Corrí a toda velocidad a través del bosque, con sólo la luz de la luna como guía en la oscuridad de la noche. Agachándome, izquierda, derecha, esquivando esa rama traicionera. Sin perder de vista a las dos alimañas que corrían algo más adelante, y que había descubierto hace escasos minutos, andando por la ciudad, como si fueran humanas. Me ponía enfermo ese comportamiento inocente. Y más cuando era obvio que aquellos ojos rojos no eran nada que entrase en la categoría de lo normal.

Halloween. Un año más, ese maldito día en el que me era imposible descansar. El día en el que esos estúpidos chupasangres tenían permiso para organizar una gran cacería, causando el terror entre aquellos más conscientes de lo que los rodea. Aquellos que sabían que la existencia de ciertas criaturas iba mucho más allá de esas películas de miedo que la gente tanto aclamaba y disfrutaba. La realidad no era nada parecido. Ninguna de aquellas personas había visto a su madre en los brazos de alguna de esas cosas.

Tampoco la habían visto palidecer segundo tras segundo, por la pérdida de sangre. Sangre que manchaba los labios de su agresor.

Y para cuando conseguí hacerle huir con un colgante de plata y avisar a mi padre, ya era tarde. No era necesario llamar a una ambulancia, pues ya había muerto. Sólo nos quedaba un cadáver al que llorar. Pero ninguno de los dos lo hizo. Madre no habría querido vernos así, nos dijimos a nosotros mismos. Era lo único que podíamos hacer de forma personal como despedida.

Un leve movimiento en sus dedos me hizo acercarme a ella, ojos llenos de alegría, tanta inocencia en mi mirada. Extendí mis manos hacia la suya, queriendo sentir el calor que ella siempre emanaba con su mera presencia, aquella sensación de bienestar que te hacía querer sonreír, aunque fuera sólo para ella. Mi padre me detuvo antes de que diese un solo paso, haciéndome mirar una vez más al supuesto milagro. Sabía lo que era. Se había convertido en aquello en que la había matado. Una sonrisa cruel, su mirada hacía pensar que no estaba consciente. Recuerdo perfectamente mi cara de horror cuando se abalanzó sobre mí. Y entonces…nada. Una espada la atravesaba de lado a lado, empuñada por mi padre.

Me convertí en cazador, siguiendo sus pasos. Entrené hasta el agotamiento, día y noche, agudizando mis sentidos al límite, para poder estar a la altura de aquellas criaturas. Desarrollé una fuerza brutal, y aprendí a calmar mi temperamento, una vez aprendido que la rabia llevaba a la desconcentración. Un solo fallo y todo acabaría en presencia de uno de ellos.

Y aquí estoy, persiguiendo a estas dos muchachas. Parecen normales a la vista, pero mi instinto lo niega. Tengo bastante confianza en mí mismo sobre este tipo de cosas, llevo toda mi vida así después de todo. Reconozco que su velocidad es bastante impresionante, me atrevería a decir mayor a la gran mayoría de los de su especie. Ambas tomadas de la mano, corriendo y saltando como si su vida dependiera de ello.

Qué expresión tan correcta.

Podía distinguir en las sombras breves detalles de las dos. La que parecía estar impulsándolas hacia delante en aquél momento tenía unas trenzas largas, y unos breves destellos ocasionales me hicieron saber que llevaba gafas. No entiendo para qué. La vista de los vampiros es perfecta. ¿Camuflaje, tal vez? ¿Acaso creían que eso serviría? Patético.

La otra tenía el pelo suelto, llegándole por los hombros. Fijándome bien en sus movimientos, me di cuenta de que se iban cambiando por turnos el puesto de la que arrastraba a la otra, para reservar fuerzas. Um. Un movimiento inteligente, admití. Me sorprendía enormemente su capacidad de razonamiento. No estaban usando su instinto para darse la vuelta y atacarme, sino para guiarlas en busca de una salida. Supervivencia. Me recordé a mí mismo anotar sus descripciones en algún sitio después de acabar con ellas. No solía hacerlo, pero…tal vez como algún tipo de honor hacia las chicas, de algún modo.

