Tras la inesperada intervención de Maléfica, un sepulcral silencio se apoderó de Nunca Jamás. El viento golpeando las ramas de los árboles era todo lo que podía escucharse. Los héroes estaban intranquilos, incapaces de experimentar la desbordante alegría que deberían sentir al haber acorralado a Peter Pan y encontrarse tan cerca de regresar a su hogar.

Bianca no podía apartar sus grandes esferas bicolores de la bola de cristal en la cual estaban atrapados Aurora y Felipe. La sujetaba con manos temblorosas, no pudiendo creerse se hubiese reencontrado con su madre y padre simplemente para volver a perderlos delante de sus propias narices. Como era costumbre en su vida, la felicidad había durado poco.

Una mano le arrebató rápidamente la bola de cristal de las manos.

-Si no te tranquilizas acabará cayéndosete al suelo. -le advirtió.

La chica alzó la cabeza para toparse con unos conocidos ojos azules. Félix la observaba desde arriba, expresando evidente preocupación. Probablemente era algo que solamente Bianca percibía, pero, su mirada tenía un brillo diferente, más humano.

-Siento no haberte devuelto el corazón...-se disculpó sinceramente la rubia. – Estaba... ha... pasado todo tan rápido... yo...

-No pasa nada, Campanilla lo ha hecho por ti. –repuso calmado el adolescente, sentándose a su lado. - Me encanta que las dos chicas de la isla intenten protegerme. -bromeó, intentando restarle importancia al asunto para que Binca no se sintiese mal.

Ella le dedicó una breve sonrisa, aunque su rostro pronto volvió a adquirir un gesto serio.

- ¿Te ha dolido mucho? – preguntó temerosa, mordiéndose un labio.

-La escala de dolor en mi vida está muy perturbada, no podría darte una respuesta realista.

Y esa vez, a pesar de la dura realidad que esas palabras reflejaban, Bianca dejó escapar una pequeña carcajada.

-Félix, me alegro tanto de que hayas vuelto a ser tú...

Unas incontenibles ganas de apretarlo entre sus brazos la inundaron. Sin embargo, antes de que pudiese hacer nada, una voz se alzó.

-Siento interrumpir...- habló Regina para todos los presentes, quienes, casi sin darse cuenta, se habían separado en pequeños grupos.

Todos callaron, mirando en su dirección, expectantes.

-Sé que todos tenemos problemas, mucho que explicar y asimilar, pero... aún hay asuntos que debemos resolver urgentemente. Y nos conciernen a todos. -recalcó.

-Asunto número uno, -comenzó Garfio, apuntando su sable en una dirección muy concreta. - ¿qué hacemos con él?

Pan se había arrancado la flecha del hombro e intentaba hacer presión en la herida para perder la menor cantidad de sangre posible. Tragó saliva cuando absolutamente todo el campamento; los niños perdidos, el equipo de rescate, su sombra, Félix, Bianca e incluso aquella desconocida guerrera asiática, clavaron sus rabiosos ojos en él.

- ¿En serio? ¿Yo os parezco vuestro mayor problema? – inquirió, alzando una escéptica ceja. – Yo si fuese vosotros me centraría más en la tipa de los cuernitos. -se refirió a Maléfica con desdén. - Ella tiene la caja de Hellraiser, no yo. Por no decir que, a mí, vuestra mascota murciélago me ha dejado sin magia.

-Aunque odie decir esto, Pan tiene razón. –asintió Baelfire. - Sea lo que sea lo que esa bruja planea no puede ser nada bueno, debemos detenerla.

-Ha atacado a Aurora y Felipe. Otra vez. -añadió Mulán. –Ella fue quien hizo que la princesa cayese en un sueño eterno y, sabiendo que Felipe podría despertarla con un beso de amor verdadero, a él lo encerró en un laberinto. Cuando consiguió escapar, lo convirtió en una bestia llamada Yaoguai. Así fue cómo lo conocí. -explicó.

Bianca escuchaba atentamente, descubriendo por fin la razón por la que su padre había desaparecido y jamás vuelto a por ella. Se sintió estúpida por pensar que Felipe habría sido capaz de abandonarla y culpable por haberlo odiado tanto durante años.

-Estoy en deuda tanto con Felipe como con Aurora, no permitiré que tras todo lo que han pasado para volver a reunirse esto acabe así. Debemos hacer que Maléfica deshaga el hechizo. –finalizó Mulán contundentemente.

-Totalmente de acuerdo, aunque antes debemos saber a lo que nos enfrentamos. -fue precavido David. - ¿Qué hace esa tal caja de Hellraiser exactamente?

