Vegeta haciendo una tortilla de patatas

No me preguntes porqué he escrito ésto, porque ni yo misma lo sé. Posdata: no recuerdo bien como se hace una tortilla XDDDDDDD

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Vegeta acababa de terminar de entrenar en su amada cámara de gravedad. Una buena ducha había relajado sus músculos tensos y agotados después de una sesión a altas presiones. Intentó detectar el ki de su mujer y de su mocoso. Para su fortuna, no estaban en casa ni ellos ni sus suegros.

Entró en la cocina y vio que no había comida sobre la mesa. Ni tan siquiera fría. Había un invento en la tierra llamado microondas capaz de darle calor a toda comida fría aunque desde primera mano sabía que no debía hacerlo con el pan a menos que lo quisiere chicloso y tremendamente dúctil.

Abrió la nevera y no encontró nada. Vacía. "Esto es el colmo". Abre los cajones de la parte inferior buscando verduras encontrándose un par de tristes zanahorias que no le apetecía comer a palo seco. Al cerrar el cajón pudo observar que en el suelo había un post-it que, aparentemente, había sido pegado a la nevera pero había caído porque, como todo el mundo sabe, tiene un pegamento menos eficaz que emplear saliva. "Joven Vegeta, le he dejado en el horno los ingredientes que debes usar para hacer una tortilla, sé lo mucho que le gusta ese plato y espero que sepa reproducir la receta tal y como le dije. Besos, tu suegra".

Por un momento, Vegeta se puso pálido. Cebollas. Huevo. Patatas. No recordaba más de esa receta y mucho menos cómo llevarla a cabo. Su mente sayán no estaba para ser la cocinera de nadie, ni siquiera de él mismo. Además, normalmente, solía ignorar por completo a su suegra.

Por una parte maldijo haberse acostumbrado a la comida de aquella casa porque en sus viajes espaciales siempre fue capaz de comer cualquier cosa que se moviese y no fuese venenosa.

Abrió el horno y sacó los ingredientes. "Maldición, ¡ni siquiera están preparados!".

Con sus uñas pudo pelar las patatas. Entonces recordó que se podía hacer con un cuchillo. Lo recordó cuando vio la cebolla. Cortó las patatas en láminas y las puso a freír en una de las sartenes a las que añadiría poco después la cebolla. Lloró cuando la cortó y cuando se hizo un finísimo corte, ¡ésas eran las peores heridas! Luego añadió el huevo y dejó que se hiciese todo.

Espero un rato y le dio la vuelta a la comida, ensuciando los hornillos.

No sabía sí lo estaba haciendo bien, pero al parecer a Bulma le gustó. "Maldita oportunista".