Family of stars
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Primera Parte
El mundo cambia si dos personas se miran y se reconocen.
–Octavio Paz
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I
En el bosque la bruma mañanera rodeaba toda la vegetación, dándole un aire triste y solitario. Entre el paisaje melancólico camina una figura humana, vestida con un kimono masculino simple de color azul oscuro. Entre sus brazos llevaba un bulto envuelto en telas.
Andaba a paso firme entre la niebla matutina y el roció, sin vacilación, conociendo el camino recorrido mientras ignoraba a los pequeños espíritus de los árboles, los cuales se asoman desde sus ramas para mirar al inesperado pero no extraño visitante.
Cuando el camino recorrido lo lleva a un apacible río, la figura se sienta en una roca cercana y descansa, mientras mira como los rayos del sol rompen con la neblina, alzándose de apoco en el cielo.
Al poco tiempo, al otro lado del río aparece el rojo pelaje de un zorro, el cual se acerca a beber. El animal bebe tranquilamente, notando la presencia del extraño, pero sin hacer nada.
Recién cuando calma su sed, el zorro se acerca al hombre extraño, cruzando el río por algunas piedras que sobresalen del flujo de agua. El extraño se queda quieto, esperando pacientemente a que el animal llegara a su lado. Cuando el animal llega, el extraño estira su mano, esperando a que se acerque más.
El zorro lo hace, acerca su hocico hasta la mano del extraño y la olfatea. El extraño suelta una suave risita que rápidamente se transforma en un pequeño quejido de dolor cuando siente los filosos dientes del animal hundiéndose en la carne de su dedo.
—¡Ay, ay, ay! ¡Chuuya! ¿Por qué hiciste eso? —exclamo la figura, mientras acercaba su dedo lastimado a su pecho y miraba con sus ojos marrones en forma de reproche a los ojos azules demasiado humano para un zorro.
El zorro no respondió de inmediato, mirando y analizando al hombre que tiene al frente suyo. Su figura, su sonrisa, sus vendas y su ojo visible, todo en él es conocido para el zorro, sin embargo también es totalmente desconocido. El dolor en su pecho que trata de ignorar no lo deja ver como alguien a quien conoce, sino como un forastero que está metido en su territorio.
—¿No es obvio? —fue lo que respondió el zorro, sentándose en sus patas traseras y rascándose la oreja con una de ellas—. Es porque te odio.
El hombre siguió retorciéndose, dramatizando el dolor que sentía.
—¿Qué haces aquí, Dazai? —pregunto el zorro, sin ocultar su impaciencia ante el drama que soltaba el castaño.
El hombre llamado Dazai dejó de retorcerse y vuelve a su pose inicial, dándole al zorro una sonrisa que lo hace desconfiar aún más.
—Es muy obvio Chuuya~ —respondió en un tono meloso— ¡Te vine a visitar!
—¡Tu solo me vienes a visitar cuando necesitas algo!
—Eso es mentira...
—No, no lo es —al ver que el moreno se negaba a decir su verdadero motivo, decidió amenazarlo—. Dime ahora mismo porque estas en mi bosque, o si no voy hacer que una joro-gumo te persiga.
—Sobre eso...prefiero que no lo hagas...—al ver el rostro del zorro esperando su respuesta, el hombre soltó un suspiro—. Bien, bien, la verdad vine para darte un regalo.
—¿Un regalo? —el zorro ladeo la cabeza, sin estar seguro de las palabras del moreno.
—¡Claro! —exclamó el hombre— ¿Ves este bulto de aquí? Este es tu regalo.
Dazai estira los brazos y deja el bulto que sostenía en el suelo, al frente del hocico de Chuuya. Este curioso, se acercó a olfatear el bulto. Cuando el bulto se movió y emitió un pequeño quejido, Chuuya se alejó de un salto, buscando desesperadamente a Dazai, viendo que donde estaba sentado, ahora solo quedaba un pergamino que tenía escrito su nombre con la fea letra del moreno.
—¡Maldito bastardo! —gritó enojado el zorro mientras cambiaba su forma al de un humano de cabellos rojos, ojos azules y piel clara, todo en él parecía normal, lo único que delataba su origen sobrenatural eran las orejas y la cola de zorro que estaban en la parte superior de su cabeza y en la parte baja de la espalda respectivamente— ¡Sabía que tenía que atacarlo en cuanto lo vi!