Los presentes intercambiaron miradas de ignorancia entre ellos, nadie parecía saber la respuesta con claridad. Muchos pares ojos acabaron posándose en Regina, creyendo que sería más probable que, al ser hechicera, ella lo supiera.

-No lo sé con certeza. Creía que no era más que una historia de miedo. Teóricamente si la caja se abre, el lugar en el que suceda quedará conectado con el inframundo. -hizo una pequeña pausa, tratando de recordar algo más. Fue en vano, era una vieja leyenda no demasiado conocida y casi nadie se tomaba en serio. - Ni siquiera tengo del todo claro que el inframundo exista, así que no tengo ni la menor idea de a qué demonios se refiere la leyenda con "quedar conectado" a él.

-Claramente nada bueno. -aseguró Emma.

-Es evidente que no podemos dejar la caja en manos de Maléfica. -coincidió Blanca.

-Debemos volver a Storybrooke y reorganizarnos. -empezó a dirigir el príncipe, pues era un buen estratega y solía ser quien lideraba las misiones. - Lo principal es tratar de encontrar más información sobre Hellraiser y desentrañar cuál puede ser el plan de Maléfica para idear el nuestro en respuesta.

-Y no olvides el darles a los niños perdidos un lugar seguro en el que quedarse. -recordó Blanca. Tras ello habló dirigiéndose directamente a los nombrados. - Podréis quedaros en el convento de las hermanas o en el hotel de la abuelita temporalmente. Dejaremos a algunos encargados para que os busquen un hogar a tantos de vosotros como se pueda. Podéis estar tranquilos, a partir de ahora, todo irá bien. -sonrió, consciente de la dificultad de encontrar familias adoptivas para todos ellos, pues eran muchos, aunque, al mismo tiempo estaba segura, de que, pasase lo que pasase, en Storybrooke estarían mucho mejor que en Nunca Jamás.

Los pequeños y los chicos más novatos la miraron emocionados, unos porque un mundo nuevo les resultaba de los más apasionante y divertido; los otros esperanzados por la posibilidad de reencontrarse con sus, largo tiempo atrás perdidas, familias. Los más veteranos, en cambio, estaban recelosos con el plan. Creían que podían estar siendo engañados o que nadie los querría y seguirían estando solos. Aun así, no replicaron. Tal vez por miedo, tal vez por indiferencia a esas alturas de sus vidas o tal vez porque en el fondo, había una pequeña parte de ellos que esperaba que Blancanieves tuviese razón y las cosas cambiasen.

-Insisto, -siguió Garfio. - ¿qué hacemos con él? -volvió a señalar a Pan. - ¿Lo dejamos aquí? -quiso saber. - Solo y acabado...-murmuró, mirándole con verdadero disfrute.

Había deseado tener a Peter Pan entre la espada y en este caso, el árbol, desde que había puesto sus pies por primera vez en Nunca Jamás, hacía tanto tiempo atrás.

- ¿Hacer eso no sería dejarlo morir? -se levantó Bianca, no pudiendo evitar que la idea la disgustase.

-Sí, sin magia o ayuda médica el niñato morirá desangrado. -corroboró Regina indiferente.

No iba a mentir, aunque se estaba ablandando e intentaba hacer lo correcto, dejar que Peter Pan muriese no le importaba lo más mínimo. Incluso sentía cierta satisfacción.

-Creía que los buenos de verdad no matabais. -escupió Félix al ver que los héroes estaban tomándose demasiado tiempo para pensarlo.

-No vamos a matarlo. -contradijo Garfio rodando los ojos.

-A efectos prácticos, dejarlo morir y matarlo son lo mismo. Tienen el mismo resultado, simplemente uno lleva más tiempo que el otro. -se encogió de hombros el rubio. -No ver esa diferencia demuestra que no eres el héroe de la historia, pirata. -vaciló.

- ¿Qué pasa Félix, aún buscas que te raje la cara?

-Para nada, yo también "no he matado" gente dejándola morir. –repuso sarcásticamente, con una sonrisa torcida.

-Creo que lo que Félix quiere decir...-se interpuso Bianca. -...es que nosotros no somos tan buenos... pero... vosotros, la Salvadora y su familia... vuestra fama os precede. No matáis, en ningún contexto o circunstancia.

-No, no lo hacemos. -afirmó Emma.

Blancanieves bajó la mirada al suelo, le encantaría que aquello fuese verdad. Del todo verdad.

-En realidad simplemente creo que dejar a Pan en su isla, a sus anchas, no es una buena idea. -aclaró Félix.

Peter dejó escapar un divertido bufido, el rubio lo conocía demasiado bien.

- ¿Y qué propones, cara cortada? -lo ignoró Garfio, volviendo a hablar al alto.

- ¿Hay alguna prisión en ese mundo vuestro? -preguntó Félix a Emma.