Pero su suerte no duró mucho. No consiguieron ver un pequeño hoyo en su dirección, provocando que metiesen el pie dentro y tropezasen, cayendo de una manera estrepitosa contra el suelo. Con un grito, la chica de las trenzas se apresuró para levantar tanto a ella como a su compañera del suelo, girándose en mi dirección esta vez. Sus caras, ahora ligeramente manchadas por la tierra sobre la que habían caído, reflejaban el miedo de una manera sutil. Ja. Nadie caería en esa trampa, pensé al detenerme a escasos metros de ellas. O eso me dije, al ver cómo la chica de las gafas se pegaba contra la callada, susurrando cosas en su oído, de manera inaudible.

"Sigo aquí, ¿sabéis? Y espero que estéis preparadas para las consecuencias, porque definitivamente hacerme correr no ha sido una buena idea." Sonreí peligrosamente en su dirección, dirigiendo mi mano lentamente hacia la daga guardada en mi cinturón. Ninguna de ellas contestó, cerrando los ojos y apretando el agarre en sus manos entrelazadas. Pero por lo visto la chica del la media melena sí tenía algo que añadir.

"Mejor…Nosotros…Matar…(Te crees mejor que nosotros, pero lo que sigues haciendo es matar)" Aquellas palabras sueltas no articularon un sentido hasta unos segundos más tarde. Reí amargamente ante tal osadía por parte de aquella chica con aspecto de adolescente.

"¿En serio? ¿Y me puedes decir qué hacéis vosotros para sobrevivir? Asesináis a personas inocentes. En ocasiones las convertís en uno de los vuestros. ¿Y yo? No se puede matar a algo que ya está muerto…" Avancé lentamente en su dirección, paso a paso, viendo cómo ellas retrocedían al mismo tiempo. La otra sacudió la cabeza en señal de negación.

"No entiendes nada. Los cazadores hace siglos que olvidaron su verdadera razón de existencia, así como información sobre nosotros. Hay vampiros corruptos, del mismo modo que hay humanos y cazadores así. No deberías juzgar lo que no conoces…Heiwajima Shizuo." Sentí la rabia inundar mi mente por un segundo, sólo viendo rojo, antes de conseguir volver a estar en calma. Sabían quién era yo. ¿Por qué? Avancé aún más hacia ellas, al igual que antes.

"Habla. ¿Cómo me conoces, sanguijuela? ¿Qué sabes tú de mí?" Conseguí mantener mi voz relajada con mucho esfuerzo. Las otras chicas sólo negaron con la cabeza, con algo parecido a lástima, antes de que el miedo volviese a aparecer en sus rostros. Después de haber soltado mi nombre como si nada, se negaban a darme información. Malditas crías.

Cansado de este estúpido juego del gato y el ratón, me impulsé hacia delante con la daga en la mano, dispuesto a acabar con ellas. En aquella fracción de segundo pude ver con claridad la manera en que se abrazaron y cerraron intensamente sus ojos, agarrándose muy fuerte a la otra, esperando su final. Y con un leve movimiento, cambié el ángulo en la dirección adecuada para atravesar a las dos de una sola estocada.

Ni siquiera pude reaccionar, antes de comprobar cómo algo golpeaba mi arma, haciendo que se clavase en el tronco de un árbol. Apartando mis ojos de la ahora inútil daga, dirigí mi mirada hacia las chicas, ahora situadas detrás de alguien. Las nubes que cubrían la luna se retiraron por un momento, dejándome ver en completo detalle a un joven de cabello negro y ojos carmesí. Piel pálida, delgado, no muy alto…¿familia suya, quizás?

"Apártate de mis hermanas, desgraciado." Dijo entre siseos, todo su cuerpo en posición de defensa, tenso ante cualquier posible ataque por mi parte. Un destello en sus manos me permitió ver una navaja. Supuse que la había usado para desarmarme sin cortarse con la hoja de plata. Así que era una familia llena de vampiros inteligentes, ¿eh?

"¿Por qué debería~? Sois una amenaza para los humanos, vosotros y todo el resto de los chupasangres. Apártate de mi camino y tal vez te deje ventaja para que huyas mientras me deshago de ellas." Contesté, nada intimidado por él. Podría lanzarle a varios metros si lo desease. Contemplé con satisfacción cómo aquellos orbes del color de la sangre me miraban con puro odio, reasegurando su posición frente a sus hermanas, soltando un bajo siseo en señal de advertencia. Gracias a mi altura podía ver como las chicas le miraban con preocupación. ¿Sentimientos por su familia? Oh, me vas a hacer llorar.

