E Los personajes no son míos, tampoco los conceptos, son de MasamiKurumada

No planeo ni obtendré ningún beneficio monetario por esto, solo matar el tiempo y entretenerlos.

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Tierra de Nadie

Yo creo que la imaginación humana no ha inventado nada que no sea verdadero,

En este mundo o en otros..

Gerardo de Nerval, la aurelia...

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La bestia que montaba profirió un fuerte bufido, al tiempo que incrementaba la velocidad y la fuerza con la que sus cascos apuñalaban las arenas del suelo, que en feroz carrera surcaba. Sus ojos rojos como rubíes resaltaban en la oscuridad de su pelaje, el cual brillaba como acero bajo el sol abrazador que se cernía sobre ellos. Aunque, el furioso calor no parecía ser capas menguar velocidad de sus pisadas.

Relincho con más furia, una advertencia que sin duda hizo que se aferrara con mayor determinación a las rojas bridas que lo mantenían en el lomo del incansable e impetuoso corcel que lo trasportaba por aquellas indómitas y estériles tierras. Las blancas y largas prendas que portaban lo protegían del ardiente sol, con aquel blanco pañuelo árabe cubriéndole gran parte del rostro, sólo dejando visibles sus verdeazulados ojos, los cuales permanecían fijos en el lejano punto al cual lo guiaba su montura.

Habían pasado días y horas de recorrer el interminable océano arena que se extendía frente a él, buscando aquello que respondería las dudas que tanto le carcomían el alma, las preguntas que le habían arrastrado nuevamente hacia aquel infierno y buscar algo que el mismo tiempo había olvidado... Aquel que resguardaba lo que estaba buscando.

– ¿Conoces el cuento del libro de Arena?

La pregunta de su compañero logro que Shun alejara su vista de los mapas y le prestara atención, ambos se encontraban en la inmensa biblioteca de la mansión buscando los mapas más antiguos de Centroamérica que pudieran tener, con el objetivo de tener información sobre las ruinas de un templo devorado por el olvido... Obviamente no tenían muchas esperanzas de terminar rápido su labor, y tarde o temprano, más bien temprano, aquel trabajo sobrepasaría el tiempo máximo de atención que poseía su actual compañero.

– ¿Lo conoces Shun?

El hombre pelirrojo; de unos veintiún años, volvió a insistir en su pregunta, logrando un movimiento de cabeza negativo por parte de Shun, quien nuevamente lo se volvió a concentrar en su labor. El pelirrojo hizo un puchero con el rostro, ya era su millonésimo intento frustrado de iniciar una conversación con aquel joven de cabellos verdes, ambos tenían que luchar juntos ya habían estado codo a codo bajo una lluvia de balas y sus vidas habían dependido una de la otra en cada misión que llevaron a cavo...Bueno, también dependían de Iris, no debía olvidar a su otra compañera. Negó para sí mismo, tenía que concentrarse en el tema que le concernía, el hecho de nunca poderle sacarle más de unas palabras al joven de cabellos verdes que tenia al frente, el mismo que ahora sólo se concentraba en buscar los dichosos mapas.

Suspiro y alzo su vista hacia el techo, viendo las repisas y muebles que colgaban de él, realmente la biblioteca de la mansión era lo más loco que uno se pudiera imaginar. Incluso fantaseaba que quizás, entre estos muros se contuviera toda la historia escrita de la humanidad. Todo lo que escribieron, escribimos y escribiremos, escondido en algún lado de aquel inmenso laberinto de libreros y estanterías, la cuales no sólo se hallaban en el suelo y se extendía por las paredes como en una biblioteca normal, sino que también se replicaban sobre techo con una inquietante simetría... Parecía un espejo, que no era espejo. Después de todo, tranquilamente podía tomar alguna de las extensas escaleras y sobrepasar el espejismo hasta las estanterías del techo y tomar entre sus manos uno de los libros puestos de cabeza, cuya temática se escribía en sus repisas con brillantes letras invertidas... Era una locura, una locura tan grande como la que poseía el dueño de ese lugar... Su jefe.

– Este lugar me recuerda a ese cuento, sé que tiene un límite de tamaño, pero realmente parece infinito.

–Si tiene un límite no es infinito. –Le respondió Shun.

–No sé, este lugar es de Azrael y con él nunca se puede dar nada por sentado.

No obtuvo más respuestas, pues Shun ya se había deslizado hacia otra de las repisas, aunque por su postura, el pelirrojo dedujo que quizás había logrado que pensara un poco sobre aquella idea. Se sentó en el suelo de piernas cruzadas, mientras contemplaba a su compañero ir y venir entre los libreros, Shun no era para nada hablador.

– ¿Sabes? Cuando te entrevistaron antes del torneo galáctico parecieras alguien más alegre y hablador. –Menciono.

En menos de un parpadeo su compañero se hallaba frente a él, con sus ojos clavados en él.

– ¿Cómo sabes de ello? –Le pregunto sin rodeos.

El pelirrojo se quedo en una pieza, acciones así le recordaban la clase de "criatura" que era su compañero y lo peligroso que realmente podía ser... Aunque, tras todas las misiones y los peligros corridos había llegado a confiar en que Shun no lo lastimaría, bueno, por lo menos eso quería pensar. Aun en los momentos, que como hoy, el joven de cabellos esmeraldas se le paraba con aquella firmeza y concentración que tanto exhibía durante las batallas, la misma que le aseguraba que su enemigo no volvería a ver la luz del día.

–Das miedo cuando te pones así–Menciono sonriente. –, es un alivio estar de tú lado.

Shun arqueo su ceja, pero no le dejo salirse del tema.

–No me has respondido, Augusto.

Sonrió nerviosamente, que Shun o Iris le hablara por su nombre y en ese tono no significaba nada bueno...

–El torneo galáctico que salió por televisión nacional y la entrevista a Shun de Andrómeda–Rápidamente aclaro. – ¿Acaso no viste las noticias? ¿No viste cuando entrevistaron al valiente caballero que protegió su barco ante el asalto de unos piratas? Ja, después de semejante acción no me sorprendió la inmensa cantidad de fanáticas que te daban porras en el coliseo, después de todo saliste en las noticias nacionales. Admítelo, por más que ahora parezcas de diecinueve años, no has cambiado mucho como para que nadie pueda relacionarte con aquel chico de trece años.

Shun desvió la vista de su compañero volteando hacia los anaqueles, últimamente los recuerdos de su vida pasada se les hacían tan lejanos, que ya ni los sentía suyos... Pero, era preferible seguir concentrado en el día a día, que rememorar un pasado que no quería volver a ver.

–No soy nada parecido, al chico que viste en el Torneo Galáctico... Murió cuando me hicieron lo que ahora soy. –Le contesto parco, luego se dio vuelta y volvió a concentrarse en su labor. Necesitaban esos mapas si querían hallar el templo de la reliquia.