- Sí, algo por el estilo.

-Pues, -el chico volvió a girarse a Garfio. - lo que propongo, pirata manco, es que lo llevemos con nosotros y lo encerremos ahí. Al menos así lo tendremos mejor vigilado y no estará en su terreno.

Bianca y Campanilla se miraron, sorprendidas por el rápido cambio que Félix había dado.

-Nunca subestimes el amor verdadero...-murmuró el hada.

-Por favor, no seas cursi. -reprochó, aunque no pudo evitar dejar escapar una sonrisilla.

La halagaba saber que al chico estar con ella le hacía sacar su mejor forma de ser. Saber que no sólo era él quien había marcado tanto su vida, sino que ella también podía tener tal efecto en él, la llenaba de una manera que no era capaz de explicar.

-Yo estoy con Félix. -dijo en voz alta.

-Sí, yo también. -se unió su amiga.

-Me encanta que no queráis separaros de mí, yo también os quiero. -murmuró Pan burlonamente, con cierto esfuerzo, apenas intervenía debido a lo mucho que estaba sufriendo.

-Cierra el pico, Peter. -lo mandaron acallar los tres, al unísono, sin darse cuenta de que, en lugar de llamarlo Pan, se habían dirigido a él por su nombre de pila.

-Bien, realmente es nuestra única opción, ya que no vamos a dejarlo morir. -finalizó Baelfire.

Todos, salvo Garfio y Regina que se mantuvieron callados, estuvieron de acuerdo.

-Genial, pues nos vamos todos de Nunca Jamás. –celebró David. - Regina, cura a Pan.

- ¿Perdona?

-Ya lo has oído, no vamos a dejar que muera.

-Además, a cambio de salvarle la vida, él nos dejará salir de aquí sin ningún esfuerzo ni percance innecesario. -aseguró Baelfire, pidiendo rápidamente que Peter pagase el coste de salvarle la vida. - ¿Verdad, Pan?

El castaño apretó los dientes con fuerza y miró, sus ojos verdes entrecerrados, al hombre que una vez fue uno de sus niños perdidos. Parecía estar barajando sus opciones.

- Verdad. -dijo finalmente.

Regina no tuvo otra que, contra su total voluntad, acercarse y curar la herida de Pan con su magia. Su mala gana mientras lo hacía era notable.

-Y...-comenzó Peter una vez la reina lo hubo curado. Se dio cuenta de que lo apuntaban, como medida preventiva, por si se le pasaba por la cabeza traicionarlos. -...si me trataseis con respeto, delicadeza e incluso algo de confianza, podría ser de ayuda.

Se oyeron varias voces negar rotundamente.

-No nos fiamos de ti, Pan y nunca seremos tan tontos como para hacerlo.

- ¿De verdad? -alzó ambas cejas, no dando crédito. - ¡Maldita sea, no tengo mis poderes! Nada, ni fuertes, ni débiles, ¡nada! ¡Ni una gota de magia! -alzó los brazos en señal de exasperación. - No soy una amenaza. Quiero ayudar.

- ¿Por qué querrías tú ayudarnos? -se le encaró Bianca.

-Porque quiero que me perdones y vuelvas a darme besos como los de antes. –contestó, intentando ridiculizarla.

Sabía que probablemente Bianca quería ocultar a los héroes su relación con él. Seguramente no querría que nadie lo mencionase, haría como si no hubiese pasado. Sin embargo, Pan no pensaba, ni por un segundo, dejar que lo olvidase.

- ¿¡Por qué va a ser?! Maléfica ha venido a mi isla y se ha reído de mí en mi cara, no quiero que se salga con la suya. -explicó finalmente, como si fuese lo más obvio del mundo.

Bianca dio un par de pasos hacia él, amenazante, claramente disgustada con lo que acababa de hacer.

-No se te ocurra seguir hablándome así.

Sus mejillas ardían y su mirada decía claramente que estaba conteniéndose las ganas de golpearlo.

- Ya no estás en posición. -quiso dejarle claro la semi-vampiresa.

-Creo que tú y yo seguimos exactamente en la misma posición. -señaló la pulsera de cuero de la chica. - Ninguno de los dos tiene poderes.

Estaban bastante cerca el uno del otro y Peter la miró rápidamente de arriba abajo, esbozando una provocativa sonrisa.

-Lo de los besos no era del todo bro...

-Suficiente. -cortó Félix, agarrando a Bianca. - Que no queramos matarte no quiere decir nada. No vas a poder jugar con nosotros. Ya no estás al mando. – él también estaba intentando dejar las cosas bien claras. - Y, que sepas que no me importas lo más mínimo. Por mí puedes pudrirte en la prisión de su mundo. Tenlo en cuenta.

