Sentir… ¿Sentir… que?

No, no podía sentir nada, solo el dolor lacerante de un corazón herido y moribundo. No, el lugar que se suponía debía ocupar mi corazón estaba vacío, era un hueco oscuro como un agujero negro que absorbía toda la luz que osaba acercarse a él…

No, sin duda debía estar muerta, y ese era el castigo por amar a un ser tan despreciable…

Pero… si estaba muerta… ¿El dolor no debería haber cesado ya?

En lugar de ello, el dolor aumentaba con cada segundo que transcurría, más rápido, más profundo más letal.

Su rostro, un rostro que me esforzaba por borrar, un rostro que me hería con solo verlo, un rostro que anhelaba ver por encima de todo, un rostro… El rostro del ser al que más amaba en el mundo se aparecía ante mí con una sonrisa en los labios, burlándose de mí, de mi dolor, mientras la abrazaba a ella y le juraba amor eterno…

.

¡YA BASTA! Gritaba con todas mis fuerzas, pero mi voz no abandonaba mi garganta. Ni siquiera podría haber emitido el más mínimo susurro de haberlo querido, pues mi cuerpo aún estaba frío como el hielo del monstruo que poco antes había destruido para salvarla… a ella. Su esposa. Esa mujer debería estar muerta desde hacía más de ocho años, pero como siempre hay un componente de la familia Charming dispuesto a destruir mi felicidad. Esta vez le había tocado a la idiota de Emma Swan, que con su complejo de Salvadora decidió durante su excursioncita al pasado que esa mujer merecía vivir por haber querido proteger a su querida madre, BoladeNieves… Y encima de todo, tenía el descaro de estar allí, tras la puerta de mi despacho diciéndome que no había sido su intención, que ella solo quería salvar una vida… ¿Acaso ver tantas películas sobre regresos al pasado no le habían enseñado nada a esa rubia? ¡No debes cambiar nada! ¡El más mínimo cambio en el pasado puede desatar grandes catástrofes en el presente!

Allí, sentada abrazándome las rodillas como una niña, lloraba por mi destino. Un destino que se repetía como un bucle infinito. Cada vez encontraba a alguien a quien amar sin reservas me era arrebatado por una de ellas. Si no era la madre, era la hija… Y luego se preguntaban de donde venía mi fijación por hacerlas sufrir indecibles torturas…

Ignoré a Swan y sus palabras vacías, por muy supuestamente bienintencionadas que fueran, y me volqué en aquello que nuca me había fallado. Mi magia.

Conseguiría mi final feliz, costase lo que costase.

Lo primero era encontrar al escritorzuelo para que nos escribiese nuestros finales felices a los malvados… y después ya vería la forma de hacerle pagar a esa rubia impertinente por sus actos…