–No lo sé, aunque él era más feliz, su sonrisa me recordaba a la de los jilgueros.

– ¿Jilgueros?

–El pájaro del norte de mi tierra, vive cantando y lo hace muy lindo, por eso todos lo relacionan con la felicidad.

Una débil sonrisa se dibujo en el rostro de Shun, más su compañero no pudo verla, pues seguía de espaldas a él.

– ¿Cómo terminaste con nosotros? –Continúo el pelirrojo. – Digo, eres el primero de tu tipo que conozco.

Aquello logro que Shun dejara los mapas y volteara a verlo.

– ¿El primero de mi tipo? –Le pregunto.

–Sep, está bien que conozco a lamia y está el mismo Azrael, pero ellos no son como tú, ellos nunca fueron humanos.

Shun se quedo unos momentos en silencio, pensando en aquellas palabras, era casi un tema tabú intentar hablarle de su pasado o de lo que ahora era y como término al lado de aquel pelirrojo y de Iris... Era mejor dejar las cosas así.

–Esa es una historia muy larga para contar.

Se escondió tras la excusa de siempre y nuevamente volvió a su tarea, si querían recorrer las ruinas americanas en paz necesitarían esos malditos mapas. Una negativa tan directa que hizo liberar un bufido de fastidió al pelirrojo, pero no pensaba darse por vencido tan fácilmente... No después de que lo que había averiguado sobre su compañero.

–Realmente quería saber más de ti, sobre todo después de lo que oí sobre tú hermano...

A lo largo de la biblioteca resonó el golpe de todos aquellos antiguos pergaminos que rebotaron contra suelo.

– ¿Qué? –Shun inmediatamente volteo hacia él –¿Que quieres decir?

Sonido seco de maderas y lienzos contra el suelo, tan semejante y tan distinto a las firmes pisadas que daba el corcel contra la arena. De frente el desierto eterno y por detrás el olvido, había estado tanto tiempo dejando de lado su pasado, que ahora era irónico que hubiera entrado en aquel ardiente infierno tan sólo para recuperar un trozo olvidado de él...

El feroz relincho de su montura le hizo dejar sus divagaciones, el negro corcel se encontraba intranquilo y eso era algo que no podía pasar por alto. Pronto empezó a sentirse observado... Algo andaba mal. Se aferro con determinación a las rojizas bridas que le mantenían unido al imponente caballo, y con sólo un silbido como orden logro que la bestia corriera a mayor velocidad hacia su objetivo.

Shun centro sus ojos hacia el horizonte, en su mente rememoraba semejantes arenas por las cuales surcaban extraños caballos de exageradamente largas y finas patas. Cuatro extravagantes corceles negros, de desquiciadas proporciones, tiraban un extraña carroza dorada, la cual en ciertas partes se asemejaba a formas humanas o animales... Nunca había sido experto en arte, de hecho poco y nada entendía de él, pero el cuadro extravagante de extrañas geometrías y desquiciada anatomía le daba gran curiosidad... Era bonito.

–Salvador Dali siempre tuvo un toque particular, aunque dudo que sólo hallas venido a observar mis pinturas, Shun.

–Quiero saber sobre mi hermano. –Le respondió, dejando la pintura de lado y volteando a ver al hombre que sentado en su escritorio.

El despacho en el cual se encontraba tenía un curioso estilo de decoración, el tono oscuro de las paredes hacia resaltar el intenso carmesí de la alfombra y las cortinas, que bordadas con dorados hilos cubrían gran ventanal que se hallaba tras el hombre y su escritorio. Algo siniestro, siempre pensaba cuando veía la silueta del jefe resaltada en el brillante carmesí de la tela, pero, admitía que quedaba acorde con el dueño de esa habitación, así como todas aquellas pinturas surrealistas, que en dorados marcos eran los únicos y escasos adornos del despacho.

–El conocimiento es uno de los bienes más preciados de este mundo, Shun. Sé lo que quieres saber y podría decírtelo.

El hombre de finas y crueles facciones le sonrió un poco, al tiempo que acomodaba su largo cabello negro en una coleta.

– ¿Podrías?

Le pregunto Shun, enfrentando la carmesí mirada de su acompañante, el cual tranquilamente se levanto de su escritorio y con un andar soberbio se acerco a su lado. Siendo más joven y bajo que él, Shun se vio obligado a alzar la mirada para poder seguir enfrentando aquellos ojos rojos.

–Podría... O podrías saberlo tú por ti mismo.

–Por mismo y... ¿Qué tendría que hacer... ¿Qué tendría que hacer para ti, Azrael?

El Ángel de a muerte le sonrió suavemente a Shun, realmente su nuevo sicario no era para nada tonto.

–Sabes que puedes usar las computadoras cuando quieres, Shun. Augusto tranquilamente te podría dar acceso a cualquier archivo que quisieras... Incluso a los anteriores tratos que tuvimos con el Santuario, todo lo que sabemos de ellos y de un tal Ikki de Fénix, ya venía siendo hora de que ese nombre tan conocido en nuestro mundo llegara a tus oídos.

–Has de saber, que no eres el primer kido que se conoce en nuestro adorable sub mundo y que trabaja en él. Los caballeros siempre tuvieron que lidiar con criaturas que son sólo mitos para el resto del mundo, no sería la primera vez que alguno comete la osadía de meterse con mis presas o con mis trabajos... Aun, cuando se veo obligado a hacerlo a espaldas de los suyos.

– ¿Ikki? –Shun no puedo seguirlo mirando, pues no podía creerlo. –Mi hermano no podría haberte conocido... ¡No!, ¡Nosotros somos asesinos!, ¡Somos...

–Monstruos, ¡Exacto! –Le respondió con una firmeza que lo dejo helado. – Nosotros somos la solución que se escurre a través de las grietas de una moralidad que falla, que retiene tras sus paredes a todos los que han de ser héroes y lideres. Mientras ellos se atavían con ropajes de gloria y brillantes ideales, nosotros de la sangre y oscuridad que para cumplirse la paz requieren ¿Acaso crees que tu hermano no podría? Para mantener la paz un mundo necesita héroes, pero también necesita a las bestias que somos nosotros... Aquellas que mantienen a sus semejantes a raya.

Acorto la distancia entre ellos, con aquellos ojos rojos fijos en los verdeazulados de Shun, dejándolo sentir el poder de su siniestra e inquietantemente calmada aura.

–Mi hermano...–Le intento replicar.

–Desaparecía por mucho tiempo–le contesto, con sagacidad él ángel. –, tiempo en que ni tú ni nadie sabían nada... Creo que no sólo hacia sus actividades a espaldas de su hermano, sino, también a espaldas de una diosa que seguramente solía hacer la vista gorda.

