, estaba siendo territorial.

-¿Alguien que conozcamos?- Murmuró Ushii confiando en el desarrollado oído de su interlocutora.

-Si hubiésemos apostado por quienes vendrían, podríamos haber ganado algo de dinero, ahí están.- Respondió Tora mientras señalaba con la barbilla a algunas personas justo al otro extremo de la habitación.

El guerrero de la cabra ya había llegado, estaba recargado contra un muro frente a ellos, aquel hombre de 36 años no había cambiado nada, rubio, con el cabello crespo y una pequeña barba picuda decorando su rostro de aspecto sombrío, la camisa blanca de manga larga donde ambos sabían que habría armas escondidas, la media capa café atada a su espalda, los pantalones grises y las botas azul cobalto, aun si parecía un atuendo sencillo, ambos sabían que aquel hombre guardaba sorpresas letales entre aquellas ropas.

El mono también estaba ahí, no muy lejos de la cabra, sentado en cuclillas y observándolos a todos, tenia una lanza corta que balanceaba descuidadamente sobre sus piernas, una chaqueta corta de un vivo rojo sangre sobre el torso ocultaban músculos más que trabajados y resistentes, pantalones y botas militares para desierto, un cinturón café colgándole por detrás simulando una cola, el rostro bronceado con una sonrisa divertida mientras un par de ojos violetas observaban al resto con siniestra diversión, el cabello castaño, corto y alborotado como siempre.

Rata estaba paseando despacio por entre las mesas con cara de aburrimiento, el cabello castaño con partes claras y partes oscuras era coronado por un par de enormes audífonos similares a orejas de ratón cafés, la vestimenta similar a la del guerrero de la rata anterior pero en negro con bronce, aquel hombre sostenía un bat de metal en una mano y una pelota roja en la otra, era imposible saber su edad, lo único cierto es que no era ningún jovencito.

La guerrera del gallo se encontraba de pie en medio de la habitación junto a las mesas de fiesta con los platos aparentemente vacíos, su cabello rojo sujeto en una especie de chongo del que salia una cola de caballo corta con algunos cadejos pequeños y erizados para adornarla a modo de plumas, la enorme sonrisa en el rostro mientras sus ojos dispares, uno verde y el otro gris, veían a su alrededor, portaba una especie de leotardo verde con un cinturón blanco del que salia una especie de cola de gallo formada con telas que iban del verde al gris con las puntas rojas, usaba muñequeras verdes con los filos rojos y zapatillas de ballet doradas atadas sobre sus rodillas con plumas de colores saliendo del talón, un látigo rojo colgaba de su cintura.

En cuanto al jabalí, el muchacho acababa de entrar, intentando hablar con Hebi mientras le soltaba algún tipo de cháchara de la cual la guerrera intentaba alejarse, al parecer era el guerrero mas joven de los ahí presentes, probablemente acababa de cumplir la veintena, su corte de pelo estilo mohicano solo hacia resaltar mas el castaño de su cabello con las puntas doradas, la camisa blanca carente de mangas con el cuello levantado y abierta hasta la mitad del pecho dejaban ver un par de brazos y bíceps trabajados, cubiertos con un poco de pelo castaño y algunas cicatrices de batalla, el pantalón y el chaleco de cuero negro con la cabeza de un jabalí bordado a la espalda, guantes de motociclista, la cadena colgando del cinturón y las botas con picos de metal alrededor de la suela y recorriendo desde el talón hasta media pantorrilla le daban un aspecto extraño de delincuente más que de guerrero.

El alboroto creado por aquel joven con su enorme sonrisa solo se incremento cuando uno de los otros guerreros se interpuso entre Hebi y el jabalí.

Era un hombre alto, tan blanco como la serpiente, su cabello gris cortado de forma circular le tapaba los ojos, su indumentaria, una camisa mao de manga larga con botones de madera y un pantalón holgado, todo en verde oscuro con dragones dorados, a la espalda cargaba un contenedor de plástico con una larga manguera que le colgaba de un hombro. Nada mas verlo Ushii adivino que se trataba del otro guerrero Tatsumi, el guerrero del dragón, no solo parecía molesto por el joven jabalí, había algo en su aura parecido a los celos y un odio especialmente mortal dirigido al recién llegado.

Aquel encuentro habría derivado en la primera muerte de la noche si la serpiente no hubiera intervenido, abofeteando al otro guerrero una cabeza mas alto que ella misma para luego jalarlo de un brazo hasta una esquina apartada, obligando al jabalí a olvidarse de su sonrisa de conquistador y su cháchara por un instante antes de que reconociera a Tora.

Bajo otras circunstancias habría sido hilarante ver como otra enorme sonrisa se formaba en el rostro del jabalí mientras comenzaba a levantar la mano y mover uno de sus pies para avanzar solo para detenerse como si se le hubiera acabado la pila, temblando ligeramente y dando media vuelta apenas notar al guerrero del buey.

