La rosa y la margarita.
Capítulo 1: El examen de talento.
Mi nombre es Chloe, llevo apenas unos meses en Pixie Hollow y soy un hada de jardín, después de tardar unos diez minutos en dar con mi talento. Por casualidades de la vida, este año se celebraron los juegos que hacen cada cuatro años y en un intento casi desesperado por hacer amigos, me ofrecí voluntaria con toda la ilusión del mundo. Pensé que de esa forma podría ser un poquito más popular y mis compañeras dejarían de mirarme raro.
Como muchos ya sabréis ya, ganamos, aunque aún me cueste de asimilar. Completamos todas y cada una de las pruebas con éxito y esa fue la primera vez que las hadas de jardín se hicieron con el trofeo. No pude ser más feliz por ello, pero no por haber ganado los juegos, que también, si no por haber ganado a mi primera y verdadera amiga.
Han pasado ya dos semanas desde entonces, y en ese tiempo Rosetta y yo nos hemos vuelto muy íntimas. Tengo que confesaros que aún no he pasado el examen que me permite ir a Tierra Firme para cambiar la estación, así Ro me está ayudando un montón, dice que aún somos un equipo y prometió que me ayudaría para que así fuéramos juntas al campamento de verano, con el lema de 'si practicas más, aprobarás'.
No puedo estar más contenta de tener por fin a hadas maravillosas con las que pasarlo bien. Gracias a ello, mi vida pasó de ser algo complicada, a ser la bomba.
Cada día entre prácticas, pasaban cosas geniales, Fawn siempre tenía ganas de jugar, Vidia venía de vez en cuando entre carrera y carrera, Tink y sus locos inventos, Silvermist y su ternura y Rosetta, Rosetta… sus amigas dicen que cambió mucho desde el día de la victoria, que ya no se preocupa tanto por su aspecto, y que su look había cambiado un montón, ahora llevaba ropa más atrevida y de alguna forma, parecida a la mía, siempre me saca una sonrisa cada vez que la veo.
Al fin tengo a una compañera de verdad, alguien que me entiende y que comparte su forma de ser conmigo. Ahora sólo me falta aprobar el examen.
Inesperadamente llegó el cumpleaños de Fawn y cómo no, organizamos una gran cena para celebrarlo. Ella ofreció su casa para ponerla patas arriba precisamente porque preveíamos que sería una noche muy alocada. Nos dejamos llevar por la emoción y nos lo pasamos en grande cantando, bailando y bebiendo sin parar. Creo que nunca había reído tanto con Rosetta, me llegaron a doler las mejillas hasta cuatro veces, fue una noche inolvidable.
En un chasquido de dedos, se nos hizo muy pero que muy tarde. Fawn improvisó unas camas con colchones que tenía de sus ardillas para así tener un sitio donde caer dormidas. Nadie tenía fuerzas para volver a su casa, ya casi iba a salir el sol. Tuve que compartir espacio con Ro, así que acabé durmiendo pegada a ella.
Un cosquilleo en mi rostro me hizo abrir los ojos. Sonreí medio dormida por ser ella lo primero que vi ese día, llevaba unos pelos de lo más alborotados.
—Buenos días margarita~— así solía llamarme.
—Hm~— gruñí como si quisieran despertarme a las seis de la mañana.
—Venga, espabila, eres la última, hasta Sil se ha levantado antes que tú— me reí, haciéndome una bolita perezosa, esperando a que me molestara un poquito más. —Vá~ámo~os— se puso a pellizcarme la mejilla y me retorcí con la tontería encima. Esa fue la primera vez que dormimos juntas.
—Ya voy, ya voy…— estiré mis extremidades y me incorporé con un bostezo, viendo que la casa de Fawn volvía a estar ordenada. —¿Cuántos días he estado durmiendo?— recordaba un desorden monumental, lo recogieron muy rápido entre todas.
—Sólo han pasado unas horas, vamos espabila, que hoy también toca practicar— me volví a echar de golpe.
—No sé de qué me hablas.
—Venga~ aún te queda mucho por aprender, así nunca aprobarás el examen.
—Dejémoslo para mañana~— me zarandeó para que me levantara mientras me reía, el día no podía empezar mejor.
—Escuchad tortolitos, dejad de hacer… lo que sea que estéis haciendo o os quedarais sin pastelitos de miel, creo que sólo queda uno— mis alas se levantaron de golpe al escuchar a Tink, me volvían loca esos pastelitos.