"…Mairu. Kururi. Volved a casa. Ahora mismo." Murmuró en una voz decidida, sin perderme de vista. Las tales Mairu y Kururi le miraron con expresiones llenas de terror, agarrándose a sus brazos de manera desesperada. Decidí contemplar la situación, algo curioso.

"¡No digas estupideces! No puedes tú sólo, ¡te matará!" Dijo frenéticamente la chica de las gafas, Mairu, supuse. El pelinegro la ignoró, no rompiendo el contacto visual conmigo.

"Iza-nii…No…" ¿Iza-nii? Así que lo de ser hermanos no era mentira. Vi cómo la cara de póker que portaba Kururi se desvanecía, imitando la de su hermana e intentando convencer al mayor de los tres. No se me escapó la manera en que los puños de él se apretaban hasta que sus nudillos eran blancos. Y de repente, sus ojos adquirieron un color aún más intenso.

"Es una orden…"

"Iza-nii, nosotras-"

"¡ES UNA ORDEN!" Incluso yo di un paso hacia atrás ante el poder que sentí en esa mera frase. No me lo podía creer cuando los ojos de sus hermanas se cubrieron de lágrimas impotentes, abrazándole una última vez, dándole un beso en la mejilla, antes de hacer una ligera reverencia en su dirección y correr aún más rápido que cuando yo las perseguía. Sabía que ciertos vampiros, si su estatus es lo suficientemente alto, pueden ejercer cierto poder sobre otros inferiores…pero jamás lo había presenciado.

Y fue entonces cuando me di cuenta de un detalle. Al echar a correr, un sonido del que no me había percatado se alejó con ellas. Uno que reconocería en cualquier parte. Aquellas dos muchachas tenían un pulso. Pero eso era simplemente imposible…¿o no?

Pasamos unos segundos en silencio, hasta que ninguno de los dos éramos capaces de oírlas huir. Sólo entonces él alzó su navaja de manera amenazadora, una sonrisa en sus labios. Yo no era un experto, pero tengo un hermano. Ese hecho fue lo que me hizo darme cuenta de que aquella sonrisa era tan sólo una máscara falsa, un atisbo de desesperación se notaba en la manera en que miraba hacia tras por el rabillo del ojo, suspirando de manera casi imperceptible una vez que supo que sus hermanas se encontraban a una distancia demasiado grande como para que pudiésemos alcanzarlas. Decidí ser el primero en hablar.

"…no sabía que las pulgas chupasangres como tú tuvieseis algún tipo de sentimiento. Más allá de vuestra sed de sangre, claro." Aguardé una respuesta, pero pasados unos minutos, el otro no abría su boca.

"…" Sus ojos brillaban de una manera peligrosa, calculando las posibilidades de que la situación saliese a su favor. Por la forma en que sus hombros se hundieron ligeramente, él se había dado cuenta de que eran muy bajas.

"¿No sabes hablar de repente? ¿Te has cortado la lengua con esos colmillos tuyos?" Continué en tono burlón. El pelinegro rió secamente antes de lanzarme una de sus navajas. Pude esquivar la afilada hoja una fracción de segundo antes de que impactara entre mis ojos, rozando mi mejilla en su lugar. Un pequeño corte fue el resultado, pequeñas gotas de sangre saliendo de la herida. Me puse en guardia, esperando que aquellos ojos carmesí se abalanzasen sobre mí, ahora que la sangre se encontraba fuera de la piel.

No sucedió. Vi cómo se tapaba la boca, intentando ignorar el aroma del líquido, ligeramente metálico. Y estaba funcionando.

Mis ojos se agrandaron por la sorpresa. ¿Nada de ataques desesperados? ¿Nada de tirarse a mi cuello y chuparme la sangre hasta quedar seco? Oí una risa venir desde detrás de aquella mano. Sus ojos me miraban con diversión, orgullo y…¿superioridad?

"¿Qué te pasa? Ah, comprendo. Jamás has conocido a nadie más que recién iniciados, a conversos. Nunca has tratado con ningún purasangre, ¿verdad, Shizu-chan?" El bastardo se estaba riendo de mí. ¿Shizu-chan? Arranqué una rama de un árbol cercano y se la lancé, disfrutando de la manera en que sus ojos se agrandaron por un momento antes de esquivarlo como si no fuera nada. Maldita pulga.

"Pfft...¿Y qué va a ser lo siguiente? ¿La nobleza? Todos sois iguales." Su sonrisa se ensanchó ante mi comentario.