-Ese mocoso no ha cambiado nada- Soltó Ushii con una nota casi imperceptible de fastidio.

-Eso parece- Afirmo Tora con una sonrisa de lado mientras seguía con la vista al muchacho que ahora se acercaba ruidosamente a la guerrera del gallo, la cual se mostró seria apenas tener al muchacho enfrente para voltear hacia el otro lado con la cabeza en alto y los brazos cruzados, alejándose del recién llegado a buen paso, dejando al jabalí congelado en su lugar.

Justo detrás del jabalí había llegado una joven de posiblemente 18 años, el cabello negro y largo recogido en un par de chongos ovales, un uniforme de preparatoria negro con blanco y el corbatín y las medias rojas eran la vestimenta de esta guerrera, sus zapatos negros tenían orejas de conejo y pompones en el talón ademas de un broche de conejo blanco sobresaliendo de su chaleco y un par de cabezas de conejo bordados en la espalda a ambos lados del cuello blanco estilo marinero, no parecía llevar ningún arma consigo, solo una bolsita de tela rosa de donde había sacado una galleta que masticaba con una sonrisa jubilosa sin prestarle atención al lugar.

-¿Esa es la guerrera de la liebre?- Murmuró Tora con incredulidad, recibiendo un gruñido de afirmación como única respuesta -cada vez entiendo menos a ese clan.

-Aun así, no deberías fiarte de su apariencia, si esta aquí debe haber una razón.

Ambos movieron las cabezas afirmativamente mientras dejaban de estudiar a la recién llegada para ponerle atención a un guerrero que se encontraba sentado en otra de las esquinas de la sala, su parecido con el antiguo guerrero del perro era impresionante, las únicas diferencias debían ser su cabello castaño y la capa de pelo marrón que portaba.

Finalmente el ultimo guerrero había llegado.

Entrando por la puerta con paso lento se había presentado una mujer, el cabello negro y atado a una cola de caballo alta se notaba completamente alborotado y desordenado hasta medio muslo, la mitad inferior de su rostro era cubierta por una bandana de color rojo con diseños de herraduras doradas que se perdía en su traje de combate, una blusa ajustada negra de cuello alto y mangas de tres cuartos, chaleco hasta el busto de cuero en crudo con flecos hasta la cintura, donde unos shorts negros de mezclilla eran parcialmente cubiertos por chaparreras de cuero en crudo con flecos cortos a los lados y botas vaqueras café oscuro con detallados de herraduras por todas partes, ni Ushii ni Tora pasaron por alto el cinturón con balas sosteniendo las chatarreras o el par de revolver enfundados sobre los glúteos de la recién llegada.

-El juez no va a tardar mucho en aparecer- Susurro Ushii mientras se enderezaba, observando a su compañera por un momento -deberíamos acercarnos a las mesas.

Tora asintió mientras se enderezaba para seguir al pelinegro al centro de la enorme habitación donde había un par de mesas largas con el servicio para doce personas colocado elegantemente sobre manteles blancos, no había rastro alguno de joyas, comida o líquidos extraños, la fuente de postres por su parte tenia algunos panecillos y macaroons artificiales, como un mero adorno en un juego de té para muñecas, lo único realmente sospechoso eran los doce aros de metal con una especie de llave colgada, en el medio de los cuales se habían colocado las copas vacías, exactamente, ¿que planeaban ahora los organizadores?

Repentinamente las luces se apagaron, quedando solo una iluminando una especie de palco de madera sobre una plataforma en lo que seria la cabecera de aquella habitación llena de banderas en la entrada, ahí, salido de quien sabe donde se encontraba un hombre joven, su cabello castaño mostraba un corte parecido al que usara el difunto Nezumi durante la doceava taisen con el fleco largo cubriéndole uno de sus ojos, usaba una especie de uniforme napoleónico con una banda cruzada sobre el pecho, sosteniendo un florete enfundado, la sonrisa fría de aquel hombre parecía ademas darles a todos algún tipo de advertencia mientras se preparaba a hablar con un tono de voz elegante, ni de cerca tan grave o profunda como la del juez anterior.

-¡Bienvenidos sean todos los guerreros de las casas del zodiaco terrestre, yo soy Décimo Terceritus, el juez de esta treceava guerra zodiacal, es un honor conocerlos!

Acto seguido, el juez realizó algunas florituras con sus manos mientras hacía una reverencia de forma elegante a manera de saludo, levantándose de nuevo para observarlos a todos con una diminuta sonrisa que había erizado el vello de la nuca de Tora.

