Fuiste sutil,
sumamente sutil,
pero también fuiste obvia,
exageradamente obvia.

Si aclamaste por mi amor
ellos te oían, yo
ni te escuchaba.
Si me hablaste de pasión,
ellos te sentían,
yo ni te tocaba.
Y si querías atención,
ellos lo sabían, y
yo ni te observaba.

¿Algo estaba mal en tí
o mal en mí?
¿Cómo amaste a alguien
que no siente como tú?
¿Cómo amaste a alguien
que no ama como tú?
¿Merezco quedarme en tu cielo o un en páramo
próximo a la indiferencia a lo que denominamos
el infierno?

No tengo esas respuestas
y francamente no lo sé.
No sé cómo, no te vi.
Ni cómo no aprecie tu cabello negro
al compás del viento.
¿Cómo no toqué ese corazón
antes de que se te saliera del pecho?
¿Cómo no llegue antes para verte reír
sin ningún hecho?

Habría que ser ciego
para no mirarte,
habría que ser sordo
para no escucharte,
habría que ser mudo para ni siquiera hablarte
y habría que nacer necio
para no dejar de idealizarte.

Tú estás en mí
y en mi beso que esperó
y regresó triturado a casa
en el verano.
Tú estás en mí,
y en mis toques inexpertos
y ya atrofiados
que anhelaron tus toques
del otoño.
Estás en cada hálito mío por tus cavilaciones,
los que nunca desaparecen de mí
ni en el más cruel
y prepotente invierno,
ni por tus mil y un millón de razones.

Ahora quede de rodillas,
pero tú no estás,
no estás conectada a mi espacio
y si tú no estás
yo mucho menos.
Y si lo estoy no quiero estarlo más
porque ni siquiera me vas a buscar
y aunque no lo hicieras,
yo te buscaría.

Se me caerá el cielo
y lo recompondré.
Me quemará el fuego
y por tí lo apagaré.
Se me clavaran tus espinas en las manos
y aún así te sostendré.
Queme, llueva, nieve o truene.

Dónde sea que estés
y dondequiera que vayas,
te llevaré todas las flores brotadas de mi jardín.
Están hartas de mí
y de mis lamentos.
Cansadas de que les hable de ti
y tu belleza.
Exasperadas de ser ahogadas con mis lágrimas y no
de tu fortaleza.

Tómalas tú,
llévatelas a todas.
Quédate con las orquídeas envidiosas
que no conocen la gracia
ni la felicidad.
Con las margaritas apagadas
que no me sonríen ni por hipocresía o amabilidad.
Con las azucenas fúnebres
que se retuercen de nuestra incompatibilidad.

Como ellas perdieron todo
todo lo perdí yo.
Como ellas cumplirán mis sueños
contigo a su lado,
las estaré esperando yo.
Si es que regresan hoy,
o si es que regresan para mañana.
Si el pronóstico es su retorno a mis días de sol
o mis noches de tempestad.
Si son en la tarde de contrariedad
o en cada madrugada
del arrepentimiento.

Regresa y perdóname
o al menos
bésame una vez,
es lo único que te pido.
Bésame irritado,
bésame feliz o
bésame enojado.
Pero bésame y saborea de estos labios,
estos besos humillados.