- ¿Así me agradeces que no haya aplastado tu corazón?

-No lo has hecho porque no te han dado ocasión, agradece tú que no coja la espada y te corte el cuello ahora mismo.

-Bueno, que son un par de amenazas de muerte, peleas e insultos entre amigos.

-Tú no eres mi amigo, no después de lo que me has hecho.

Peter hizo una mueca. Miró a Bianca y Félix repetidas veces.

-Ahora entiendo por qué os gustáis, sois simplemente iguales, malinterpretáis todo culpando a quien no tenéis que culpar.

-Pobre e incomprendido Peter Pan. -le escupió Bianca en tono monótono antes de darle la espalda. -Salgamos de este maldito lugar.

-Todos a mi barco. -ordenó Garfio.

-Esperad, -llamó la atención Baelfire. - ¿alguien sabe dónde está mi... el Ser Oscuro? -rectificó.

-Me temo que Rumplestiltskin no está en condiciones para acompañaros...-informó la sombra.

Baelfire entendió y calló. Curiosamente, el saber que su padre estaba muerto no pareció afectarle demasiado. Puede que aún no se lo creyese, que no lo hubiese asimilado debidamente. O puede que, para él, el hombre que había considerado su padre hubiese muerto hace mucho.

Tal vez Regina fue quien más se apenó, a pesar de no mostrarlo abiertamente, de la muerte del hombre que había sido su mentor. No quiso pensar demasiado en ello, el Ser Oscuro pensaba traicionarles, después de todo. Si él siguiese vivo y se hubiese salido con la suya, probablemente ella y su hijo serían los que estarían muertos. Se acercó a Garfio y Campanilla, tratando de centrar toda su atención a que por fin saldrían de la isla.

- ¿Vamos a navegar? -preguntó, no muy convencida. - ¿A caso confías en que Pan calme a las sirenas?

-Yo no confío para nada en ese criajo. –negó el pirata, mostrando clara repulsión hacia la simple idea. - Saldremos volando, que es más rápido y cómodo, por no decir espectacular.

-Creía que habíamos quedado que no se podía...

-Campanilla tiene polvo de hadas. -interrumpió con una sonrisa.

Regina miró a la rubia sorprendida, ésta, por su parte, no hizo más que sonreírle orgullosa.

-No malgastéis el polvo. -aconsejó la sombra, interviniendo en la conversación sin previo aviso. - Yo puedo hacer volar el barco si es lo que necesitáis, porque... tenemos un trato, ¿verdad?

Aquella última pregunta la había dirigido al aire, bien alto, llamando la atención del resto de los integrantes del equipo de rescate, que, en esos momentos, se encontraban desatando a los niños perdidos.

-Lo tenemos. Si eres nuestro aliado, conseguiremos que seas libre...-Bianca se dio cuenta de que no sabía cómo llamar a la criatura. - ¿Cómo quieres que te llamemos? Sombra de Pan no es un buen nombre, elije uno. -le sonrió amablemente.

La sombra se sorprendió, como se había sorprendido también en el Árbol del Ahorcado, al comprobar que lo trataba como un ente independiente, totalmente ajeno a Pan.

- ¡Claec! -exclamó de pronto, parecía emocionado con la idea de tener un nombre.

Peter rodó los ojos, iba a comentar lo absurdo que le parecía todo aquello, pues, aunque no lo quisiese, aquella criatura era su sombra. Bianca no le dio opción.

-Está bien, Claec, sácanos de aquí.

Así lo hicieron, todos juntos, con un inconsciente Henry a hombros de su abuelo materno, caminaron a lo largo de la selva hasta llegar a la playa en la que encallaba el Jolly Rogers de Garfio. El pirata, Regina, Bianca, Félix y Campanilla no quitaban ojo a Pan, que cerraba el paso, seguido de cerca por una Mulán lista para atacar. El, hasta el momento, líder de Nunca Jamás, no hizo ningún intento de jugársela o escapar.

Una vez en el barco, lo encerraron en una celda al lado de la bodega donde, en sus años de piratería Garfio había tenido secuestradas a múltiples personas. Los barrotes eran muy resistentes. David y Baelfire cerraron la puerta a cal y canto, no sólo con llave sino con múltiples cadenas.

El resto fueron libres de hacer lo que quisiesen. Los niños perdidos se quedaron en la cubierta. Querían ver el barco volar y descubrir lo que había fuera de esa isla que durante tanto tiempo había sido lo único que veían. El equipo de rescate se retiró, cada uno a su respectivo camarote, Garfio aceptando que Baelfire usase el de capitán ya que él tenía que dirigir la embarcación.

