Hola! Os explico... Yo tenía otra cuenta que se llamaba MSpring y colgaba este fic... Pero se me rompió el ordenador, estuve como un mes sin él y lo perdí todo, incluso las claves para entrar a mi antigua cuenta. Y no las he podido recuperar. Eso me desmotivó mucho y dejé de escribir. Con el tiempo la historia seguía torturándome la cabeza así que recuperé la parte de la historia que estaba colgada y me dediqué a continuarla y además revisar y mejorar los capis que ya estaban colgados. Así que aquí estoy, con mi historia retomada. Lo siento muchísimo por todas aquellas que seguían mi fic... pero no hubo manera ni de avisarlas ni nada. Aquí os dejo el prólogo y los primeros capítulos. Espero que aquellas que ya me leían sepan perdonarme y las que no lo hacían que les guste mi historia. Muchísimas gracias...
Elena
"Dios mío" pensé "¿Dónde se ha metido esta chica?" No paraba de llamar a Caroline al móvil, pero no había manera de que lo cogiera. Y yo me sentía estúpida, sola en ese inmenso aeropuerto. De repente noté a alguien que me cogió por detrás y di un respingo a la vez que me daba la vuelta.
-¡Lo siento! – Exclamó Caroline – Ya sabes cómo se pone mi madre… No me dejaba marchar… - Me miró de arriba abajo y puso una cara extrañada. - ¿Dónde están tus maletas? Te recuerdo que no nos vamos de fin de semana, nos vamos a vivir a Barcelona.
-Facturadas. – le dije sonriendo tiernamente para luego ponerme más seria. – Donde deberían estar las tuyas. Vamos a perder el vuelo.
-¡Tranquila, Elena! – dijo cogiendo todas sus pertenencias con toda la tranquilidad del mundo y dirigiéndose al mostrador para sacar su tarjeta de embarque. -¡Espérame aquí!
Sonreí al verla caminar de espaldas. No sé qué haría sin ella.
Kol
Iba conduciendo con tranquilidad, casi al compás de la música. Sonaba en mi Golf un rap relajado, pero a todo volumen. Notaba como la gente me miraba al pasar. Pero me daba igual, son mis gustos. Aunque no les culpaba ya que en esa urbanización solo vivían pijos adinerados, como mi familia.
Llegué a casa, después de diez días sin aparecer por ahí. Era el cumple de mamá, sino no, no hubiera venido. Ella me abrió la puerta y me saludó con entusiasmo, intercambiamos un par de besos y le di su regalo de cumpleaños: una rosa. Le gustó, pude verlo en sus ojos. Me introduje en el amplio comedor de paredes blancas pero ahí solo estaba Rebeckah.
-Hola enana. – le sonreí y le revolví su bonito pelo rubio mientras me sientaba en una silla a su lado.
-Ya pensábamos que no volvías. – bromeó rodando los ojos.
-Qué más quisieras. – reímos los dos. Estuvimos charlando un rato los dos con mamá hasta que alguien nos interrumpió.
-Hola hijo. - esa voz ronca y dura en mi espalda me sentó como un puñal. Noté como las expresiones de mi madre y mi hermana se endurecían e incluso llegaban a mirarme con pena. "Ya estamos todos" me limité a pensar yo.
-Hola.- respondí seco y borde.
-Ya que te has dignado a venir quiero hablar contigo. – se me acercó y se sentó a mi lado. – Esto tiene que acabar. – dijo tajante y muy serio, sin mirarme a la cara. - Vas a ponerte a estudiar alguna carrera, me da igual cual. – hizo una pausa. – No permito que un hijo mío tire su vida por la borda.
-No. – respondí con muchísima tranquilidad y muy convencido de mí mismo. Entonces se hizo un enorme silencio en la sala. Yo sabía que él no insistiría, igual que él sabía que mi respuesta era irrevocable.
-Pues creo que lo mejor es que te vayas de esta casa, para siempre. – dijo muy frío. No sé por qué, pero no me sorprendió. En cambio si lo hizo a mi hermana y mi madre, quienes se quedaron con la boca abierta.
-Perfecto. – dije levantándome tranquilamente. Me acerqué a mi madre y le vuelví a besar en la mejilla. Esta vez con más sentimiento. – Lo siento, mamá. Entiende que no me quede. – Le susurré suavemente. Ella miró al suelo con cara triste, y me sentí mal. Pero yo no podía hacer nada. Luego me acerqué a Rebeckah. – Nos vemos pronto. – Le guiñé un ojo y sin decir nada más me di la vuelta y me fui por donde había venido. "Hola, mundo" pensé.
Katherine
-Mamá, aun me quedan tres días para irme a la residencia y ya lo tengo todo listo, relájate. – Le dije a mi madre intentando que se tranquilizara ya que no paraba de dar vueltas por la casa.
-Es que no me puedo creer que te vayas… ¡Ay, mi niña pequeña…! ¡Qué mayor se ha hecho! – exclamó a los cuatro vientos de forma dramática.
Levanté la mirada por encima del libro que estaba leyendo y la miré sonriendo. Me hacía tanta gracia...
-Mamá, tu niña pequeña es esa que tienes ahí. – dije señalando a mi hermana April de cinco años quien se dio por aludida, me miró y simplemente se limitó a saludarme con la mano. Eché una carcajada. Es lo que más iba a echar de menos de mi casa, esas escenas cómicas interpretadas por mi madre y mi hermana.
De pronto tocaron el timbre y unos segundos más tarde abrieron la puerta con la llave. Solo había una persona en el mundo que hacía eso y me levanté a saludarle.
-¡Abuelo! – abracé fuerte a mi hombre preferido en el mundo.
-Hola, cariño. – dijo mientras correspondía a mi abrazo. – Veo que ya lo tienes preparado. – miró a mi alrededor. – ¿No es un poco pronto?
-Eso le he dicho yo a tu hija. – y reímos mientras se acercaba mi madre a saludarle.
-Ay… Melinda, relájate. Sólo se va a la universidad y dentro de unos años dejarás de echarla de menos. Por qué la veremos por la tele. –Me sonrió dulcemente y dándome fuerza, como siempre hacía. – Mi pequeña gran actriz. – dijo revolviéndome mis rizos morenos. Y yo sonreí con todas mis fuerzas.