Quedo súbitamente inerte ante sus palabras, totalmente desarmado y sin voz como para enfrentar las acusaciones de Azrael... Ikki no... Su hermano no sabría nada de alguien, de alguien como Azrael, no, él no perteneciera a este mundo, no haría tratos con criaturas así, no trabajaría en este mundo, él no haría estas... Ikki no lo mentiría, Ikki no dejaría por esto, no lo abandonaría por seguir esta vida...Él era su hermano, él... Siempre se iba sin decir nada. Sus propios pensamientos se sintieron como una puñalada al corazón, los recuerdos de las veces que intento hablar con su hermano, de todas las veces que se auto convenció pensando que sólo necesitaba tiempo a solas y que sólo tenía su naturaleza la que le hacía errar vagando libre por él mundo, era sólo eso lo que hacía, él viaja por el mundo, era eso lo que hacía, era sólo eso...

– ¿Por qué no? ¿Hasta en el mismo Torneo no les dijo que venía por parte del Santuario? –Continuo Azrael. –Un santuario corrupto y envenenado por la presencia de un tirano ¿Tú sabes cómo era el gobierno de Ares? Shun, tu orden siempre fue un secreto a voces entre personas ilustres del bajo o del alto mundo e incluso hubo un tiempo en sus servicios no eran tan difíciles de conseguir, Arles no era tan difícil de convencer como lo es Atenea... De hecho era fácil negociar con él y muchos lo lograron–Largo un suspiro cansado. –. Aun recuerdo las guerras, la sangre y los trabajos que se ofrecían en ese tiempo.

Shun no respondió, su mente sólo recordaba los momentos con su hermano, la calidez y la amabilidad que sólo a él le mostraba... Su hermano, Ikki no tendría esta vida, él se lo hubiera dicho si fuera así, su hermano confiaba en él... ¿Ikki confiaba en él? Si, el se lo hubiera dicho... ¿No? Era su hermano, lo único que tenía en el mundo. Ikki no le mentiría, no a él... ¿Le mentía?

Una sublime sonrisa se instalo en el rostro del hombre, el cual sin ningún miedo poso su mano en el hombro del joven de cabellos verdes y sin que este reaccionara lo atrajo a su lado. Shun no se movió, ni siquiera cuando sintió aquel abrazo rodeándole el cuello ni la voz de Azrael a su lado diciéndole.

–Yo lo sé todo, soy la muerte... La muerte no necesita mentir, pero si le gusta hacer pensar.

Los ojos de Shun permanecieron fijos en la nada, ignorando completamente el inquietante cosmos que empezaba a reinar en la habitación. Se mantuvo completamente tranquilo, incluso cuando, pese al oscuro tono de las paredes, podía ver unas fantasmales siluetas emerger desde siniestros cosmos de su acompañante, dibujándose en el aire y extendiéndose como unas negras alas que así como el aquellos brazos lentas e inevitablemente le rodeaba... Realmente era en ángel de la muerte y siempre se lo recordaba.

– ¿Qué tendría que hacer para saberlo? ¿ Donde podría aprender lo que busco?

Su voz sonó completamente serena y calmada, más calmada de lo que incluso él mismo estaba, era una verdadera dicha que para estas alturas ya estuviera tan acostumbrado a controlar las garras del miedo sobre su pecho. Recordaba el peso de sus emociones en el pasado, como estas le dominaban tiempo atrás, pero ahora... Ahora, aun cuando se encontraba envuelto en las alas de la muerte no sentía estremecimiento alguno, no, sólo tenía que saber la verdad sobre su hermano.

–Azrael.

Su voz resonó con firmeza en las paredes de la habitación, logrando una siniestra sonrisa adornara el rostro del ángel de la muerte. Azrael lo soltó gratamente sorprendido, él joven realmente no se dejaba intimidar, ni siquiera por él; uno de los siete señores de la creación... Un serafín* de Dios. Este chico era la joya que durante siglos había estado esperando, un guerrero joven y maleable, un diamante en bruto que en sus manos se convertiría en la más hermosa y nociva de las gemas, pero primero había que empezar a moldearlo.

–Prometeo te puede dar acceso a todos los archivos, pero el código de acceso completo nadie lo sabe y debes ganártelo.

– ¿Cómo? –Le pregunto Shun.

– ¿Conoces el cuento del libro de arena?

El brusco corcoveo del caballo lo hizo volver, inmediatamente sintió un feroz escalofrió recorrer de pies a cabeza su cuerpo y sin dudarlo volteo a mirar atrás, viendo como enormes dunas de arenas surgían tras sus pasos. Como si las arenas del desierto cobrasen vida de repente, todo el paisaje a su espalda se deformaba en unos senderos de zigzagueantes dunas que parecían perseguirlo.

–Te encontré. –Pronuncio suavemente.

Sin dudarlo tomo con fuerza las riendas del corcel, obligándole ha girar en el acto, frente a ellos una inmensa cabeza emergió desde las arenas y se elevo por los aires quedando a varios metros de altura. Los guijarros que escurrían por el cuerpo de la criatura que surgía cayeron por sobre el jinete y su caballo, como una lluvia de arena que cegaba. Todo tembló mientras que el resto de la colosal y serpenteante bestia emergía de la arena, así como las miles de patas, semejantes a la de los insectos, que le sostenían su monstruoso cuerpo labrado en piedra.

–¡Rápido!

El caballo comprendió la orden de su jinete y sin dudarlo acelero, corriendo a toda velocidad por debajo de aquel menstruó que se alzaba sobre ellos, corriendo desaforadamente hasta divisar la enorme grita que frente a ellos emergía, una cicatriz que nacía en el centro mismo de la criatura. Sin dudarlo Shun se desprendió del turbante que dificultaba su visión, al tiempo que se preparaba para el impacto.

El corcel salto, llevando a su jinete a las entrañas mismas de la bestia y entrando de lleno a una cámara de amarillenta piedra, tal era su velocidad que no pudo parar su carrera y termino tropezando, yéndose de bruces sobre él piso de roca y arrojando a Shun contra una de las paredes. El joven de cabellos verdes apenas pudo cubrirse con los brazos para absorber el golpe, no obstante logro incorporarse rápidamente.

–Creo que entramos...

En respuesta todo el lugar se estremeció y cientos de voces llenaron el aire.

¡Intruso!– –¡Intruder!– –¡Intrus!– –¡Intrusus!– –¡Intrús!– –¡ sissetungija!– –¡Betolakodó!–

Voces musicales, asemejaban al sonido que producen los instrumentos de viento le gritaban en distintas lenguas la misma palabra. Retrocedió, al tiempo que el oscuro corcel se levantaba del suelo y sin dudarlo corría a su lado. Frente a su jinete, el caballo había adquirido una postura defensiva, que no dudo en demostrar con su feroz corcoveo.

Agonia– –Haláltusa– –Qual– –Solutis doloribus– –Agony– –Agonie– –Piin–

Shun tomo las bridas del corcel para calmarlo, mientras que con su vista intentaba encontrar el origen de las voces, pero era imposible. Sonaban como miles de voces y todas parecían venir de todos los lugares a la vez, traídas por el viento como si este mismo las creara.

