Los personajes no me pertenecen, estos son parte del mundo fantástico creado por Toriyama, Dragon Ball. La trama en sí tampoco me pertenece, es parte de "En llamas" continuación de los Juegos del Hambre creados por la genia Suzanne Collins. Sin embargo, todo lo que no se pueda reconocer pertenece a mi autoria.
Summary: Los Juegos del Poder número 99 habían terminado, pero nunca terminarían para Chichi y Goku. Todo había sido parte del destino, desde el momento en el que ambos se ofrecieron como voluntarios, y aunque ellos no lo supieran eran una pieza fundamental del plan escrito en el momento en que ambos nacieron./ Continuación "Los juegos del poder" A.U
Word: 5,003 sin contar comentarios de autor.
PP: Chichi/Goku. PS: Bulma/Vegeta, Ten/Lunch, 18/Krillin.
UNIVERSO ALTERNO.
La Profecía.
Capítulo I: "La visita"
Prefacio.
Dieciséis años atrás.
—No hay tiempo…
Su voz resonó por toda la habitación, el hombre sentado encima de aquel trono lo miró directamente a los ojos. Podía notar la irritación en su mirada y algo más que no fue capaz de entender.
—Al menos —susurró un hombre que se encontraba a un costado izquierdo del sujeto del trono—, su hijo ya se encuentra lejos de aquí.
El otro hombre, quien habló primero en el lugar, miró fijamente al rey, esperando quizás que le diga qué era lo que debían hacer, aunque no quedara tiempo, no creía que él se quedase en su trono de brazos cruzados, esperando su muerte.
Entonces el rey pegó su mirada en él y ambos se observaron fijamente, como si uno esperase leer los pensamientos del otro.
—¿Moriremos?, ¿todos?, ¿sin más? —preguntó el rey al hombre de cabellos tan oscuros como la tinta.
Bardock asintió con lentitud.
—Nos han traicionado y en menos de un minuto todo se volverá ceniza —aseguró—, no hay tiempo para salvar a nadie —su mirada oscura se frunció y luego soltó con una voz neutra—. Excepto aquellos que no se encuentren en la nación, ellos son la salvación —dijo—, ellos salvarán y vengarán nuestra extinción.
—¿Quiénes ellos? —cuestionó el rey, interesado.
—Inocentes —respondió—. Inocentes corrompidos.
—Entonces —una media sonrisa apareció en su rostro inexpresivo—, espero que tus predicciones se cumplan.
—Es la profecía, rey Vegeta.
El rey de la raza Sayayin asintió conforme con eso. No le gustaba la idea de que otros fuesen los que vengaran a su raza, pero sin embargo, sabía sin siquiera tener el don de Bardock, que su hijo sería uno de los que vengarían su extinción.
Y la explosión comenzó.
*.*.*.*
Actualidad.
Rojo.
Lo único que lograba divisar por todo el lugar era aquel rojo brillante. Y aquel olor, aquel olor a sangre que penetraba por sus fosas nasales y se impregnaba en todos su ser.
Al lugar en donde observase había sangre salpicada, la habitación estaba llena de aquello y ella se sentía ahogada, lo único que quería era salir, pero no encontraba ninguna salida.
"Sabes lo que hiciste".
Y aquella voz.
Aquella voz que le hablaba todo el tiempo detrás de la oreja y no la dejaba pensar con claridad.
Entonces, como siempre, lo vio, justo en frente de ella.
Su cuerpo sin vida, tirado en el suelo justo encima de su propia sangre.
Sus piernas tiritaron y sin poder evitarlo cayó al suelo.
"¿Lo recuerdas ahora?".
Gritó, porque sabía que era lo único que podía hacer, gritó hasta que se quedó sin voz.
"Tú mataste gente".
Ella asintió, tirada en el suelo, llorando desconsoladamente sin voz.
"Y ellos ahora te matarán a ti".
Sabía entonces qué vendría después, las imágenes, como un álbum de fotografías se cruzarían por su cabeza. Todos aquellos a quienes mató en los Juegos. Todos aquellos inocentes.
