"Tan fuerte pero tan débil. Así es el lazo que nos une. Eres mi hermana, sí, pero entonces ¿por qué lo único que deseo ahora mismo es besarte?"
Hansel avanzó por el bosque con la escopeta en las manos. Mente fría. Dominio total. Su hermana, como siempre, en la retaguardia vigilando. Un solo fallo y acaban muertos. No le temía a la muerte, era una vieja amiga que llevaba a su lado mucho tiempo, sólo temía el hecho de fallar a su hermana. Ella era lo único que hacía que mantuviera la cordura. En un mundo donde él se ahogaba en una jarra de cerveza, ella era la cordura que le obligaba a volver a casa. Él era el bromista y ella la seria. Él no tenía escrúpulos a la hora de hacer que mataran a alguien, ella no podía ver morir a un inocente. Eran tan diferentes. Como hielo y fuego.
De pronto, un ruido. Una oportunidad de ataque. Y comenzó la acción. Corrió tras la bruja haciendo que llegara al punto donde Gretel estaba. Adrenalina fluyendo por sus venas, invencible. Le pegó un tiro a sus pies para que corriera más rápido. Y así, cayó cuan larga era gracias al arma de su melliza. Él se acercó corriendo y, con una sonrisa, asestó el golpe final.
Una vez más, le había ganado a la muerte.
La noche era fría, pero no tan fría como sus ánimos. Habían matado a una bruja, sí, pero no había logrado salvar a los niños. Y eso era algo que odiaban. Hansel observó a su hermana mirar pensativamente a la comida. Ella no estaba bien. No hacía falta que ella se lo dijera, él lo sabía. Era difícil que no se diera cuenta, durante toda su vida ella fue la única cosa estable. Lo único, que a ciencia cierta, sabía. Se sabía sus rasgos, sus risas y sus enfados. Sus lágrimas y sus victorias. Ella era su musa, su diosa y su religión. Su cuerpo, su templo. Aunque fueran diferentes, había algo en ella que le ataba definitivamente. Quizás fueran antítesis encerradas en un mismo cuerpo dividido en dos. Como hielo y fuego.
Hansel sabía que había algo malo en él. Quizás el Señor se había equivocado a la hora de colocar las almas. O quizás fuera un castigo ante semejantes crímenes que cometió. Eso se sentía como un castigo divino. Un amor prohibido. Un amor no correspondido. Una sensación de desgarramiento cada vez que ella besaba a otro hombre. La ilusión rota de imaginarse de que es ella con quien yace al hacer el amor con otras. Su ciega desesperación cuando una bruja la daña. El miedo a quedarse solo. La única cosa que había en él era una cosa mala. O no. Porque el amor no es malo. Pero sí cuando es tu gemela quien lo recibe.