También les dieron un gran camarote que estaba libre a Campanilla, Félix y Bianca. El hada no pareció muy cómoda con ello. Bianca insistió en que no fuese tonta y los acompañase. Aun así, la aludida aseguró que prefería quedarse donde estaba. Se giró para comprobar que, finalmente, ambos adolescentes se daban por vencidos y bajaban por la escotilla sin ella.

-Hay que darle espacio a la nueva parejita. -le susurró traviesamente a Regina, que se encontraba a su lado, esperando a que Blanca y Emma llevasen a Henry a una cama en la que poder devolverle su corazón y dejarlo descansar.

Ambas mujeres se encontraban apoyadas en la madera de proa, echando un último vistazo a Nunca Jamás. La reina torció el morro ante el comentario del hada, entrecerrando sus ojos marrones.

-No sé si me acaba de gustar ese chico para Bianca...

-Eso es el complejo de madre, ninguno parece lo suficientemente bueno para tu joya de niña.

-Es que no me lo imaginaba así, cuando me hablaba de él...

-Cuando te hablaba de él te hablaba del Félix de hace... ¿cuánto? ¿35 años? Que no hayan cambiado físicamente no quiere decir que no lo hayan hecho en otros aspectos. -contrapuso Campanilla. - A mí también me ha contado las mismas cosas que a ti, y lo que veo es, que cuando se conocieron eran inocentes niños de once y doce años y ahora han... pasado por muchas más cosas. Eso te endurece, para bien o para mal. Créeme Regina, Félix no es un mal chico, simplemente, como el resto de niños perdidos, ha estado bajo la influencia de Pan mucho tiempo.

Regina supo que no tenía ningún argumento objetivo para refutar a la rubia y simplemente se encogió de hombros.

-Eso o sigues teniendo demasiada fe en las personas.

-Tuve fe en ti. Y, por lo que puedo ver ahora, no estaba del todo equivocada.

La reina la miró fijamente con una sonrisa ladeada.

-Tú también estás mejor ahora.

-Ah, ¿sí? -inquirió, girándose a la reina, divertida e interesada.

-Te has vuelto más fuerte. -admitió. – Y si no me crees, mira lo que has conseguido. -señaló el collar en el que contenía el polvo de hadas. - Seguro que no hay ninguna otra "hada no hada" que haya podido fabricarlo.

-Y tengo todo un arsenal en mi bolsa. Incluso algo de polvo de duende. –alardeó ligeramente, sonriendo de oreja a oreja.

Campanilla había aprovechado el tiempo que se habían quedado en el campamento para ponerlo patas arriba en busca de todos los frascos que Pan le había quitado. Ahora todos estaban en su posesión. Llevaba encima, en su pequeña riñonera de cuero, diversos tarros de polvos artificiales, de diferentes usos y colores, que ella misma había creado.

- ¿Ves lo que te decía? -sonrió Regina en respuesta.

Se la quedó mirando un rato más, la veía radiante. Estaba claro que el poder volver a usar el polvo y conseguir salir de la isla la habían hecho volver a sentirse útil. Campanilla había recuperado la seguridad en sí misma y por algún motivo, ese hecho alegraba a Regina más de lo que admitiría.

- ¿Qué pasa? -la sacó de sus pensamientos Campanilla, riendo. - Pareces distraída.

Regina agitó la cabeza, moviendo con ello su negra melena delicadamente a un lado y a otro.

-Pensaba que... bueno, tiene que ser incómodo compartir camarote con una pareja, puedes dormir en el mío si lo prefieres.

- ¡OH! -se sorprendió el hada. -Es un detalle, gracias.

-Nada.

- ¿Regina?

- ¿Sí?

- ¿Estás intentando ser amable para que te perdone?

La pregunta pilló completamente desprevenida a la antigua reina, no supo qué responder.

-Simplemente...-siguió Campanilla. -que sepas que no tienes por qué, ya te he perdonado.

-Gracias...-fue lo único que le salió decir a Regina.

-De nada, es lo que hacen las hadas, dar segundas oportunidades.

-Ésta debe ser al menos mi quinta oportunidad. -bufó.

La discusión anterior sobre qué hacer con Pan la había dejado dudando. Dudando sobre si podría cambiar o siempre sería una reina malvada intentando maquillar su oscuridad. Dudando sobre si alguna vez llegaría a ser lo suficientemente buena para Henry y el mundo de los héroes.

-Eso es que te la has ganado cinco veces. -contestó Campanilla sonriendo con dulzura, probablemente dándose cuenta del estado anímico que Regina trataba de ocultar.

Si bien ella, en ocasiones, no había creído lo suficiente en sí misma, y la reina se lo había reprochado tachándolo como debilidad, Campanilla sabía que Regina también podía llegar a tener esa misma inseguridad.

-No estoy tan...