Entonces, abrió sus ojos y miró el cuerpo sin vida de Goku. Se levantó, dispuesta a ir a su lado y estuvo a punto de colocarse de pie cuando se dio cuenta de que una figura más grande y más maciza se encontraba de pie junto al cuerpo sin vida del pelinegro. Era la figura idéntica que la del chico.
—Tú lo mataste —susurró la figura—, tú.
Chichi se miró las manos entonces y se las vio llenas de sangre.
Ella había sido su asesina.
—¡Chichi!
La pelinegra despertó, se encontraba completamente sudada y sentía cada uno de sus músculos contraídos, tenía toda su cara mojada debido a las lágrimas y sus labios se encontraban temblando. Mariem la sostenía entre sus brazos, dando a entender que tuvo que zamarrearla con fuerzas para hacerla despertar. Sus ojos oscuros se pegaron en el rostro de su Nana.
—Lo siento —dijo con suavidad, un poco más atrás, bajo el umbral de la puerta de su nueva habitación se encontraban los mellizos, mirándola ambos angustiados.
—¿Otra pesadilla? —preguntó la mujer acariciando con suavidad sus brazos, como si le estuviese infundiendo calor.
Chichi sacudió su cabeza afirmativamente.
Mariem chasqueó la lengua y la estrujó en un abrazo reconfortante.
La pelinegra sabía que después de haber participado en los Juegos del Poder su vida no iba a volver a ser la misma que antes, sin embargo, cada noche, cada maldita noche tenía al menos dos pesadillas que atormentaban sus sueños.
Haber participado en los juegos había sido un trauma que sabía que le quedaría en su cabeza de por vida. Sobre todo, porque tal y como decía la voz en su cabeza que casi siempre le hablaba en las pesadillas, ella mató a chicos inocentes. Con aquella mujer que había dado fin a la joven vida de Wallece —sintió un ligero temblor sacudirle su cuerpo—, y al chico que intentó asesinar a Goku con las lanzas. Se merecía todo, las pesadillas, el inconstante temor que la hacía saltar cada vez que algo la tomaba por sorpresa y el hecho de que no podía dormir con las luces apagadas.
Porque ella era una asesina.
Aunque Mariem siempre le recordase que era lo que "debía hacer", pero realmente, ¿no había otra escapatoria? Alguna como la que tomó Goku. Él, al menos, debía tener la conciencia limpia.
Sintió como le ardía la boca de su estómago al pensar en el chico de cabellos alborotados.
—¿Quieres desayunar? —preguntó entonces su nana, mirándola con preocupación.
Sabía que no solo a ella le había cambiado la vida, sino que también a toda su familia, a su madre adoptiva y sus hermanos. No solo superficialmente, si bien ahora tenían dinero para derrochar, una casa gigante con habitaciones de sobra y comida para regocijarse, los tres vivían con el trauma de Chichi de haber participado en tan crueles juegos.
—No tengo hambre —murmuró la chica con una suave sonrisa en sus labios—, pero iré a bañarme y luego bajaré.
La mujer torció una sonrisa y asintió.
Cuando se vio sola, nuevamente en la habitación se encaminó hacía el baño para darse una larga ducha. Se desnudó con tranquilidad, tarareando una melodía que había escuchado tararear a su madre hace mucho tiempo. Se metió a la tina y dejó que el agua escurriera por todo su cuerpo.
Cada vez que cerraba los ojos debía tener su mente cien por ciento concentraba en cualquier cosa para no pensar en los juegos, ni en Goku. Suspiró.
Hace tres meses exactamente que habían vuelto a la Octava región, su hogar, aunque ya no vivía ninguno de los dos en las pequeñas casitas en las que vivían antes, ahora eran vecinos —junto con Roshi— en la aldea de la Victoria, sin embargo, aunque eran vecinos hace más de un mes que no veía al chico de cabellos alborotados. Sintió un peso dentro de ella y pensó que realmente era inevitable no pensar en él. Suspiró.