Miró el bulto que descansaba en el suelo y lo tomó, movió la tela que lo cubría y descubrió en el a un bebé de piel clara y cabello oscuro con unos hilos blancos, no mayor de cinco meses. El bebé estaba muy quieto, no se movía ni tampoco dio algún signo de querer llorar cuando él lo tomó, casi parecía muerto sino fuera por su leve respiración.
—¿Quién se cree ese bastardo para entregarme a un niño? —murmuró Chuuya, sintiendo una presión extraña en su pecho—. Puede incluso ser su hijo...
Él kitsune no sabía qué hacer con el niño, no quería dejarlo en el suelo para que cualquier animal salvaje se lo comiera, pero le dolía mucho tener al niño en sus brazos.
—Podría dejarlo en el pueblo, hay una pareja que quiere tener un hijo...
Volvió a murmurar mientras miraba a un punto lejano del bosque, donde sabía que más allá de los árboles se encontraba el pueblo. Miró el lugar donde antes estaba sentado Dazai, donde ahora se encontraba el pergamino que había dejado tras su desaparición.
Chuuya indeciso se agachó y tomó la carta, llevándosela junto con el bebé a su casa en el bosque. Llevó al niño a su habitación y lo dejó en el futón mientras abría rápidamente el pergamino, reconociendo en toda ella la horrible caligrafía de Dazai.
Mi queridísimo Chuuya. Encontré este niño moribundo en una población de tengus, no lo quisieron porque presentaba cabellos blancos y por lo tanto su cuerpo es demasiado frágil para sobrevivir, por lo que antes de encariñarse con él, lo dejaron para que muriera. Muchas gracias por aceptar cuidarlo. Se llama Akutagawa Ryuunosuke. ¡Nos vemos!
—Un tengu...
Chuuya miró con curiosidad y un poco de miedo al bebé, con cuidado lo desenvuelve de las mantas y lo da vuelta, mirando su espalda y encontrando en ella dos pequeñas alas aún demasiado jóvenes para soportar el cuerpo del chico en el vuelo, de color negro que a medida que bajaban se iban tornando blancas.
Chuuya abrazo al niño y suspiro aliviado.
De inmediato el niño al sentir el calor de otra persona, comenzó a llorar. Chuuya sin saber exactamente qué hacer, comenzó a mecerlo y decirle al bebé palabras dulces y suaves, intentando inútilmente que se durmiera de nuevo. Siguió llorando hasta que Chuuya le metió un paño que untó con anko en la boca. No sabía si un tengu podía comer anko a tan corta edad pero por lo menos sirvió para mantenerlo en silencio.
Con el niño ya callado, lo meció torpe y suavemente, haciendo que al poco tiempo volviera a dormirse.
Chuuya lo dejo en el futón y lo tapo con las misma mantas que lo tenía envuelto anteriormente. Salió de su casa y siguió el camino que sabía de memoria hacia el santuario que estaba a unos metros de su casa, donde los aldeanos dejaban sus ofrendas.
Siempre en esta época del año, los aldeanos le daban como tributo cabras y sake, sin embargo siempre ignoraba las cabras, él cómo kitsune joven que era no tenía razón de depender de la carne que le daban los aldeanos. Lo curioso era que los aldeanos en vez de dejar de darle como tributo cabras, le intentaban darle un mejor animal que el anterior, suerte para él que antes de dirigirse al río había pasado al santuario, viendo una cabra con su cría.
Chuuya tenía planeado dejarlas en el prado o en algún rebaño, pero con su situación actual, prefería quedarse con los animales.
Vio a la cabra y a su cría, así que los guío a su casa y dejo que pastaran por los alrededores. Con cuidado se acercó a la madre y el ordeño, llenando un tazón de leche fresca.
Cuando se adentra nuevamente a su casa, casi se le cae el tazón al ver que recostada al lado del futón se encontraba una hermosa mujer de cabello rosa recogido en un complicado moño, vestida con un elegante kimono rojo, moviendo sus tres colas de zorro en forma perezosa mientras miraba con suma atención al niño.