- ¡Eh! -cortó la rubia, alzando un dedo. - No te atrevas a ponerme en duda, ahora soy un hada fuerte e independiente y tengo muchos polvos mágicos que hacen cosas desagradables. -bromeó.

Regina no pudo reprimir una sonrisa, parecía ser que Campanilla siempre la ayudaba a sentirse mejor.

Mientras tanto, en los camarotes, Bianca seguía sin poder evitar obsesionarse, sus ojos bicolores seguían fijos en la bola de cristal que Félix había dejado sobre la mesa del camarote.

-Eh, -llamó su atención el chico. - vamos, Bianca, déjalo. Ni ha sido culpa tuya ni puedes hacer nada para arreglarlo.

La chica se giró de golpe a mirarlo, su cara nada amigable, y Félix se dio cuenta al instante de que no había elegido bien sus palabras.

-Quería decir que no hay nada que puedas hacer ahora, en este preciso momento. -intentó solucionarlo. - Pero claro que lo vas a arreglar. -se acercó a ella y, aunque, vaciló, al final acabó posando sus manos en los hombros de Bianca y rodeándola en un cálido abrazo. -Vamos a ir a donde haga falta para encontrar a esa bruja y cuando demos con ella, le obligaremos a que deshaga el hechizo.

- ¿Por qué has pasado de repente al plural? -preguntó Bianca, echando la cabeza hacia atrás para mirarle.

-Evidentemente porque sin mí no podrías dar ni dos pasos. –sonrió burlonamente.

-Félix, es peligroso...

- ¿En serio? -alzó una escéptica ceja el rubio. - ¿Vas a venirme con esas?

Bianca no dijo nada, quería estar con él y en gran parte deseaba que lo acompañase, pero había una innegable realidad que no podía obviar. Félix era humano, completamente humano y como tal, el riesgo para él era mayor. Otra parte de ella le decía que estaba siendo hipócrita, el riesgo era el mismo teniendo en cuenta que ella estaba debilitada y sin poderes. No podía prohibirle ir, no podía prohibirle nada que quisiese hacer.

-Simplemente...no quiero que te sientas obligado. Ven sólo si de verdad es lo que quieres, porque el peligro es muy real para todos nosotros.

-Bueno, yo siempre he sido un poco inconsciente.

La rubia rió, aunque siguió sin poder quitarse del todo esa angustia que devoraba cada rincón de su ser.

-Vas a recuperar a tu familia como has conseguido que este suicidio de venir a por mí a Nunca Jamás haya salido bien. -siguió animándola Félix.

Bianca lo meditó brevemente.

-Sí...tienes razón. -asintió, intentando convencerse.

-Genial. - aprobó Félix, sonriendo.

Satisfecho con su trabajo animando a la chica, el adolescente se alejó para dejarse caer sobre la cama.

-Ahora ya puedes dejar de torturarte a ti misma y hacerme un poco de caso. -se hizo la víctima.

-Es verdad, perdona, apenas te he prestado atención en las últimas horas...

-Eh, que era broma. -trató de cortarle, no había intentado que Bianca se sintiese mal.

-No del todo. -lo acusó ella en tono jocoso.

-Mmm... cierto. -admitió, usando el mismo estilo que ella. -Pero...-alargó la palabra más de lo necesario. -...realmente yo te debo más disculpas a ti que tú a mí.

Tanto su tono como su rostro se habían vuelto serios, un gran contraste tras el aire vacilón que había tenido durante toda la conversación.

-Bianca, de verdad que siento lo mal que te lo he hecho pasar con no recordarte. Perdóname. -pidió sinceramente.

-Félix, ¿qué dices? No tienes que pedirme perdón, no es tu culpa. -trató de quitarle importancia con cierto humor. - No es como si lo hubieses olvidado adrede. -añadió alzando los brazos y moviendo la cabeza cómicamente.

-Ya, pero lo has pasado mal por mí...-siguió serio, su tono apenado.

-Oye, ¿no te estás creyendo muy importante? -le atacó Bianca, levantándose de la banqueta en la que llevaba largos minutos sentada y acercándose a él. - A uno le dicen que es tu amor verdadero y ya no hay quien le baje de la parra...

El rubio no pudo evitar reír ante eso.

-Ya ves...

Iba a seguirle el juego, decirle algo más, pero sus palabras simplemente quedaron en un murmullo. Todo lo que tenía en la cabeza voló cuando vio a Bianca apoyarse en el trozo de colchón entre sus piernas y colocarse encima de él.

-Apaga la vela, anda. -le ordenó ella riéndose, probablemente por la cara embobada que acababa de poner.