Su relación con Goku luego de volver a la Octava se había vuelto completamente nula. Él parecía querer ignorarla en cada momento y ella no hacía nada para llamar su atención tampoco, estaba molesta, no podía negárselo, ¿Goku había fingido todo el tiempo? No era como si realmente ella debía de molestarse con él, pues, su plan desde un principio fue mostrar acercamientos con él para salir de la Arena con vida, así que teóricamente ella también fingió todo el tiempo, al menos, es lo que quería hacerse creer. Sabía que estaba dispuesta a morir ahí en la Arena si es que no salía con Goku, y también —se sonrojó al recordarlo—, añoraba volver a sentir el calor de su cuerpo cerca del de ella.
Al salir de la ducha se envolvió en una toalla y se acercó a su habitación, tomó su vestimenta de siempre, unos pantalones suelos grises y un vestido chino de color amarillo, se colocó una cinta en medio y se la amarró, luego cepilló sus cabellos y se hizo una cola baja como siempre, pensó en lo descuidado que estaba ahora que Bulma no se lo cepillaba y la extrañó considerablemente, ¿cómo estaría ella? Un frío intenso recorrió su cuerpo al pensar en que la Central podía tomar represalias y ella al ser su persona más cercana en la Central, sería la primera en caer.
Sacudió su cabeza e intentó no pensar en ello.
La puerta detrás de ella se abrió y dio un brinco chocando con su tocador, botando los mil y un frascos que le había enviado Bulma hace un mes atrás.
—Mierda, Phea, me asustaste —masculló Chichi girándose nuevamente para recoger los frascos.
—Lo siento —susurró la niña con su voz infantil, entró a la habitación a pasos cautelosos y movió su cuerpo de un lado a otro con suavidad.
Chichi se giró para mirarla fijamente.
—¿Sucede algo? —preguntó.
La niña sacudió su cabeza ligeramente de un lado hacia otro, negativamente, sus rizos cobrizos se movieron al compás de su rostro.
La pelinegra la miró con intensidad y luego, caminó hacia donde estaba ella, se sentó en su cama y la miró fijamente.
—Anda, sabes que puedes contarme todo —le dijo con suavidad.
Después del asesinato de su padre, Chichi se había vuelto una persona completamente dura y fría, era por eso que no tenía amigos en su región y que no le importaba acercarse a nadie, odiaba encariñarse a las personas sobre todo por la época en la que vivía, sabía que en cualquier momento los de la Central podían arrebatarle nuevamente a un ser querido, tal y como le arrebataron a su padre aquel fatídico día.
Pero no podía ser fría ni distante ni con Phea ni con Davie, ambos chiquillos había tocado su fibra más sensible y se habían incrustado en una parte de su corazón en el que sería imposible sacar.
—Te irás —murmuró la chiquilla con suavidad y sus ojos azules lagrimearon levemente—, nuevamente.
Chichi chasqueó la lengua y atrapó a la pequeña niña entre sus brazos, la acercó a su cuerpo y la estrujó con suavidad, besó su coronilla.
—Hey —dijo con suavidad acariciando sus suaves cabellos cobrizos—, está bien, estaré bien —aseguró—, es solo una gira por el país, será un mes, no más, lo prometo, y después de eso te prometo que no volveré a irme otra vez.
—¿De verdad? —preguntó la chiquilla mirándola fijamente a los ojos.
Chichi sonrió con suavidad.
—De verdad.
*.*.*.*
Si hubiese sido por Goku no hubiese vuelto a pisar aquella horrible aldea Victoria.
Se había ido a entrenar, ¿cuánto tiempo fue? Siquiera lo recordaba, cuando Goku entrenaba no había nada que lo lograse distraer. Pero el tiempo de entrenamiento se había acabado, debía volver a la realidad, aquel día en la noche debía tomar el tren de los Vencedores y hacer la gira de la Victoria junto con ella.
Sus ojos oscuros se pasearon por las casas que habían en la aldea y se pegaron en la que estaba justo frente de la suya, ¿estaría ella ahí? Sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral y entonces caminando más rápido que antes se acercó a su casa para entrar por la puerta sin ser visto por nadie.