–Mi nombre es Shun, Shun Kido y he venido en busco de un libro.

El lugar se volvió a estremecer, en un corto terremoto que hizo que las viejas paredes crujieran, mientras el polvo y la arena caían por algunas gritas del techo.

Shun– –Shun– –Shun– –Shun–

Shun– –Shun–

Las melodiosas voces de viento repitieron su nombre, casi como un mantra que parecía venir de todos los lados de la habitación a la vez, pero bruscamente cayeron al silencio...

Pasaron unos minutos de silencio, que se le antojaron eternos. Como nada pasaba, con reticencia Shun avanzo unos pasos por el lugar, no sabía dónde estaban sus interlocutores, y por más que observaba las duras paredes de roca buscando un agujero o alguna grieta que pudiera esconder a alguien o algo, no encontraba nada... Decidió volver a hablar.

–Estoy aquí por Azrael.

Shun–

...

Todas las voces sonaron al mismo tiempo como si fueran una sóla.

Shun, no es humano–

Shun, no es animal–

Shun, no vivo. –

Shun, no muerto–

Eres, una de bestias de noche–

Un campeón de muerte–

¡UN CAMPEÓN DE MUERTE! –

Todo el lugar se sacudió como si sufriera un terremoto, justo en frente de él la inmensa pared se abrió un surco perfectamente recto que la cortaba desde el techo al piso, el corte se agrando más hasta prácticamente separar la pared en dos, como si fuera una gigantesca puerta de roca se abría para permitirle pasar tanto a él como al corcel hacia otra habitación.

Después, el terremoto seso.

– ¿El campeón de la muerte?

Se repitió Shun para sí mismo, aquello no sonaba bien, empezaba a pensar que tendría que averiguar bien cuales eran las verdaderas intenciones que Azrael tenía para él. Aunque, por ahora debía concentrarse en obtener el dichoso libro.

Miro la puerta que tenía su frente y fue hasta ella, la cruzo accediendo a una nueva sala. A diferencia del lugar por donde habían entrado, este parecía menos una caverna y más un lugar civilizado. De las amarillentas paredes emergían cientos de estanterías hechas en maciza roca, en las cuales se exhibían pergaminos, libros, tablas de roca y varios objetos extraños... Algunos de los cuales tenían una simbología que no parecía pertenecer este mundo.

–Inmortal–Llamo Shun a la inmensa habitación, sabiendo que su interlocutor le escucharía. –, busco el libro de la muerte.

Sabía que sería difícil entender o razonar con esta criatura, más, cuando ya le costaba concebir como aquella mole de roca era capaz de poseer vida propia...

Los inmortales, una especie cuya existencia pocos conocían, seres que no poseían vida propia si no que eran la vida misma encerrada en roca. Estas criaturas, cuya inmortalidad les habían permitido ver una y otra vez los sucesos de miles de mundos, hoy casi habían caído por completo en el olvido. Dicen que el olvido y la soledad matan, Shun llego a creerlo verdadero después de conocer la historia de estos seres.

Los inmortales vivieron tanto tiempo, que terminaron creyendo que ni la existencia misma tenía sentido. Sin poder formular una razón que les dictara un camino, cientos de ellos dejaron de explorar los mundos y vinieron a esta vasta tierra, donde se echaron a observar el falso cielo hasta que sus cuerpos se volvieron polvo. Resumieron que toda su existencia era un ciclo infinito de sucesos que se repetía una y otra vez, por lo que no tenía sentido el hacer algo, pues todo lo que tendría que pasar pasaría por más que quisieran evitarlo, la vida misma era un siclo infinito que se volvería repetir uno y otra vez para siempre. Cansados, olvidaron su curiosidad y su deseo de aprender, dejaron de buscar, de moverse, de sentir... Y de vivir. Sus cuerpos se volvieron las rocas que durante milenios se destruyeron para dar origen al inmenso desierto de arena, en el que los últimos sobrevivientes de su especie corren sin rumbo, como monstruosas memorias vivientes que resguardaban en su interior los objetos y recuerdos que ángeles como Azrael les traían de otros mundos... No se volvieron arena, porque sólo ese propósito les mantenía en pie.

Libro de muerte–

Un feroz temblor recorrió toda la habitación y frente a sus ojos todas las estanterías de roca empezaron a moverse, dejando un estrecho pasillo que lo guiaba hacia el oscuro interior de la criatura... Shun le observo en silencio, realmente toda la recamara era parte del ser en el que ahora se encontraba, aunque por lo visto no parecía ser agresivo. Dejo al corcel esperando en la puerta y se adentro hacia el interior de la bestia... Más no puedo evitar formularle una pregunta a la criatura.

–Inmortal ¿Por qué me llamaste campeón de la muerte?

Sólo, un campeón de muerte monta agonía–

Sólo, campeón de muerte viene a mí–

Se quedo parado al escuchar aquellas palabras, volteo y observo en negro corcel que durante todo el tiempo había montado, era cierto que agonía solo obedecía a Azrael, incluso había tenido que vencerlo en combate para poder montarlo y que le llevará hasta allí. Pero el inmortal se equivocaba, él solo tenía un trato con la muerte... Nada más. Siguió su camino hasta llegar a lo que parecía ser el centro de aquella inmensa sala, un gran pentagrama de metal dorado decoraba el piso y en su centro una inquietante estatua se encontraba sobre una gran y antiguo libro dorado.

¿Conoces el cuento del libro de arena?...

Mientras avanzaba, recordó las palabras que tanto Azrael, como su compañero le habían dicho.

Relata la historia de un bibliotecario jubilado, él cual le compra un vendedor de biblias un libro cuyas hojas son infinitas. Lo llaman el libro de arena, porque ni el libro ni las arenas del vasto desierto tienen ni principio ni fin.

Llego hasta quedar parado frente a la inquietante estatua, aquella que parecía ser tan sólo una réplica pequeña de la inmensa criatura en la cual se encontraban. Shun alzo la vista para ver ese extraño cuerpo largo y fino como una serpiente, pero acorazado en grandes placas de piedra que como una armadura le protegían. Las incontables patatas salían desde los costados de su cuerpo, sosteniéndolo a él y al largo cuello terminado en una cabeza, que le recordaba a la de los cien pies, con enormes mandíbulas acorazadas. Era una estatua de gran tamaño, considerando que se alzaba por casi unos cuatro metros de alto y su precisión era exquisita, podía incluso apreciar la grita por la cual había entrado, pero era a sus pies donde encontró lo que buscaba.

Sin dudarlo el joven de cabellos verdes se dispuso a tomar el dorado libro. De cierta manera, estaba sorprendido de que esta vez no hubiera tenido que luchar contra nada, siempre que estaba en una misión terminaba en plena guerra, luchando con un monstruo mitológico o algo semejante. Pero, en este caso, todo estaba tranquilo... Peligrosamente tranquilo.

