Todos los personajes pertenecen a Hidekaz Himaruya sin ánimos de lucro.


Desde que te vi, supe que eras para mí. Desde ese primer día de clases, fuiste el dueño de mi corazón. ¿Cómo podría explicártelo? Sé que suena ridículo e incluso absurdo. ¿Cómo uno puede enamorarse de alguien apenas al conocerlo?

Los días transcurrieron. Nuevos profesores, nuevos compañeros, nuevas materias y una nueva sensación aflorando en mi interior.

Todo lo que yo buscaba era una excusa para hablarte. Pero ¿cómo habría de hacerlo? Así como los demás, estaba seguro de que me temías. Nunca te he culpado por sentirte de esa manera, sé que la mayoría de nuestros compañeros piensan lo mismo.

Sin embargo, un día finalmente pude hablarte. Se te habían caído los libros, ya que al parecer estabas apresurado para ingresar a las clases. Te ayudé y te llevé parte de los mismos hacia tu lugar.

Me agradeciste y me regalaste una sonrisa que yo consideré sincera. Ahí me di cuenta de que lo que sentía era real. Simplemente me desconcertaste. Me preguntaste si me encontraba bien. No fui capaz de decirte la verdad. ¿Por qué habría de hacerlo? Seguro me hubieras considerado un loco.

Te sentabas delante de todos mientras que yo estaba en el fondo. Ni siquiera estábamos lo suficientemente cerca para conversar. Desde esa lejanía te veía. Escuchaba cada pregunta que hacías con interés.

Todo lo que yo podía hacer era preguntarme cómo podías ser tan perfecto.

No tardaste en hacerte de amigos. Pronto Eduard te acompañaba a todas partes y no te imaginas cuánto le he envidiado. Porque él ocupaba la posición que me hubiera gustado obtener. Espero que al menos, él siempre estuviese a tu lado cuando lo necesitaras. Porque yo lo hubiese estado.

Sé que nunca te interesé. Sé que siempre me has considerado un compañero más. Sé que nunca seré el que ocupa tus sueños, el que te hace desvelar hasta altas horas de la noche.

Pasaron meses. Nunca intercambiamos más que unas cuantas palabras. Si hay algo que odio de mí mismo, es mi inseguridad. Quise ser tu amigo pero no pude. Me encandilabas, me dejabas sin palabras. No quería sonar como imbécil. Quería resultar interesante para ti, pero nunca supe la manera. Estoy seguro de que te aburrías cada vez que te hablaba.

Y ahora, a fin de año, nos separamos. La tan ansiada graduación llegó.

Todos están tan contentos por finalmente salir del colegio y empezar a la universidad.

Finalmente me animé a decírtelo y aún no estoy seguro de que sentir. Sé que quizás debí hacerlo antes pero era mi última oportunidad. Tal vez algún día lo comprendas.

"Gracias, Berwald. Me siento muy halagado." Me respondiste.

El corazón se me contrajo en ese instante.

"Pero apenas nos conocemos. Estoy seguro de que harás muy feliz a alguien en el futuro" Me volviste a regalar esa sonrisa y te diste la vuelta.

Me quedé sin aire por unos cuantos segundos. Sabía que esa sería tu respuesta. Entonces, ¿por qué me duele tanto el pecho?


¡Gracias por leer!