No era como si estuviese evitándola…Más bien, sí lo hacía, pero no podía soportar estar junto con ella en un mismo cuarto sintiendo como todo el ambiente se volvía tenso. Todo había sido un plan creado por ella y Roshi. Todo siempre había sido una mentira, un invento para salir con vida de los juegos.
Pero eso no era lo que le molestaba en absoluto, él sabía que de haber sabido antes que todo era un engaño de igual manera se hubiese intentando sacrificar por la chica una y mil veces. Aun así, no creía que ella hubiese actuado bien. Y él tampoco.
Y todo se complicaba ahora que estaban afuera.
Y le hacía sentirse tenso y otras sensaciones que no sabía cómo explicar.
Chichi le incomodaba tremendamente por lo que causaba en él internamente.
Siempre lo había hecho en realidad.
Siempre había llamado su atención, desde pequeños, pero nunca se acercó a ella por eso mismo, porque no sabía cómo actuar. Y ahora que había pasado tanto con ella, seguía sin saber qué hacer en su presencia, y parecía ella tan enfadada con él. ¡Si incluso era él quien debía estar enfadado por haberle hecho creer en un engaño!
Suspiró.
Que todos los dioses lo perdonarse por pensar aquello, pero realmente prefería cómo era su relación con ella dentro de la Arena, aunque todo era actuado, se sentía más cómodo.
—¡Goku! —el grito de Krillin desde el pasillo le hizo sobresaltarse en su puesta y tirar una patada al frente con rapidez.
El muchacho de porte bajo y calvicie se alcanzó a agachar por poco para esquivar el ataque de Goku.
—He-Hey —tartamudeó su mejor amigo nervioso—, soy yo.
El moreno relajó los hombros que antes sin haberse dado cuenta había tensado y soltó un suspiro de alivio.
Krillin era la persona que mejor conocía a Goku y debía admitir que los Juegos del Poder lo habían cambiado drásticamente, sabía que aquello pasaría pero le era aun así extraño ver al Goku de ahora, tan alerta siempre, desconfiado, incluso el muchacho notó (en lo que convivió con el pelinegro antes de que este se fuese a entrenar lejos) que su mejor amigo dormía con un báculo debajo de su cama, lo que le parecía algo extraño pero que sin embargo nunca quiso sacar el tema a colación.
—Me alegro que hayas vuelto —dijo entonces su amigo, por supuesto no hablaría de la reacción tan poco normal de él, así que como siempre hacía cambiaba drásticamente el tema a uno nuevo para que el muchacho se distrajese, después de todo, Goku era experto en distraerse.
—Sí yo también —sonrió el chico.
Krillin debía admitir que por mucho que Goku hubiese cambiado, él siempre mantendría aquella sonrisa tan amistosa.
—Aunque no para quedarme —agregó el chico, el calvo suspiró.
—Lo sé —comentó—, ¿a qué hora comienza la famosa gira?
El pelinegro lo miró y luego de pensarlo un rato para recordarlo respondió con voz tensa.
—A las 10 de la noche saldremos de aquí y a las 8 llegará el equipo de preparación.
—¿Los famosos Vegeta y Bulma? —preguntó entonces Krillin enarcando una ceja.
Goku asintió sin borrar la sonrisa de sus labios.
Debía admitir (y aunque sabía que él no le agradase a Vegeta) él les había tomado real cariño a ambos.
—¿Y estás listo para ver a la linda Chichi? —preguntó entonces el chiquillo mirándolo con insinuación.
El moreno borró entonces su sonrisa y carraspeó.
—¿Hay algo para comer, Krillin? —desvió el tema—, ¡realmente muero de hambre!
Krillin asintió, un tanto confundido por el evidente cambio de tono en su mejor amigo, suspiró y se giró para caminar junto con su mejor amigo a la cocina.
Sin duda, por muchos juegos que pasasen Goku seguiría siendo el mismo chiquillo infantil de siempre.