—¿Ma-madre?
—Chuuya, cariño, no me dijiste que ahora tenías un hijo —comentó con un tono de burla Ozaki, mirando a su hijo.
—Te aseguro que esto para mí también ha sido muy sorpresivo.
—Sí, lo sé. He visto el pergamino que dejo Dazai. Ese estúpido dios vagabundo, mira que dejarte a cargo de un tengu sin consentimiento —comentó Ozaki mientras acariciaba la mejilla del bebé, quien frunció el ceño pero siguió durmiendo—. ¿Qué piensas hacer con él? —pregunto en tono desinteresado la kitsune.
—No lo sé. No lo puedo dejar en el pueblo humano —respondió Chuuya mientras dejaba el tazón al lado del futón, junto con una tela de género que luego utilizaría para alimentar al niño.
—Podrías dejarlo al cuidado de Mori.
—¿Y molestarlo? No, no quiero eso.
—¿Entonces lo dejaras en el bosque?
—Creo que me voy hacer cargo de él.
Chuuya se quedó mirando expectante a su madre, esperando una negativa ante su decisión.
—Bien —fue lo que respondió luego de un silencio Ozaki—. Sin embargo necesitaras ayuda para criar este niño.
—Por supuesto, necesito todo tu conocimiento para no matarlo.
Y así Chuuya con ayuda de Ozaki, cuido de Akutagawa Ryuunosuke tranquilamente por un largo tiempo, hasta que un día inesperado Dazai volvió a su vida, y junto con él, otro integrante de lo que iba ser su extraña familia.
II
6 años después
Era medio día cuando Ryuunosuke subía las escaleras, cruzando tanto el torii que se encontraba al comienzo de estas como del que se encontraba en la cima, llevando al santuario donde los aldeanos dejaban sus ofrendas al espíritu kitsune.
Cuando llegó al último peldaño, encontró al frente del santuario a un extraño hombre de cabellos y ojos marrones, vestido de un kimono azul oscuro y con unas incontables vendas alrededor de sus brazos, pies y cuello, a su lado se encontraba un chico de su edad vestido con una yukata sucia y rota de color azul, que combinaba bien con su pelo blanco sucio y sus ojos de dos colores.
El hombre extraño lo miró de arriba abajo, antes de sonreír.
—Tú eres Akutagawa Ryuunosuke, ¿verdad? —más que una pregunta, era una afirmación por parte del hombre.
Ryuunosuke lo miró desconfiado, nunca, en sus seis años había visto a ese hombre, ni menos a ese niño, así que no sabía cómo el extraño podía saber su nombre.
El hombre al ver su desconfianza, sonrió cálidamente.
—Chuuya te ha criado bien al parecer.
—¿Lo conoces...? —aun ante su desconfianza no pudo evitar pregunta. El kitsune siempre se mantenía reservado sobre temas de su pasado, por lo que tenía mucha curiosidad de conocer alguien quien conocía a quien lo había cuidado y criado.
—¡Pues claro! Somos viejo amigos —respondió alegre el moreno, mientras comenzaba a caminar a dirección al santuario, para luego rodearlo y seguir el camino que estaba oculto por la vegetación del bosque, todo, seguido silenciosa y torpemente por el niño de pelo blanco y por Ryuunosuke, que no sabía cómo el hombre sabia de ese camino.
En el momento que llegaron a la casa oculta entre el bosque, Chuuya salió, con su anaranjada cola moviéndose inquieta, claramente listo para llamar a gritos al pequeño tengu, sin embargo no alcanzo a gritar, ya que vio al frente suyo al hombre extraño que decía ser su viejo amigo.
—¡Hola Chuu—el extraño no alcanza a completar su saludo, ya que una sorpresiva patada del kitsune en su rostro lo tiró al suelo, sacándole sangre por la nariz. No conforme con eso, se acercó al cuerpo y puso su pie en la mejilla del moreno, utilizando gran parte de su fuerza para pisarlo.