-Me sentiría honrado si pudiera recitarles la historia de este glorioso torneo y los nombres y las casas de cada uno de sus ganadores, sin embargo, el tiempo apremia, mis disculpas si soy algo descortés a continuación, pero, ¿podrían por favor acercarse a las mesas del centro?... bien, bien, muchas gracias a todos, las reglas son, como siempre, muy sencillas, por favor tome cada quien uno de los brazaletes que están decorando las copas y pónganselos en uno de sus brazos.

Tora y Ushii tomaron aquellos brazaletes, observándolos con recelo, pensando en alguna forma para evitar usarlos, Tora dio un suspiro de resignación, colocándose aquel objeto en su muñeca izquierda y haciendo luego una mueca de dolor y sorpresa, observando a Ushii que aun no se colocaba el accesorio, ambos notando al momento el mismo gesto de dolor y sorpresa repetirse en todos los guerreros.

Tora tomo entonces una servilleta de tela mientras comenzaba a toser, siendo sostenida por el genio de la masacre en cuya mano aun estaba libre el brazalete metálico.

-Me inyectó algo- Murmuro Tora entre toses - toma mi servilleta, cof cof cof, y úsala de cebo, cof cof cof.

-¿Esta todo bien?- Preguntó Décimo Terceritus con el ceño fruncido y ni rastro de la sonrisa diabólica que había mostrado segundos atrás.

-Si, mi compañera parece haber tragado mal, lamento la interrupción.

Tora tosió todavía un poco más mientras Ushii alcanzaba otra servilleta, ofreciéndosela y tomando la otra hecha bolita, colocándola al interior del brazalete y sintiendo una leve vibración proveniente del objeto, haciendo un esfuerzo por no mostrar ningún tipo de reacción mientras con la otra mano abrazaba a su esposa, dándole algunos golpecitos en la espalda y sobándola en círculos antes de voltear a ver al juez, cuya cara de pocos amigos demostraba cuan indignado se sentía por la repentina interrupción.

-¿Se puede saber que nos acaba de inyectar el brazalete?- Soltó Ushii sosteniendo la mirada del juez, notando como desfruncía el ceño y volvía a sonreír a la par que la tos de Tora comenzaba a disminuir en intensidad.

-Oh, veo que lo notaron, como una medida de prevención, hemos colocado veneno en el interior de los brazaletes, la dosis no es suficiente para matarlos... por ahora, recibirán una dosis cada hora, son doce dosis en total, sin embargo, si alguno sale de esta isla, el brazalete se encargara de administrarlas todas a la vez ya que cuenta con un rastreador gps y son imposibles de quitar, pero, no deben preocuparse, todo lo que deben hacer para salvar sus vidas y ganar el torneo es conseguir las doce llaves que cuelgan de sus brazaletes, al colocarlas todas en las ranuras que hay a los lados, recibirán un antídoto y se liberaran de los brazaletes, ganando ademas un deseo a su entera elección.

Algunos guerreros habían comenzado a observar sus nuevos accesorios, Ushii estaba por hacer otra pregunta cuando el varón de los Tatsumi levanto la mano.

-¿Si?- Pregunto Décimo Tercius desde su palco.

-Las cadenas que sostienen las llaves en los brazaletes, ¿son del mismo material?

-Lo son, resistirán explosiones, cortes, ácido, fuerza bruta, la única manera de deshacerlo seria si alcanzaran una temperatura demasiado alta, suficiente para derretir el cuerpo humano.

-O sea- Intervino esta vez el jabalí -que debemos arrancarlos del cuerpo de nuestros oponentes, ¿o me equivoco?

-Es correcto, la mejor forma es cortar el brazo para poder arrebatar y coleccionar los doce brazaletes, mi recomendación personal es asesinar a sus contrincantes y luego atar sus brazaletes, esas cosas inyectaran una dosis cada hora mientras detecten cualquier tipo de calor en su interior, además, al ser necesario solo arrancar un brazo a sus oponentes, es factible recobrar los brazaletes, sin olvidar que morirán en veinticuatro horas de cualquier manera si no obtienen toda la dosis de las llaves.

-Pensé- Comenzó Tora alejándose levemente del pecho de su compañero ahora que la tos al fin había cesado -que la dosis que se nos había administrado no era mortal.

-Excelente observación, la dosis que acaban de recibir no es letal en este momento, sin embargo, los matara entre espasmos de dolor y una agonía insoportable a esta hora mañana... a menos que obtengan todo el antídoto, claro esta, la cuestión aquí es, que entre más dosis reciban, más rápida y pacífica será su muerte, claro que, siempre pueden apresurarse a conseguir todas las llaves en poco tiempo.

No hubo más comentarios, la rata sonreía completamente divertido ante la perspectiva mientras el dragón no paraba de observar de su brazalete a la serpiente a la par que la liebre los observaba a todos con ojos inconmensurable abiertos antes de sacar otra galleta de su bolsa y llevársela a la boca.