*.*.*.*
El aire frío acarició sus mejillas. Estaba comenzando la temporada de invierno y ya se notaban los cambios en la temperatura.
Pero todo estaba tan tranquilo en ese lugar que no le importaba tener que soportar el frío viento enredarse entre sus lacios cabellos. Desde que volvió de los juegos el bosque era su única vía de escape a la realidad, nunca creyó que se sentiría tan cómoda en aquel lugar en vez de en su casa con la familia Long. Sobre todo porque la Arena fue un bosque, parecido a aquel, pero tan diferente a la vez.
Suspiró con suavidad y luego miró detrás de ella.
Debía volver, el sol se encontraba en su punto en el que pronto comenzaría a caer.
Y ella debía estar en casa antes de las nueve para recibir tanto a Bulma como a Vegeta y quizás a algunos ayudantes de la peliceleste para hacerla lucir presentable al público.
Se ledvantó y se dirigió de vuelta a su casa. Sabía que tanto Vegeta como Bulma pasarían primero a la casa de Goku para arreglarlo y luego a la suya.
Suspiró.
Pasó por la falsa cerca eléctrica y se dirigió a su casa a pasos tranquilo, no debían ser ni las cincos y tenía todo el tiempo del mundo para llegar.
Caminó con cuidado, sintiéndose observada por varios pobladores del lugar, era obvio que luego de haber ganado sería el centro de atención e incluso sintió nauseas cuando una niña bastante pequeña le pidió su autógrafo un día que salió tanto con Davie como con Phea a comprar al mercado.
Se limpió los pies al entrar a su casa y apenas cerró la puerta supo que algo extraño estaba ocurriendo.
Se encontraban dos guardias de la Central en el pasillo, como custodiando la escalera de su domicilio. Frunció el ceño.
—¡Chichi! —salió Mariem a saludarla con una sonrisa tan estirada en su rostro que le causó extrañeza—, ya volviste de tu paseo.
La chica fingió también una sonrisa y asintió levemente.
—¿Dónde están los niños? —preguntó sin borrar la sonrisa, aunque en sus ojos se podía distinguir el pánico creciendo desde la boca de su estómago.
Mariem pareció restarle importancia a su pregunta.
—Están en la cocina comiendo, pero no te preocupes por eso, ya comerás tu —dijo y luego le ayudó a quitarse su chaqueta—. Tienes visitas, te están esperando en el cuarto que dejamos de escritorio.
Chichi frunció el gesto.
—¿Quién? —preguntó.
Mariem amplió su sonrisa aun más y a Chichi le pareció más bien un gesto aterrador que uno cariñoso.
—El Doctor Gero, el presidente.
El alma de Chichi se fue a los pies, sin embargo, supo muy bien disimularla y sonriendo a los guardias que estaban de pie en las escaleras subió corriendo para llegar a la habitación, en donde se encontraba otro guarda espalda, aquel que tenía su cabeza rapada por los lados y se dejaban ver diversos cabellos pelirrojos en la parte superior, era el mismo que tenía en sus manos su cheque y la llave de aquella casa en la ceremonia de premiación.
Le sonrió suavemente y para su sorpresa él le devolvió la sonrisa con suavidad y abrió la puerta.
La habitación se encontraba completamente fría a diferencia del resto de la casa, y ahí, en medio de la habitación, sentado en el escritorio se encontraba el presidente, el Doctor Gero.
Tragó saliva con pesadez y dio un ligero brinco cuando la puerta tras de sí se cerró.
Avanzó a pasos cautelosos al centro de la sala y cuando al fin llegó al otro lado del escritorio se sentó, frente de él, ambos mirándose fijamente, sus ojos blancos y fríos la miraban con escudriño, la estudiaba, cada facción de su rostro, cada gesto, incluso parecía estudiar cada hebra de su pelo.
—La mujer que te cuida es bastante amable —habló entonces él, rompiendo con el tenso silencio, bebió un sorbo de la taza que tenía delante de él y luego de saborear su contenido tragó con suavidad—, me dio una taza de café y un par de pastelitos. Amable, muy amable.