—Tu...maldito vagabundo...mira que desaparecer por 40 años y luego volver solo para dejarme a cargo de un mocoso al cual no me ayudas a criar...—dijo, hecho una furia mientras que con cada palabra pisaba más fuerte a Dazai— ¿Se puede saber que mierda se te metió en el cabeza para decidir volver, para lo más probable pedirme otra cosa?
El kitsune por fin dejo de pisar a Dazai, esperando que este se levantara y comenzara a explicarle porque había vuelto, pero lo único que hizo el moreno fue quedarse tirado en el suelo.
—¡Ay, Chuuya! Que mala percepción de mi tienes, ¡Yo! ¡Que solo vine a visitar aun viejo amigo!, y así es como me recibes.
Chuuya al ver esto, estaba listo para una nueva ronda de patadas para el castaño, sin embargo antes de poder lograr su objetivo, una pequeña voz lo detuvo.
—S-se...¡Se-señor! —Chuuya miró a su espalda y vio al niño que estaba al lado del Ryuunosuke, solo hasta ahora se había fijado que Dazai traía consigo a otra persona— N-no le ha-haga daño...—tartamudeó, mientras todo su cuerpo temblaba por tener los ojos azules ardiente con furia mirándolo.
El kitsune miró el cuerpo temblando del niño, dándose cuenta que era mejor hablar con Dazai después, así que soltando un suspiro de resignación le pegó una última patada en el estómago y lentamente se acercó al niño, que seguía temblando.
Cuando estuvo al frente de él, se agacho para quedar a su altura y mirarlo a los ojos.
—¿Cómo te llamas? —dijo en tono sumamente suave, sorprendiendo al niño.
—Na-Nakajima Atsu-tsushi...
Entonces Chuuya se acercó al niño y lo olfateo, poniéndolo nuevamente tensó y nervioso.
—Bien Atsushi, te voy a preparar un baño y te dejare una muda de ropa limpia para que te vistas —se levantó y miró al pequeño tengu que se había quedado callado en todo momento— Ryuunosuke te guiara adentro de la casa. Se amable Ryuu.
El tengu asintió, mientras tomaba la mano del niño y lo guiaba adentro de la casa. Chuuya los miró hasta que desaparecieron, luego volvió su mirada al cuerpo tirado de Dazai, el cual aunque seguía en el suelo, estaba en otra posición, una en la cual podía ver mejor la interacción que habían tenido Chuuya y Atsushi.
—Siempre pensé que con los años, tu instinto maternal se haría más fuerte, me alegro saber que tengo razón.
Chuuya prefirió ignorar el comentario y entrar a la casa, sabiendo que Dazai también entraría y se quedaría a esperarlo mientras ayudaba al chico que trajo.
El kitsune preparo agua caliente para el pequeño de cabello blanco, lo ayudó a desvestirse y lo bañó, limpiando toda la suciedad de la piel. Mientras lo bañaba, Atsushi intento ocultar las diversas cicatrices de su estómago, donde destacaba unas feas quemaduras. Chuuya no comento nada sobre ellas, sabía que ese tipo de heridas era de maltrato.
—¿Cómo te encontraste con Dazai, niño? —preguntó mientras le echaba agua sobre la cabeza con una cubeta.
—Y-yo...—murmuro el niño, mientras miraba a cualquier parte excepto a Chuuya.
—Tranquilo, no estás obligado a contestar —se apresuró a decir Chuuya con una sonrisa.
El niño se quedó callado mirándolo con sus grandes ojos llenos de sorpresa, antes de que en estos mismos comenzaran a caer gruesas lágrimas que se deslizaron por sus mejillas y se unían con el agua caliente de la tina cuando caían por su barbilla.
—É-él...m-m-me dijo...qu-que me ll-llevar-ría a un lug-gar cálido...—dijo mientras lloraba y trataba ocultar sus lágrimas con sus manos. Chuuya miró sorprendido al niño, sin saber cómo consolarlo—...Que-quería creerle, pe-pero n-n-no po-podía...pe-pero...
—...¿P-pero...? —repitió el kitsune, teniendo miedo de tocar al niño y que este se alejara.
—P-pero é-él tenía razón...