Volé rápidamente hacia el comedor y me hice con el último que quedaba. Cuando vi a Ro, lo mordí hasta la mitad y le ofrecí el resto. Lo aceptó encantada con su adorable y tierna sonrisa.
De repente, Fawn se subió encima de la mesa y carraspeó como si no llamara suficiente la atención.
—Escuchad todas… Puede que meta la pata estrepitosamente, pero se han oído rumores y creo que ya va siendo hora de desmentirlo.
—Ay no… ¿no me digas que vas a…?— dijo Silvermist, preocupada.
—¡Sí! Vosotras dos,— nos señaló a mí y a Ro, —se os ve muy cariñosas últimamente, más de lo habitual ¿qué hay entre vosotras? sé que escondéis algo y en nombre de todas exijo saber el qué— fruncí el ceño sin entender nada. Miré a Ro esperando a que ella supiera de lo que estaba hablando pero la vi tan enrojecida como el color de su pelo.
Como no decía nada, contesté yo.
—No entiendo muy bien la pregunta, pero… no sé, es mi mejor amiga, ¿qué se supone que tenemos que esconder? ¿es otra de tus bromas?— Vidia descruzó los brazos para llevárselos a la cabeza.
—Te dije que no era una buena idea— comentó Tink.
—¿Hola? ¿Por qué nos miráis así?— me sentí como si hubiera dicho algo fuera de lugar, parecía que era la única que no lo entendía.
—Da igual Chloe, no les hagas caso. Tú también eres… mi mejor amiga— su tono de voz me erizó la piel, la noté dolida, apagada como una flor decaída. Me extrañó que me llamara por mi nombre.
—Va…le…— le di vueltas al tema mientras ella se comía el pastelito y el silencio incomodaba hasta a las paredes.
¿Qué pinchos me había perdido? Me puse a pensar en todo lo que hicimos anoche por si se me pasaba algo por alto.
—Uff, am… uy qué tarde se ha hecho, tengo que ir a enseñar a nadar a unos patos así que…
—Sí, yo iba a buscar cosas perdidas a la playa…
Vidia simplemente se fue, y de ahí cada una se metió en sus labores, a excepción de Ro y Sil. Seguía sin entender qué estaba pasando.
Silvermist se nos quedó mirando con su eterna sonrisa, hasta que bajó de las nubes.
—Oh, yo creo que iré a echarme una siesta, no he dormido mucho hoy. Suerte gotitas, pasadlo bien~
Y en un abrir y cerrar de ojos, nos quedamos solas.
—¿Qué… acaba… de pasar?— volvía a repasar la pregunta de Fawn en mi cabeza, ¿qué podría haber entre nosotras? ¿por qué mi respuesta les incomodó tanto? —Si he dicho algo que no debía, lo siento, no era mi intención.
—No, no te preocupes… No tiene importancia— la notaba distinta, así que insistí.
—Sé que aún hay cosas que no entiendo muy bien porque soy nueva y eso… Pero puedes contármelo, hay confianzas ¿no? Somos un equipo, ¿a qué sí?
—De verdad, es una tontería, no le des más vueltas.
—¿Por qué no? Ahora me pica la curiosidad, ¿es un secreto? ¿es algo malo? ¿debería preocuparme?— me puse frente a ella diciéndole con los ojos que no pararía de insistir hasta que me lo dijera.
—No… no algo es malo, es sólo que…— suspiró. —Está bien, te lo diré, pero no alucines demasiado ¿de acuerdo?— esperé expectante sus palabras. —Las chicas pensaban que entre nosotras dos había… o sea… que nos gustábamos como algo más que amigas, una locura eh…— se rió sin ganas, extrañándome.
—Te refieres a… ¿como novias?— asintió. —Vaya… eso sí que no me lo esperaba, no pensé que diéramos esa impresión… ¿Tú crees que lo parecemos?
—¿E-eh? Am… n-no sé, no, o sea… no, pero entiendo que piensen eso… creo… es complicado ¿vale?— se puso más que nerviosa, recogiendo su pelo detrás de su oreja hasta tres veces. Le cogí la muñeca para que parara, me estaba poniendo nerviosa hasta a mí.
—¿Te encuentras bien?
—Sí, sí— respondió rápidamente. —Vamos a practicar anda.
Olvidamos el tema sin más, no sé por qué pensaron algo así nuestras amigas, tampoco es que nos besuqueáramos cada dos por tres ni nada por el estilo, éramos buenas amigas, nada más. Me pareció todo un poco raro.