Chichi lo miró fijamente, sin perderse ninguno de los movimientos que realizaba el presidente frente de él. Asintió.
—Lo es —respondió con cautela, no sabiendo bien qué decir.
Él asintió lentamente, como si saborease cada una de las palabras dicha por la chica. Chichi tenía terror, sabía que cualquier falta tendría una consecuencia. Pensó en Goku y un miedo irracional se apoderó de ella, ¿le habría ido a visitar también a él?
—Discúlpeme, presidente —dijo entonces controlando su voz para que no le saliese temblorosa—, no quiero sonar descortés, pero, dudo mucho que su visita se deba a que viene a desearme suerte en mi gira.
Entonces él soltó una risilla, una risilla que no movió siquiera un músculo de su arrugado rostro, a Chichi le dieron nauseas.
—No te equivocas, señorita Chichi —contestó deteniendo de improviso su risa rasposa—, vengo más bien a darle una… Advertencia.
Los bellos de todo su cuerpo se colocaron de punta.
El hombre se inclinó levemente hacia adelante, sus cabellos blancos y largos no se movieron siquiera de su lugar, se mantenían quedando detrás de sus hombros como si estuviesen pegados ahí.
—La paz es una cosa maravillosa, ¿no lo cree? —preguntó, Chichi no contestó, pero él no pareció esperarlo tampoco, ya que prosiguió—, una cosa hermosa, pero tan, tan frágil —dijo y la miró fijamente a los ojos—. ¿Fue acaso su intención romper en algún momento con esa paz, señorita Chichi?
La chica negó rápidamente con su cabeza.
—No —dijo y la voz le salió ahogada.
—El comandante de los juegos cometió un gravísimo error que no solo le costó su empleo —comentó y Chichi se imaginó el cuerpo del pobre hombre sumergido en el mar a varios metros de profundidad—, si hubiese sido por mí, al segundo de haber sacado aquellas bayas hubiese estado muerta, tanto usted como el señor Goku.
Jamás creyó que en algún momento de su vida sentiría aquel miedo tan inmenso dentro de sí. Jamás.
—Lo sé —susurró.
—Pero creo que su intención nunca fue desafiar esta paz, ¿verdad? —preguntó.
—Yo solo quería salvarlo —la voz le salió casi rota, pero Chichi era más fuerte que eso, ella estaba muriéndose de miedo, pero no lo demostraría, no se lo demostraría en ningún momento.
—Puede que yo le crea —dijo el hombre, pero Chichi sabía que mentía—, pero hay tantas personas allá afuera que no creen lo mismo, que la han convertido a usted como… Un "símbolo de revolución". ¿Se da cuenta de lo ridículo que suena?
—Yo…
—Una revolución a esta altura solo causaría que la paz que tanto nos ha costado mantener se derrumbe por completo —le cortó de lleno, su mirada intentaba casi penetrar la de Chichi y ella estaba segura que si las miradas matasen ella hubiese estado muerta en el momento en que cruzó aquella puerta—. Desafió a la nación que le ha entregado tanto y está cometiendo errores que después le será imposible borrar.
Ella se encontraba tensa, demasiado tensa, no sabía cómo podría calmarse porque necesitaba hacerlo, no temía por su vida, su vida hace mucho tiempo le había dejado de importar, pero debía de recordar que bajo ese mismo techo se encontraba Mariem, Phea y Davie. Y en la casa del frente, Goku.
Sabía que el pelinegro era poderoso, era fuerte, pero no podría él solo contra el Doctor Gero ni su tropa de Androides.
—¿Qué es lo que quiere que haga? —preguntó entonces cuando pudo encontrar su voz.
Él sonrió mecánicamente y Chichi no pudo evitar recordar a un robot.
—Hazle creer a la nación completa que tu única motivación siempre fue él —soltó.
—Esa fue… —comenzó a decir, pero nuevamente el Doctor la frenó en seco.