El niño siguió llorando, descargando toda su tristeza en esas lágrimas, por todas las noches que sentía que el sentimiento de la desesperanza se incrustaba en su pecho, sin dejarle ver una salida. Sin dejar de hacerlo sentir culpable. Chuuya no sabía sobre la vida del niño, pero no le importo, lo abrazo sin importarle su cuerpo mojado y lo meció, mientras murmuraba con palabras suaves que ya estaba en su lugar, el lugar que Dazai le prometió que iba a ser cálido.
Cuando Atsushi se tranquilizó, Chuuya lo saco del agua, lo secó, le puso una yukata de Ryuunosuke y lo guío al cuarto donde estaba el futón y lo acostó.
—Ryuu...—llamó el kitsune al pequeño tengu. Ryuunosuke se acercó, con su rostro infantil lleno de duda—. Quédate con Atsushi, duerme con él. Cuando converse con Dazai te explicare lo que está pasando.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo.
El tengu asintió, mientras se acomodaba a lado de Atsushi. Ambos se encontraban tensos, pero cuando Chuuya acaricio sus cabezas, ambos niños se relajaron.
Chuuya camino afuera de la habitación y encontró a Dazai sentado en la veranda que daba al patio, mirando un punto indefinido entre los árboles del bosque. Se sentó a su lado y espero que esta vez el moreno hablara.
—¿Atsushi te dijo algo? —preguntó Dazai luego de un prolongado silencio.
—Muy poco, y muy confuso.
Otro silencio prolongado.
—Encontré a Atsushi en un orfanato, cerca de un pueblo humano, al oeste. Él es un hanyou —comenzó a relatar Dazai, sabiendo que tenía que contar las circunstancia en las que había conocido al niño para poder convencer a Chuuya de cuidarlo—. Su madre era una byakko que se casó con un humano de un pueblo cercano al de su clan. Fue descubierta en el pueblo de su marido, la gente de ese pueblo, pensando que era un espíritu de la desgracia, la cazaron y su marido, intentando protegerla también murió —Chuuya miraba sorprendido al moreno—. Atsushi sobrevivió, pero como los byakko fueron descubiertos, cambiaron de lugar para que no los descubrieran. Consideraron a Atsushi como una maldición, así que lo dejaron abandonado en un orfanato cerca del pueblo humano, donde fue cuidado por una persona estricta y que estaba al tanto de su origen —Dazai suspiro—. Desde que tiene memoria, Atsushi a sufrido el maltrato del hombre, aceptándolo, pensando que era su culpa la muerte de sus padres. Lo encontré cuando pasaba por un camino secundario cerca del orfanato, al verlo supe de inmediato que sufría, pregunte si quería ir a un lugar seguro, dudo mucho, pero al final acepto.
Chuuya se quedó callado mirando algunas nubes en el cielo, sin saber que decir.
—¿Por qué lo trajiste aquí? —pregunta al final.
—Porque sé que aquí él no se sentirá solo —el kitsune lo miró, esperando algo que no sabe que espera. Dazai lo mira también y luego desvía la mirada—. A tu lado él será feliz.
Otro silencio, ahora Chuuya no podía dejar de mirar a Dazai.
—¿Lo mismo pensaste de Ryuu?
La respuesta de Dazai fue clara y directa, lo miraba a los ojos, hablándole con sinceridad.
—Sí —Chuuya sintió como su sangre comenzaba a subir a su cabeza, quedándose justo en sus mejillas, él rogaba por los dioses que Dazai no lo notara. No quería que el moreno se diera cuenta que sus palabras (más bien la confianza que le entregaba al dejar bajo su cuidado a Ryuunosuke y a Atsushi), le llenaba de calidez su corazón. Pero no podía caer tan fácil, el bastardo lo había dejado sin explicación hace más de cuarenta años, sin ni siquiera un adiós.
Si iba a cuidar de los niños, iba a poner las reglas ahora mismo.
—Cuidare de Atsushi, pero solo con una condición —dijo mientras ahora era el que miraba al moreno con seriedad—. Quiero que te quedes y también los cuides, no voy a aceptar que me utilices como una criada que cuida a los hijos del emperador ¿Me entendiste?
Dazai hizo el gesto de ponerse a pensar, cuando era obvio que independiente de la decisión que eligiera, está ya estaba tomada incluso antes de que el moreno lo dijera.