Traté de no pensar más en eso, y pese a no haber dormido casi nada, nos pusimos manos a la obra. Se me daban fatal los bulbos y uno de los requisitos del examen consistía en hacer crecer cinco en muy poco tiempo.
Otra vez, terminé agotada sin hacer demasiados progresos. Empecé a pensar que nunca iría a Tierra Firme, sin embargo ella siguió dándome ánimos, con la premisa de que si juntas ganamos los juegos, podríamos con cualquier cosa que nos propusiéramos.
Se lo agradecí, si no fuera por ella no habría llegado tan lejos ni en broma.
Pasaron los días y empecé a notar que Ro estaba cada vez más fría conmigo, más ausente y distante, como si sacado los pinchos del tallo de su rosa. No quiso decirme qué le ocurría, ni ella ni nuestras amigas, y perdí un poco el ánimo.
El día del examen fue acercándose y me esforcé, juro que me esforcé al máximo para hacerlo bien, pero parecía que las plantas no quisieran hacerme caso, era un completo desastre y empecé a pensar que nunca lo conseguiría. Nuestra supervisora nos vio y no puso muy buena cara, todo pintaba muy mal.
Las cosas se complicaron cuando nos discutimos, entre el estrés, los nervios y lo rara que estaba Rosetta terminé haciendo que se enfadara y dejara de querer ayudarme. Traté de disculparme, pero no sirvió de mucho. Lo peor fue que desde entonces, jugar las chicas se volvió muy incómodo, terminé por pasar menos tiempo con ellas.
Llegó el tan odiado día y yo sin esperanza. Me alegré de ver a Fawn, Sil, Tink y Vidia apoyándome, pero me hundió que Rosetta no estuviera con ellas. Aquella era mi última oportunidad de ir al campamento y no lo veía nada claro.
De todas formas, empecé con las pruebas con la poca esperanza que me quedaba. Traté de seguir los consejos que aprendí en aquellas últimas semanas, aprovechando el máximo el tiempo en lo que se me daba mejor con tal de compensar y no sobrepasar el ajustado límite de diez minutos.
No podía dejar que los nervios se apoderaran de mí, si era capaz de superar todas las pruebas de los juegos, podría con las pruebas de mi talento, todas las demás hadas de jardín lo habían hecho sin problemas, yo también tenía que poder.
Fui lo más rápida que pude. Los nervios se apoderaron de mí con los primeros desastrosos fallos, y cuando llegué a la parte de los bulbos, me frustré. Vi que Rosetta seguía sin estar, y continué intentándolo una y otra vez. Tardé, pero al final lo conseguí.
Al final, pese a todo, creí haber hecho un buen tiempo, que ese fallo se vería compensado con lo bien que había hecho otras partes, pero cuando vi la cara de la supervisora, mi ilusión se rompió en mil pedazos.
—Lo… siento mucho Chloe, has hecho un tiempo de once minutos y veintidós segundos, tendrás que hacerlo mejor la próxima vez— perdí toda esperanza entonces, no podría hacerlo mejor que eso, jamás iría a Tierra Firme, me quedaría en Pixie Hollow para siempre, todas se reirían de mí por inútil y Rosetta ya no querría estar conmigo.
—No… si ya… me lo esperaba…— volví hecha añicos hacia mis amigas, cabizbaja, tratando de sacar optimismo de donde no había.
Intentaron animarme con palabras que posiblemente no se creían ni ellas, me acababan de tachar de inútil y nunca podría hacer aquello para lo que había nacido, nunca traería las estaciones al mundo.
Fui a casa con la mejor de mis falsas sonrisas para supuestamente descansar, y una vez allí, me eché a llorar. Me hundí en la mierda perdiendo la ilusión de mi vida, sin Rosetta, sin compañeras de talento, sin amigas de verdad, sin nada. ¿Qué se supone que debía hacer? Todo pintaba tan mal que perdí las ganas de hacer nada, ahogándome en un vacío existencial que no hacía más que doler.
Pero entonces, pasados unos minutos, ocurrió lo último que esperaba que pasara.
—¿Chloe…? ¿Estás en casa?— era Rosetta, ¿con qué cara tenía que presentarme ante ella? Había fracasado a pesar de todos sus esfuerzos, a pesar de todo el tiempo que me había dedicado.