-Bueno, si no hay más preguntas- La única luz se apagó apenas un segundo antes de que todas las luces volvieran a encenderse, revelando un palco vacío donde estuviera el juez, cuya voz seguía reverberando en la habitación- ¡que el torneo de comienzo!

-Ne, ne, ¿en verdad hay que matarnos unos a otros?- Soltó la liebre como si se tratara de una niña preguntando si en serio debía hacer la tarea, con sus brazos cruzados y la mirada inocente, su voz recordando a Tora la voz de su sobrina Sora -¿No podríamos apoyar a uno para que desee que todos tengamos el antídoto?

Nadie contestó de inmediato, haciendo que la más joven de los guerreros masticara aire antes de descruzar los brazos y agitarlos sobre su cabeza.

-Ne, ne, ¿y si cada quien dice cual es su deseo para que votemos por el mejor, lo liberemos para que lo pida y luego vamos a mi casa?, uno de mis "hermanos" es científico después de todo, seguro puede descubrir la fórmula del antídoto... digo... si lo que sea que deseen es mas importante que seguir viviendo.

-Yo estaría de acuerdo en pedir el antídoto- Murmuro Ushii al oído de Tora, estaba a punto de dar un paso al frente mientras era anclado por su pareja.

-No, nunca he oído de la guerrera de la liebre, Sharyuu era una pacifista reconocida, pero esa mocosa...- Murmuró Tora para que solo Ushii lo escuchara.

La castaña aun no terminaba de hablar cuando repentinamente la guerrera del caballo, el jabalí y el gallo habían dado un paso al frente, ocasionando que la liebre saltara de emoción en su lugar con una enorme sonrisa antes de que un gruñido alto proveniente del guerrero del perro los alertara a todos y el guerrero de la cabra lanzara una granada que había centelleado un rayo de luz cegando a la mayoría.

-¡Mis ojos!- Se quejó Ushii mientras sentía como su compañera lo jalaba con fuerza de la ropa, corriendo con rapidez mientras lo guiaba hacia la salida, escuchando a sus espaldas el inconfundible sonido de huesos al romperse, el grito de alguien, el choque de armas y pasos, todos los guerreros corrían a ciegas intentando escapar, azotando la puerta de entrada o realizando algún agujero en las paredes o el suelo.

Tora volteó atrás viendo muy apenas la inconfundible silueta de la cabra entre el polvo mientras le quitaba algo a una especie de brazo que luego lanzó hacia el suelo, justo un momento antes de llegar al final del corredor y romper una de las ventanas, deteniéndose en seco apenas ver la altura del edificio, no era ni de cerca tan alto como el de la Taisen anterior, pero de nuevo, su cuerpo era incapaz de dar aquel salto.

-Tora, ¿que sucede?

-¡No puedo!... La cabra esta justo a nuestras espaldas y no puedo saltar.

Ushii la tomó en brazos, obligándola a subir a su espalda mientras buscaba a tientas la ventana, sacando a Goboken para ampliar aquella ruta de escape y saltar al vacío.

-¡BUSCA UN TEJADO CERCANO Y GUÍAME!- Ordenó Ushii mientras ambos ponían suficiente distancia para planear su estrategia mientras los ojos del buey se recuperaban de aquella sorpresiva explosión de luz, mientras eran seguidos por la mirada del guerrero de la cabra cuya sonrisa se ensanchaba complacida, mientras anudaba un brazalete ensangrentado a su cintura.

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Notas de la autora:A diferencia de NisiOisiN, no pienso liarme con la historia de cada guerrero o presentar protagonistas falsos, esta es mi historia final para la ruta 54, la conclusión a la historia que empece a narrar con Deseo unos meses atrás así que, en definitiva, nuestros protagonistas serán Ushii y Tora, también a diferencia de los tres fics que anteceden a este, usare los nombres reales de los protagonistas lo menos posible bajo el entendido de que deben utilizar sus nombres clave toda vez que se encuentren en algún campo de batalla y bueno... la Taisen ES un campo de batalla.

¿Les gustan las nuevas reglas de la Taisen?, ¿y los nuevos guerreros?, no he querido colocar a la nieta del viejo Hitsuji puesto que tanto en el manga como en la novela Hitsuji tiene un nieto, un guerrero hecho y derecho de 24 años cuando la doceava taisen es celebrada, tampoco he querido usar a la hija de Dotsuku como la guerrera mas joven porque, bueno, con todo lo que Michio se preocupaba con ella, sospecho que alguna medida habría tomado para protegerla en caso de que no lograra ganar, así que en su lugar, he puesto a un familiar.

Bueno, pues de momento es todo, criticas, comentarios e incluso recomendaciones para tener algunas buenas batallas próximamente serán bien recibidas.

SARABA