—Fuerte y claro —respondió con una sonrisa juguetona.
Chuuya no sonrió, pero le fue imposible no sentir una calidez en lo hondo de su pecho. No lo sabía, pero ese sentimiento permanecería por mucho tiempo más.
III
Pasaron dos meses desde que Dazai y Atsushi llegaron a la vida de Chuuya y Ryuunosuke, cambiando toda su rutina. Antes, cuando solo eran el kitsune y el pequeño tengu, Chuuya se levantaba temprano, se alistaba para el día, preparaba la primera comida del día y levantaba a Ryuunosuke para que se alistara y comiera.
Ahora, con dos integrantes más que levantar de sus futones, Chuuya ya comenzaba mal el día. El problema no era Atsushi, el pequeño byakko siempre intentaba levantarse a su primer llamado, además que intentaba ayudar en todo lo que era posible hacer en su corta edad, no, el problema era Dazai, quien para levantarse había que prácticamente arrastrarlo fuera del futón.
Cuando solo eran dos, Chuuya preparaba rápidamente el almuerzo, con ingredientes que el mismo cazaba o cosechaba o compraba en el pueblo que se encontraba a unos kilómetros abajo. Ahora con dos bocas más que alimentar, decidió mandar a Dazai a que cazara en el bosque, el resultado, un Dazai llegando al atardecer con dos faisanes.
Chuuya en ese momento maldijo la habilidad de Dazai con el arco (la verdad no era un problema que trajera dos faisanes, solo era el ego de Chuuya que se encontraba herido).
Cuando solo eran dos, Chuuya después de hacer todos sus deberes como kitsune del santuario, enseñaba a Ryuunosuke a leer, a entender los distintos kanjis, y a explicarle sobre los distintos aspectos del mundo de los yokai y de los humanos. Ahora también le enseñaba a Atsushi, quien le dificulto aprender a leer, pero una vez que tomo el ritmo, se devoro todo los libros y pergaminos que tenía guardado. A Chuuya le encantaba enseñarles, a veces se frustraba porque no le entendían su explicación, pero el sentimiento que tenía cuando les enseñaba, le recordaba mucho cuando su madre le enseñaba en su casa, diciendo que era su deber como madre enseñarle a su hijo cosas básicas como escribir y leer.
Una (de las muchas cosas) que le molestaba, era cuando Dazai se metía para enseñar a los niños, era sorprendente el cambio que tenían, lo miraban con mucha atención, como si cada palabra que salía por su boca era sagrada.
Cuando solo eran dos, las noches de Chuuya eran tranquilas y silenciosas, ahora con Dazai durmiendo al lado de su habitación, sus noches ya no eran tranquilas, ni mucho menos silenciosas. Dazai siempre se las ingeniaba para hacer ruido cuando se acostaba, además, cada noche, cuando Chuuya estaba en la en la línea entre la realidad y el mundo de los sueños, el moreno se colaba a su habitación y se metía en su futón, alegando que tenía miedo (obviamente falso, incluso cuando Dazai trataba de sonreír inocentemente, Chuuya podía ver el brillo travieso que tenía) y que necesitaba dormir con él. Chuuya simplemente ignoraba todo su teatro y lo echaba de su habitación de una patada.
A pesar de todos los cambios que pudo tener su rutina, Chuuya se acostumbró rápidamente a ella, al ruido que se escuchaba durante todo el día. Lo único que le preocupaba era la actitud de Ryuunosuke. Al principio había aceptado bien la presencia de Atsushi y de Dazai, pero luego, al pasar las semanas, comenzó a distanciarse de todos, sobretodo de él.
Así que cuando tuvo la oportunidad, Chuuya llevó al pequeño tengu al río, donde lo vio jugar con las piedrecitas que se encontraban en la orilla.
—¿Pasa algo, Ryuu?
Chuuya no era conocido por su sutileza, por lo que en vez de comenzar una trivial conversación y esperar que el pelinegro hablara, le habló directo.
—No —respondió el tengu, demasiado rápido.
—Te pasa algo, así que dime que es.
Akutagawa no lo miró, concentró toda su dedicación en mover sin ningún motivo las piedras del río, meditando lo que iba a responder.
