¿Es normal vivir en un santuario para alabar a un dios?
Extraño. Soy hija de una mujer que es descendiente de la gran diosa del mar y mi padre un simple civil con el que se casó. Y nací yo: una niña con extraños poderes de controlar más o menos el agua.
Podría decir que vivir encerrada en este lugar me harta. Mamá me dice a menudo que lo hace por mi bien, pero no veía nada de malo en mí. Quería explorar el pequeño pueblo de Iwatobi ¿por qué mi casa estaba en un gran camino al final de subir las escaleras? Ah si, los templos tienen ese tipo de camino, según mamá.
Papá, como apoyo, siempre le decía que podía ir a una escuela como toda una personal normal. Y siempre, mamá decía "no".
No sabía el porqué aislarme aquí y salir a correr como aquellos niños que veía subir y bajar de vez en cuando donde los podía ver en un agujero de la casa; hasta que me vi en el espejo y mi cabello era de color castaño con la mitad de azul azabache.
Sí, iba a ser un poco extraña.
No me hacia falta nada, los estudios de primaria y secundaria era lo que más me inundaba la mente aparte de practicar los gosyuin en los talismanes y el maldito pincel que se ponía en mi contra.
Como decía mamá: era excelente alumna en todas las materias. Mentira, las matemáticas era lo peor de la vida.
Pero desde el fondo quería salir, no importaba si me discriminan por lo rara que me veía.
Una moneda.
Cuando me alertó ese sonido salí corriendo a asomarme por el pequeño agujero de la paredes que daba la vista hacia el sainboku.
Dos palmadas.
Noté una cabellera negra con rasgos azul azabache inclinada a la figura espiritual de la diosa del mar.
Mi pecho daba una señal de no quererme apartar de ahí, el chico mostraba una mirada sería y como siempre leí su deseo:
"Quiero que acabe el invierno para nadar"
Fue la primera vez que escuchaba algo como eso, hoy que es año nuevo he recibido otros deseos: lluvias para las cosechas, utilizar los poderes para quitar los contaminantes, entre otras cosas que anotaba en mi libreta como práctica.
Por fin pude ver sus ojos: un color azul marino que, al ponerles atención, te quedabas petrificado como si quisieras meterte en sus pensamientos y calmar la curiosidad.
Ese niño se fue con la misma expresión, pero después volteó hacia mi dirección y aparté la vista.
¿Me habrá visto?
Regresé mis ojos castaños hacia afuera y como pensé, se había ido.
Solté un suspiro de alivio aunque no quitaba mi interés sobre él. Anoté en mi libreta ese deseo y en poco tiempo se lo enseñe a mamá poniendo la misma expresión que yo.
Pasaron los años estando encerrada y en cada año nuevo no faltaba su visita de aquel muchacho tan peculiar.
"Quiero que acabe el invierno para nadar"
Eso era lo único que pedía. Extraño.
No sólo era mi familia que estaba en este santuario representando a la diosa del mar, estaban los otros dioses como el del viento, la luna, el bosque, y la familia que esta al pico: Amaterasu, la diosa del Sol.
Sus descendientes de hoy convivimos como amigos. Les tengo un poco de envidia ya que ellos si son puros mientras que yo soy mitad humana y mitad deidad.
No quiere decir que odie a mi padre, es todo lo contrario, lo quería mucho al igual que mamá, pero ella esta más obsesionada con que me convierta en la mejor deidad como los otros chicos.
Quién la ordena a ser descendiente de la diosa...
Papa nos tuvo que dejar de una manera cruel: lo mataron frente a mis ojos.
Por eso, siempre que ese chico llega cada año nuevo me daba una sensación de tranquilidad olvidándome de todo.
¿Quién es? ¿Por qué tanto deseo de estar en el agua?
Con trece de edad para terminar el siguiente año, él no vino.
Pasaban personas adultas, jóvenes, niños, pero ningún rastro de él.
¿Qué habrá pasado?
Tenía ganas de verlo, sentía un sentimiento extraño en mi pecho que provocaba un sonrojo cuando se me venía a la mente su rostro.
—Ya veo, estás enamorada. Siendo aún pequeña me vienes con eso—confirmó mi madre con una sonrisa burlona.
Abrí mis ojos ante esa oración.
—¿Qué? Pero...
—Sabia que ese chico Ryu tenia otras intenciones. Pero me alegro por ti querida.
Es que exactamente Ryu no era el que me provocaba eso y menos aquel sentimiento, era ese niño raro.
Pasó otro año sin su deseo, con un total de diez en mi libreta. Ahora tengo diecisiete.
Mi libertad es en un año.
Soy Milia Mizu, hija de la descendiente de la diosa del mar.
O algo así.