—¿Qué tal si hacemos un trato? —la miró tan intensamente que Chichi estuvo tentada a apartar la mirada, sin embargo, la mantuvo con mucho esfuerzo—, no nos mintamos de ahora en adelante. —Se irguió sobre su puesto y ladeó su cabeza tan lento que a Chichi casi le dio un tic nervioso—, lo sé todo siempre, señorita Chichi, ¿o usted cree que yo no sé que ni siquiera ha ido a visitar a su supuesto "amor"? No sé qué le impulsó a hacer lo que hizo y espero no haya sido un acto de rebelión.
Ella sintió su labio inferior temblar ligeramente.
—Los convenceré a todos —dijo.
—Será más difícil que eso, señorita Chichi —continuó sin borrar aquella sonrisa mecanizada de su rostro.
—¿Qué? —preguntó.
—Quiero que me hagas creer a mí que tu única motivación fue el amor —su sonrisa se amplió mostrando sus dientes, unas perlas blancas y perfectamente parejas—. Suerte en su gira, señorita Chichi.
*.*.*.*
Cuando sonó la puerta de su casa, casi media hora faltando a las ocho creyó que al abrir la puerta vería la sonrisa siempre expresiva de la peliceleste y el ceño siempre fruncido de Vegeta, sin embargo, se sorprendió completamente al encontrarse con los ojos negros de Chichi.
Goku nunca había sido bueno adivinando las expresiones en el rostro de nadie, sin embargo, pudo darse cuenta apenas vio la cara de la chica que esta se encontraba completamente aterrada, a pesar de la sonrisa fingida que en ese momento se encontraba plasmada en su blanquecino rostro.
—Vamos a dar una vuelta —murmuró con suavidad.
Él frunció el gesto.
—Tengo media hora antes de que llegue el equipo de…
—Tiempo suficiente —dijo la chica y agarrándolo de su mano lo medio arrastró hacia afuera de su casa.
Goku quería preguntar qué era lo que le pasaba, quería saber qué es lo que quería decirle y cómo de pronto llegaba a la puerta de su casa y le hablaba como si nada hubiese sucedido. Sin embargo, era tal la curiosidad que siquiera le importó que ella estuviese tomando su mano.
Caminaron en silencio hasta llegar a la alambrada eléctrica que daba al bosque, Goku quería frenarla y hacerla hablar, pero sin embargo, sabía que la chica tenía una intención y quería saber hasta dónde lo llevaría con aquel misterio.
Cuando se encontraron lo suficientemente adentrados al bosque, la chica al fin soltó su mano, miró a su alrededor con escudriño y luego suspiró.
—¿Chi…? —iba a preguntar Goku, pero su mirada quedó opacada con la mirada brillante de la muchacha.
—Estamos en peligro, Goku —le dijo la chica en apenas un susurro, estaban adentrados en el bosque, pero sin embargo, tenía miedo de que en algún lugar estuviesen espiándolos.
—¿Qué? —preguntó el moreno frunciendo el gesto ligeramente, no entendía nada.
—El presidente, Gero —habló atropelladamente—, fue a hacer una visita a mi casa…
—¡Qué! —los ojos de Goku se abrieron completamente, mirándola asombrada, ella asintió y se paseó de un lado a otro, como león enjaulado.
—Más bien fue a amenazarme a mi casa —aseguró, detuvo su andar y se plantó frente del muchacho con los ojos acuosos—, debemos hacerle creer que realmente hicimos todo por amor, que estamos enamorados y que desde que salimos de la Arena estamos juntos, Goku —habló con rapidez, sin siquiera tomar un bocado de aire—, de no ser así nos matará, nos matará a nosotros y a quienes nos rodean.
El rostro del muchacho estaba imperturbable, parecía que todavía no procesaba por completo la chiquilla, la miró fijamente y luego, pestañeó.
—Se supone que eso es por eso que lo hicimos, ¿no? —preguntó.