—¿Por qué Dazai se fue?
—¿Qué? —Chuuya no se esperaba esa pregunta.
—¿Por qué se fue cuando me dejó a tu cuidado? ¿Por qué se quedó cuando trajo a Jinko? —Ryuunosuke lo miró, con sus ojos ónix perforando con sus preguntas a su alma que no tenía las respuestas— ¿Qué tiene él, que lo hizo quedarse, y no yo?
—Y-y-y-yo...no lo sé —logró murmurar, sin saber cómo responder a las preguntas que muchas veces él mismo se hizo. Él lo sabía que Dazai no se quedó por su amenaza, él pudo irse esa misma noche, pero no lo hizo.
—¿Qué es eso que estaba buscando, que fue más importante que yo, pero menos importante en comparación con Atsushi?
Ryuunosuke ya no lo miraba, cuando se dio cuenta que Chuuya no tenía las respuestas a sus preguntas, miró el río, observando su reflejo, con un odio que no debería sentir un yokai de su edad.
Chuuya conocía demasiado bien esa mirada.
Así que se puso atrás de Ryuunosuke y rodeo sus pequeños hombros, abrazándolo por la espalda. La acción era un tanto incomoda, con las alas del pelinegro que a medida que su cuerpo crecía, también crecían, pero a Chuuya no le importo, no cuando vio la mirada sorprendida del tengu en el reflejo del río.
—Quita esa mirada ahora mismo Akutagawa Ryuunosuke, que el problema nunca serás tú —dijo Chuuya en un tono suave, igual al que utilizaba su madre cuando él se sentía triste—. Sea lo que sea que Dazai esté buscando, no es más importante que tú, lo dejo de lado solo para traerte a mi lado, cuando solo eras un polluelo —Chuuya lo dio vuelta y lo miró a los ojos, para que Ryuunosuke entendiera que hablaba en serio, que creía en sus palabras y que él podía confiar en ellas— ¿Bien?
Ryuunosuek asintió, sin poder decir nada por el nudo que se había formado en su garganta, aun así trato de murmurar un "gracias", con la voz quebrada por el llanto que quería salir.
Chuuya simplemente sonrió, levantándose de su lugar y llevando al tengu a la casa, a su casa, en la cual lo esperaba un sonriente y perezoso Dazai y un nervioso y un tanto sucio Atsushi, que había intentado limpiar la casa, como muestra de su gratitud porque lo habían aceptado en ese hogar.
Ese maravilloso y cálido hogar el cual los trajo Dazai.
Curiosidades de Azuki:
-Jorogumo: Es un yokai en forma de araña que luego de cumplir 400 años adquiere poderes y se transforma en una mujer de gran belleza para atraer hombres bellos para comérselos.
-Tengu: Son espíritus que viven en las montañas y bosques de Japón. Se les describe al principio como aves de gran tamaño (similares a cuervos o a águilas) y luego como hombres con grandes alas negras y nariz aguileña.
-La razón de porque la familia de Akutagwa lo abandona por la parte de su cabello blanco es una referencia a los cuervos albinos. Los cuervos albinos poseen menor capacidad de supervivencia ya que por su color blanco son rechazado por sus padres al nacer y si por casualidad sobrevive y llega a la etapa adulta, las hembras no se interesan por el (hay que recordar que los cuervos buscan una pareja de por vida), al final terminan completamente solos.
-Kitsune: Espíritu del bosque con forma de zorro que se encarga de proteger los bosques y las aldeas. Normalmente se considera un yokai benigno, pero también se considera un espíritu juguetón y cruel.
-Torii: Es un arco tradicional japonés que suele encontrarse a la entrada de los santuarios sintoístas, marcando la frontera entre lo espiritual y lo no-espiritual.
-Byakko: Es uno de los cuatro monstruos divinos que representan los puntos cardinales, es el guardián del oeste y simboliza el aire. Como la palabra Byakko significa literalmente Tigre Blanco, en esta historia losyokai tigres se les llamara así porque en el folclor japonés no se especifica que nombre puede tener uno.
-Hanyou: También conocidos como semi-yokai o hanyo. Son seres que poseen sangre humana y sangre de yokai, se consideran híbridos.