Félix le hizo caso rápidamente y cuando volvió a girar su cabeza hacia ella, Bianca lo besó apasionadamente en los labios. El rubio pensó en la de tiempo que llevaba esperando aquello. Incluso sin sus recuerdos, no le había costado demasiado volver a sentir algo por Bianca y llevaba una eternidad conteniendo el impulso de lanzársele. Empezó a tantear el cuerpo de la chica con sus manos mientras la besaba.

-Félix...-se apartó de pronto ella.

Bianca no podía evitarlo, era muy duro para ella. No quería que aquel suceso de esa noche en el bosque marcase su vida, definiese sus relaciones o incluso a ella misma. Aun así, necesitaba una seguridad, algo a lo que aferrarse cuando inevitablemente los recuerdos la inundasen. Además, quería saberlo, ¿de verdad aquello era real? ¿sentía y quería él verdaderamente lo mismo que ella?

- ¿Qué pasa, Bianca? -se sorprendió Félix.

El rubio quería continuar, pero, sin duda, Bianca tenía un problema con ello. No podía ignorarlo.

-He... ¿he hecho algo que no...? -quiso saber, la preocupación notable en su voz.

-Yo...

- ¿Te ocurre algo?

No recibió respuesta, lo que lo inquietó aún más.

-Quieres... ¿quieres que encienda la vela?

-Em...no, no...-estaba poniéndose nerviosa, no quería arruinar el momento. -sólo quiero que me respondas a algo.

-Ah...-el rubio se destensó. -Vale, pues pregunta.

- ¿Qué soy yo para ti?

- ¿Qué me estás preguntando exactamente? –dudó.

-Emm...yo...

Ni siquiera ella lo sabía, no estaba segura de para qué demonios servía todo aquello, ni siquiera sabía por qué lo hacía. Simplemente sabía que cada vez que se encontraba en una situación así, lo único que quería era escapar, no podía estar tranquila ni cómoda con ello y su nerviosismo le hacía hacer cosas extrañas y preguntas sinsentido. Le había pasado con Peter y le estaba pasando ahora con Félix.

-A ver, -trató de ayudar el chico. - ¿qué es lo que quieres saber? Las razones por las que me gustas, lo que significas para mí... porque, si es lo primero creo que tenemos para largo. -comentó jocoso. - Y si es lo otro...-se lo pensó un breve segundo. – no sé cómo decir esto...-se rascó la nuca nerviosamente, sonrojándose con lo que estaba a punto de decir. Simplemente esperaba no sonar demasiado empalagoso. - Creo que tú me has hecho ver que al menos hay alguien a quien le importo. Me has ayudado más que nadie, Bianca, conocerte mejoró mi vida. Tenías razón, no le debo todo a Pan, te lo debo a ti. Y... creo que por eso no sólo me gustas, como cuando éramos críos, sino que... te quiero. -acabó por soltar.

Lejos de desagradarle su confesión, Bianca estaba tan conmovida que había tenido incluso que llevarse una mano al pecho para comprobar que éste siguiese sin latir. En un principio no había sabido casi ni por qué demonios había tenido que hacerle tal pregunta, pero ahora lo sabía. Esa era la respuesta que buscaba. Necesitaba escuchar algo tan bonito, al menos una vez, pues no es que en su vida hubiese rebosado el amor, pocas veces le habían mostrado un aprecio semejante. Había obtenido la respuesta que quería y por fin lo tenía todo claro, no dudó.

-Yo también te quiero, Félix...-le respondió tirando de la camisa del chico para que se incorporase y pudiesen besarse.

Entonces, alguien apareció sigilosamente y, durante un tiempo, estuvo observando a la pareja. Parecían muy inmersos en lo suyo. El observador estaba divertido y deleitado con la escena, sobre todo cuando la chica comenzó a desvestirse. Tenía que admitir que tal vez tuviese algo de envidia. Tal vez mucha envidia.

-Algunos no pierden el tiempo...-comentó, encendiendo una potente lámpara. - aunque oye, en parte está bien...

Félix y Bianca se sobresaltaron, probablemente nunca hubiesen esperado una interrupción. Al menos no tan repentina, sin tocar a la puerta o ningún otro aviso. Al girarse, su sorpresa sólo aumentó.

- ¿Pan? -inquirió Bianca sin poder creérselo.

- ¿Qué diablos haces tú aquí? -murmuró Félix entre dientes.

-Disfrutar de las vistas. -respondió con una afilada sonrisa, guiñando un ojo a Bianca, simplemente para provocarlos a ambos.

La chica, por su parte, se cubrió el pecho con las manos, avergonzada. Cruzó rápidamente las piernas y trató de taparse con una de las mantas.

-Eh, tranquila...-empezó con tono suave Pan, pero rápidamente manchó su voz con cierto sadismo. -...no es como si no hubiese visto nada anteriormente.