—Tu no entiendes —le dijo ella y sonrió nerviosa—, sabe que no estamos juntos, sabe que no nos hemos visitado ni una sola vez desde que hemos salido de la Arena. Quiere que lo convenzamos a él de que estamos juntos. Cree que hice todo en forma de rebelión…
—¿Y qué tal si no lo hacemos? —peguntó el chico entonces con una mirada serena, Chichi creyó que estaba bromeando, sin embargo, su expresión decía todo lo contrario—, ¿qué tal si le demostramos que hay fallas en su sistema?, ¿qué tal si hacemos que todos se den cuenta?, él no podrá contra toda la población, él no puede controlarlo todo…
—¡Goku! —se escandalizó Chichi en su puesto, estuvo segura que en cualquier momento le daría un tic nervioso—, ¡no podemos hacerlo!, ¿qué no entiendes?, seríamos los primero en morir, no es que me interese seguir con vida pero… ¿Y mi familia?, ¿tus amigos?, ¿el maestro Roshi, Bulma y Vegeta?, ¿qué no lo ves? Es por algo que él ha durado tanto en el poder y nosotros tanto siendo sus juguetes, sabe cómo destrozarnos a cada uno de nosotros, yo no puedo arriesgar a mi familia…
—Pero alguien tiene que hacerlo —dijo.
—Si ha habido gente, ¿lo recuerdas? Mi padre murió intentando crear una revolución que destruyera el sistema actual, que diera fin con Gero y todos los centralinos, pero... es imposible —la voz se le cortó.
—Nunca estaremos tranquilo, Chichi —aseguró el muchacho suavizando su mirada, la chica pensó por un momento que él creía estarle hablando a una chiquilla caprichosa de cinco años.
—¿Sabes lo peligroso que todo puede ser si hacemos algo, Goku? —le preguntó—, toda la gente que morirá, hubo ya una revolución y gracias a eso aparecieron los Juegos del Poder, ¿quieres otros juegos?
Él la miró intensamente por varios segundos, luego de eso, corrió su vista hacia un costado, como si estuviese rehuyendo de su mirada.
—Hagámoslo —contestó él—, hagámosle creer a todo el mundo que lo que nos impulsó a hacer todo lo que hicimos fue amor.
La chica sintió algo extraño dentro de sí, sabía que si no hubiese estado tan asustada en ese momento se hubiese sonrojado, sin embargo, lo único que logró hacer fue soltar un ligero suspiro de alivio.
—Gracias —dijo ella.
—Aunque —habló él y volvió a mirarla fijo—, ¿qué es lo que te impulsó realmente a sacar esas bayas, Chichi? —le preguntó.
Chichi sabía que le debía esa respuesta hace ya demasiado tiempo, sin embargo, no sabía qué responderle, ¿por qué lo hizo? Porque no quería ser parte del juego de los centralinos, porque no podría matarlo y sobre todo porque sin él seguiría atrapada en aquel campo de batalla.
—No lo sé —respondió ella entonces, mirándolo fijo.
Goku asintió.
Y ambos, sin decirse una palabra más, se devolvieron caminando hacia sus respectivos hogares, sabiendo que un par de horas más las cámaras se encenderían y
ellos comenzarían con la actuación de sus vidas.
Hola! Hola a todos!
Aquí vengo con el segundo fanfic de lo que sería la trilogía de "Los Juegos del Poder".
Si bien dije en los comentarios del último capítulo de "Los juegos del poder" que el fanfic, osea este, no se parecería a "En llamas" casi nada, y la verdad es que para seguir el patrón obviamente deben tener una similitud, en este caso, el capítulo se parece mucho a las primeras hojas del libro, sin embargo, ya empezaré pronto a cambiar varios detalles que quizás me hubiese gustado que pasara en el libro o que en verdad, no, pero que sí me gustaría que pasase en mi Fic.
sé que este primer capítulo debe se confuso, sobre todo en la primera parte, pero todo se resolverá más adelante, lo prometo.
Espero les haya gustado el primer capítulo.
Me gustaría que me dejaran un comentario sobre este primer capítulo, no les costará nada y yo no muerdo, así que haganlo con confianza.
Saludos y gracias por leer!
Emilia.