Le abrí sin ganas, sin ánimo, con la pequeña esperanza de que de alguna forma, pudiera darme ánimos para seguir adelante.
—Hola…— se me hizo muy incómodo hablar con ella después de varios días sin hacerlo. Llevaba el pelo con su rizado habitual.
—¿Cómo estás? Las chicas me han dicho que… bueno, no ha ido muy bien.
—No… pero lo he hecho mejor que la última vez— mi intento de sonar optimista terminó haciéndome daño, pues no rebajé más de unos segundos mi marca anterior.
—Ya… lo siento… ¿puedo pasar?— le dejé espacio para que entrara con la esperanza de que fuera a disculparse.
No le fue fácil dar rienda suelta a sus palabras, pero cuando lo hizo, me dejó perpleja. No se estaba disculpando, al menos no de la forma que esperaba. Dijo que en el último mes, se había obsesionado conmigo hasta tal punto de llegar a quererme como a algo más que amigas. El día del cumpleaños de Fawn, cuando le dije que era mi mejor amiga, creyó que nunca podría haber nada entre nosotras, y desde entonces, se le hizo cada vez más difícil estar conmigo. Estaba sufriendo, por mí.
Se secó las lágrimas con unos ojos de cartón, levantándose con la tristeza lloviendo en su rostro, y yo sin salir de mi asombro.
—E-espera espera, ¿va en serio? O sea, ¿no quieres estar conmigo porque me quieres? Eso no tiene sentido.
—Estoy harta de fingir estar bien delante de ti Chloe, n-no soporto estar contigo sabiendo que mis sentimientos no serán correspondidos ¿lo entiendes? ¡Soy una imbécil! ya lo sé, pero eso es lo único que puedo hacer. Tienes todo el derecho del mundo a odiarme, ahora si me disculpas…
Trató de escapar, pero la detuve a la fuerza, encadenándola en mis brazos.
—Maldita seas Ro… ¿odiarte…? Somos un equipo ¿recuerdas? Debiste contármelo en su momento.
—¿¡Y de qué habría servido!?
—Pues no sé… quizás te hubiera dicho que si es contigo, me gustaría probar a ser algo más que amigas, que tú me gustas más que nadie en todo Pixie Hollow y que si abandonas nuestro equipo ya no me quedarán razones para seguir adelante… Lo he pasado muy mal estos últimos días sin ti, me he sentido muy sola… no te vayas otra vez.
—¿A-acabas de decir que… te… gustaría que fuéramos… novias?
—S-sí, por qué no, si tú quieres… pero te aviso de que no tengo ni idea así que…
Se giró despacio hacia mí, me miró fijamente con su verde más intenso en sus pupilas, y se acercó a mí.
—¿Q-qué vas a hacer?— se agarró en mi camiseta y apoyó su cabeza en mi pecho. La abracé, ya más cómoda, sintiendo que después de todo, no había sido un día tan malo.
Entonces se echó a llorar con fuerza, y supongo que de esa forma se desahogó. Le acaricié la cabeza diciéndole sin palabras que ya no iría a sufrir más, que no me apartaría de ella por nada del mundo.
Cuando logré que se calmara, la hice sentar en el sofá para que me lo contara todo con detalle. Desde cuándo, por qué, qué le pasaba por la cabeza, qué esperaba que hiciéramos, y un largo etcétera. Me contó que las chicas se enteraron y le animaron a que se confesara, pero temía que mi respuesta fuera un rotundo 'no' y dejáramos de ser amigas.
Le dejé bien claro que dijera lo que dijera o pasara lo que pasara, yo siempre querría estar con ella, era el hada más importante para mí. Entonces, apoyó su mano en mi muslo acercándose a mí, llevó la otra a mi mejilla y se me quedó mirándome a un suspiro de distancia.
—¿De verdad? ¿Siempre querrás estar conmigo?— tragué saliva porque no sabía qué tenía intención de hacer.
—S-sí, me encanta estar contigo, hacer cosas juntas y…— de repente, cerró sus ojos y dejó caer sus labios sobre los míos. El mundo entero desapareció en ese instante.
Cuando volví a ser consciente, tenía un agradable cosquilleo en mi boca, una sensación increíble en mi vientre y a Rosetta abrazándome con medio cuerpo encima de mí.
—Yo también te quiero, mi margarita— susurró al oído. Se me erizó la piel de mis brazos y la rodeé con fuerza sabiendo que desde entonces, íbamos a ser algo más que amigas.
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