Y ahí estaba él, esperando, simplemente esperando que la muerte viniera y le permitiera descansar, un líquido tibio salía de su garganta, y sabía que era su propia sangre, cayendo como una cascada a través de la herida.
Había agotado sus últimas energías dándole sus recuerdos al chico, y por última vez, había visto aquellos ojos verdes que tanto le gustaban, los ojos de Lily.
Ya había cumplido con su cometido, ahora sólo quedaba que el chico acabará con Voldemort y eso sería todo, él podía irse en paz, dejar de sentir dolor y…
-Papi-llamó una dulce voz-¿Estás despierto?
Él abrió los ojos, dejando atrás la horrible pesadilla y encontrándose con una dulce nenita que lo miraba con unos inmensos ojos oscuros, unos ojos iguales a los suyos.
-Si-respondió simplemente y llevó una mano a la cara de la niña para acariciarla.
-Mami dice que los pancakes están listos-dijo ella con una sonrisa.
-Eso dice, ¿eh?
La niña alegremente subió a la cama y empezó a dar brincos en ella.
-Levántate papi, levántate-decía entre risas-se enfriará el desayuno si no lo haces.
Severus la dejó hacer por un momento, pero luego, la atrapó en sus brazos y se levantó de la cama mientras ella lo llenaba de besos.
Él no podía más que sonreír ante tan efusiva respuesta por parte de su hija.
Una vez estuvo en el comedor, se encontró con la que consideraba la mujer más hermosa del mundo, su esposa: Lily.
-Hola papá-lo saludó ella con una cándida sonrisa.
-Lo he traído, lo he traído-decía una entusiasmada nenita.
-Eileen cariño, vas a sacarle un ojo a papá si sigues así-dijo Lily sin que la sonrisa abandonará su rostro-Ven aquí a desayunar jovencita.
Eileen se libró de los brazos de su padre y con la torpeza característica de los niños, logró subirse a una de las sillas del comedor.
-¿Y tú piensas quedarte ahí parado Sev?-dijo Lily-Ven a desayunar tú también.
Sin que se lo tuviera que repetir, él obedeció y tomó asiento junto a ella, viéndose recompensado por un dulce beso.
-Te amo Sev-le dijo ella simplemente.
-Te amo Lily-respondió y luego la besó.
-¡Ugh!-gritó una vocecita-Dejen de hacer eso, vamos a comer.
Lily rió ante el comentario de su hija, y pronto tomó asiento junto a su esposo.
La vida no podía ser más maravillosa para Severus, tenía todo lo que una vez había soñado, y adicional a eso, estaba Eileen, esa dulce nenita que ahora abarrotaba sus pancakes de miel como si no hubiera un mañana; todo su sufrimiento había quedado en el pasado, y ahora, simplemente se dedicaba a ser feliz junto a su esposa y su hija, su familia.