Félix clavó sus ojos en él como puñales.

- ¿Cómo has podido aparecerte aquí? No tienes magia.

- ¿Lo dices por esto? -señaló la pulsera de cuero. - No funciona conmigo. Yo la fabriqué. Nunca haría un arma que pudiesen usar en mi contra, ¿tan estúpido crees que soy? -inquirió alzando ambas cejas, la derecha algo más elevada.

- ¿Entonces por qué has fingido que funcionaba? -preguntó, esta vez, Bianca. No necesitó que respondiese, según lo dijo en alto, la respuesta vino a ella. -Es porque no podías con todos nosotros, ¿verdad? En el fondo sigues habiendo perdido. No tienes isla, no tienes ejército, tu magia ha llegado a sus reservas y ya no puedes conseguir el corazón de Henry. Estás débil. -escupió finalmente, sabiendo lo mucho que aquello le dolería.

-Cuidado preciosa, yo no soy quien tiene un novio sin ningún poder, tan humano e insignificante, tan fácil de matar...

-No eres más que un farol. -escupió Félix. -Todo tú, eres un engaño. No eres un niño con poderes, ni eres más fuerte ni más especial que nadie.

-Ni se te ocurra seguir por ahí...

El rubio lo ignoró completamente.

-No eres más que un crío caprichoso que no quería crecer y en lugar de superarlo como el resto, se dedicó a robar poder a una isla. ¡Es patético!

- ¿Qué es más patético, ser patético o seguir a alguien patético? Porque te recuerdo que eso es lo que hiciste tú, Félix, seguirme como un tonto.

-Ya basta. -intervino Bianca, enfadada. - ¿Qué es lo que quieres, Pan?

-Me gusta más cuando me llamas Peter, lo pronuncias con otra suavidad.

-Deja de jugar conmigo o te arrepentirás.

-Bien, bien, princesa, lo que tú digas. -hizo un gesto con la mano, haciendo que se quitaba algo de encima. - Simplemente vengo a pediros un favor.

-Pues vuelve por dónde has venido.

- ¡Félix! -lo mandó callar Bianca.

La idea de volver a estar bajo la influencia de Pan le gustaba tan poco como a él, pero no podía arriesgarse a que le hiciese daño a Félix. Estaba bastante segura de que a ella no la mataría, bajo ningún concepto. Conociéndole, preferiría hacerle sufrir de otras formas. Félix era otro asunto, si lo provocaban lo suficiente... podría pasar.

- ¿De qué se trata? -habló, calmada.

-Vais a convencer a vuestros amiguitos para llevarme con vosotros en la misión contra Maléfica.

- ¿Por qué?

-Ya os lo he dicho, quiero ayudar. -se hizo el inocente.

-Prueba de nuevo, eso no nos lo tragamos. -escupió Félix de mal humor.

-No me creáis si no queréis, pero yo confío en vosotros y...-hizo como que lo pensaba. - realmente tengo menos razones que vosotros para confiar. Me habéis traicionado más veces de las que yo os he traicionado a vosotros.

-Eso tiene que ser una broma.

-Mmm... os doy el beneficio del empate. -cedió con una sonrisa provocativa. -A lo que voy es, que sé que lo haréis, les convenceréis. Y tampoco diréis nada sobre esta pequeña charla ni mi secretito de la pulsera. Es lo que hacen los amigos. A pesar de nuestras diferencias, sé que sois buenos amigos.

Se levantó de la silla, mirándolos de forma menos amigable.

-Si no sois buenos amigos, tendré que buscarme otros. Y si me tengo que buscar otros, ya no me serviréis para nada. -razonó. Miró a Bianca durante un breve instante. -Bueno tú sí, pero él no.-señaló a Félix. -Espero que haya quedado claro.

-Lo suficiente, puedes irte. -gruñó Félix.

Bianca se mantuvo callada, viendo que sus suposiciones no andaban lejos de la realidad, debía actuar con cuidado, pensar mucho sus movimientos. Debía volver a ponerse un paso por delante de Pan, volver a conseguir manipularlo.

Peter les sonrió de oreja a oreja antes de desaparecer. Una espada se clavó contra la pared apenas un segundo después de que se hubiese esfumado.

-Buen intento, Félix, casi lo consigues. -felicitó Bianca sin emoción alguna.

Durante las siguientes horas de viaje, y por extraño que pudiese parecer, reinó el silencio en el barco. Sus tripulantes cayeron, sin poder evitarlo, en un apacible sueño, mientras el capitán atravesaba las nubes con su Jolly Rogers. Muchos no despertaron hasta que una maniobra ligeramente más violenta de lo normal los sobresaltó. Acababan de aterrizar en el puerto de Storybrooke.