Alzo el libro del suelo y en ese preciso instante escucho crujir la estatua sobre él, era demasiado bueno para ser cierto...

Enseguida rodó por el suelo esquivando las afiladas patas de roca que se clavaron a centímetros de donde antes estaba. A una buena distancia se detuvo, coloco sus manos en el suelo para poder incorporarse con una agilidad felina y fijar sus ojos verdeazulados en la estatua.

Toda la mole crujía y se desgastaba en el característico sonido de una roca rozando con otra, a medida que aquel cuerpo se movía cobrando vida. La cabeza roto más de ciento ochenta grados y se fijo en él, inmediatamente las fauces de piedra se abrieron y en todo el salón las melodiosas voces cantaron.

¡Lucha!–

¡Lucha, campeón de muerte!–

Suspiro ¿Era demasiado pedir una misión tranquila? Sí, todos estos malditos objetos siempre tenían trampas mortales, monstruosos guardianes y todo al mejor estilo de Indiana Jones ¿Por qué no podía buscar uno de esos raros objetos de arqueología normales? Esos en los que sólo tienes que buscar escarbando bajo la tierra, o en tumbas olvidadas donde todo está muerto y permanece muerto mientras estas allí.

Dejo sus críticas de lado y esquivo la segunda arremetida de la bestia, cuyas mandíbulas destrozaron el lugar donde segundos antes estaba. Inmediatamente le lanzo su puño, el golpe resonó en toda la habitación y debió apretar los dientes para soportal el dolor que sentía. El impacto fue tan fuerte que genero un inmenso agujero en la roca que conformaba el cuerpo de la estatua, no obstante también lo daño, quebrándole algunos huesos de la mano y ocasionándole sangrado.

La estatua giro su cabeza hacia él y doblando su largo cuerpo se dispuso a atacar, Shun salto hacia atrás zafando del golpe. La mole de roca, pese a tener medio destruido un costado de su cuerpo, no le daba tregua al joven en su ataque, Shun esquivaba con maestría sus golpes y envestidas, más podía sentir el dolor de su brazo recordándole constantemente que esta criatura estaba hecha de maciza roca, no convenía golpearla directamente.

¡Lucha bestia de noche eterna! –

– ¿Cómo me llamaste?

Las musicales voces lograron distraer a Shun y recibió completamente el cabezazo de la mole sobre su cuerpo. Salió disparado contra las estanterías de roca y quedo tirado a varios metros de distancia. Entres los trozos de roca, papiros y objetos destruidos que lo rodeaban, alzo la cabeza para ver la borrosa imagen del golem que lentamente se le acercaba. Las mandíbulas de roca se abrieron de par en par al tiempo que bajaba su cabeza de manera acechante y los miles de ojos de insecto que poseía se fijaban en el cuerpo que frete a ella yacía.

Lucha o muere campeón–

Sin dudarlo se lanzo directamente hacia Shun, en un golpe tan devastador que destruyo todo a su paso y lleno con una nube de polvo el lugar.

–Supongo, que sólo peleando me lo darás.

La voz extremadamente calmada hizo que la estatua de roca alzara la cabeza, el polvo del golpe se disipo movido por un fantasmal viento, dejando ver al mimo joven de cabellos esmeraldas que creyó aplastar...

–Entonces vamos a pelear.

Shun abrió sus ojos, su mirada ahora se asemejaba más a la de las bestias que a la humana. Sus iris se habían vuelto rojos como la misma sangre, al tiempo que sus pupilas alargadas y finas eran más felinas que humanas.

– ¡Ataca inmortal!

Su voz firme soltó una orden que la estatua no dudo en acatar, con sus fauces abiertas se lanzo directamente hacia el joven, ignorando completamente el inquietante cosmos carmesís que en él despertaba. Con sus manos Shun atrapo las mandíbulas de la mole de roca, manteniéndose firme ante la violenta envestida que con fuerza le empujo hacia atrás. Más, el otrora caballero de Andrómeda permaneció de pie mientras el Golem le arrastraba, haciéndose firmemente con sus manos a las mandíbulas de roca elevo su cosmos y con fuerza tiro de ellas. Arranco las fauces de la criatura al tiempo que se corría de su camino, dejando que esta estrellarla su cabeza contra el suelo.

Un extraño alarido de dolor estremeció la habitación, las voces que antes resonaban melodiosas gritaron como una flauta desafinada y todo el lugar tembló. Más, la mole de roca se volvió a levantar, sin mandíbulas y con toda la parte inferior de su cabeza destrozada clavó esos extraños ojos compuestos sobre Shun. Dentro de su cabeza, cientos de cristales octogonales reflejaban el rostro masculino con los finos rasgos heredados de Andrómeda y aquellos inquietantes ojos, que le miraban con la crueldad con la que los depredadores analizan a sus presas.

Libro de muerte–

Las melodiosas voces respondieron con suavidad e inmediatamente la bestia se arrojo hacia él, Shun sin dudarlo tomo un largo y rectangular pedazo de roca del suelo, lo que antes había sido parte de una de las estanterías de roca ahora sería su arma contra el bibliotecario. Corrió hacia la bestia, esquivando su arremetida y manipulando aquel gran trozo de piedra, como si fuera una espada, la dirigió directamente hacia las patas de la criatura, de un funesto golpe destrozo gran parte de las patas izquierdas que la sostenían, haciéndole caer bruscamente al piso.

El alarido de miles de flautas rotas lleno toda la habitación, que en un violento temblor se inclino completamente hacia uno de los lados. Como Shun temía, la bestia de roca no sólo era un mero y miniaturizado reflejo de la criatura sobre la cual se encontraban, sino que era la misma. Corrió y tomo el libro dorado entre sus manos, al tiempo que desesperadamente intentaba llegar hacia una de las estanterías que estaban adheridas al suelo, apenas alcanzo aferrarse a ella antes de que toda la habitación se inclinara completamente hacia un de sus lados, llevándose todos los escombros y a la desgraciada estatua hacia la parte hundida de las misma.

Shun apretó sus dientes por el dolor, la mano con la que se aferraba de la estantería era la misma que se había dañado durante el combate, ahora sus huesos quebrados y su propia sangre le hacían resbalar de su agarre... Incapaz de soltar el libro, observo la elevada altura desde la que seguramente caería... No había ningún lugar del pudiera aferrarse. Alzo su vista y vio como sus dedos lentamente resfalaban, cerró los ojos y simplemente soltó la roca.

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Despertó sintiendo el calor del gran cuerpo que le acompañaba, el fino y corto pelaje lleno su tacto, así como el acompasado respirar del estomago sobre el cual se encontraba recostado.

– ¿Agonía?