"Ahí es donde te equivocas. En serio, ¿qué os enseñan a los cazadores de hoy en día? ¡Qué inculto~!" Solté un gruñido antes de correr hacia él, agarrándole del cuello contra un árbol.

"¿Oh? Y qué más da. Todos matáis a todo lo que se mueve. Todos aquellos con un pulso-" Yo mismo paré de hablar al recordar el inconfundible sonido que provenía de aquellas chicas. ¿Sus hermanas? No era posible. Apreté más mi agarre en su cuello, oyendo un jadeo procedente del pelinegro en mi agarre. Aquellos ojos intentaron seguir clavados en los míos, luchando la necesidad de cerrarlos.

"No sabes…nada…Tú mismo te acabas de…dar cuenta…¿no es así…?" Consiguió decir entre jadeos, intentando conseguir oxígeno. ¿Para qué necesita respirar…?

"Cállate de una vez. ¿Quién coño eres?" Mi mano se cerró aún más en torno a la única cosa que le permitía seguir respirando, bloqueando cualquier medio de seguir haciéndolo. Observé cómo el sujeto sonrió levemente de manera desafiante, consiguiendo que un susurro atravesase sus labios, antes de perder la consciencia en mi agarre.

"Orihara…Izaya."

"…Hey. Este tipo de trucos no funcionan conmigo. Si te crees que te voy a dejar aquí solo en medio del bosque para que puedas huir una vez te despiertes…" Sonreí levemente, con una pizca de malicia. "Entonces estás muy equivocado, Izaya-kun~"

Tras recogerle del suelo y cargarle sobre mi hombro, partí en la dirección de mi apartamento.


Preparé todo lo que impediría su fuga. Sabía que esa estupidez de la luz solar no les iba a convertir en cenizas; tal vez les doliese estar expuestos a ella, pero sólo si no estaban alimentados correctamente. Reí para mis adentros. Según los tres hermanos yo no sabía nada sobre ellos, pero eso no es cierto. Y la prueba de ello eran las esposas que me encontraba colocando en torno a sus muñecas, antes de asegurarlas en la pared. Había decidido que era mejor situarle en la cama. El apartamento era grande. Podía irme a otra habitación a dormir; allí le tendría bien vigilado.

Plata.

Unos de los pocos metales que los vampiros no podían romper. Por algún motivo que los cazadores desconocemos, parecen tenerle algún tipo de miedo, pero jamás nadie ha descubierto la razón. El mero hecho de que se produjese contacto con su piel parece hacerles retroceder, cómo un humano haría al poner accidentalmente la mano sobre hierro ardiendo. Sin embargo, no parece crear quemaduras, por lo que estoy viendo. Y si es dolor, debe de ser una mínima cantidad, ya que la bella durmiente no se ha despertado todavía desde que se quedó inconsciente en el bosque.

La verdad es que en un principio pensé que estaría fingiendo; e ahí la razón de que le pusiese las esposas primero, encadenándolo al cabecero de la cama. No vi necesario apretarlas demasiado, por lo que dejé que las cadenas le permitiesen moverse por la cama a su gusto. Nada más. Sería peligroso.

Y allí me encontraba, esperando a que se despertase de una vez. Sabía que le había privado de aire lo suficiente como para noquearle unos minutos, una hora, quizá; pero definitivamente no casi un día entero. Había ido incluso a comer a la ciudad, varias horas atrás. El sol empezaba a ponerse de nuevo, el atardecer estaba a punto de dar paso a una nueva noche. Esperé pacientemente sentado en el extremo más alejado de la cama a que se hiciese de noche, sin despegar mis ojos de su figura inconsciente. No tuve que esperar demasiado.

Tan pronto como los escasos rayos de luz desaparecieron, ojos carmesí empezaron a abrirse lentamente, su rostro mostrando algo de confusión con respecto a la localización desconocida en la que había despertado. Observé cómo parecía analizar todo lo que le rodeaba, en buscas de posibles salidas, pensé. No tardó más de un segundo en acabar su inspección, mirándome de manera directa. Vi tal intensidad en aquellos ojos, que si no fuera porque no soy nuevo en esto, le habría liberado de sus cadenas en ese mismo momento, sintiéndome demasiado culpable como para mantener cautivo a alguien como él.

"…Ya era hora de que despertaras. Es jodidamente molesto tener que vigilarte, ¿sabes?" Le solté sin ningún tipo de remordimientos.

