Bien, empecemos. Este es el mes de apreciación de Mayo sobre Arystar Krory III. Y este es mi conjunto de drabbles.

Palabras: 500 aprox.

Disclaimer: Man no me pertenece, es de Katsura Hoshino

Género: Fantasy

Descendió del cielo a la perfección, sobre el balcón de su gran y enorme palacio. Suspiró, aquel lugar era demasiado grande para él, pues vivía solo. Cada vez que llegaba, se sentía desdichado al no tener a nadie con quien compartir aquel inmenso techo.

Bueno, ya no estaba tan aislado como antaño. Desde que su abuelo —aunque casi padre para él— muriera, decidió salir a recorrer el mundo que no pudo explorar por impedimento expreso del anciano Arystar Krory I. Sin embargo, y aunque estaba receloso po lo que descubriera fuera, un sentimiento de rebeldía en su interior se había encendido, haciendo que sus dudas se disiparan y saliera a ver el exterior.

Observó, maravillado, los árboles que florecían en primavera y estos le hablaron acerca de sus frutos y sus fases. Se encontró con múltiples animales parlantes, tales como conejos, zorros e incluso aves. Vio como vivían los mortales, los humanos que trabajaban, se ayudaban y se querían entre sí. También tuvo la oportunidad de admirar los seres mágicos que sólo había oído de labios de los demás como hadas, duendes... ¡e incluso un unicornio!

Descubrió que no era tan malo como se lo había imaginado. Cierto era que, con su ingeniudad e inexperencia, algunos listos se habían aprovechado de él y su buena voluntad. Sin embargo, cuando empezaba a pensar que todos eran igual, hubo varios seres que le demostraron lo contrario.

Una vez, en una aldea humana, le robaron todo menos la ropa interior. Una joven llamada Lenalee, que pasaba por ahí, le ayudó al ver su desconsuelo, tejiéndole unas hermosas prendas nuevas.

Cuando partió de su casa, con un zurrón lleno de víveres para sobrevivir en su vuelta a casa, se encontró con que, tras pasar la noche al aire libre, su comida estaba en lo alto de un árbol por obra y gracia de unas ardillas.

Tras varios intentos por recuperarlo, echó a llorar como niño pese a ser un vampiro maduro —aunque sin duda extraño, pues no chupaba sangre como los otros—. Los animalitos no veían lo malo de ese acto, y lo consideraban tan divertido que no querían parar. Entonces, un conejito rojo acudió a ayudarle, saltando tan alto que alcanzó el objeto y se lo devolvió. Las ardillas, vencidas, se fueron con risas a gastar otra broma.

Conversó con el amable conejo, que se llamaba Lavi, y este le aconsejó que, si no quería ser víctima de otro infortunio más, fuera al lugar de las hadas para que bendicieran su regreso. Así lo hizo, siguiendo sus indicaciones, pero el hada que lo atendió era demasiado... demasiado hermosa, amable, dulce, magnífica... incluso su nombre, Eliade, le quedaba a la perfección.

Sus cabellos rubios eran como rayos de sol, sus ojos marrones como la tierra fértil y su sonrisa iluminaba su vida entera. Pero se consideraba muy poca cosa para semejante belleza, asi que decidió mejorarse a sí mismo, prometiéndose que la conquistaría cuando fuera digno de ella.

Así, regresó a su castillo solitario, con el único propósito de conquistar a su hada