Pregunto en el silencio, logrando que el corcel volteara y fijara sus enormes ojos rojos sobre él. El caballo se había echado a su lado, sirviendo su vientre como una almohada para él. Aun en la completa oscuridad, Shun podía verle como si fuera de día, eso era uno de los beneficios que aquellos nuevos ojos le traían, llevo su mano hasta la cabeza del equino y con suavidad le acaricio.

–Parece que termino...–Le dijo.

El joven de cabellos verdes se levanto del suelo, estaba adolorido, más su cuerpo siempre había sido rápido para reponerse de los golpes y los malos días. Camino entre los escombros revisando el suelo hasta encontrar los restos de la estatua atrapados debajo de escombros de roca. Sin dirigirle palabra alguna alzo su cosmos de intensó carmesí, que cual feroces llamas rápidamente se extendió por sobre todo su cuerpo. El inmortal lo miro, deduciendo su pronto final, no obstante el joven de cabellos verdes no lo ataco, sino que empezó a retirar todos los escombros que lo apresaban.

Finalmente, Shun se arrodillo a su lado, viendo que algunas de las patas de la criatura estaban cerca se dispuso a seguir con su siguiente acción y tomo una de ellas con su mano.

–Eres de roca, pero estas vivo–Le dijo. –. Si eres algo semejante a los ángeles o los demonios, eso significa que usas esta roca para trasmitir tu cosmos, "tu vida".

Acerco la extremidad separada al cuerpo de la criatura, colocándola justo donde debería estar y alzo su inquietante cosmos carmesís. La roca que conformaba la pata de la criatura se torno blanda, como una pasta se estiro y se amalgamo nuevamente al cuerpo al cual pertenecía.

–Como esperaba. –Le contesto.

Shun repitió nuevamente la acción, hasta unir varias de sus patas a su cuerpo, las que más o menos calculaba suficientes para que pudiera volver a ponerse de pie. Todo el tiempo la mole de roca le observo completamente quieta sus acciones, sin atreverse a moverse o decirle algo. Cuando hubo terminado su labor, el joven se levanto y se dirigió hacia el corcel, que impasible le esperaba a una corta distancia.

¿Por qué?

La pregunta apenas se escucho como un susurro en el viento, Shun volteo hacia la criatura que yacía sobre el suelo.

–Vine por el libro, no a matarte... No soy como ellos, no deseo matar un ser vivo si no es necesario. Además, no creo que seas malo ni eres remotamente parecido a mí.

¿Ser vivo? –

¿Por qué ser vivo? –

Shun escucho aquella extraña pregunta, apenas logrando interpretar el significado de la misma.

–¿Por qué eres un ser vivo? –Pregunto, la estatua pareció mover su cabeza en asentimiento. –Estas vivo porque sientes dolor, porque tienes un objetivo y el deseo de proteger estas cosas. –Por unos momentos se quedo en silencio, pensando un poco en la existencia inmortal de aquella criatura, aquella condena que de cierta manera ambos compartían. –Mientras sientas algo estas vivo, mientras quieras seguir luchando y creyendo en algo estarás vivo...

Dijo, aunque sus palabras fuera más para sí mismo que para el golem que yacía a sus pies, sin más se monto sobre el negro corcel, el cual alzo la vista hacia la pared que ahora era su techo.

–No dañes más de lo necesario.

Le dijo a su montura, la cual movió su cabeza en señal de asentimiento y sin dudarlo salto hacia la pared, las pesuñas del caballo se clavaron en la misma y de manera sorprendente comenzó a cabalgar sobre el muro de roca. A noventa grados del suelo, el animal se movía como si estuviera cabalgando sobre la tierra con normalidad, dirigiéndose directamente hacia la roca, que ahora era su techo, la atravesó como si fuera mero papel.

Shun y el corcel emergieron hacia el desierto de arena, sin parar cabalgaron hacia el horizonte sabiendo que sólo les quedaba el volver a encontrarse con Azrael. Detrás, el colosal inmortal volteo a ver aquel jinete que se perdía en la distancia.

Shun–

Un suave viento recorrió las galerías que formaban su cuerpo, entre los huecos y recovecos el aire formaba los melódicos sonidos que eran su voz.

¿Un campeón de muerte vivo? –

Como un instrumento de viento gigante, con la conciencia y la voluntad de hacer sus propios sonidos...

¿Bestia de noche viva? –

De tener su propia voz...

No bestia, distinto–

Distinto e igual–

Con las patas que tenía se alzo del suelo, con el tiempo su prehistórico e ineficiente cosmos reconstruiría las patas pérdidas y todas las heridas recibidas... Aunque, nunca repararían el pequeño agujero en su costado que aquel jinete al escapar le había dejado, así como la inmensa grieta que adornaba su pecho, sería un buen recordatorio de aquel con quien había luchado. Un extraño sentimiento recorría su milenario cuerpo, deseo que hace tiempo yacía olvidado, la curiosidad y los pensamientos nuevamente afloraban...

Muerte lucha por libertad–

¿Por qué lucha Shun?

Las mismas preguntas resonarían en sus galerías por días, años o los milenios que esperase para obtener su respuesta. De manera consciente o inconsciente, siempre buscaría esa respuesta...

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– ¡Ho, por favor son las cuatro de la madrugada!

Le grito con rabia a la puerta ¿Quién carajos lo jodía a las cuatro de la mañana? Entendía que muchos de los habitantes de esa casa no necesitaran dormir, pero él era humano y necesitaba dormir por lo menos seis u ocho horas al día. El pelirrojo escondió su cabeza bajo la almohada ¿Quién era tan pendejo para joderlo a estas horas? ¡Daba igual! No pensaba levantarse. El incesante golpeteo a su puerta no se detuvo y dándose por vencido se levantó a atender a quien le llamaba, grande fue su sorpresa al encontrarse con su compañero de cabellos verdes.

Shun se mantenía de pie, pero no parecía haber pasado una buena noche. El joven estaba completamente despeinado, exhibiendo alguno que otro raspón en su rostro y seguramente varios moretones en su cuerpo. Shun llevaba puesto holgadas prendas blancas, rasgadas en algunos lugares y cubiertas de arena o sangre en otros...

–Hola Shun...

Le saludo con un hilo de voz.

–Necesito tú ayuda.

Fue la cansada respuesta que recibió, el joven de cábellos verdes se dio vuelta y empezar a caminar por el pasillo. Augusto parpadeo unos momentos, e incluso se restregó los ojos para ver si no estaba soñando ¿Shun había venido a pedirle ayuda? ¿A las cuatro de la madrugada?

– ¿Qué te paso? –Le pregunto al mismo tiempo que corría tras de él.

–Fui al Tártaro a buscar esto–El joven de cabellos verdes alzo el dorado libro que sostenía con una mano.

– ¿Qué es eso?

–El libro de Arena

– ¿Qué? ¡Eso es imposible!

El pelirrojo inmediatamente tomo el libro de su mano y lo abrió, quedando sorprendió cuando vio que las paginas le mostraban una extraña colección de símbolos y el nueve a la cuarta potencia en el pie de página... Era como el cuento...