"Nadie te pidió que me trajeses aquí. Donde sea que estemos, me da igual. Podías haberme matado y te habrías librado del problema." Dijo totalmente calmado. Espera. ¿Se estaba burlando de mí? Desgraciado…

"¿Oh? Así que tienes un instinto suicida, ¿eh? Me encantaría romperte el cuello con mis propias manos…" Fue mi simple respuesta. Ante mi sorpresa, Izaya rió.

"Hazlo. Hazlo, y toda tu especie estará muerta en tan sólo unos días. ¡Sería tan divertido saber que tú serías el monstruo causante de tal desgracia~! ¡Y no uno de los vampiros a los que tantos odias!" Las risas del menor crecieron en intensidad, para mi desmayo. ¡Esa maldita pulga…! Mis pensamientos se vieron interrumpidos por esa odiosa voz de nuevo.

"¿…Pero sabes una cosa? Sería un auténtico desperdicio librarse de tan fantásticas criaturas como vuestra especie. Amo a los humanos. Vuestras reacciones son de lo más interesantes. Sois como una rata de laboratorio…con la resistencia ante golpes y dificultades. Mínima, pero está ahí. Qué interesante…~" Miré su cara seria por un momento, antes de comprobar con rabia como esa estúpida sonrisa volvía a su lugar. Me hacía querer estrellar su cabeza contra la pared, hasta borrársela a golpes.

"Creía que los vampiros eran más modestos. Supongo que me equivoqué." Añadí burlonamente. Al parecer, lo estaba esperando, porque su sonrisa no disminuyó en ningún momento.

"¿Crees que estoy tirándome un farol? ¿Qué lo que digo es falso, Shizu-chan? Una verdadera lástima. Creía que los monstruos tenía más cerebro~" Musitó, devolviéndome su propia versión de mi anterior insulto. Analicé su cara en busca de algo que me dijese que estaba mintiendo, cualquier cosa. Pero su lenguaje corporal no me decía absolutamente nada. Podía verle algo tenso, pero supuse que era por el hecho de estar bajo mi control en estos momentos.

"¿Cómo creer a un chupasangres como tú, eh? Asquerosa sanguijuela…" Solté un pequeño sonido de irritación. Me estaba poniendo de los nervios. Pero lo que dijo después, no me lo esperaba de ninguna manera. Le vi reír repentinamente, antes de soltar una preciada información.

"Oh, cierto, pero sin embargo te fías de un doctor sin carrera oficial y de una Dullahan. Tiene taaaanto sentido~" Abrí aún más los ojos sorprendido, antes de que la rabia se apoderase de mí, agarrándole del cuello de nuevo.

"¿Qué sabes de Shinra y Celty? Será mejor que hables. Ahora." Apreté ligeramente mi puño como advertencia.

"¿Quieres pruebas de que no sabes nada? Llama a Shinra ahora mismo y menciona mi nombre. Paso de tu actitud infantil, si te lo explicase yo sería una pérdida de tiempo por mi parte. Apártate si no quieres que te muerda esa mano." Sus ojos brillaron intensamente, como si fuese una advertencia ante el peligro. Solté mi mano de su cuello y vi algo extrañado cómo se ponía cómodo bajo las sábanas, impidiendo que le viese.

No podía negar que la curiosidad me comía por dentro. ¿Quién coño era este bastardo? ¿Cómo conocía a mis amigos? ¿Y mi nombre? Había demasiada importancia en las respuestas de cada una de esas preguntas. A pesar de que me gustaría hacer cómo si esta conversación jamás hubiese ocurrido, no podía permitirme el lujo de hacerlo. Sería dar la victoria al idiota que yacía en mi cama, perdido bajo las sábanas, pero…

No había otro modo.

Con un suspiro, saqué el móvil de mi bolsillo, marcando lentamente el número de mi mejor amigo. No pasaron ni dos toques completos hasta que oí su voz. Por mucho que me gustaría hablar por teléfono…no me fiaba de tales temas siendo hablados por un cacharro que podría estar pinchado por alguien que recolectase información. Por eso no le dejé ni hablar, avisando a él y a Celty para que viniesen enseguida. No me apetecía tener que estar en la compañía de Izaya…

Ahora, a esperar…


Wow~ qué cosa más larga. Pensaba escribirlo todo en un oneshot, pero creo que es mejor si lo alargo ligeramente. No mucho, eso está claro. En fin, dedicado especialmente a Blue y a amudoki. Espero que os haya gustado~ Review~