–Es imposible.

Volvió a repetir, e inmediatamente se puso a buscar la primera hoja del libro, pero no podía llegar a ella, sin importar cuantas páginas corría nuevas seguían apareciendo. Cerró nuevamente el libro, tomando hoja de la portada la abrió completamente viendo como infinidad de paginas caían desde la portada, página tras página tras página que no dejaban de caer de la misma.

– ¡Me estas jodiendo!

Exclamo al tiempo que soltaba el libro, que milagrosamente Shun logro atrapar antes de que chocara contra el suelo.

– ¡Augusto no lo tires, no es un libro es un ser vivo!

– ¡QUEEEEE!

El grito del pelirrojo definitivamente había despertado toda la mansión, más Shun rápidamente le tapo la boca. En pocas palabras el joven de cabellos verdes le expresó que se callara y que se lo explicaría todo si lo llevaba hacia la computadora conectada a la base principal más cercana. El pelirrojo asintió y de un momento para otro se encontraban en el despacho de Azrael, revisando la computadora de su escritorio. El pelirrojo ya se hallaba sentado y tecleando, accediendo a los datos que Shun necesitaba... Hasta chocar con una clave de acceso.

–Bien, ya valimos madres. –Le dijo el pelirrojo. – Es imposible descifrar esta clave, ya he intentado hakear esta máquina y es imposible hacerlo sin que Azrael se entere, él es el único que sabe la contraseña y nunca la ha dicho.

En ese momento Shun coloco el dorado libro sobre el escritorio, logrando que su compañero concentrara completamente su atención en el extraño objeto.

–Esto nos ayudara–Le dijo. –. No es un libro es un ser vivo y no tiene infinitas paginas, sino que las crea a partir de la portada al tiempo que vuelve a asimilar las ultimas nuevamente en su tomo. Es como una armadura o uno de los objetos angelicales está hecho a partir del polvo de estrellas.

– ¿El Astrom? –Le pregunto Augusto.

–Llámalo como quieras, pero gracias a esto ha desarrollado vida propia, como las armaduras de los dioses griegos y sus guerreros, o como los ángeles y los demonios. Las armaduras se reparan y reconstruyen de la misma manera en que este libro se repara creando nueva hojas, las armaduras asimilan la sangre u otras materias, como este libro asimila la paginas que el mismo ha creado para construir las nuevas.

Shun observo aquel dorado ejemplar, en pocas palabras era un libro hecho del polvo de estrellas, no se explicaba cómo. Durante mucho tiempo, él creyó que el polvo de estrellas sólo podía ser usado en aleaciones de metales, más frente a sus ojos tenía un libro... Aunque, este no tenía papel, no, sus extremadamente finos ojos le permitían apreciar que cada página estaba formada en realidad por cientos de minúsculas fibras... Hechas de un material que no era capaz de precisar pero que seguramente contenía polvo de estrellas.

–No sólo está vivo, sino que es un ser milenario... Que de alguna manera, es capaz de escribir en sus páginas todo lo que se ha escrito, se escribe y se escribirá en este mundo.

Volteo y vio la cara de Prometeo trasformada en un poema... Suspiro.

–Mira. –Le dijo, al tiempo que volvía cerrar el libro. –La santa biblia. –Pronuncio suavemente, acercando su boca a las hojas del tomo.

Sin decir más abrió nuevamente el libro, y ante los ojos explayados como platos del pelirrojo, ambos pudieron leer claramente:

LA SANTA BIBLIA.

ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO.

–No es posible...

Shun no le respondió nada al pelirrojo, simplemente se dedico a pasar las páginas mostrándole que en cada una de ellas se encontraba todos los salmos y los libros que la componían, en el mismo orden que en cualquier biblia comprada aparecerían.

– ¿En español?

Shun asintió, para luego aclarar. –Está en español, pero en realidad lo hace en el idioma que se lo pidas. –Volvió a cerrar el libro y esta vez le hablo en japonés. Lo abrió y efectivamente, era la biblia traducida de una manera perfecta a su idioma natal.

Augusto abría y cerraba la boca como un pez sin aire, sorprendido con el libro y la tranquilidad con la que su compañero manejaba tan magnifico descubrimiento.

–¡Dámelo!

Exclamo, al mismo instante que le arrebataba a Shun el libro de sus manos. De la misma manera que su compañero había hecho, acerco el libro cerrado a su boca y rápidamente dijo.

–Pizarnik*, la condesa sangrienta.

Abrió el dorado libro, frente a él se encontraba el nombre de Alejandra Pizarnik sobre una exquisita ilustración de Elisabeth Bartoli*... La misma que poseía el libro que él tenia en su biblioteca, siguió pasando las páginas encontrándose con cada uno de los poemas y las ilustraciones que su ejemplar contenía... Era una copia idéntica...

–Cómo es posible...

Pronuncio.

–Me parece que se convierte exactamente en el libro que pienses, el que tú hallas querido o en el que hallas visto.

El pelirrojo miro a Shun a los ojos con completa incredulidad, para inmediatamente abrazar el libro y con toda alegría del mundo exclamar.

– ¡No tendré que gastar plata en libros por el resto de toda mi vida! –Más, una nueva idea se apodero de su mente y mirado pícaramente a Shun, le dijo–Todo lo que está escrito en este mundo...–Acerco nuevamente el libro a su boca y con aire risueño dijo. –Los números de lotería del viernes.

– ¿Qué le pediste?

Antes de que Shun pudiera continuar abrió el libro, viendo como en sus amarillentas hojas se hallaba dibujado un el cartón correspondiente a la quiniela que el siempre veía y los números que este poseía

–Ho dios mío ¡Ho, dios mío!

Exclamo con euforia, más el libro fue cerrado bruscamente frente a sus narices y quitado con toda determinación de sus manos.

–¡Shun!

Exclamo herido al tiempo que intentaba llegar nuevamente al preciado objeto, pero el joven de cabellos verdes los mantenía bien alejado, sosteniendo el libro dorado con una de sus manos y empujándolo a él con la otra.

–No es un juguete.

Le dijo con severidad, antes de volver a depositar el libro en la mesa... Dejándolo frente a los ojos vidriosos del pelirrojo, que veía como su compañero nuevamente despachaba una excelente forma de hacer dinero fácil.

–Shuny...

Pronuncio en un susurro entre lastimero y cariñoso, más la mirada verdeazulada se clavo en él como una daga, una cruel y severa daga que con total firmeza dicto su sentencia.

–No.

–Hou.

El pelirrojo dejo caer su cabeza completamente derrotado, viendo como nuevamente se iba por la alcantarilla el dinero fácil y la posibilidad de tener cualquier libro que él quisiera... Shun era malo, ERA VIL Y MALVADO. El joven de cabellos verdes ignoro completamente a su acompañante y mirando el monitor de la computadora, le dijo al libro.

–Clave de acceso.

Augusto levantó la vista al mismo tiempo que Shun abría nuevamente el libro, en las hojas amarillentas de estas rezaba tres palabras:

Tierra de nadie.

Medio incrédulo, el pelirrojo inmediatamente tecleo la clave en la computadora, la contraseña era correcta. Shun se acerco más a la pantalla y tanto él como su compañero vieron desfilar un montón de archivos y documentos, hasta que le dijo a Augusto que se detuviera en uno.

Era sobre el orfanato de Tokio, el mismo que Mitsumasa Kido y su fundición sustentaba...

–El viejo. –La suave voz de Shun salió cargada de una incontrolable Ira, podía ver la firma del hombre que había en cada uno de los certificados de sus hermanos. –El viejo usaba el orfanato para enviarle caballeros a Arles.

De repente todo tubo sentido ¿Cómo kido pudo mandarlos a entrenar por sus armaduras? ¿Cómo sus incorruptible maestro lo hubiera aceptado entrenar a alguien ajeno al Santuario?... No, ellos no eran ajenos al Santuario, el hijo de puta de kido usaba los orfanatos que su fundación tenia a lo largo del mundo para recolectar niños para Ares, para el santuario, para la guerra... El los había seleccionado para enviarlos a morir en los campos de entrenamiento, a obtener sus armaduras o morir...

–Shun...

El pelirrojo no podía ver los ojos de su compañero, pero si podía sentir como había ocurrido un brusco aumento en la presión del lugar, así como podía ver levemente fluctuar la energía eléctrica de la computadora y la lámpara.

–Shun.

El joven de cabellos verdes se trago la rabia, sin decir nada se volvió a ver la pantalla, su compañero inmediatamente siguió husmeando, era mejor que distraer a Shun con otra cosa. Tecleo un nuevo documento y de repente aparecieron casi cien actas de nacimiento. Una nueva punzada de dolor instalándose en su ya destrozado corazón, sus ojos verdeazulados veían una y otra vez el mismo nombre escrito en el lugar del padre... Augusto agradeció no entender lo que Shun había dicho en japonés, estaba seguro de que no era nada lindo, pero aun sabiendo el estado volátil de su compañero bajo más las fichas... Su curiosidad podía más y busco entre ellas la de Shun Kido.

–Shun... ¿Ikki no era tú hermano?

La rabia asesina que empezaba a carcomerle se detuvo en seco al escuchar las palabras de su compañero. Se acerco al monitor y vio que en su ficha no aparecía el nombre de Mitsumasa Kido figurando como padre. El pelirrojo abrió una nueva ventana en la cual aparecía el acta de nacimiento de Ikki, para compararla con la suya... Exactamente iguales, en las dos fichas existía el mismo nombre figurando como madre, pero distinto era el nombre del padre...

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–Buscar la verdad te deja en tierra de nadie, si tu pasado no es lo que pensabas, si las personas en quien más confiabas te han mentido... Si te han ocultado la verdad ¿Cómo reaccionar? No es humano, pero si piensa como tal... Es peligroso.

El hombre rio estridentemente ante las palabras de su joven compañera. La mujer que se escondía en las sombras de aquel suntuoso comedor lo miro sin emitir juicio alguno, sólo espero a que él le revelara las razones de su extrema confianza.

–Peligroso, sí, pero no mortal. –Le respondió, una vez calmada su risa. – Además, la verdad es la verdad ¿Saber que es sólo es su medio hermano, como todos los demás? ¿Saber que su Diosa lo sabía y nunca se lo contó? ¿Comprender que ella supo lo que su abuelo había hecho? ¿Saber que tanto Ikki como Hyoga iban a matarlos a todos por órdenes del santuario?

–Muchas molestias nos tomamos para obtener todo ello. –le respondió ella.

–Molestias necesarias; él es semejante a Santillan, no fue mío desde un principio y para poder transformarlo como es debido requiero conocer todos los detalles de su pasados. Un arma fina debe ser finamente calibrada, preparada para el combate como es debido. Lamentablemente, a sus anteriores mentores les falto fuerza, crueldad y sinceridad, pero a mi lado... A mi lado este mundo por fin gozara del guerrero que siempre ha temido.

El hombre de largos cabellos negros e impecable traje blanco dejo su copa de vino sobre la enorme mesa de vidrio. Mirando bien las cosas, no había sido una buena idea tener en su comedor aquella enorme y frágil mesa de vidrio, sobre todo sabiendo la "Clase" de compañía que mantenía en su mansión.

–Sera mejor que te retires mi princesa, en cualquier momento vendrá por sus respuestas.

–Como desee mi señor, Azrael.

La presencia de la mujer se retiro con la misma sutileza con la que había venido acompañarlo, sutileza contrastante con el estridente sonido de la puesta de su despacho estrellándose contra la pared... Una cruel sonrisa surco el rostro del hombre, podría sentir la ferocidad con la que el Shun venía a "hablar" con él.

¿Fin?

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Shun, arruinando desde tiempos inmemorial las oportunidad de hacer dinero fácil o conquistar el mundo :v. Aclaramos que esta serie no es yaoi como criaturas, ni tocara a fondo el tema de relaciones, eso es exclusivo de criaturas

El tema de hoy es: Avalanch: Tierra de nadie

¿Si tuvieras el libro de arena que harías? Yo, lectura y obviamente lotería (¬u¬)

Agradecemos los mensajes de Darkacuario, Shuny Y Tepuccihualtl-shun

A todos los lectores y espero que les haya gustado, quizás más adelante demos bocetos de quien es el padre de Shun y hay esta Muuuy jodida la cosa, porque de esa manera se explican algunas cosas de la serie, aunque no de linda manera.

*Alejandra Pizarnik,gran poeta argentina, en este caso asemos a alusión a su obra la poeta sangrienta en una edición ilustrada por Santiago Caruso, les dejo fragmento, que ala vez explica un poco Ezsebet Bathory: Una mujer de la aristocracia húngara que paso a la historia como una de las mayores asesinas seriales de la humanidad y que inspiro muchas obras de vampiros :v

En 1575, a los quince años de edad, Erzébet se casó con Ferencz Nadasdy, guerrero de extraordinario valor, Este Coeur simple nunca se entero de que la dama que despertaba en él un cierto amor mezclado de temor era un monstruo. Se le allegaba durante las treguas bélicas impregnado del olor de los caballos y de la sangre derramada–aún no habían arraigado las normas de higiene–, lo cual emocionaría activamente a la delicada Erzébet, siempre vestida con ricas telas y perfumada de lujosas esencias.

Un dia en que paseaban por los jardines del castillo, Nadasdy vio a una niña desnuda amarrada a un árbol, untada con miel, moscas y hormigas la recorrían y ella sollozaba. La condesa le explicó que la niña estaba expiando el robo de un fruto, él rió como si le hubieran contado un chiste..